El
Papa Pio IX en la segunda mitad del siglo IXX hablaba de 2 grandes males
filosóficos para la Iglesia: Racionalismo: uno de los frutos de la falta de
piedad. Rechaza lo sobrenatural, niega la divinidad de Jesucristo, la autoridad
de la Iglesia y proclama la indiferencia en materia de fe y religión, la
independencia del pensamiento y de la voluntad: autonomía para decidir sobre el
bien y el mal. Y el Liberalismo es el resumen de todos los errores modernos
cuyas características son:
•
El orgullo: “los conoceréis por que muestran su despecho sobre todo lo que
significa una obediencia pronta, entera y absoluta a los decretos y avisos de
la Santa Sede. Se creen más sabios que la Iglesia”
•
Servilismo hacia el estado: “adulan el poder civil, sin tener valentía para
exponer lo que contraría a la verdad”. “se ponen a favor de la falsa libertad”.
•
Espíritu de división: este error es más peligroso pues se esconde bajo el velo
de la caridad y la misericordia. Llaman a los hijos fieles de la Iglesia,
retrógados, atrasados y faltos de progreso...
Si el beato Pio IX hablaba de esa forma en
1874, ¿de qué forma podemos considerar que la situación actual no es
inmensamente más perversa e irreversible?
No podemos dudar que lo que hoy se llama fe
es mayormente superstición caprichosa dada por una religiosidad a la
carta.
Como parte del discurso esjatológico de Jesús
en Mateo 24 en el versículo 11 señala “Y aparecerá un gran numero de falsos
profetas que pervertirán a muchos”. Mucho me temo que estos falsos profetas o
están en la Iglesia o salieron de ella como podemos observar no solo en
cardenales y obispos o mediáticos sacerdotes o innovadoras monjitas sino que en
muchísimas de nuestras parroquias vemos cómo se va haciendo concesiones cada
vez mayores con las imposturas religiosas con el fin de no ahuyentar a los
feligreses.
En ese sentido S.S. Benedicto XVI al ser
consultado en su viaje por EEUU sobre las medidas que iba a tomar para evitar
el éxodo masivo de fieles que se está dando en la Iglesia, respondió con toda
claridad sosteniendo que no le importa que sean muchos quienes forman la
Iglesia, pero sí que sean cada vez más fieles. Y así podemos observar que
aunque millones emigren a la infinidad de sectas que hoy existen o al
agnosticismo, tenemos cientos de miles que regresan como el caso de los
anglicanos que inspirados por el Espíritu Santo en su intención de una pureza
en la doctrina que hoy su antigua Iglesia no les puede asegurar, vuelven a la
única y verdadera casa del Padre como agradecidos y confiados hijos pródigos,
siendo valientes testimonios de sincera búsqueda de la Verdad.
Me interesa señalar el carácter
antidemocrático de la respuesta del Papa ante el requerimiento malicioso del
periodismo norteamericano. Respuesta políticamente incorrecta que deja de lado
el interés democrático por el número, que en este caso no tiene por objeto
juntar sino más bien amontonar fieles aunque no lo sean tanto en cuanto a la
fidelidad.
Continuando con Mateo 24 en el versículo 12
se señala: “y porque abundará la maldad, se enfriará la caridad de muchos”.
CARIDAD que es la virtud sobrenatural infusa por la que la persona puede amar a
Dios sobre todas las cosas, por Él mismo, y amar al prójimo por amor a Dios; se
observa en estos tiempos más fría que nunca, aunque hoy se habla de amor más
que en cualquier otra época, y esto se dá por la prostitución del sentido de
esa palabra.
Por
eso el vaciar de contenido a las palabras es demoníaco, y hoy no se sustituyen
las palabras sino que se cambia el sentido de las mismas.
La caridad que se enfría, se disfraza hoy de
sentimentalismo para pasar a considerar el amor como enamoramiento que como
sentimiento humano, es voluble y sujeto a constantes cambios. Pero ese
enamoramiento no se da únicamente en las frugales relaciones humanas, sino
también en las relaciones de las personas con las cosas. Así embelesados con la
tecnología que constantemente se renueva, vivimos un amor momentáneo con lo
novedoso de un celular o un nuevo tipo de televisor, computadora o automóvil,
que nos puede llevar a hacer grandes sacrificios para mantenernos actualizados
en las unidades que no terminamos de disfrutar pero si de amar por el
surgimiento del nuevo modelo. Y este desorden del amor muestra el grado de
vacío del hombre actual, que trata de llenar lo espiritual con lo material, y
como obviamente nunca va a lograrlo porque se trata de diferentes substancias,
no puede sino llevar a la más profunda de las soledades en la que se vive hoy
en día.
Soledad que, bien puede darse en el promiscuo
encuentro entre personas, en donde en nombre del amor se hace un culto
idolátrico del placer, desprovisto de compromiso ya que no pretende la
sublimación del amor con la entrega de por vida al supuesto amado. Así podemos
ver la terribilísima cantidad de convivencias fuera del matrimonio, que
erróneamente se denominan prematrimoniales porque son casualmente para evitarlo
y no como paso previo a este según podría surgir de su etimología.
Y estos supuestos amores desprovistos de
entrega y compromiso son producto de un trabajo bien calculado de los
ingenieros del materialismo ateo, que hoy tal vez están superando sus
expectativas, ya que en nombre del comunismo o capitalismo logran que el hombre
ponga sus esperanzas en las cosas terrenas y no en el creador de las
mismas. Y como consecuencia de este
desamor, los hijos de estos desamorados crecen en un mundo en el cual ante la
ausencia de los padres, tienen que llenar ese vacío con pasajeras emociones o
simplemente con cosas. Y ahí está la máxima victoria de estos perversos
titiriteros que nos hacen olvidar el sentido de trascendencia. Y aunque parezca
que esto tiene como móvil incentivar el desmedido consumismo para generar más
grandes ingresos a sus negocios, es en realidad solo una consecuencia colateral,
ya que su verdadera intención es hacer al hombre esclavo de su humanidad para
poder controlarlo individualmente, aislándolo, con técnicas aplicadas
masivamente.
Por eso hoy estamos cerca de comprobar la profecía
bíblica de Lucas 18,8 “Pero el Hijo del Hombre cuando vuelva ¿hallará por
ventura la fe sobre la tierra?”
Augusto TorchSon
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