Nota de
NCSJB: Hoy da lo mismo leer la Biblia que el Corán según
aconseja quien tiene que ser el Pastor de pastores de la Iglesia Católica y tiene la obligación de promover solo el catolicismo como religión verdadera; según vemos en el video de Romereports del 20 del corriente mes.
En tiempos en donde se puede ser católico sin serlo o no ser católico siéndolo, a quienes nos acusan de cismáticos, les decimos que estas supuestas paradojas, no hacen más que demostrar que cuando se abandona el sentido común, no se puede llegar nunca a buen puerto. Y sí Benedicto XVI al asumir su pontificado, mencionó que la
Nave de Pedro hacía agua por todos lados, parece que su nuevo Capitán está aumentando
su peso con heterodoxas cargas, como queriendo probar hasta adonde soporta y puede
todavía seguir llamándose Católica.
Augusto
TorchSon
Empacho
Ecuménico
Una indigestión es un empacho. Y por
extensión, un empacho es también un hartazgo: hartazgo de comida o hartazgo de
cualquier otra cosa. Mi indigestión de hoy ha sido provocada por el exceso de
ecumenismo que esta semana nos rodea, nos agobia y nos intenta comer el coco.
Hartazgo y empacho de ver a los eclesiásticos y laicos eclesiastizados, con un
más que notable y llamativo embeleso
(lo que normalmente llamaríamos caída de baba), ante las posibilidades de una unidad cristiana a costa de lo que sea.
Hace ya años que nos vienen adoctrinando con
el tema y hay que reconocer que lo han conseguido. Hasta el punto de que en mi
convento muchos frailes piensan ya como protestantes, comprenden muy bien a los
ortodoxos, justifican a los metodistas y culpan a los católicos de todo lo que
ha pasado en los últimos mil quinientos años. La Semana de Oración por la
Unidad de los Cristianos, acabará siendo la Novena de San Focio, San Miguel
Cerulario, San Lutero y San Calvino, al paso que vamos. Pero ya digo que mis
novicios parece que rezan mejor que nunca en esta dichosa y empachosa semana.
Nunca los he visto rezar con tanta ilusión, aunque lo hagan como papagayos ecuménicos amaestrados.
Dicen que esto comenzó en 1908 y que luego se
fueron añadiendo nuevos enriquecimientos. Claro que el mayor de todos llegó
cuando se abrió la espita para el compadreo sincrético -con el Papa a la
cabeza-, en aquel lejano Asís de 1980, apoyados en los frutos del Concilio (que
también en esto tuvo sus rupturillas con la Tradición) . Desde entonces, como
se le ocurra a uno comentar que la Iglesia Católica es la única verdadera, que
no es una parte de la Verdad, sino que posee toda la Verdad y que todo
ecumenismo auténtico consistirá en atraer hacia la Verdad Completa que sólo
está en ella, tiene asegurado el exilio de por vida. Además de que será tildado
de intolerante y falto de caridad. Que me lo digan a mí, que salgo siempre a
coger setas el día en que se lleva a cabo en el Convento la reunión ecuménica
de turno.
Resultan muy curiosos y a la vez
espeluznantes, el lema y los modos con que se ha presentado este año la campaña
del Octavario para la Unidad de los Cristianos. Cogiendo el tema por los pelos
y citando a San Pablo en su carta a los Corintios (también por los pelos), nos
venden una vez más el ecumenismo a cualquier precio. Lo importante es la
unidad, aunque sea a costa de que las verdades de fe queden rotas y maltrechas
por estos hermanos cristianos, que según algunos se separaron por la
intransigencia de la Iglesia de la época. Vean el disparate monumental que ha
preparado el Cardenal Kotch con la ayuda de miembros de otras confesiones.
[Reconozco que estos cardenales que presiden este Dicasterio me resultan
sumamente antipáticos, porque acaban pensando más como protestantes que como católicos.
Si no, que se lo digan al cardenal emérito Walter Kasper, con sus publicaciones
y obras teológicas más cercanas a Lutero que a la teología católica].
Llama la atención el Monitum que en su día publicó el Santo Oficio sobre estas reuniones
ecuménicas. Ya entonces, había quien se adelantaba a su tiempo y organizaba
estos saraos con toda pompa y solemnidad, sin llegar a los estragos actuales,
claro. El documento emanado en este caso, con fecha 1949 advertía muy
certeramente a los Obispos sobre las condiciones que se debían guardar, en el
caso de que alguien se reuniera con protestantes para rezar por la unidad de la
Iglesia. Casi me da vergüenza traerlo a esta columna, porque por un lado me
seguirán tachando de anticuado, aunque por otro me regocijo pensando que ésta
era realmente la auténtica reconciliación con los hermanos separados: la
exigencia de que regresen a la casa paterna, de la que salieron por negar
creencias y dogmas sin los cuales no se está en la Iglesia Verdadera.
Vean
ustedes, por ejemplo esta joya
de texto, aunque algo largo, muy actual y que ha sido pisoteado por los
propios guardianes de la Fe. Corresponde al Monitum anteriormente citado. Les
aconsejo que lo lean detenidamente.
“Respecto al método a seguir, los obispos
mandarán qué hay que hacer y qué hay que omitir, y se cerciorarán de que todos
siguen sus preceptos a ello referentes. Además vigilarán para que, bajo el
falso pretexto de que hay que atender más a lo que nos une que a lo que nos
separa, no se fomente un peligroso indiferentismo, sobre todo en quienes
son menos experimentados en cuestiones teológicas y cuya práctica religiosa es
más bien débil. Pues hay que guardarse de que por un espíritu que hoy suele
llamarse «irénico», las doctrinas católicas -ya se trate de dogmas o de
doctrinas relacionadas con los dogmas- sean de tal modo adaptadas a las
doctrinas de los disidentes mediante estudios comparativos y en un vano
esfuerzo de igualar progresivamente las diversas Confesiones religiosas, que
padezca por ello la pureza de la doctrina católica o se oscurezca su verdadero
y seguro contenido.
Desterrarán también aquellos modos de
expresión, de que resultan falsas concepciones o engañadoras esperanzas que
jamás pueden ser cumplidas, así, por ejemplo, cuando se afirma que lo que dicen
las encíclicas de los papas sobre la vuelta de los disidentes a la Iglesia,
sobre la constitución de la Iglesia o sobre el Cuerpo místico de Cristo no debe
ser exageradamente valorado, porque no todo es precepto de fe, o, lo que es
todavía peor, que en cuestiones dogmáticas la Iglesia católica no posee la
plenitud de Cristo, sino que en eso puede ser todavía perfeccionada por otras.
Con el mayor cuidado e insistencia se manifestarán contra el hecho de que en la
exposición de la Reforma y en la historia de los Reformadores se exageren tanto
las faltas de los católicos y se palie de tal modo la culpa de los Reformadores
o se destaquen tan en primer plano cosas accesorias, que con ello apenas se
puede ver o valorar lo principal, a saber, su apartamiento de la fe católica. Finalmente vigilarán, no sea que
por exagerado y falso celo exterior o por comportamientos imprudentes y
llamativos, en vez de favorecerlo, se perjudique el fin pretendido.
Por tanto, hay que exponer y explicar toda la
doctrina católica. Sin reducción alguna. De ningún modo se debe callar o velar
con palabras equívocas lo que la
doctrina católica dice sobre la verdadera naturaleza y grados de la
justificación, sobre la constitución de la Iglesia, sobre el primado de jurisdicción del papa romano, sobre la única
verdadera unión mediante la vuelta de los disidentes a la única verdadera
Iglesia de Cristo. Se les puede decir ciertamente que con su vuelta a la
Iglesia no pierden de ningún modo el bien que hasta ahora les ha sido concedido
por gracia de Dios, sino que con la vuelta se hará más perfecto y cumplido. En
todo caso se ha de evitar hablar de
estas cosas de modo tal que nazca en ellos la creencia de que con la vuelta
ellos aportan a la Iglesia algo esencial de lo que hasta entonces ha estado
privada. Esto ha de ser dicho en claras e inequívocas palabras, primero, porque buscan la verdad, y después, porque
jamás puede haber una verdadera unidad fuera de la verdad.”
[AAS, 1949, pp. 124 ss.]
Que le digan al eminente miembro del G-8 consejero
del Papa, de rancia estirpe tradicionalista (quieren que pensemos), con hábito
franciscano humilde y pobre, si tenían razón en el Santo Oficio allá por el año
1949. Parece que a él le subyuga la unción con que lo unge la ungida
pastora. Y la unción con que se deja ungir. Lo que yo decía
antes: caída de baba y embeleso; en este caso, cardenalicio.
De todos modos, creo que es absurdo celebrar
ya esta Semana por la Unidad. Estamos ya unidos, puesto que actualmente los
católicos piensan como los protestantes en gran número de temas teológicos y en
sus creencias han asimilado ya los cambios necesarios para hacer que nos
acerquemos a las confesiones cristianas, mucho más que ellos a nosotros. Si hiciéramos
una encuesta sobre el tema, nos podríamos llevar una sorpresa monumental. Un
gran porcentaje de católicos ya no son católicos, aunque se firmen documentos
sobre la justificación con un lenguaje tan ambiguo, que acaba dando la razón al
señor Lutero. Por eso digo que es absurdo celebrar esta Semana.
Ya
les dijo el Papa a los de Taizé cuando les recibió hace pocas fechas:
Europa necesita de su fe. ¿Para qué insistir más? ¿Para qué ahondar más? Eso de
la Fe es algo común a todos. Así que ya está.
Por eso pienso que más bien habría que
celebrar la Semana de Unión con los judíos. Aunque también con esos estamos a
punto de unirnos, dado el pachangueo que se gastan en Santa Marta comiendo con
el Santo Padre los más destacados rabinos del Universo Mundo. Tuvimos que
tragar saliva al ver entrar en las Sinagogas a Juan Pablo II y a Benedicto XVI,
pero esto de ahora es más difícil de soportar, si cabe. Porque es el compadreo ecuménico llevado al grado de
merendola doméstica con los que no
creen en el Hijo de Dios. Yo creo que nos están preparando para el próximo
viaje del Papa a Tierra Santa, en donde probablemente van a declarar a Jesús de
Nazareth como Judío del Año, aunque se equivocara en eso de considerarse el
Mesías. Pero como amaba a los pobres, se le puede perdonar. Vamos a ver muchas
cosas interesantes en este próximo viaje.
Yo por mi parte, sigo pensando lo mismo de
siempre y me adhiero plenamente al manifiesto del Santo Oficio de 1949 y
pido al Señor para que me dé fortaleza para los próximos gestos ecuménicos que
se avecinan. Quizá una barbacoa en Santa Marta con los Franciscanos de la
Inmaculada, pues esos sí que están ya hace tiempo fuera de la Iglesia. Faltaría
más.
Visto en:
tradiciondigital.es
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
"La tolerancia
igualitaria de todas las religiones...
es lo mismo que el
ateísmo."
[Papa León XIII,
"Imortale Dei"]
Hoy en la gaceta se publico que Francisco dijo que dialogar es renunciar a pretender que la propia postura religiosa es unica y absoluta...mas de lo mismo
ResponderBorrarAl menos hay buenos curas que saben el papel importante que tienen:
ResponderBorrarhttp://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=25434
rudy