El
judío no es como los demás pueblos, que hoy nacen y mañana fenecen; que crean
una civilización admirable restringida a un punto del tiempo y del espacio.
Recordemos los grandes imperios de los egipcios, de los asirios, de los persas,
de los griegos y romanos. Su gloria fue gloria de un día.
El
pueblo judío, porción minúscula enclavada en la encrucijada del Oriente y del
Occidente, está hecho de pequeñez para llevar el misterio de Dios a través de
los siglos. Y para llevar este misterio grabado en su carne.
No
debe crear una civilización porque esto es humano, y a él está reservado lo
divino. Es el pueblo teológico, que Dios crea para sí. Moisés nos refiere en el
Génesis cómo el Señor Dios, 2.000 años A. C., llama al Patriarca Abrahán, que
vivía en Ur de Caldea, en la Mesopotamia, y le dice:
l.
Sal de tu tierra, y de tu parentela; y de la casa de tu padre, y ven a la tierra
que te mostraré.
2.Y
hacerte he en gran gente, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendito.
3.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan, y en ti
serán benditos todos los linajes de la tierra. (Cap. 12).
El
pueblo judío, hijo de Abrahán, tiene entonces su origen en Dios, porque Él lo
selecciona del resto de la humanidad y porque a Él le promete su bendición en
forma tal que en él serán benditos todos los linajes de la tierra.
Israel,
entonces, es grande, y grande con grandeza teológica.
¿Pero
esta grandeza de Israel estriba puramente en su descendencia carnal de Abrahán,
en que este pueblo está formado en los lomos del Patriarca, o en cambio estriba
en la fe que tiene Abrahán en la Promesa de Dios?
Esto
es sumamente importante; porque si las bendiciones de Dios son para la
descendencia carnal de Abrahán, para la pura descendencia carnal, entonces por
el hecho de ser hijo de Abrahán, el pueblo judío será elegido y bendito entre
todos los linajes de la tierra.
Si
en cambio las bendiciones están reservadas a la fe en la Divina Promesa, la
pura descendencia carnal no vale; es necesaria la descendencia de Abrahán por
la fe en la Promesa, o sea una descendencia espiritual fundada en la fe.
ISMAEL
E ISAAC
¿En
qué estriba, entonces, la grandeza de Israel, según los divinos designios? Para
mostrarlo Dios le da a Abrahán dos hijos. Uno, de su esclava Agar, que nace en
forma corriente y natural, y recibe el nombre de Ismael. El otro que contra
toda esperanza le pare su mujer Sara en la vejez, de acuerdo a la promesa de
Dios, y que es llamado Isaac.
Con
Isaac y con su descendencia después de él confirma Dios el pacto celebrado con
Abrahán. A Ismael le otorga el Señor también una bendición puramente material,
prometiéndole hacerle caudillo de un gran pueblo. De este Ismael descienden los
actuales árabes, que tan reciamente se han opuesto a la entrada de los judíos
en Palestina. Como Ismael, el hijo de la esclava, se burlase y persiguiese a
Isaac, Abrahán, a instancia de Sara, su mujer, y de acuerdo a la orden de Dios,
tuvo que echarlo de su casa. (Génesis, cap.21,-9-21).
¿Qué
significado tienen estos dos hijos de Abrahán, Ismael e Isaac? San Pablo, el
gran Apóstol de los Misterios de Dios, nos explica que en Ismael e Isaac están
prefigurados dos pueblos. (San Pablo ad. Gal. 4, 22-31).
Ismael,
que nace primero de Abrahán, como fruto natural de su esclava Agar, figura la
Sinagoga de los judíos, que se gloría de venir de la carne de Abrahán. Isaac,
en cambio, que nace milagrosamente de acuerdo a la promesa divina, de Sara la
estéril, representa y figura a la Iglesia, que ha surgido, como Isaac, por la
fe en la Promesa de Cristo.
No
es, por tanto, la descendencia carnal de Abrahán lo que salva, sino su unión
espiritual por la fe en Cristo.
El
pueblo judío, formado en Abrahán, no es precisamente por su unión carnal con
Abrahán, sino asemejándosele en la fe, creyendo en Cristo, como puede lograr su
salud.
Todos
los que se unen con Cristo forman la descendencia bienaventurada de Abrahán y
de los Patriarcas, y son el objeto de las Divinas Promesas. La Iglesia es Sara
hecha fecunda por la virtud de Dios. El espíritu vivifica, y la carne, en
cambio, nada vale, decía más tarde Jesucristo. (S. Juan 6, 64).
¿Podría
suceder que este pueblo, o parte de este pueblo, unido por lazos carnales con
Abrahán, creyese que esta pura unión genealógica es la que justifica y salva?
Sí
podría suceder, y sucedió... Y para prefigurarlo, comenta el Apóstol San Pablo,
dispuso Dios que Abrahán tuviese dos hijos, uno de la esclava y otro de la
libre. Mas el de la esclava nació según la carne; al contrario, el de la libre
nació en virtud de la Promesa. Todo lo cual fue dicho por alegoría para significar
que el hecho de una pura unión carnal con Abrahán está representado en Ismael,
el hijo de la esclava, y la imitación de Abrahán por la fe en Jesucristo
figurada en Isaac, el hijo de la Promesa.
De
aquí que haya que distinguir entre los verdaderos israelitas porque imitaron su
fe en Dios creyendo en Jesucristo, y éstos están figurados en Isaac, y los
israelitas que descienden de Abrahán por la carne sin imitar su fe, y éstos
están figurados en Ismael.
Ismael
perseguía a Isaac. Y San Pablo, comentando, añade: Mas así como entonces el que
había nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así sucede
también ahora. (Gál.4.29).
Y
aquí está expresada la necesidad teológica de que Ismael persiga a Isaac, la
Sinagoga persiga a la Iglesia, los judíos que están unidos con Abrahán por sólo
una unión carnal persigan a los cristianos, verdaderos israelitas, unidos por
la fe en Cristo.
ESAÚ
Y JACOB
El
mismo misterio nos lo revelan los dos hijos que el Señor concedió al Patriarca
Isaac: Esaú y Jacob.
Nos
refiere el Génesis en el capítulo 95:
21.
Hizo Isaac plegarias al Señor por su mujer, porque era estéril, y el Señor le
oyó, dando a Rebeca virtud de concebir.
22.
Pero chocaban entre sí, en el seno materno, los gemelos que concibió; lo que le
hizo decir: Si esto me había de acontecer, ¿qué provecho he sacado yo de
concebir? y fue a consultar al Señor.
23.
El cual respondió diciendo: Dos naciones están en tu vientre y dos pueblos
saldrán divididos en tu seno, y el uno sojuzgará al otro pueblo y el mayor ha
de servir al menor.
24.
Llegado ya el tiempo del parto, he aquí que se hallaron dos gemelos en su
vientre(1).
25.
E1 que salió primero era rubio y todo velludo, a manera de pellico, y fue
llamado Esaú. Saliendo inmediatamente el otro, tenía asido con la mano el talón
del pie del hermano, y por eso se le llamó Jacob.
San
Pablo en su carta a los romanos, donde revela el misterio del pueblo judío,
hace ver cómo Esaú, el mayor según la carne, es el pueblo judío, unido con
Abrahán por puros lazos de sangre, y Jacob, el hermano menor, es la Iglesia (formada
de judíos y gentiles), que porque está unida por la fe en Cristo, es preferida
a Esaú. Y así se cumplen las palabras escritas: He amado más a Jacob y he
aborrecido a Esaú. Y así la Iglesia vence a la Sinagoga, aunque la Sinagoga,
como Esaú, mantiene vivo su odio y dice en su corazón: Yo mataré a mi hermano
Jacob. (Gén. 27, 41)
El Judío en el misterio de la historia - Padre Julio Meinvielle - Sexta Edición 1975
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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