Charles Maurras, el
más grande pensador político del siglo XX, falleció el 16 de noviembre de 1952,
en momentos en que el canónigo Cormier, atendiendo a su pedido, le administraba
los Santos Sacramentos. Para la peor historia democrática quedaban atrás dos
mil setecientos cuarenta y nueve días de prisión decretados en 1945 por el
tribunal integrado por “jueces” que no buscaban la objetividad sino la humillación
de aquel Grande al que odiaban como encarnación de la inteligencia de Francia.
Al iniciarse la parodia de justicia en 1944, el Maestro señaló a los sicarios:
“Señores, yo estoy en regla con la Verdad. Vengan ahora los facciosos y los
falsos testigos”. Así fue, porque en medio de la ignominia, Paul Claudel se
ofreció para un falso testimonio.
La condena a prisión perpetua mostró desnuda
la cobardía que les impidió enviarlo ante el pelotón de fusilamiento […] Al
entrar en la prisión de Calivaux comentó tristemente: "Es la revancha del
affaire Dreyfus”. Se refería al escándalo que fue parte de la agitación radical
anticatólica y antimilitar la que lo vio, pluma en ristre, integrando el bando
nacional y enfrentando a los metecos y tripuntes.
Eran sus años mozos, pues había nacido el 20
de abril de 1868 en Martigues, cuando se aproximaba el ocaso de Napoleón III
con la derrota de Sedan. Una creciente sordera alejó su deseo de ser oficial de
la Marina. Se refugió entonces en el arte y la literatura, cautivándolo Homero,
Esquilo y Sófocles. En el estudio del pensamiento griego encontró que aquel
pueblo supo desentrañar “el orden de las cosas”.
“La literatura me ha llevado a la política”,
dijo cierta vez. Es evidente que allí nació su pasión por la defensa de la
belleza. Ésta, para Maurras, no era indestructible y sólo podía perdurar cuando
“los bárbaros de las profundidades” no se dirigieran contra ella.
En los finales del siglo XIX se incorporó al
tradicionalismo monárquico. Había visto el peligro que la masónica república
estaba haciendo, corroyendo a la Patria con los escándalos y corrupciones que
agitaban la vida económica y política. Así los negociados de la oligarquía partidocrática,
uno de los cuales fue la “estafa de Panamá”, otro el “caso Dreyfus”, que
atacando a la Iglesia y al Ejército llevó a Francia al borde de la guerra
interna.
La fundación de la “Liga de los Patriotas”
inició la respuesta, seguida en junio de 1899, con la entrada en la liza de la
“Acción Francesa”. Se lo intentó herir llamándolo nostálgico. A ello replicó:
“Cuando un enfermo recuerda los tiempos en que se encontraba bien, no suspira
por el pasado sino por la salud”. Maurras habló siempre de una monarquía antiparlamentaria,
orgánica y descentralizada, heredera de los reyes que “en mil años hicieron a
Francia”.
En la tradición está la clave del pensamiento
del Maestro de Provenza. El estudio de Aristóteles, con Santo Tomás de Aquino y
los principios de derecho público cristiano, le permitieron superar el
recetario ideológico presente en la fatuidad demoníaca de los liberales,
jacobinos y marxistas. Tuvo claro que el Origen Sagrado del Poder Real fue lo
que dio continuidad a las instituciones al enraizar secularmente las libertades
y afirmando por tanto su inalterabilidad. Con esta línea de pensamiento enfrentó
totalmente los principios de la Subversión de 1789. De aquí que la democracia
igualitarista fuera, para el gran pensador, no sólo infructífera, sino mortal.
Sin vacilar afirmó: “la democracia es el mal, la democracia es la muerte… la
democracia reverencia ocultamente a la anarquía que es su expresión más
abierta, más audaz y más pura…” “… en las premisas de Montesquieu se encierra
como herencia Kropotkin”.
Tal fue la clave de sus mejores páginas, donde
probó que las formas políticas como el liberalismo, la democracia, el
socialismo, el comunismo, y el anarquismo son hijas putativas del
individualismo inmanentista.
Advirtió que el Enemigo se presenta como
unidad en el desorden de la revolución, a la que calificó como “bárbara” y
“antirromana”. El estudio de sus consecuencias hacia el nihilismo le mostró los
orígenes liberales.
La pasión por Francia condujo su mano a esta
bellísima definición que tomamos del estudio de Henri Massis: “Una Patria lo
son los campos, los muros, las torres y las casas, lo son los sepulcros y los
altares; lo son los hombres vivos, padre, madre y hermanos, los niños que
juegan en los jardines, los campesinos que cultivan el trigo, los comerciantes,
los artesanos, los obreros, los soldados; no hay nada en el mundo más concreto”.
Iniciada la Cruzada española de 1936, Maurras
se alineó naturalmente con la España azul. Y atravesó los Pirineos. Tenía la
alegría de quien lleva la Buena Nueva y en el corazón las Flores de Lis con el
Yugo y las Flechas. A su lado, la poesía encarnada por Roberto Brasillach, marchaba
“con el arma al brazo y en lo alto las estrellas”.
En los años anteriores a la guerra de 1939,
la lucha periodística y literaria del insigne pensador tuvo mucho de profética,
alertando a una Francia desarmada moral y materialmente por el Frente Popular.
En 1940 adhirió al Mariscal Philippe Pétain, en quien apareció la decisión de servir
a Francia hasta el sacrificio propio. Se mantuvo sin renunciamientos enfrentando
a los partisanos comuno-gaullistas.
Luego… el Via Crucis, y el martirio en
compañía de los miles victimados por el odio rojo.
Hondo fue su sentir y punzante el ejemplo de
su vida. Para él, aquí, nuestras flores de homenaje, que por provenir del alma
son inmarchitables.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Nacionalismo Católico
San Juan Bautista
Charles Maurras por lo que entiendo abtes de su conversion era cristiano anonimo en lucha contra la caricatura del Jesus modernista e izquierdista.
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