Con la misma superficialidad e
irresponsabilidad con que se acogió e interpretó la dramática noticia y en la
línea marcada ya por todos los manipuladores y creadores de opinión mundial,
conmemoramos el triste aniversario de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado.
Aquél funesto día 11 de febrero del pasado año, se derrumbó una parte del
edificio que todavía quedaba en pie, a pesar de que ya las ruinas estaban
acumuladas desde muchos años antes. El pueblo cristiano se sintió huérfano al
escuchar atónito al primer papa de la historia –digan lo que quieran los
historiadores hermenéuticos al uso-, que tira la toalla, que abandona sus
graves responsabilidades y renuncia a seguir guiando el rebaño a él
encomendado. Sólo Dios conoce los pensamientos y los secretos últimos de los
corazones, es verdad; pero a la vista de los acontecimientos, y sin saber
todavía lo que nos esperaba, muchos dijimos ya en aquel aciago día que algo
estaba sucediendo entre bambalinas, perfectamente programado por los directores
de la obra escénica. Sean cuales fueran, el Príncipe de este Mundo se
constituía en Mentor y Patrono de lo que habría de venir. No me cabe la menor
duda, independientemente de los casuales rayos que pudieran caer por aquí o por
allá. Y elegir el día de la Virgen de Lourdes para tal representación, añadía
todavía más gravedad al tema: dos veces desde entonces, ha quedado
completamente anegada la gruta de Lourdes, como en una especie de protesta
sencilla, pero anunciadora del desastre.
Me he referido a la superficialidad e irresponsabilidad
de muchos, que acogieron la nueva elección con una euforia desmedida desde la
filas católicas; al tiempo que desde los asientos anticatólicos, ateos,
escépticos y por supuesto los claramente heréticos y blasfemos, se
enorgullecían de la noticia y cantaba loas a la Nueva Era que llegaba, cerrando
para siempre una etapa oscura e inquisitorial. Los cardenales electores, bien
apiñados antes y después en torno a la perversa situación, iban en la cabeza de
la manifestación y del alboroto entusiasta, al tiempo que se diluían entre la
multitud de corifeos aduladores, tanto del Recién Elegido, como de esa parte
del Mundo Blasfemo que lo aclamaba. Ni uno sólo de estos cardenales ha salido
al paso de la tremenda situación. Ni siquiera un San Atanasio que -sin
abandonar la Iglesia-, hubiera dado ejemplo de gallardía y nobleza.
Las anécdotas de cambios menores,
clamorosamente aireadas por los medios, no eran sino la cáscara de los
auténticos cambios que se avecinaban. Cambios en los modos y maneras –jubilosa
e irreflexivamente aceptados-, anunciaban cambios en el fondo, presentados con
la etiqueta de la comprensión hacia los que sufren, misericordia divina para
todos sin conversión previa, redención de todos sin distinciones y en
definitiva una serie de gestos y mensajes implícitos a todo el mundo no
católico, a la par que otra serie de mensajes mucho más explícitos de dureza y
excesiva severidad, para con los pocos sacerdotes y fieles que denunciaban
tales cambios.
La doctrina de la Iglesia, después de este
año, ha quedado herida de muerte. Lo estaba ya en la práctica. Los católicos
llevaban tiempo permitiéndose opinar y vivir conforme a las exigencias del
mundo. Muchos de ellos, con sus Pastores a la cabeza – alemanes y no alemanes-,
ya vivían fuera de las normas más elementales del dogma y la moral católicos.
Pero todavía quedaba -como un leve punto de referencia-, la mirada hacia Roma.
Los hijos pervertidos, temían que su padre les amonestara y les recordara el
texto de la doctrina. Ahora, es el padre quien anima a los hijos a pervertirse.
No se puede interpretar de otro modo, las continuas llamadas a comprender a los que cometen los pecados
más graves denunciados y castigados por Dios en la Sagrada Biblia, mientras no
se dice una palabra acerca de la gravedad de los mismos. A comprender a los homosexuales, los divorciados, los blasfemos, los
ateos, los que no tienen fe, los que pisotean los dogmas eternos de la Santa
Iglesia… en tanto no se dice una sola palabra sobre los pecados en cuestión.
El
Pontificado se ha vaciado de contenido, de prestigio (todavía más), de estilo,
de clase, de pose, de autoridad en definitiva. Uno más entre la muchedumbre, podría haber sido el lema del escudo,
superado ya el clásico Servus servorum Dei, que ahora se interpreta en clave
ramplonamente marxista.
Pero insisto en que todo esto no es más que
un nuevo capítulo del guión. Y me
importa un bledo lo que puedan pensar mis novicios, también entusiasmados y
claramente manipulados. El guión empezó a escribirse hace mucho. No han faltado
quienes lo denunciaran a su tiempo, entonces y ahora. Pero el guión sigue. El
dimitido Benedicto XVI, ya decía hace 40 años lo que iba a suceder. Los
tontorrones y malvados de turno (que coinciden casi siempre), lo
interpretan en clave profética. Yo lo interpreto en clave programática. No
es profeta quien dice a sus oyentes: si hacemos las cosas de este modo, va a
pasar esto, y esto, y esto. Y se pone
a la cabeza de los actores (aunque eso sí, con la prudencia y la precaución
debidas). Todo estaba programado en general, con añadidos programáticos al hilo
de la actualidad. El Gran Teatro del Mundo, cada uno con su papel específico,
puesto en marcha para destruir lo que quedaba de la Iglesia. Incluso el papel
de Pontífice Emérito, al que el Papa Francisco llamaba estos días Su
Santidad Benedicto XVI. Malicia sobre malicia.
Si todo esto ha pasado en el corto plazo de
un año, veremos lo que nos espera a lo largo del año venidero. Los estragos
acumulativos son siempre exponenciales, porque destruir es más sencillo que
edificar. Vamos a ver lo que organizan los nuevos gestores nombrados para
ayudar al Papa, quien a pesar de tantas declaraciones en contra de la autoridad
que representa, tiene ahora más Autoridad Destructiva que nunca, bajo capa de
permisividad, pobreza y humildad.
No me gusta ser agorero, ni futurista, ni
alarmista, pero debemos pedir a Dios la ayuda de su gracia para mantenernos
fieles ante las siguientes fases de destrucción que se avecinan. Me gusta
recordar la llamada que hacía San Pedro a la conversión (palabra olvidada o maliciosamente interpretada en
nuestros días):
No tarda el Señor en cumplir su promesa, como
algunos piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que
nadie se pierda, sino que todos se conviertan. Pero como un ladrón llegará el día del Señor. Entonces los
cielos se desharán con estrépito, los elementos se disolverán abrasados, y lo
mismo la tierra con lo que hay en ella. Si todas estas cosas se van a destruir
de este modo, ¡cuánto más debéis llevar vosotros una conducta santa y piadosa,
mientras aguardáis y apresuráis la venida del día de Dios, cuando los cielos se
disuelvan ardiendo y los elementos se derritan abrasados! (2 Ped. 3, 9-12)
Claro que algunos piensan que la conducta
santa y piadosa a la que se refiere San Pedro es la comprensión con el pecado,
el olvido de la ascesis y el compadreo con las religiones falsas. Es que san
Pedro, sin saberlo, era pelagiano.
Que
Dios nos ayude
Visto
en: http://tradiciondigital.es
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Sé que muchos piensan que Benedicto es por derecho el papa. Yo particularmente no lo creo, más bien creo que es un títere, como lo es francisco, y esto lo digo por la sencilla razón de que Benedicto se adhirió EVANGELII GAUDIUM
ResponderBorrarde francisco. Particularmente creo que cada papa desde Juan XXIII a seguido la hoja de ruta dictada por quienes se esconden en la sombras (masones), cada papa fue quitando algo a la iglesia, unos un poco quito, otros un poco más, pero todos le quitaron algo, y entre todos ellos casi todo! En vez de ser los paladines de Cristo y de su iglesia, son los minadores.
Benedicto dijo sobre la exhortación de francisco que no cambiaria una sola coma, por tanto no puede ser más que lo mismo que francisco!.
Hasta yo se que el deber de un siervo de Dios y seguidor de Cristo a de predicar la verdad a Judíos, mahometanos, budistas y adoradores de ídolos pues es su deber como siervos de Cristo, tal como él se lo encomendó a los a apóstoles y fundadores se su iglesia. Si alguien que es la cabeza de la iglesia no sabe que su deber es sacar del error al judío etc en vez de justificarlos en el mismo, no puede ser el vicario de Nuestro señor Jesucristo, el Hijo de Dios.
Recomiendo la lectura de la primera carta de San Juan 2:18 y sucesivos (La verdad y los anticristos) puede ser muy aclaratoria de quien es quien.
Gracias por todos tus artículos, pues me ayudan mucho!
Dios, Patria y Rey!
! Que buen artículo !...San Pedro sin saberlo era Pelagiano...Tenemos que dar gracias a Dios que nos da la luz ...Aunque esto produce mas sufrimiento. Gracias Augusto por tus artículos.
ResponderBorrarPedro negó a Cristo 3 veces por temor y se arrepintió, Benedicto XVI sigue siendo Pedro aquí en la tierra, no ha muerto, y como Pedro tiene derecho a rectificar y a enmendar su error. Que guarde silencio no significa que esté de acuerdo con las herejías de Francisco.
ResponderBorrarCoincido completamente.
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