Felicitamos a los pocos, pero fieles
defensores de los derechos de Cristo, que fueron a rezar manifestando su
desacuerdo con esta profanación, y que fueron calificados por el diario
sionista La Nación (ver
aquí) como nazis y fundamentalistas no católicos.
Augusto
TorchSon
AÑO TRAS AÑO, LA MISMA MENTIRA – Antonio Caponnetto
La Noche de los Cristales Rotos
El próximo lunes 9 de noviembre (2009) —si la ira justiciera de Dios no
dispone lo contrario— la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad
de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral
Metropolitana en años anteriores, ante las mismas circunstancias. Para
que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña
profanación serán nuestros propios pastores.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e
impune costumbre. La Arquidiócesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su
Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tenebrosa B’Nai B’rith
por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “un
nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según
lo anuncia regularmente la invitación oficial de rigor— suma, además, los
auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas
todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a
las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de
noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a
decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando]negocios
y empresas”. El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte,
agrega que el episodio recordado “significó el inicio de la Shoa […] que llevó
a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de
niños” (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con
la misma categorizacion dogmática de siempre, contra las más elementales reglas
de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una
abominación que clama al cielo.
Sucesión de imposturas
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los
luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche
del Cristal, repitiendo por enésima vez la
versión institucionalizada por la propaganda sionista, el aparato
soviético y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en
sólidos trabajos como los de Ingrid Weckert, “Crystal Night 1938”, o “Flash
Point, Kristallnacht 1938. Instigators, victims and beneficiaries”.
Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel
Grynszpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras
acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los
israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la
evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán,
Wilhelm Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la
siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre
cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación
intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose
cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática
en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen
arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los
principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y
tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de
Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los
culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del
precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre.
Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por
el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente
el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando
no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000
judíos encarcelados en campos de concentración”,cuando 20.000 fueron los
detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella
demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de
noviembre de 1938, aceptado en el “juicio” de Nuremberg. Mentira
canallesca, al fin, la que se asienta en el anuncio oficial de la invitación al
recordatorio, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En
el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana,
movilizándose más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador
Borrego. Hasta tal punto que con razón pudo decir Schopenhauer que “si se le pisa
un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San
Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor”.
Como consecuencia de la trágica noche –cuyo vilipendio no dejamos de
subrayar- consiguiéronse ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los
judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un
número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar
Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras
el presidente Roosevelt reunió en Evian-les-Baine a representantes de 32
naciones para organizar la preservación de los hebreos.
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la
difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento
internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su
tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamente
el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y
fuego? ¿Quiénes la tramaron realmente, si los más destacados jerarcas del
Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato
cese?
Defendamos la Verdad
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se
cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas,
legítimas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y
mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la
verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su
defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la
criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones—
no hay un solo obispo viril que quiera rezar un sencillo responso.
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama al
cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la
falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es
oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo
segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo
con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con
las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso
historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de
malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo
expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el
Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y
marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido
y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa que uno de
los co-celebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael
Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Diretor Ejecutivo de Judaica,
organización que se exhibe ostensiblemente “en red” junto con JAG (Judíos
Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones “maritales” entre
degenerados (cfr. http://jagargentina.blogspot.com ,
y Agencia Judía de Noticias, 30-6-08). Nada les importa a estos
pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy
llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la
prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina
Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana,
convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la
sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como
garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él
sus diversos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o
movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal
de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente,
empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la
Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma,
desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones
a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de
exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en
cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es
mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa
Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman
abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su
metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada
contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores
eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe
neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno
de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima
Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede
marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del
Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el
Parque Roca, el pasado 24 de octubre, entre murgas y marionetas gigantes -según
la noticia oficial- el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee
de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños: ”Nunca le saquen el cuero a
nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara”.
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿cuál es la parte que
no entiende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una
mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los
enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual
mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la
contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para
cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos
que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes
9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás
periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor
de la Gloria!”.
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente
callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por
víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena –la dueña de casa del Convento
que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: “Gracias, gracias
sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de
batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de
la Santa Fe”
Con palabras del martirologio
seguiremos proclamando:
“Cristo Vence,
Cristo Reina Cristo Impera. ¡Viva Cristo Rey!”
Antonio Caponnetto
Visto en: http://radiocristiandad.wordpress.com
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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