“Cuando la naturaleza humana por el
Misterio de la Encarnación se unió a Dios, todos los ríos de los bienes
naturales volvieron a su principio. ‘Los ríos retornan al lugar del que
salieron para volver a fluir’ (Ecle.,1,7)”
Santo
Tomás,In Sententiarum III, proemio
Sedientos
de sustancia en la planicie seca,
ajados
por el fuego que no calma los fríos,
marchitos
o dolientes de afogarar memorias,
las
cosas y los hombres se han quedado sin ríos.
Es
un crujir de cueros, un escaldar de pastos
la
tierra traicionera, del alba desertora.
Por
atezar los nombres han pecado los labios,
por
renunciar al Agua han quemado a la aurora.
Tráenos
en tu Noche la torrentera clara
que
funde los hogares sobre el hombro paterno,
sobre
el mantel, la mesa, el trajín de la madre,
las
cuentas del rosario pronunciando lo eterno.
Tráenos
los afluentes que regaron la patria:
la
proeza española, los criollos legendarios,
tu
Palabra convoque las palabras dormidas,
desfile
la victoria en los viejos estuarios.
Tráenos
los raudales, el caudal de la gracia
del
pozo de Sicar tras la sombra de un cedro,
dí
a la Barca en el Tíber que ice al aire sus velas
mar
adentro, Dios mío, como ordenaste a Pedro.
Tráenos
la bandera de la que habla Isaías
porque
el monte se anega, se acallan los redobles,
del
Pastor que sabía proferir tu alabanza:
hay
que abrir tenazmente la puerta de los nobles.
Tráenos
los regatos, arroyos sin mareas,
el
manso regajal de las almas absueltas,
mas
si fueran preciso el escudo y la espada,
haznos
donar la sangre, por tu cruz, en los deltas.
Trae,
al fin, la esperanza de los Últimos Días,
la
desembocadura del lecho de la historia,
retornen
nuevamente los ríos a sus mares,
se
alce un himno de oleajes proclamando tu gloria.
ANTONIO
CAPONNETTO
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