Antonio, el sacerdote pasaba largas horas en
el confesionario. Allí se encontraba cara a cara con tristes y extraños problemas
de todo tipo.
A un penitente en particular, la pasó que,
cuando se arrodilló a los pies de este joven sacerdote franciscano, fue incapaz
de confesar sus pecados. El dolor que llenaba su corazón era tan grande que simplemente
no podía hablar. Antonio leyó en su corazón y supo que estaba sinceramente
arrepentido así que le dijo al hombre: "Vete a tu casa, escribe tus
pecados en un pedazo de papel, y tráeme el papel". El hombre así lo hizo.
Antonio le mandó leer la lista. Obediente, el penitente comenzó con el primero.
Para su asombro, vio que, tan pronto como lo nombraba, el nombre de cada pecado
desaparecía del papel. Y así continuó. Cuando el último pecado había sido
confesado, el papel estaba perfectamente blanco.
Fuente: http://www.stanthony.org/
Agradecemos
a Moises Octavio por acercarnos el relato
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Que hermosas las historias de los verdaderos santos. No como las de los beatruchos que le sanan un supuesto parkinson a una supuesta monja.......
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