José
fue en verdad padre de Jesús, aunque no lo fuera de sangre. Su título de padre
le es reconocido por el Espíritu Santo mediante la autoridad de la Palabra de
Dios, y Jesús lo reconocía, obedeciéndole en todo. Dice el Evangelio que les
estaba sujeto (Lc 2, 51), es decir, que obedecía a María y José.
Dice
la Palabra de Dios: Sus padres iban cada año a Jerusalén para la fiesta de Pascua.
Y cuando era de doce años, al subir sus padres..., Jesús se quedó sin que sus padres
lo advirtieran... Bajó con ellos y vino a Nazaret y les obedecía (Lc 2, 41-43.
51).
Al
entrar sus padres con el niño Jesús (Lc 2, 27). Su padre y su madre estaban maravillados
de lo que se decía de él (Lc 2, 33).
María
reconoce también a José como padre de Jesús. Cuando lo encuentran en el templo,
después de estar tres días buscándolo, María le dice: Mira, tu padre y yo, apenados,
estábamos buscándote (Lc 2, 48). Aquí, hasta María antepone la autoridad de José
a la suya, diciendo: Tu padre y yo.
La
gente lo consideraba hijo de José. Jesús, al empezar, tenía unos treinta años y
era, según se creía, hijo de José (Lc 3, 23). Y todos estaban maravillados de
las palabras de gracia que salían de su boca y decían: ¿No es éste el hijo de
José? (Lc 4,22). ¿No es éste Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros
conocemos? (Jn 6,42).
Y
José es consciente de su paternidad como padre de Jesús y asume su responsabilidad
como venida de Dios. Cuando se le aparece el ángel, se dirige a él como jefe de
familia para darle órdenes, que él cumple sin discutir. Le dice el ángel: Ella
dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús (Mt 1, 21). Toma al niño y
a su madre y huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise (Mt 2, 13-14).
A la muerte de Herodes, de nuevo se le aparece el ángel y le dice: Levántate,
toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel... Y levantándose, tomó
al niño y a su madre y partió para la tierra de Israel (Mt 2, 19-21).
El
hijo de María es también hijo de José en virtud del vínculo matrimonial que los
une. A raíz de aquel matrimonio fiel, ambos merecieron ser llamados padres de Cristo
(RC 7). Por otra parte, siendo la circuncisión del hijo, el primer deber
religioso del padre, José, con este rito, ejercita su derecho-deber respecto a
Jesús (RC 11). En la circuncisión, José impone al niño el nombre de Jesús... Al
imponer el nombre, José declara su paternidad legal sobre Jesús y, al proclamar
el nombre, proclama también su misión salvadora (RC 12). El rescate del
primogénito es otro deber del padre, que es cumplido por José (RC 13).
La
paternidad de José era indispensable en Nazaret para honrar la maternidad de María.
Era indispensable para la circuncisión e imposición del nombre. Era indispensable
en Belén para inscribir al recién nacido como hijo de David en los registros
del imperio romano. Era indispensable en Jerusalén para presentar al primogénito
en el templo. Y también era indispensable la presencia de José para el crecimiento
de Jesús en sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 52).
Jesús
fue inscrito oficialmente como hijo de José, de Nazaret (Jn 1, 45) y así lo creían
todos. Por eso, San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la
persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este
modo, él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la
redención y es verdaderamente ministro de la salvación (RC 8).
San
José, obedeciendo a Dios, custodiando a María y siendo padre de Jesús, tomó
parte activa en los misterios de la Encarnación y Redención. Dice San Efrén
(306-372), el gran teólogo y doctor de la Iglesia: Bienaventurado eres tú,
justo José, porque a tu vera creció quien se hizo niño pequeño para hacerse a
tu tamaño. El Verbo habitó bajo tu techo sin abandonar por ello el seno del
Padre... Quien es hijo del Padre, se llama hijo de David e hijo de José.
San
Bernardo (1090-1153) afirma: Aquel a quien muchos profetas desearon ver y no
vieron, desearon oír y no oyeron, le fue dado a José, no sólo verlo y oírlo,
sino llevarlo en sus brazos, guiarle los pasos y apretarlo contra su pecho. Cubrirlo
de besos, alimentarlo y velar por él. Imagina qué clase de hombre fue José y
cuánto valía. Imagínalo de acuerdo con el título con que Dios quiso honrarlo,
que fuese llamado y tomado por padre de Dios, título que en verdad dependía del
plan redentor.
Decía
el Papa Juan Pablo II: La paternidad de san José, como la maternidad de la
Santísima Virgen María, tiene un carácter cristológico de primer orden. Todos
los privilegios de María se derivan del hecho de que es madre de Cristo.
Análogamente, todos los privilegios de san José se deben a que tuvo el encargo
de hacer de padre de Cristo.
Sabemos
que Cristo se dirigía a Dios con la palabra ABBA, una palabra querida y
familiar con la cual los hijos de su nación se dirigen a sus padres.
Probablemente, con la misma palabra como los otros niños, Él se dirigía también
a san José, ¿es posible decir más del misterio de la paternidad humana?... La
vida con Jesús fue para San José un continuo descubrimiento de su propia
vocación de padre.
San
Francisco de Sales pone un ejemplo. Dice así: Acostumbro decir que si una paloma
llevase en su pico un dátil y lo dejase caer en un jardín, ¿no se diría acaso
que la palmera que de él provendría pertenece al dueño del jardín? Pues si esto
es así, ¿quién podrá dudar que el Espíritu Santo, habiendo dejado caer este
divino dátil como divina paloma, en el jardín cerrado de la Santísima Virgen,
el cual pertenece a san José como la mujer esposa pertenece al esposo, ¿quién
dudará digo, que se pueda afirmar con toda verdad que esa divina palmera
(Jesús), que produce frutos de inmortalidad, pertenece por entero a san José?.
Sí,
Jesús pertenece también a José y no sólo a María. Después de María, José fue el
primero a quien Jesús besó con su boca divina, se le colgó del cuello, limpió
su sudor con sus benditas manos e hizo otros innumerables regalos que los niños
cariñosos hacen a sus padres. Cualquiera de estos regalos hubiera sido
suficiente para enriquecer de bienes espirituales al alma más seca del mundo
entero.
Nacionalismo Católico
San Juan Bautista
No hay comentarios.:
Publicar un comentario