CON
VOZ DE DRAGÓN
Francisco:
¿Vicario de Cristo o Precursor del Anticristo?
Alejandro Sosa
Laprida
Francisco
junto a una estatua de Lutero en el Vaticano
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Club del Libro Cívico
Marcelo
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Índice
Prefacio de Flavio
Infante
Nota preliminar
La medida está
colmada
Francisco,
sepulturero de Europa
El extraño
pontificado del Papa Francisco
Francisco, el Sínodo
de Obispos y los marcianos
Francisco y la buena
onda
El proselitismo es
pecado
Crónicas de un impío
Bergogliadas
cardenalicias
Francisco, comunista
y excomulgado
Dejate
misericordiar, por Federico Mihura Seeber
Epílogo: ¿Quo usque
tandem?
Postfacio de Augusto
TorchSon
« Después vi otra
bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los
de un cordero, pero
hablaba como dragón. » (Ap. 13, 11)
Prefacio
Las
florecillas de Francisco y la Babel esjatológica
Si no hubiese habido una cuidadosa preparación,
una propedéutica adecuada al término finalmente alcanzado, la artillería de
groserías, blasfemias y herejías de Bergoglio habría sido rechazada desde el
comienzo de su incomparable pontificado. Por desgracia se ha cumplido, a lo
largo de varias décadas, una eficaz adaequatio
de los oídos y de las mentes de la inmensa mayoría de los fieles y los
clérigos a los embrollos teológicos, a los errores más o menos enmascarados, al
no-decir-nada de tantos documentos papales y conciliares, de manera de alcanzar
esta instancia, que ha sido llamada de «plena actualización del Concilio», la
hora de exprimir y consagrar las consecuencias de las premisas asentadas
oportunamente en el Vaticano II: libertad religiosa (= laicismo de Estado),
colegialidad y ecumenismo (vale decir, la transcripción eclesiástica de la
funesta tríada liberté, égalité,
fraternité ya sin ningún embozo). La prueba del éxito de la estratagema
revolucionaria se asienta en el simple hecho de que hoy día, ante la
irreverencia sistemática del «obispo vestido de blanco» para con la fe católica,
no se ve alzarse un cardenal Ottaviani, ningún monseñor Lefebvre o De Castro Mayer
para oponerse a la demolición programada. La tiranía de los faits accomplis, inconmovible a esta
altura, alcanzó a infestar la conciencia de los bautizados.
Ocurre así como en muchos lugares de Europa,
donde la llegada de muchedumbres de inmigrantes mahometanos es saludada con el
aplauso de los simples ciudadanos presentes, inducidos a ello por obra de una
idónea manipulación ideológica que, a instancias de un humanitarismo bobo, no
les permite a sus presas reconocer la real amenaza de conquista ínsita en tales
oleadas humanas. El suicidio civil de Occidente se refleja en aquel de la
Iglesia actual: piénsese que, al paso que van muriendo los llamados “profetas
de desventuras” y las mentes de las nuevas generaciones de católicos son
eficazmente desustanciadas («el mundo gimió
y descubrió con estupor que se había vuelto arriano», dijo en análogas
circunstancias san Jerónimo), se ve consumada la magistral sustitución de la
misma Iglesia por una Contraiglesia (terrorífico evento ya previsto por una
áurea pléyade de videntes y clarividentes, al menos desde la beata Ana Catalina
Emmerich hasta monseñor Fulton Sheen). Si ahora tenemos prelados empeñados en
la erección de mezquitas o listos a declararse adversarios de la evangelización
de los judíos -tenidos por pasibles de salvación a través de la sola observancia
del Talmud-, ¿por qué no podría residir en Roma un obispo amigable con los sodomitas
y los pecadores públicos, y aun con los más vetustos activistas pro-aborto?
¿Por qué no tendría que pacer la grey del Señor un infatigable fustigador de
los cristianos del «se ha hecho siempre así», con continua y rencorosa alusión
a los fieles que no quieren dejarse arrancar el patrimonio de la fe?
Esta infestación del modernismo ha ido tanto más
allá que los más temibles de los pronósticos, que ahora se comprende mejor cuán
vanos fueran los ingentes esfuerzos de san Pío X tratando de extirpar de la
Iglesia este cáncer tan invasor, a pesar de que el santo Papa Sarto había
previsto que un día la apostasía habría alcanzado un ápice entonces
inimaginable. Por otro lado, había sido justamente su predecesor quien
compusiera el texto del exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas
-escrito después de una célebre visión acerca del futuro de la Iglesia- y quien
lo incluyera desde entonces en el Rituale
Romanum, uno de cuyos fragmentos reza que «allí donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que
debe iluminar al mundo, [los enemigos de la Iglesia] han elevado el abominable
trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al
rebaño», palabras que dan escalofríos y que al día de hoy se leen como una
profecía cumplida.
Y no se requiere demasiado para verificar que
éste, que era el objetivo masónico más eminente (actuar no contra el Papa, sino con el Papa, para trastornar a la Iglesia
desde sus cimientos), y cuyo éxito era deducible desde las admoniciones de la
Virgen en La Salette acerca del Anticristo que se habría sentado en Roma, hoy
parece haber alcanzado pleno cumplimiento, después de tantos desaciertos
doctrinales y de las -por decir lo menos- incautas disposiciones de los últimos
pontífices, que prepararon la llegada de Bergoglio. Alcanza con constatar que,
así como el modernismo se define como la «síntesis
de todas las herejías», así el magisterio periodístico de Bergoglio resulta
una síntesis grosera y vulgar de las más abigarradas tesis modernistas
desparramadas aquí y acullá por sus más notos fautores. En efecto, así como
Tyrrell supuso que «siempre y
necesariamente somos nosotros mismos quienes elaboramos la verdad para nosotros
mismos», así Francisco, glosándolo a corta distancia, afirma sin
ruborizarse que «cada uno de nosotros
tiene una visión propia del bien y del mal. Debemos inducirlo a avanzar hacia
aquello que piensa ser el bien». Y tal como Loisy escribió que «el Evangelio no es una doctrina absoluta y
abstracta, aplicable directamente en todo tiempo y a todos los hombres»,
así Francisco arguye con presteza que «el
mundo ha cambiado y la Iglesia no puede encerrarse en las presuntas
interpretaciones del dogma», insistiendo en la conveniencia de la inversión
hermenéutica que no valora ya más el presente según el paradigma cristiano,
sino más bien relee el Evangelio «a la
luz de la cultura contemporánea».
Incluso la explicación que los racionalistas del
siglo diecinueve daban a los milagros según su habitual aversión a lo
sobrenatural, ha encontrado en Francisco un inimaginable continuador. Como por
ejemplo en el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces: luego
de que algunos como Holtzmann pretendieran que «se trataría de un hecho natural, embellecido y magnificado por la
tradición cristiana», y luego de que otros supusieron que «es verosímil que la muchedumbre que acudió
para oír la palabra de Jesús habría llevado consigo los víveres y los habría
consumido con parsimonia para hacerlos durar más tiempo (Renan, A. Réville); o
bien que los más ricos, que habían llevado consigo provisiones más abundantes,
habrían convidado a tomar parte a aquellos que estaban desprovistos, de manera
que ninguno debió sufrir hambre (Paulus)»1; he aquí que Bergoglio, con una concisión
sin dudas mayor, no dudó en decir en el curso de una de sus homilías que los
panes «no se multiplicaron, sino
simplemente no se acabaron, como no se acabó la harina y el aceite de la viuda.
Cuando uno dice “multiplicar” puede confundirse y creer que haya hecho magia»2.
Se ha dicho siempre que la fecundidad no es
propia del error, que el error es estéril y que no puede sino repetirse o
enmascararse, que se agota pronto y que, confrontado con la verdad, sus
recursos se revelan como otras tantas nulidades. El Inicuo, asevera san Pablo,
será deshecho con el soplo de la boca del Señor y será anonadado por el
esplendor de su Venida (cfr. II Tes 2, 8).
Y sin embargo, hasta que esta instancia no sea alcanzada, resulta imposible una
contabilidad de las fechorías cumplidas hasta el día de hoy por este
incontrolable oráculo de los ínferos: este libro trata de ofrecer un elenco que
pronto exigirá necesarios añadidos, visto el volcánico afán de ofender a la
verdad que anima a nuestro sujeto. La hybris
bergogliana es, en efecto, siempre diligente en nuevas exteriorizaciones de
impiedad y de perjurio, a cual más grave, como ocurrió recientemente en una
entrevista con La Croix:
[…]
«Se
atizarán fuegos para testimoniar que dos más dos son cuatro. Se desenvainarán
espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano»,
escribió Chesterton en previsión de la fatal pérdida del juicio que hoy,
finalmente, se verifica en todo el mundo. No habremos descubierto América con
estas precedentes observaciones, pero sí habremos humildemente contribuido,
junto al autor de este volumen, a dar cuenta de una evidencia desestimada incluso
por muchos hombres de Iglesia en este «
silencio como de media hora » (Ap. 8, 1) que precede al juicio de Dios
sobre nuestro tiempo y sus actores.
1 Francesco Magri, Gesù Cristo.
La vita, la dottrina, le opere nella storia e nella critica (Sonzogno, Milano, 1946).
2 En efecto, citando algunas de sus más
conocidas definiciones, se podría
incluso componer un nuevo Credo, un contrahecho Symbolon bergogliensis que
comenzara por negar la existencia de un Dios católico, continuara oponiendo el
Hijo al Padre (un Hijo encarnado para infundir en los hombres el sentimiento de
la fraternidad) y el Espíritu Santo a ambos (un «Espíritu», por lo demás, sin
la especificación de su inherente santidad, cuya obra de “diversificación
poliédrica” pudiera compararse con la confusión de Babel, según la
indescifrable mollera bergogliana). En realidad, bien pronto se entiende que si
para Bergoglio la oración de Jesús suspendido en la Cruz (el profético salmo
«Eli, Eli, lama sabachtani») fue una blasfemia, entonces el mandato de orar sin
interrupción deviene para él un «blasfemar sin tregua», y Francisco un
observante irreprensible. Es por esta perturbada intelección de las
primerísimas realidades espirituales, devenida impulso constante, que toma
cuerpo esa avidez de decir siempre palabras desacompasadas en torno a las cosas
de la religión. Y no podrá decirse que sea casual que el misterio de la Cruz
suscite tales reflexiones en Bergoglio, ya que se hicieron memorables los sentimientos
atribuidos en varias ocasiones por Francisco a la Santísima Virgen ante su Hijo
muerto, que se habría sentido «engañada» por Dios.
Flavio
Infante
Nota
preliminar
La
mayor desgracia para un siglo o para un país, es el abandono o la disminución
de la verdad. Podemos recuperarnos de todo lo demás, pero jamás se recupera uno
del sacrificio de los principios. (Monseñor Freppel)
Quienquiera
que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la
piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad. Si no amáis
la verdad, podréis decir que la amáis e incluso hacerlo creer a los demás; pero
estad seguros que, en ese caso, careceréis de horror a lo que es falso, y por
esta señal se reconocerá que no amáis la verdad.
(Ernest Hello)
¡Basta
de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! Porque por haber callado, el mundo
está podrido. (Santa Catalina de Siena)
Mis
centinelas son ciegos, no tienen inteligencia. Son perros mudos que no pueden
ladrar. Se acuestan somnolientos, pues son amigos de dormir.
(Isaías 56, 10)
Los
enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con
toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar ‘‘¡al lobo!’’ cuando un lobo
se ha introducido en medio del rebaño y aun en cualquier lugar en que se lo
encuentre. (San Francisco de Sales)
Que un simple feligrés, completamente ignoto y
carente de pergaminos, se decida a tomar la iniciativa de publicar una
recopilación de artículos atacando a quien ocupa la sede petrina podrá sin
dudas ser considerado como un gesto escandaloso por algunos, lisa y llanamente demencial
por otros. Y con mucha razón.
Con la salvedad siguiente: ése sería el caso en
circunstancias normales en la vida de la Iglesia, las que por cierto distan
muchísimo de ser las actuales. Se trataría de un acto escandaloso, insensato y
merecedor de una reprobación sin atenuantes si adoptara semejante actitud ante
un auténtico pastor que condujese el rebaño de Cristo hacia el Cielo, guiado
por la revelación divina y por el magisterio de la Iglesia. Este opúsculo sería
evidentemente imperdonable si tuviese por blanco a un pastor que protegiera a
las ovejas de los falsos doctores, si cargase contra un hombre de Dios que las
resguardara de las jaurías de lobos rapaces que buscan seducirlas con sus
falsas doctrinas y pervertirlas con sus malos ejemplos.
Pero resulta que ésa no es la situación en la que
nos hallamos. Ni remotamente. No percatarse de ello es como no ver el sol en
pleno mediodía. Es por ese motivo que, en las circunstancias presentes, este
acto de denuncia es no solamente justificado sino particularmente necesario. La
razón es muy simple: nos encontramos ante alguien que, en vez de confirmar a
sus hermanos en la fe, se dedica a escandalizarlos sin solución de continuidad,
con un frenesí diabólico y dando muestras de un atrevimiento sin límites. Los
hechos a los que aludo, de público conocimiento, son tan numerosos y tan
elocuentes que se podrían llenar bibliotecas enteras si se consignaran en los
anales del actual pontificado y se llevara una crónica meticulosa de su
verborrágico e incontinente pseudo magisterio mediático.
Que « no
existe un Dios católico », que « no me interesa » la religión en la que se
eduque a los niños, que se puede « encontrar a Dios » en cualquier religión del
« amplio abanico » existente, que Dios no hace « magia » sino que utiliza la «
evolución », que Jesús no multiplicó los panes y los peces sino que enseñó a
sus discípulos a « compartir », que María se rebeló contra Dios al pie de la
Cruz y lo llamó « mentiroso », que lo que el mundo necesita hoy en día es una «
conversión ecológica », que el proselitismo es una « solemne tontería », que la
fe es incompatible con la « certeza », que la raíz de la felicidad reside en «
vivir y dejar vivir » y un sinfín de otras declaraciones del mismo tenor,
absolutamente inconcebibles no ya en boca de un papa, sino de cualquier
cristiano…
Blasfemias escalofriantes que trasuntan una
impiedad luciferina, todas ellas vomitadas por quien pasa por ser, a los ojos
del mundo, nada menos que el Vicario de Jesucristo y el Soberano Pontífice de
la Iglesia Católica. Ni más ni menos. Ver para creer…
En estos tiempos de confusión generalizada hay
que evitar caer en la trampa sutil, falso dilema y diabólica celada, de
sentirse desgarrado entre una obediencia engañosa, descarriada de su fin
último, y la defensa incondicional de la fe ultrajada. Desafiar y desacreditar
a la autoridad legítima es sin lugar a duda una falta grave y eminentemente
reprobable. Guardar silencio ante la manifestación desembozada del misterio de
iniquidad en la persona de un falso profeta y de un pastor inicuo no lo es
menos.
La
medida está colmada
15/08/2016
«
Los más astutos enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del
Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías
sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede
de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido
el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor,
pueda dispersarse la grey. ¡Oh, invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios
contra la perversidad de los espíritus que lo atacan y dale la victoria! 3»
León XIII.
3 Extracto de la Súplica a San Miguel Arcángel, contenida en el Exorcismo contra Satanás y los otros ángeles apóstatas, publicado en las AAS de 1890, p. 743: http://www.vatican.va/archive/ass/documents/ASS-23-189091-ocr.pdf y en el Ritual Romano de 1903, p. 227: http://saintmichelarchange.free.fr/exoleon.htm - https://materinmaculata.wordpress.com/2014/09/20/exorcismo-completo-de-leon-xiii-latin-espanol/
Introducción
1. El homosexualismo
no es condenado sino « integrado »
2. El laicismo va en
el sentido de la « Historia »
3. Iglesia y
Sinagoga, una misma dignidad
4. Herejías
caracterizadas
5. Destrucción del
matrimonio y abolición del pecado por la falsa misericordia
6. El mundialismo,
la ecología y la encíclica Laudato Si’
7. Blasfemias
espeluznantes
8. Apoyo al islam y
a la inmigración musulmana en Europa
9. Francisco,
Teilhard de Chardin y el panteísmo
10. Francisco,
paroxismo del ecumenismo conciliar
11. La cuestión de
la pena de muerte
12. Hacia un
gobierno mundial
Conclusión
« Los más astutos enemigos han llenado de
amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado »
Introducción
Hablar de Francisco podría resultar no sólo un ejercicio
desagradable sino, sobre todo, peligroso, y esto por una doble razón,
concerniente al pasado y al futuro. En lo relativo al pasado, existe el riesgo
de concentrarse excesivamente en su persona y de olvidar, por ello, de dónde
proviene la crisis actual, que, en lo esencial, no es asunto de Bergoglio, ya
que él no hizo sino exacerbarla y llevarla hasta sus últimas consecuencias. En
lo referente al futuro, el riesgo es el de perder de vista el sentido de esta
crisis espantosa, quedando de alguna manera prisioneros de la presente
pesadilla y olvidando que, si Dios la permite, es para hacer mejor resplandecer
la gloria de Nuestro Señor cuando Él se digne intervenir para castigar a los malvados,
recompensar a los justos y restaurar todas las cosas.
El primer riesgo consiste entonces en perder de
vista la perspectiva global y en sobreestimar a una persona en detrimento de un
sistema del cual ella no es sino una pieza intercambiable. El segundo, más
grave aún, reside en el debilitamiento de la virtud teologal de la esperanza, olvidando
que Nuestro Señor ya ha vencido el mal y que nosotros tendremos parte en su victoria,
por la gracia de Dios, si permanecemos fieles a Él.
He aquí porqué me esforzaré primeramente en
demostrar, en referencia al pasado, que los errores bergoglianos se originan en
el Concilio Vaticano II. En segundo lugar, en referencia al futuro, y para no
ser presa del desaliento, trataré de destacar el aspecto escatológico de la crisis
actual, recordando, al decir de San Pablo, que « Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman » (Rm.
8, 28). Y que el pleno desenvolvimiento del misterio de iniquidad, incluso « en el lugar santo » (Mt. 24, 15), es
permitido por Dios para hacer brillar aún más su triunfo al tiempo del Juicio
de las Naciones, el glorioso Dies Irae
en el que será destruido el imperio del mal.
Corruptio
optimi pessima, la corrupción de lo mejor es lo
peor que pueda darse. La mayor autoridad moral de la tierra puesta al servicio
del mal y de la mentira resulta necesariamente el principal factor de acción
revolucionaria en el mundo. Como lo dije antes, esta obra de iniquidad no es
exclusivamente fruto de Francisco, ya que él abreva en la fuente envenenada de Vaticano
II, de la cual es el más reciente de los propagadores. Pero es cierto que, con
él, la revolución en la Iglesia ha alcanzado un nivel inédito, ha efectuado un
auténtico salto cualitativo, haciéndose omnipresentes el error y la mentira, la
blasfemia y el sacrilegio, los que se manifiestan ya con tal desvergonzado
impudor y con un tan frenético recrudecimiento, que vuelven irrespirable la
atmósfera espiritual.
A casi tres años y medio de pontificado, la obra
de devastación perpetrada por Francisco supera lo imaginable: necesidad de una
conversión ecológica; pedido de perdón a los « gays » por haber sido «
discriminados » por la Iglesia; construir una « nueva humanidad » a través de la
« cultura del encuentro »; la Iglesia y la Sinagoga poseen la « misma dignidad
»; María y la Iglesia tienen « defectos »; Lutero no se equivocó con la
doctrina de la justificación; los Estados católicos son incompatibles con el
sentido de la « Historia »; los musulmanes son « hijos de Dios »; la pena de muerte
para los criminales es « inadmisible »; la especie humana « se extinguirá »
algún día; no existe un Dios católico; la multiplicación de los panes no tuvo lugar;
Dios se sirve de la evolución y no hace « magia »; el matrimonio cristiano no
es más que un « ideal »; transmitir la fe en el lenguaje de los luteranos o de
los católicos es « lo mismo »; la Iglesia en el pasado tuvo « comportamientos
inhumanos » pero gracias al CVII aprendió el « respeto » hacia las otras
religiones... La lista es interminable4.
4
Para mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de
Francisco, se pueden consultar los libros Tres años con Francisco: la impostura
bergogliana y Cuatro años con Francisco: la medida está colmada, publicados por
las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e
italiano): http://saint-remi.fr/fr/35-livres#/filtre_auteur-miles_christi
Este estudio no se propone ser exhaustivo (pero,
¿cómo podría serlo, sin adquirir proporciones enciclopédicas?): sólo tiene el
modesto objetivo de pasar someramente revista a las principales aberraciones y
estragos consumados por este hombre idolatrado por los medios de comunicación
del sistema y adulado por todos los enemigos de la Iglesia. Las iniquidades de
este pontificado son de una tal amplitud e indecencia que no puede uno
impedirse el decir con el salmista: «
¡Levántate, Juez de la tierra! ¡Da a los soberbios el pago de sus obras! ¿Hasta
cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo triunfarán los malvados? ¿Hasta cuándo hablarán con
arrogancia y se jactarán los malhechores? » (Sal. 94, 2-4) Atención,
Francisco: la medida está colmada...
Postfacio
El proceso de
desintegración espiritual del mundo
El proceso de descomposición que vive la
humanidad, especialmente en su aspecto más esencial, es decir, el espiritual,
entró hoy definitivamente en una etapa irreversible, mas no sin fin. Sabemos
que lo creado en el plano material es finito, y en ese sentido, si vemos como insostenible
la situación actual, resulta mucho más difícil imaginar que ésta siga avanzando
sin límites.
Se podrían analizar por separado la
descomposición de la Iglesia y la del mundo, pero no podemos dejar de reconocer
una relación de causa a efecto de la primera respecto del segundo. La Iglesia
es la que tiene que ser luz del mundo, la que ilumine los espíritus para conducir
a los hombres de regreso a su Creador y para así poder compartir con Él su
gloria sempiterna.
Y si vemos un mundo dominado casi absolutamente
por el mal en todas sus formas, si los gobiernos del mundo promueven una agenda
promovida por la judeo-masonería de laicismo, promiscuidad, genocidio abortista
y de lucha encarnizada contra el orden natural, no podemos dejar de reconocer
en esta situación, humanamente irreversible, una consecuencia lógica de la renuncia
de la “iglesia oficial” (a la que bien podemos considerar anti-iglesia), a su
deber esencial de ser luz del mundo. Así, es común ver cómo, contraviniendo la
recomendación evangélica, esa lámpara es puesta bajo el celemín, del mismo modo
que lo hace la más alta jerarquía eclesiástica al esconder sus cruces en sus
reuniones con representantes de falsas religiones, a fin de no ofenderlos sin
importarles ofender a quien deberían representar.
[…]
Nuestro Señor decía “Vosotros sois la sal de la tierra” pero a continuación advertía “pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la
salarán?” (Mt. 5,13). Y viendo la situación actual de la Iglesia -a la que
podríamos llamar oficial- se puede entender la situación actual como irreversible.
Mas esto también implica la cercanía de nuestra redención, como también profetizaba
Jesucristo, exhortándonos a erguirnos y levantar nuestras cabezas.
En un panorama que muchos consideran desolador,
otros vemos una enorme esperanza. Y esto de ninguna manera implica el
rehusarnos a padecer con nuestra Iglesia, con nuestras patrias, con nuestras
familias, en estos tiempos aciagos que transcurren y en medio de la descomunal
apostasía que se observa en la Iglesia Universal. Pero para poder acompañar a
la Iglesia en su camino final al Calvario, para poder completar en nuestra
carne “lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col. 1, 24), para conseguir
así la eterna recompensa, debemos estar conscientes de dicha apostasía, cosa
que claramente ignora la inmensa mayoría de los fieles católicos, los que
fueron educados en el humanismo masónico del Concilio Vaticano II, producto
éste del arrastre de errores y concesiones realizados antes del mismo, y que
fueron el caldo de cultivo apropiado para que luego pudiera plasmarse la neo
teología antropocéntrica que impera en la jerarquía conciliar.
Y mucho contribuye a la concientización de la
situación actual el exhaustivo trabajo documental del autor en éste, su nuevo
libro sobre Francisco, en el cual no se limita al señalamiento de las
transgresiones doctrinales de la neo iglesia liberal y a la denuncia de sus nocivos
procederes, sino que, además, gracias a su aporte apologético, contribuye
eficazmente a esclarecer a quienes poseen una instrucción religiosa deficiente,
que es lo corriente desde hace ya muchas décadas entre los fieles católicos,
incluso entre los mejor intencionados.
La gestión de Jorge Mario Bergoglio al frente del
Vaticano constituye sin lugar a duda la más desastrosa desde el establecimiento
mismo de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Y a quienes pretendan que
podrían haber sido peores otros períodos en la historia de la Iglesia, como el
de la época del arrianismo, se les debe recordar que por lo menos, en dichos momentos,
todavía se conservaba el orden natural, cosa que Jorge Bergoglio está
visiblemente empeñado en destruir, apoyando a todos los promotores de la
contra-natura y plegándose a sus mundialistas políticas anticatólicas. Es por
esto que, si bien es necesario impartir una buena catequesis que prepare a los
fieles adecuadamente para los tiempos que vivimos, también se vuelve necesario
conocer, si no todas, al menos gran parte de las nefastas acciones perpetradas
por el Vaticano conciliar y modernista, a fin de saber a quién como católicos
no podemos seguir, y, más importante aún, qué es lo que debemos combatir.
Augusto
TorchSon
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Yo lo tenia mas que claro desde el primer momento...papa no era...mas conociendolo aquie en Buenos Aires..y sus actitudes....luego...cuando dijo no creer en un "Dios catolico"..etc..etc..etc..y las declaraciones de Daneells...hay tanto mas que nos dice que no es el Vicario de Cristo....que hasta un ciego lo puede ver...SI LO QUIERE HACER..!!!
ResponderBorrarhttp://www.fatima.org/span/news/newsviews/2017/newsviews0119.asp
BorrarLa verdad sobre el luteranismo …
y ¡por qué NINGÚN católico
nunca debería celebrar a Lutero!
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr95/cr95pg56.pdf
Las confesiones de un antiguo masón:
La Masonería es contra
Nuestra Señora de Fátima
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr92/cr92pg7.pdf
El Secreto advirtió contra
el Concilio Vaticano Segundo y la Nueva Misa
Una entrevista exclusiva con el Padre Paul Kramer
para la Cruzada de Fátima
-----------------
http://www.fatima.org/span/crusader/cr87/cr87pg58.asp
¿Por qué el éxodo en masa
hacia el Protestantismo?
por John Vennari
¿Ud. despu´´es de escribir esto dice que yo odio?. Saquese la viga del ojo, que m´´as que una viga tiene todo un muelle de puerto.
ResponderBorrarEncima cita a Santa Catalina ¿Leyo algo de lo que dice la Santa sobre la obediencia y respeto que se debe al Papa y la inmundicia de los que lo atacan o basurean?
Ud. es un superficial, hijo de los enemigos de la Iglesia, y de los peores, de los que se visten con ropaje santo, usan palabras santas, pero estan al servicio del Mentiroso
TorchSon y Laprida estan llenos de mosto.
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