El
escenario que se nos presenta en los próximos meses, puede considerarse
humanamente desolador. Una crisis económica con miles de millones de empresas
fundidas, con cantidades nunca vistas en la historia de personas desempleadas,
con gente aterrorizada y capaz de todo con el ánimo de salvarse a cualquier
costa; nos lleva a avizorar un panorama verdaderamente apocalíptico de caos
y descontrol nunca antes vivido en el globo.
Si
creyésemos que se puede sostener un mundo con teletrabajo, sin oficios
verdaderamente productivos que suelen ser los manuales y que requieren
indispensablemente de contacto y cercanía con otros, de “exposición al aire
libre”, si pensáramos que hay que adaptarse a esta nueva normalidad con
relaciones virtuales y sin projimidad; no dejaríamos asimismo de considerar que
el panorama sería igualmente desolador, ya que se busca destruir lo creado por
Dios, la naturaleza social del hombre, la necesaria manifestación de aprecio y
cariño entre los seres humanos, la necesidad de demostrar empatía en una forma
real y no a través de dispositivos electrónicos, y, llegando al extremo, hasta
la consideración de que la actividad más peligrosa es "respirar". Dios
no puede haberse equivocado tanto.
Pensar
que los pedófilos y abortistas que hoy lideran la dictadura global son más
atendibles en sus compulsivas propuestas y argumentos que Dios y su
providencia, va a hacer de este mundo no solamente sería un lugar terriblemente
maligno y caprichoso, sino que, además, tendríamos que repensar la forma de
existir y relacionarnos, considerando a la supervivencia personal como el valor
supremo. Atrás quedarían definitivamente, el ya muy vapuleado sentido
patriótico, el rebajado sentido religioso, incluso el amical y hasta el
familiar. Lo importante es ahora que no me muera, aún a costa de quedarme sin
Dios, sin Patria, sin amigos y hasta sin familia.
Y
en estas desnaturalizaciones, los sacerdotes requieren para asistir a Misa el
uso obligatorio de bozal (mascarilla o barbijo para los gustosos de lenguaje
moderado), además de la sacrílega práctica de la comunión en la mano; por lo
que lógico resulta considerar que el próximo paso va a ser para poder asistir a
las misma, el tener puesta la terrible vacuna con la que pretenden cambiar
nuestro ADN y como dijo el Vil Gato (“creador” de Microsoft), hasta reducir la
población. En definitiva, se termina trocando completamente el sentido profundo
del culto a Dios, para terminar, siendo un culto de vasallaje al Anticristo.
El
hedonista hombre moderno, se jacta de denostar las posturas paranoicas,
anacrónicas, oscurantistas y medievales (las que no conoce y sin poder
argumentar su rechazo) de los escépticos respecto a la “Plandemia”. Cuando se
habla de la importancia de no perder su libertad con estas ridículas medidas
aislacionistas globales, responden diciéndonos sin empacho que lo importante es
mantenerse a salvo, cuidarse y “cuidarnos”, aunque poco les interese los que se
quedan sin trabajo, los que no pueden asistir a un hospital con graves
patologías por no corresponderse las mismas con la “emergencia Covid-19”, los
viejos solitarios abandonados por sus hijos “por su propia seguridad”, los
niños y jóvenes traumatizados por la falta de aire libre y necesario contacto
con sus amigos y compañeros. Ya vendrán tiempos para ser libres de nuevo,
dirán. Y es así como se cambia la libertad por seguridad, que como ya dijimos
en otros artículos, es el presupuesto necesario para el reinado del Hombre de
la Iniquidad.
Si
los perversos pudieron avanzar hasta el punto en que lo hicieron, esto se debe
a que contaban con dos importantes e indispensables presupuestos para su
accionar. En primer lugar, con la increíble estupidez del hombre moderno; ese
hombre que sabe opinar, le gusta discutir de lo que no estudió, no le gusta
leer, pero se siente increíblemente calificado, y los conocimientos implantados
en su open-minded cabeza por la caja boba, lo autorizan para asentir en los
criterios pseudocientíficos transmitidos en los Mass Media, considerando a los
mismos como verdaderos dogmas.
Cuando
uno trata de establecer algún silogismo básico y hacerles entender que no se
puede confiar en un test que está comprobado que da falsos positivos, que si
los infectados fueran reales tienen un ridículo porcentaje de mortalidad en
relación a la gripe común y a otras enfermedades por la que no se esclavizó a
la humanidad anteriormente, que según se reconoce, muchísimos casos ante la
duda se tratan como “infectados” aunque no exista comprobación, y lo que es
peor, que muchos de los tratamientos son más peligrosos y mortales que el dejar
que evolucione “la infección”; se nos responderá inmediatamente que algún
doctor, científico, o “autorizado” personaje de traje o delantal en la pantalla
sostuvo que dudar del dogma plandémico implica desconocer criterios
epidemiológicos, los cuales no se nos explican, no se nos refuta nuestro
razonamiento, más se nos ridiculiza por no creer, a esta altura de la
civilización en el axioma del nuevo milenio de “confíe en nosotros, somos
especialistas”. Entonces, si no podemos establecer razonamientos lógicos, si no
podemos negar lo invisible e incomprobable y argumentar desde los hechos y la
realidad, ¿cuánto menos podremos hacerle entender a la humanidad lobotomizada
por el cientificismo del siglo XXI que tienen que confiar en la Providencia
Divina?
Y
este globalismo judeo-masónico que considera “neo-nazi” oponerse a la encerrona
(aquí)
se aprovecha no solo de la estupidez humana.
Y
aquí llegamos al segundo y más importante presupuesto en el que se apoyan los
perversos para subyugarnos: la maldad misma de las masas; maldad que proviene
del rechazo de esa humanidad autosuficiente que ya no necesita confiar en Dios
sino en sus propias fuerzas y su limitada ciencia para mantenerse viva y a
flote, sin importar que pase alrededor. El virus narcisista le dirá el
israelita escritor Sam Vaknin, considerando que el castigo de la falsa
pandemia, es auto-infligida por las sociedades carentes de empatía en los que
la armonía y los lazos familiares son relegados por el excesivo y psicótico
sentido de autopreservación.
No
importa cuan aterrorizado se viva, cuan aislado, cuan aburrido y hasta infeliz;
lo importante es “no morir”, y más específicamente, no morir a causa del virus
narcisista. Es así que se pueden padecer y aguantar los más terribles dolores y
enfermedades a fin no concurrir a un hospital donde puedo contraer el virus
cuyo contagio informan los medios como el peor de los males actuales, a pesar
de la ínfima tasa de mortalidad del mismo y hasta de los generalmente comunes y
poco dolorosos síntomas.
Ciertamente
la frase atribuida a Mark Twain, de que es más fácil engañar a la gente que
convencerlos que ha sido engañada, es más actual que nunca. Pero la raíz del
engaño tiene que ver antes que con la ignorancia, con el oscurecimiento de la
inteligencia producida por haberse alejado la creatura de su Creador, como ya dijéramos,
por buscar la seguridad mundana antes que la Providencia, por preferir vivir
aun perdiendo las razones para vivir, por invertir las prioridades hasta el
grado de rechazar el sentido último de nuestra existencia, mismo que, como bien enseñaba San Luis Rey de Francia a su hijo en su hora postrera, consiste en cumplir la voluntad de Nuestro Señor para que reciba de nuestra
parte servicio y honor, y después de esta vida llegar a verlo, amarlo y
alabarlo sin fin.
Pero
se nos imponen incluso entre los católicos los “criterios prudenciales”,
término bastante utilizado para justificar la tibieza, y la estulticia del que
prefiere no razonar ni comprometerse.
¿Es
nuestra propuesta pesimista? Por supuesto. Como bien decía el Padre Castellani
que debíamos serlo humanamente ya que la historia de Cristo y de la Iglesia
está signada por derrotas terrenas. Pero sobrenaturalmente nos anima la
esperanza, esa virtud teologal que nos hace levantar nuestra vista al Alto, la
que nos hace apoyarnos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia
del Espíritu Santo, confiando en el autor de la promesa que es fiel, como bien
enseña el Catecismo (CIC 1818). Y si hablamos de la gran esperanza, la que
subyace cuando todo parece perdido, esperamos con ansias y alegría la que va a
implicar la liberación definitiva, la del regreso con toda gloria y majestad de
Nuestro Señor Jesucristo. Pero antes sabemos que tenemos que transitar por la
Pasión de la Iglesia. Pidamos entonces a la Santísima Madre de Dios que nos
cubra con su manto y nos asista en estos tiempos para dar el testimonio para el
cual fuimos creados.
¡Ven Señor Jesús!
Augusto
Espíndola
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Muy buen articulo
ResponderBorrarMUY BUEN ARTICULO !!!!!!!!!!!
ResponderBorrarViva Cristo Rey!!
ResponderBorrarAsí es, la estupidez y la autosuficiencia frente a Dios están en la base de toda la mentira que vivimos
ResponderBorrarMe parece que se abrió una gran pantalla delante del mundo, que también se puede representar como un gran lago visto desde lo alto de la montaña y a sus orillas todas las naciones del mundo y también como un libro que acaba de abrirse, que existe y vaya si existe, nada menos que en los Santos Evangelios de Nuestro Señor Jesucristo. Hablo de libro en dos sentidos, uno como si se tratase de la presentación de una obra de teatro, con un hecho increible e incontrastable como lo es el de esta llamada Plandemia y a continuación la presentación de los personajes: En primer lugar el Diablo, la masonería-judeo-sionista, con todos sus contactos, empleados, prisioneros, rehenes, esclavos, etc. de todas o practicamente todas las instituciones del mundo, como pueden ser paises, con todos sus diversos sistemas políticos sea el que fuere, de mayor a menor. La Providencia Divina siempre reserva algunas excepciones. Vamos a hacer una aclaración. De la Ssma. Trinidad el Padre Eterno es el que conoce los tiempos. Dentro del trinitarismo diabólico el Diablo no puede ver el futuro, aunque su poderosa inteligencia, que no le fué quitada, actúa por diferentes clases de conocimiento que maneja, de manera tal que nos asombra (siempre falsamente salvo cuando cae de rodillas ante María Ssma. o ante su hijo Ntro. Señor Jesucristo). En cuanto al trinitarismo diabólico está constituido por: el Diablo, el anticristo y el falso profeta, como bien lo dice Rafael Breide Obeid en su conferencia reciente en el Instituto padre Leonardo Castellani sobre el Apokalipsis de San Juan. El otro sentido en que se habla de libro es justamente éste el Apokalipsis de San Juan. Recuerdan Uds.a León Bloy "..cuando quiero conocer las últimas noticias leo el Apokalipsis". Me pregunto que pretende el Diablo, cuál es su plan maestro de falsedad. Me atrevo a decir que es el símil del paraíso en versión diabólica, los Rothschild y los demás grandes banqueros, los Bill Gates, Soros, Corona Inglesa, serían los Adanes y la generación de hijos sería una reducción de la misma, la exaltación de la naturaleza y todo el paganismo serían las Evas, con toda su filosofía sincretista, humanista y subversión ontológica, siempre atacando a la Ssma. Trinidad al Padre Creador al Hijo Redentor y al Espíritu Santo Consolador y a la Eva Inmaculada Ssma. Virgen María. Roguemos que el Señor nos conceda la claridad y la Santidad para leer los tiempos que vivimos hasta su Segunda Venida. Viva Cristo Rey y su Madre Inmaculada.
ResponderBorrarhttps://www.youtube.com/watch?v=5X7gQxgvXOE
ResponderBorrary prepárense para lo que se viene con el nuevo código civil... presten atención a los datos que da sobre cómo los dos fernandez hace años que estaban trabajando para lo que estamos presenciando.
Excelente articulo!!!!
ResponderBorrarPidamos la Gracia de la perseverancia final.
Viva Cristo Rey!!!
Pocos tienen hoy la lucidez del señor Espindola para ver la realidad. El oscurecimiento de la inteligencia y la sequia espiritual han posibilitado esta situación.
ResponderBorrar