Si la democracia
se entendiese hoy solo como una forma de gobierno o una especie de régimen político,
entre otras posibles variables, no tendrían sentido expresiones usuales como la
de “ser demócrata”, en referencia a las convicciones interiores de una persona,
ni el hecho de que se haga de estas convicciones una vocación, un principio universal
de lucha o una forma de vida. Hoy la democracia es objeto universal de
apostolado, cuyo fin es el que anunció el presidente de EEUU, Franklin D.
Roosvelt: “To make world save for
democracy” (para hacer que el mundo
se salve por la democracia). La connotación que así adquiere es
notoria. Escribe Georges Burdeau: “La democracia es hoy una filosofía, una
manera de vivir, una religión y, casi accesoriamente una forma de gobierno…
Disociar lo que en la democracia es realidad de lo que es creencia conduciría a
hacer incomprensible no solo el dinamismo que la anima, sino sus mismas
instituciones positivas, pues éstas no tienen sentido más que en función de la
mística que encarnen”
El Hecho de ser
la creencia lo que dé sentido a las formas políticas o sociales identificables
con la democracia, da a esta ese carácter universal e inasible con que se
presenta cada vez esto mismo, cada vez que se intenta definir con alguna
precisión su naturaleza. Por esto mismo, siempre se remite a un futuro ideal la completa realización de la democracia,
debiendo sus adeptos vivir de la esperanza en ese futuro.
Este carácter
utópico, propio de la ideología, es causa de ese especial estado psicológico
gracias al cual se aceptan los fracasos, los desastres, la ruina del patrimonio
real de la sociedad, con el ánimo entusiasta de quien lo espera todo de las
promesas futuras. Dice el mismo Buerdeau: “la verdad es que la libertad no es un
hecho preexistente que hay que proteger: es una facultad que hay que
conquistar. A la noción de libertad se sustituye la espera de una liberación.
En esta nueva perspectiva, todo orden social se pone en discusión, y con él el
sentido de la democracia. De régimen político destinado a garantizar el goce de
las libertades que posee, se convierte en el ejercicio de las libertades que
aún no poseen. La democracia era la forma de gestión de un universo libre. Se
convierte en instrumento de creación de un mundo que verá la liberación del
hombre”
Como toda ideología,
la democracia moderna tiene dos caras: la esotérica y la exotérica. La primera
es la que conocen los iniciados, los ideólogos, quienes saben cuál es el real
sentido de los valores proclamados: la libertad, los derechos humanos, la
voluntad popular, etc. Se es libre solo
si se actúa en todo de acuerdo a la idea de libertad que propone la ideología:
los demás se engañan; creen poder ser libres de otra manera, lo cual es síntoma
de gravedad de su alienación... La
verdadera voluntad del pueblo solo la conoce el representante del pueblo: la
masa debe dejarse guiar dócilmente para descubrir qué es lo que verdaderamente
ella quiere.
Por esto, la
proposición de la democracia como una forma de vida no se refiere a los que
participan de su dimensión esotérica. En ellos se da la forma de vida propia
del ideólogo, la del iniciado en los secretos de la gnsosis. La democracia es la forma de vida con la cual debe
identificarse el común de la gente, con el objeto de que reconozca que solo
puede ser guiada por sus profetas.
Consiste esta
forma de vida en la carencia de convicciones personales definidas, fundadas
objetivamente y con independencia de las corrientes generales; en la aceptación
vaga pero inconmovible de los postulados democráticos, que no son nunca puestos
en duda; en la adhesión de los pareceres mayoritarios, y en el rechazo de toda
posición que implique defensa de una verdad sin tomar en cuenta esos pareceres…
La forma de vida
democrática es la condición indispensable para la imposición de la idolología.
Consiste, en suma, en la masificación, en la igualdad que solo puede existir si
se agregan todas la virtudes que puedan dar a los hombres una perfección superior…
Es una forma de
vida para la cual es totalmente extraño y contrario lo que eleve al hombre; el
valor de la contemplación, de la vida auténticamente religiosa, de la virtud
moral, son para ellas elementos nocivos, y si alguien se alza con la pretensión
de que estos valores, que ya son insoportablemente provocativos cuando se practican
de modo individual, tengan vigencia común y sea principio de real jerarquía social,
se suscita un movimiento de violenta indignación contra la ofensa al dogma
comunitario (democrático).
Juan Antonio
Widow: “El Hombre Animal Político”. Ed.Nueva Hispanidad 2007. Pags.318 al 321.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
“To make world sabe for democracy”.
ResponderBorrarese sabe ¿no será con ve corta? save
Corregido, gracias
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