Dongo (Como), 13 de junio de 1989. Aniversario
de la segunda Aparición de Fátima
“Hijos predilectos, hoy recordáis mi segunda
aparición, ocurrida en la pobre Cova de Iria en Fátima, el 13 de junio de 1917.
Ya entonces os predije lo que estáis viviendo en estos tiempos.
Os anuncié la gran lucha entre Yo, la Mujer
vestida del Sol, y el enorme Dragón Rojo que ha llevado a la humanidad a vivir
sin Dios. Os predije también el astuto y tenebroso trabajo realizado por la
Masonería, para alejaros de la observancia de la Ley de Dios y haceros de ese
modo víctimas de los pecados y de los vicios.
Sobre todo, como Madre, os he querido
advertir de los grandes peligros que hoy amenazan a la Iglesia, a causa de los
muchos y diabólicos ataques que se llevan a cabo contra Ella para destruirla.
Para alcanzar este fin, a la bestia negra que
sube del mar, acude en ayuda, desde la tierra, una bestia que tiene dos cuernos,
semejantes a los de un cordero. El cordero, en la Sagrada Escritura, siempre ha
sido el símbolo del sacrificio. En la noche del Éxodo, es sacrificado un
cordero y, con su sangre, son rociados el dintel y las jambas de las casas de
los hebreos, para sustraerlos al castigo que, en cambio, alcanza a todos los
egipcios.
La Pascua hebrea recuerda este hecho cada año
con la inmolación de un cordero, que es sacrificado y consumido. Sobre el
Calvario, Jesucristo se inmola por la redención de la humanidad, se hace Él
mismo nuestra Pascua y se convierte en el verdadero Cordero de Dios que quita
todos los pecados del mundo.
La bestia tiene en la cabeza dos cuernos
semejantes a los del cordero.
Al
símbolo del sacrificio está íntimamente unido el del Sacerdocio: los dos
cuernos. Un cubrecabeza con dos cuernos llevaba el Sumo sacerdote del Antiguo
Testamento. La Mitra, con dos cuernos, llevan los Obispos de la Iglesia, para
indicar la plenitud de su Sacerdocio.
La bestia negra semejante a una pantera
indica la Masonería; la bestia con dos cuernos, semejante a un cordero, indica
la Masonería infiltrada dentro de la Iglesia, es decir la masonería Eclesiástica, que se ha difundido sobre todo entre
los miembros de la Jerarquía. Esta infiltración masónica dentro de la Iglesia,
ya os ha sido predicha por Mí en Fátima, cuando os anuncié que Satanás se
introduciría hasta el vértice de la Iglesia.
Si el objetivo de la masonería es el de
conducir a las almas a la perdición, llevándolas al culto de falsas
divinidades, el fin de la masonería eclesiástica, en cambio, es el de destruir
a Cristo y a su Iglesia, construyendo un nuevo ídolo, es decir, un falso Cristo
y una falsa Iglesia.
Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente, es
el Verbo Encarnado, es Verdadero Dios y Verdadero Hombre, puesto que une en su
Persona divina la naturaleza humana y la naturaleza divina.
Jesús, en el Evangelio, ha dado de sí mismo
la más completa definición, diciendo ser la Verdad, el Camino y la Vida.
Jesús es la Verdad, porque nos revela al
Padre, nos dice su Palabra definitiva, lleva a su perfecto cumplimiento toda la
Revelación Divina.
Jesús es la Vida, porque nos da la misma vida
divina con la Gracia merecida por Él con la Redención, e instituye los
Sacramentos como medios eficaces que comunican la Gracia.
Jesús es el Camino, que conduce al Padre por
medio del Evangelio que nos ha dado como camino a recorrer para alcanzar la
salvación.
Jesús es Verdad, porque es Él –Palabra
viviente– fuente y sello de toda la Revelación Divina. Entonces la masonería
eclesiástica obra para obscurecer su Divina Palabra, por medio de
interpretaciones naturales y racionales y, con el pretexto de volverla más
comprensiva y aceptada, la vacía de todo contenido sobrenatural.
Así
es como se difunden los errores por todas partes dentro de la misma Iglesia
Católica. A causa de la difusión de estos errores, hoy muchos se alejan de la
verdadera fe, volviendo realidad la profecía que os ha sido hecha por Mí en
Fátima: “Vendrán tiempos en los que muchos perderán la verdadera fe”. La
pérdida de la fe es apostasía. La masonería eclesiástica actúa de una manera
astuta y diabólica, para conducir a todos a la apostasía.
Jesús es Vida porque da la Gracia. La
masonería eclesiástica tiene como propósito justificar el pecado, presentarlo
no ya como un mal, sino como un valor y un bien.
Por lo cual se aconseja realizarlo como un
modo de satisfacer las exigencias de la propia naturaleza, destruyendo la raíz
de la cual podría nacer el arrepentimiento y se dice que ya no es necesario
confesarlo.
Fruto pernicioso de este maldito cáncer, que
se ha difundido por toda la Iglesia, es la desaparición, en todas partes, de la
confesión individual.
Las
almas son llevadas a vivir en el pecado, rechazando el Don de la vida que Jesús
nos ha ofrecido.
Jesús es el camino que conduce al Padre por
medio del Evangelio.
La
masonería eclesiástica favorece la exégesis que dan de él interpretaciones
racionalistas y naturales, por medio de la aplicación de los varios géneros
literarios, de manera que el mismo queda lacerado en todas sus partes. Al final
se llega a negar la realidad histórica de los milagros y de Su resurrección y
se pone en duda la divinidad misma de Jesús y su Misión Salvífica.
Después de haber destruido al Cristo
histórico, la bestia con dos cuernos, semejante a un cordero, trata de destruir
al Cristo Místico que es la Iglesia.
La
Iglesia instituida por Cristo es una sola: la Santa, Católica, Apostólica, Una,
fundada sobre Pedro.
Como Jesús, también la Iglesia fundada por
Él, que constituye su Cuerpo Místico, es verdad, vida y camino.
La Iglesia es verdad porque a Ella sola Jesús
ha confiado la custodia, en su integridad, de todo el depósito de la Fe. Lo ha
confiado a la Iglesia Jerárquica, es decir, al Papa y a los Obispos unidos a
Él.
La masonería eclesiástica trata de
destruir esta realidad con el falso ecumenismo, que lleva a la aceptación de
todas las Iglesias cristianas, afirmando que cada una de ellas posee una parte
de la verdad.
Cultiva el designio de fundar una Iglesia
ecuménica universal formada por la fusión de todas las confesiones cristianas,
entre las cuales estaría la Iglesia Católica.
La Iglesia es vida porque da la Gracia y Ella
sola posee los medios eficaces de la Gracia, que son los siete Sacramentos.
Es vida especialmente porque a Ella sola ha
sido dado el poder de generar la Eucaristía, por medio del Sacerdocio
Ministerial y Jerárquico.
En la Eucaristía Jesucristo está realmente presente con
su Cuerpo Glorioso y su Divinidad.
Entonces la masonería eclesiástica trata de
atacar, de muchas maneras engañosas, la piedad eclesial hacia el Sacramento de
la Eucaristía. De ésta, sólo valoriza el aspecto de la Cena, tiende a
minimizar su valor sacrificial, trata de negar la presencia personal y real de
Jesús en las Hostias Consagradas.
Por esto se han ido suprimiendo gradualmente
todos los signos externos que son indicativos de la fe en la presencia real de
Jesús en la Eucaristía, como las genuflexiones, las horas de adoración pública,
la santa costumbre de rodear el tabernáculo con luces y flores.
La Iglesia es camino porque conduce al Padre,
por medio del Hijo, en el Espíritu Santo, por el camino de la perfecta unidad.
Como el Padre y el Hijo son uno, así debéis
ser una sola cosa entre vosotros. Jesús ha querido que Su Iglesia sea signo e
instrumento de la unidad de todo el género humano. La Iglesia logra estar unida
porque ha sido fundada sobre la piedra angular de su unidad: Pedro y el Papa
que sucede al carisma de Pedro.
Entonces la masonería eclesiástica trata de
destruir el fundamento de la unidad de la Iglesia con el ataque astuto e
insidioso contra el Papa. Ella
urde las tramas del disentimiento y de la contestación al Papa; sostiene y
premia a aquellos que lo vilipendian y lo desobedecen; propaga las críticas y
las oposiciones de Obispos y teólogos.
De esta manera se demuele el fundamento mismo
de su unidad y así la Iglesia es cada vez más lacerada y dividida...
GUILLERMO
P. WALLACE – La bestia semejante a una pantera. Mundo Editorial 2011. Pags.
125-130
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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