Nuestras obras buenas o malas van con nosotros, pues ningún acto
nuestro pasa, antes permanece en nuestra alma indeleblemente modelándola; y ese
moldeo del alma cesa al separarse ella del cuerpo, fijándose en una decisión irrevocable
de la voluntad; pues solo su unión con la materia la hace mudable y versátil en
esta vida. De suyo un solo acto de elección acerca del Último Fin fijaría la
voluntad para siempre (como pasa en un Ángel) si durante la vida no viésemos nuestro
último fin sino como entre brumas. Un Profundo análisis psicológico de Santo
Tomás, bien conocido confirma con la razón esta verdad revelada. Hacia adonde
cae el árbol, allí para siempre queda.
Los que dicen fútilmente: “un solo acto momentáneo no puede
merecer un castigo eterno” pasan por alto que lo momentáneo nuestro está
conectado con lo eterno: “el Instante” del hombre se hace una sustancia que no
es perecedera.
El Apokalypsis de San Juan (Ed.Paulinas 1963 – Pags.
228-229)
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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