La plandemia es un PLAN, justamente, destinado a
realizar cambios estructurales en diversos ámbitos. La excusa perfecta
–digamos- para que se lleven a cabo cambios bruscos en determinadas áreas que,
de lo contrario, no se hubieran realizado o se hubieran realizado mucho más
lenta y dificultosamente.
Uno de estos cambios que la plandemia busca implantar,
es la educación virtual a gran escala. Antes del 2020, existían los recursos
para realizarla. Pero eran muy pocos quienes los utilizaban, siquiera quienes
los conocían; y, si los conocían, por sentido común, descartaban utilizarlos
inclinándose por el natural ámbito de la presencialidad.
¿Quién antes del 2020 conocía Zoom? ¿Quién antes del
2020 conocía Loom? ¿Qué maestra inicial, escolar, profesor de secundaria o de
facultad, antes del 2020, utilizaba estos programas en detrimento de la
presencialidad?
Ahora bien: como escribió el 13 de marzo de 2020, apenas iniciada
la plandemia, el publicista Andrés Oppenheimer -fiel servidor de
los intereses globalistas- “el coronavirus impulsará la educación a distancia”
(en “El Nuevo Herald”). Se felicitaba, entre otras cosas, porque “la decisión de escuelas en todo el mundo de suspender
las clases y pedirles a los alumnos que continúen sus cursos por internet
debido a la pandemia del coronavirus acelerará la revolución tecnológica hacia
la educación en línea. La educación tradicional cambiará para siempre, y eso
puede ser algo bueno.”
La decadencia de la humanidad que se evidencia década tras década cada
vez más, tiene como una de sus causas la crisis educativa. La subversión en la
educación se viene denunciando hace mucho desde sectores tradicionalistas. Los
últimos vestigios de la educación tradicional –que el publicista Oppenheimer se felicita por desahuciar- pueden ser
derribados si la educación virtual sustituye a la real.
No hay que soslayar que, como ha sido oportunamente denunciado, y como
una muestra más de la coyunda entre los intereses globalistas y la educación
virtual, en el Uruguay el “Plan Ceibal” fue impulsado por Nicholas Negroponte,
quien trabaja en el programa “One Laptop Per Child” (“Una computadora por
niño”). Negroponte es masón perteneciente a la logia “Sculls and Bones”, de
Yale, y reconoció que el “Plan Ceibal” tuvo un gran éxito en el Uruguay gracias
a la colaboración del ex Presidente Taberé Vázquez Rosas, también connotado
masón.
Las consecuencias de un año de educación virtual han sido nefastas. Se
comprueban innúmeros efectos negativos en los educadores, en los padres y en
los alumnos.
Respecto a los educadores, en el sitio theconversation.com,
se acredita que “como
consecuencia del aumento de la carga de trabajo y la enseñanza desde el hogar,
el profesorado ha sufrido estrés acompañado de síntomas de ansiedad, depresión
y trastornos del sueño. Además, en estudios realizados antes de la
pandemia se comprobó que trabajar desde el hogar utilizando las
tecnologías de la información y las comunicaciones puede crear sentimientos de
tensión, ansiedad, agotamiento y disminución de la satisfacción en el trabajo”.
Por su parte, una encuesta a más de 61.000 familias, realizada para
conocer la experiencia de los padres en torno a la educación virtual, llevada
adelante por los ministerios de educación de El Salvador (MINED), Costa Rica
(MEP) y el Instituto de Bienestar Familiar en Colombia (ICBF), conjuntamente
con Innovations for Poverty Action (IPA) y el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), ha determinado que un 85% de los padres presentan al menos un
síntoma de malestar sicológico, según consta en la web del propio
BID.
Finalmente, respecto a los alumnos, numerosos estudios y encuestas han
demostrado que sufren estrés, ansiedad y depresión. Nicolás Reyes y Patricio
Trujillo, por ejemplo, investigadores de Ecuador, publicaron en noviembre de
2020 su trabajo: “Ansiedad, estrés e ira: el impacto del COVID-19 en la salud
mental de estudiantes universitarios”, cuyo título es por demás sugerente.
Este es el nuevo tipo de educación que pretenden consolidar, de la mano
de la plandemia, los globalistas; el cual destruirá, de consuno, a
la educación tradicional –ya cascoteada- y permitirá más fácilmente controlar una
educación universal, unificada según los
dictámenes del Nuevo Orden Mundial.
Visto en: Revista Verdad
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