lunes, 15 de julio de 2013

EL JUDÍO SEGÚN LA TEOLOGÍA CATÓLICA (II) - Por P.Julio Meinvielle

GRANDEZA DEL PUEBLO JUDÍO
  He recordado estas figuras de los antiguos Patriarcas no como evocación literaria, sino porque en el origen mismo del pueblo judío, en Abrahán y en Isaac, está figurada la grandeza y miseria de este pueblo y su oposición con la Iglesia.

  El pueblo judío es el linaje teológico, escogido, consagrado, santificado para significar y traernos en su carne a Ese otro que había de venir, al Esperado de las naciones. 

  He aquí lo tremendo de ese pueblo: su carne está santificada y estigmatizada para traemos a Aquél que es la Verdad y la Vida; que es la Salud de los hombres.
  
  Pero, ¿por qué esta carne es santa? ¿Porque es del linaje de Abrahán, o porque ha de traemos a Cristo? En otros términos: ¿Es Cristo quien santifica al linaje judío, o es el linaje judío el que santifica al Cristo?

  He aquí, entonces, que Cristo, como había, predicho Isaías (ad. Rom. 9,33), ha sido puesto como piedra de tropiezo y de escándalo para este pueblo.

  Porque si este pueblo, con la humildad de Abrahán, cree en el Cristo que santifica su linaje, está llamado a ser raíz y tronco de una frondosa Oliva que es la Iglesia de Jesucristo; si en cambio parte de este pueblo rechaza al Cristo fundado en la soberbia de su linaje, está llamado a ser la raíz y el tronco de una Vid silvestre que no produce sino frutos amargos de pecado.

  Si lo primero, este pueblo será Isaac, Jacob, Abel; si lo segundo, este pueblo está llamado a desempeñar el papel de Ismael, Esaú, Caín.

  Pero este linaje escogido siempre tendrá superioridad sobre los otros linajes de la tierra. Si acepta al Cristo será lo principal, lo mejor de la Iglesia.

  Será la raíz y el tronco de esa Oliva que produce frutos para la vida eterna, como enseña el Apóstol. Si rechaza al Cristo será también lo principal, es a saber lo peor en el reino de la iniquidad.

  El Apóstol San Pablo, que con orgullo se sentía israelita, subraya esta superioridad del judío en lo bueno y en lo malo cuando, escribiendo a los Romanos, dice (2, 9-10): Así que tribulación y angustia aguardan al alma de todo hombre que obra mal, del judío primero y después del griego. Mas la gloria y el honor y la paz serán de todo aquél que obra bien, del judío primero y después del griego. Grande es, pues, la superioridad de los judíos, enseña el mismo Apóstol, (Rom,3, 2) porque a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios.

  El judío es, entonces, primero en el orden de la bondad, en el misterio de la gracia. Judío, entonces, el tronco del árbol que es la Iglesia. Judíos o Israelitas, los Patriarcas; Judíos los Profetas; Judío, Bautista el Precursor; Judío, San José; Judía, la Madre de Dios; Judío, Nuestro Adorable Salvador, en quien son benditas todas las naciones. Judíos los Apóstoles y Evangelistas; Judío el Protomártir Esteban.

  ¡Qué pueblo, este pueblo teológico, hecho tronco del Árbol de la Iglesia!

  Delante de esta Oliva, ¿qué valen los pueblos gentiles que no son más que pobre acebuche?

  ¿Qué el poderío de Roma y la ciencia de los griegos? Estulticia y necedad, los llama el Apóstol, porque absolutamente de nada sirven para la salud.

  Los gentiles, con los griegos a la cabeza, si quieren entrar en la vía de salud tienen que entrar de limosna, aprovechando que algunos judíos serán rechazados para que ellos puedan ser injertados, y así dice el Apóstol que la caída de parte del pueblo judío: Ha venido a ser una ocasión de salud para los gentiles.
17. Si algunas ramas han sido cortadas, y si tú, pueblo gentil, que no eres  más que un acebuche, has sido injertado en lugar de ellas y echo participante de la savia que sube de la raíz del olivo.
18. No tienes de qué gloriarte contra las ramas. Y si te glorías, sábete que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. (Rom. 11).

MISERIAS DEL PUEBLO JUDÍO
  Pero cuanto mayor sea la grandeza de Israel, que ha sido predestinado en el Cristo, tanto mayor ha de ser su fidelidad a Cristo. ¡Miserable este pueblo si llega a rechazar a Aquél que es su salud! Entonces seguirá siendo el primero, pero el primero en la iniquidad. Y todo cuanto más inicuo y perverso produzca el mundo saldrá también de éste pueblo.

  Judío fue Judas el traidor,. Judíos, Anás y Caifás. Judío el pueblo que se gozaba con la sangre del Salvador y que exclamaba: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Judíos, los que apedrearon a San Esteban.

  Judíos, los que dieron muerte al Apóstol Santiago de Jerusalén. Judíos, todos los que acechaban contra la predicación de los Apóstoles. El crimen más grande de todos los tiempos, la muerte del Hombre Dios, ha sido perpetrado por éste pueblo, que mereció por eso el nombre de "pérfido".

  ¿En qué está la raíz del pecado y de todos los errores judaicos?

  En que parte de este pueblo creyó que las Promesas hechas a los judíos a causa de Cristo que debía nacer de ellos fueron hechas a su carne, a su genealogía. En otras palabras: En lugar de advertir que si el pueblo judío era pueblo de predilección lo era por el Cristo, ellos, en su obcecación, creyeron que el Cristo recibió gloria de su descendencia genealógica.

  Así no era de Cristo de quien venía la gloria, sino de la carne de Abrahán.

  Por esto los fariseos, encarnación genuina de este espíritu de iniquidad, decían con orgullo para no aceptar a Jesucristo: Nosotros tenemos por Padre a Abrahán.

  Su pecado consistió entonces, en carnalizar las divinas Promesas. De esta suerte, dieron valor de substancia a lo que no era más que figura.

  Esperaron la salud de lo que no era sino un signo.

  Y del Mesías, que era el esperado para traer al mundo la gracia y la verdad, hicieron ellos un dominador político, terrestre, que debía asegurar y perpetuar la grandeza de Israel sobre todas las naciones sujetadas como esclavas al imperio judaico.

CARNALIZACIÓN DEL PUEBLO JUDÍO
 Es aleccionador indicar las etapas del proceso de carnalización obrado en el pueblo judío.

  Siempre fue el israelita de condiciones naturales perversas, dominado por una gran soberbia y una gran avaricia.

  Moisés advierte expresamente a los israelitas (Deut. 9,6): Sabe, pues, que no por tus justicias te ha dado el Señor Dios tuyo esta excelente tierra en posesión, pues eres un pueblo de cerviz muy dura. Y advierte más adelante (Deut. 9, 13-14):
13. Y me dijo de nuevo el Señor: Veo que este pueblo es de dura cerviz.
14. Déjame que lo desmenuce y que borre su nombre de debajo del cielo y te ponga sobre una gente que sea mayor y más fuerte que ésta.

  Pero de modo particular este pueblo prevaricó y se carnalizó en la época de los Reyes, entregándose a mil deshonestidades e idolatrías, de suerte que en castigo fue primero desmembrado y llevado luego en cautivo a Babilonia por el rey Nabucodonosor, seiscientos años A.C.

  Setenta años duró este cautiverio, al cabo de los cuales, vueltos los judíos a Palestina, se reconstituyeron en nación sobre las bases nuevas y más firmes que les dio Esdras, a quien los judíos consideran un legislador casi tan grande como Moisés.

  De esta reorganización que dio Esdras al pueblo judío, arranca en realidad el judaísmo tal como era en tiempo de Jesucristo y como se perpetúa hasta nosotros.

  Para caracterizar a los judíos, hemos de decir que el judío es un pueblo atado a un Libro, el Libro por excelencia, la Ley, la Thora. En realidad forman la Thora los 5 libros del Pentateuco que escribió Moisés. Pero los judíos sólo aceptan la Thora con las interpretaciones que los Rabinos han ido trasmitiendo de boca en boca como palabra de Dios superior a la del mismo Moisés, interpretaciones que han quedado consignadas y en cierto modo petrificadas en un voluminoso libro, llamado el Talmud, que es el código civil y religioso de los judíos.
  
 El Judío en el misterio de la historia - Padre Julio Meinvielle - Sexta Edición 1975

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