martes, 24 de diciembre de 2013

Homilía de Navidad (1967) – Por el P. Leonardo Castellani

“Una vez más en el hogar paterno
Celebramos la fiesta del Dios Niño…”,

  Aunque aquí no tengamos “el invierno - con sus campos de armiño” del poeta; ni tampoco lo hubo nieve en Palestina, aunque sí hubo frío.

  El Dios Niño lo tenían también los paganos, aunque enteramente diverso de Cristo; así como su madre era el extremo opuesto de la Virgen María. Pero los dos eran el Dios del amor: “el amor profano y el amor sagrado, que diría Tiziano: el amor santificado y elevado a una altura inconmensurable: el amor de Dios hecho amor de hombre. La mujer y el niño están aquí consagrados, sacralizados; la familia humana como canonizada: la mujer en lo que tiene de excelso, olvidados los defectos y fallas; el niño, representado el máximo descenso de Dios, la igualización propia del amor, que “busca iguales o los hace”.

  Un hombre ilustre, buen escritor argentino, quizá el mejor escritor argentino viviente, me decía hará una semana o poco más, que él no podía amar a Dios. Me pareció comprensible. Después añadió: “Tampoco puedo amar a Jesucristo”. “Entonces vamos mal”, pensé para mis adentros. El amor de Dios, que los mismo judíos tenían en el primer mandamiento, descendió inmensamente con la Encarnación de Dios en un Hombre real, que es “la figura de su substancia”, como dice San Pablo (Heb. I,3) – y la representación de su hermosura.

  Se hizo más fácil, pero también más difícil, porque cuando uno piensa un poco en lo que es Dios y lo que es el hombre y esas dos cosas hechas uno, se queda abismado: “un monstruo” , decía el pagano Celso en su libro “Aleethées Lógos”(Discurso verdadero). Y lo mismo pensaron “no puede ser” los mahometanos, y los arrianos, y mucho antes los “ebionitas”(1) en los tiempos de los Apóstoles, contra los cuales escribió San Juan su hermoso Evangelio. Todas las grades herejías han rehusado creer en Cristo Dios, incluso los modernistas, progresistas y protestantes actuales, que siguen hablando de Cristo Dios o del Hijo de Dios, pero si uno les pregunta: “Dios ¿en qué sentido?”, o rehúsan responder o salen con un hombre divino, un hombre penetrado de Dios. - ¿Cómo San Francisco de Asís? - No, un poco más, - ¿Y cuánto más?
 
  Nosotros decimos infinito más. Y nos alegramos dese “monstruo”. Porque ese monstruo es simplemente la salvación del mundo:

“Mañana serás salvado el mundo
Y apartada de la tierra de la iniquidad”

leíamos en la antífona de ayer.


  ¿Dónde está esa salvación? La mayor parte del mundo hoy está en rebelión contra Dios; la mayor parte del mundo hoy está en rebelión contra Dios; la mayor parte de las naciones está en convulsión y confusión – y lo que es peor, en necedad; nuestra Patria está manchada de incertidumbres, para no decir de crímenes e ignominias.

  “Dios ha venido a la tierra, según Ustedes, ¿y ahora?, dicen por ahí. “No puedo negar que durante siglos la figura de Cristo consiguió calmar al mundo y lo mejoró. Pero eso se acabó. Ahora tiene que venir una nueva Religión” – dice el historiador Toynbee.

  O sea, un nuevo Salvador. “Ya puedes chiflar”. Cuentan que un aragonés iba caminando por la vía del tren y el tren que venía déle chiflarle para que se saliera; y el baturro, sin dar vuelta la cabeza dijo: “Ya pues de chiflar. ¡Como no te apartes tú…!”

  Si viene la nueva Religión que Toynbee anhela, ella va a ser un tren que lo va a hacer añicos a Toynbee. Pues será la Religión del Anticristo.

  Venga o no venga, lo que tenemos que hacer nosotros es claro: tenemos que quedar firmes como fierro en lo que sabemos; lo que hemos conocido no por nuestro saber ni por el saber de los hombres ni por el saber de los ángeles, sino por el mismo Dios, el Verbo Divino. Somos los “eudokétoi”, “anthtroópoi eudokías”, que dijeron los ángeles sobre el pesebre de Cristo (Luc. II,4), que significa “los enseñados”, “los bien informados”. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de la “eudokía”, dice el texto original exactamente. Yo no sé por qué San Jerónimo o Aquila tradujeron “de buena voluntad”. De fe dijeron simplemente los ángeles.

  Nuestra fe tiene que soportar hoy día encima una enorme masa de mentiras; de mentiras organizadas y calculadas como una gran maquinaria: Arturo Jauretche ha publicado un libro “Los Profetas del Odio”, desmontando minuciosamente esa maquinaria de engañar, solamente en lo referente a la mentira antinacional; no a la mentira antirreligiosa que sin embargo es su hermana siamesa. Jauretche intenta infundir optimismo con decir que ahora que conocemos la maquinaria, ella no nos puede atrapar, Pero uno queda aplastado lo mismo a la vista de la maquinaria. Por esa maquinaria, un libro mío, que normalmente debía venderse 30.000 ejemplares, se vende 3.000: tiene en contra la máquina de la propaganda, la fábrica de hacer figurones. Pero Dios se ríe desa maquinaria y yo también: los 3.000 lectores que tengo sacan provecho, los 30.000 del figurón no sacan provecho, sino al contrario.

  Yo no tengo que salvar al mundo: desde que nació Cristo el mundo está salvado, y los que no se salvan es porque no quieren. Y por eso nos alegramos hoy y yo me alegro, aunque sea haciéndome fuerza, porque es nuestro deber alegrarnos, alegrarnos es loar a Dios.


1 Los ebionistas eran judaizantes que negaban la Trinidad de Personas en Dios porque les parecía inconciliable con el monteísmo. En consecuencia rechazaban que Jesucristo fuera el Hijo de Dios.

LEONARDO CASTELLANI – “Domingueras prédicas II” - Ed. Jauja. Págs. 330-333.





Feliz Navidad

 Nacionalismo Católico San Juan Bautista

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