Estamos
llamados a ser protagonistas en la historia, pero no en la infra-historia
dictada por los noticieros o gobernantes serviles a la judeo-masonerìa y al
poder de la usura internacional, sino en la suprahistoria, la historia de la
salvación, historia en la que tenemos que jugar un papel principal o
condenarnos.
Hoy
se muestra como virtud de prudencia el no inmiscuirse en lo que no podemos
modificar en el sentido inmanente de la vida. Esto es pretender que si nuestra
acción no va a generar importantes cambios en el mundo, no vale la pena
generarse problemas gratuitamente. Por lo que hay que tratar de no ser
diferente ni hacer cosas diferentes porque eso implicaría tratar de querer por
“ego o soberbia” sobresalir, según argumentan quienes optan por la comodidad de
la inacción.
Esta miope visión de las cosas tiene por objeto regular las conductas para abajo, desmotivar la iniciativa, la inventiva, la aventura y finalmente el heroísmo. Eso porque la visión mundana de la vida nos hace creer que si no alcanzamos un reconocimiento más o menos público por lo hacemos, todo esfuerzo por algo noble o altruista es un desperdicio. Nos olvidamos que para Dios no hay héroes anónimos como tampoco pecados ocultos. Y entonces se dice prudencia a la más atroz de las tibiezas.
Esta miope visión de las cosas tiene por objeto regular las conductas para abajo, desmotivar la iniciativa, la inventiva, la aventura y finalmente el heroísmo. Eso porque la visión mundana de la vida nos hace creer que si no alcanzamos un reconocimiento más o menos público por lo hacemos, todo esfuerzo por algo noble o altruista es un desperdicio. Nos olvidamos que para Dios no hay héroes anónimos como tampoco pecados ocultos. Y entonces se dice prudencia a la más atroz de las tibiezas.
El
protestantismo y el fariseísmo han vencido en esta infrahistoria al hacernos
creer a los cristianos que si Dios está con nosotros no podemos sino ser
prósperos en lo material. Y la masonería sumo el triunfo de hacernos pensar que
la fe es una cuestión respetable pero que corresponde exclusivamente al ámbito
privado y en el público todo debe ser laico y que todas las religiones son tan
veraces y respetables unas como otras, así el cristianismo queda desprovisto de
la cristiandad, esto es, que la fe impregne el ámbito temporal.
De
esa manera en las diferentes formas de prácticas religiosas se busca, o solo
rezar dejando la acción a la providencia divina (ya sea por acción de otros o
lisa y llanamente a algún milagro) o sino al activismo desprovisto de oración,
testimonio y coherencia cristiana.
Esta
historia lineal que tuvo su inicio en la creación, su centralidad en la
encarnación del Verbo, y su culminación en la cada vez más próxima segunda venida
de Nuestro Señor Jesucristo, requiere nuestra participación no solo en pos de
nuestra salvación, sino también en el apoyo a la comunión de los santos en la
cual participamos siendo una unidad indisoluble con toda la Iglesia,
fortaleciéndola o perjudicándola, según nuestras obras sean buenas o malas.
La
confusión reinante en la Iglesia, que más importa que la que se dé en el mundo,
no puede sino verse como signo de los tiempos y de la proximidad de la Parusía.
De otro modo podemos caer en el pesimismo o algo peor que es el optimismo con
respecto al triunfo mundano de lo que debe ser espiritual. Decía la filósofa
católica Alice Von Hildebrand hablando sobre la actualidad del mensaje de
Fátima y la inminencia del glorioso retorno de Cristo que en lo temporal solo
el católico estúpido puede ser optimista ya que en ese ámbito las cosas
indefectiblemente tienden a empeorarse y la realidad se vuelve día a día más
perversa. En el mismo sentido el P. Castellani decía que en esta infrahistoria
en la que vivimos tenemos que ser pesimistas ya que solo en la suprahistoria ya
está decidida la victoria de Cristo,
pero en esta cotidiana realidad tenemos algo que es importantísimo que
es nada menos que “la esperanza”, que
como virtud teologal es la que nos tiene que sostener en estos tiempos donde el
imperio del mal se muestra como invencible, para quienes quieran abrir los ojos
a la realidad, puesto que para quienes quieran seguir cómodos en la
tranquilidad de su Matrix considerarán que épocas malas fueron las de los
primeros cristianos o de las carencias materiales o cuando todavía no se hacían
los avances en la ciencia que tenemos hoy en día. Cuando lo glorioso de las
primeras épocas del cristianismo era que los paganos se cristianizaban cuando
hoy masivamente los cristianos se paganizan, como lo repite nuestro querido y
admirado Padre Emilio Parrado, en su convicción de que esto es un claro signo de la
proximidad de la Parusía.
Que
nos insulten quienes mucho gritaron y nunca hicieron nada, ni por Dios, ni por la Patria, ni por sus vidas,
no nos afecta. Es más, nos alienta a saber que molestando a los mediocres, aún
en nuestra simpleza, algo bueno estamos haciendo. Por ese motivo y continuando nuestro
ínfimo apostolado, pedimos a Nuestro Señor nos ayude a perseverar, e inclusive
le pedimos, se nos niegue cualquier reconocimiento humano, a fin de no sucumbir ante la
técnica más básica y más efectiva de la masonería: la adulación.
Augusto
TorchSon
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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