sábado, 19 de julio de 2014

Democracia, falsa redención - Por Augusto TorchSon


  Las democracias del mundo actual son definidas como el sistema de gobierno por el cual el pueblo por medio del voto elige sus representantes y de ésta manera ejerce su soberanía. Pocas veces se permite cuestionar este sistema o atreverse a considerarlo como nocivo y hasta proponer alternativas al mismo.

  El dogma de la democracia basada en la soberanía popular hoy se presenta indiscutiblemente como el ideal de gobierno y hasta el único posible; de hecho vemos como EEUU crea continuas guerras con el “desinteresado” objetivo de promover las democracias en los países que ataca. Si para tales incursiones inventa falsos atentados, armas químicas de destrucción masiva que nunca aparecen o terminar con dictaduras por más que estas tengan apoyo popular, poco importa, y la gente si bien reprueba estos métodos, termina considerando que lo que es indiscutible es que esos países necesitaban ser democratizados. Y es así que para que la democracia sea justa y buena o para que sea “democrática”, necesita del beneplácito de estos países que son los que determinan las condiciones para tal supuesto que coincidentemente tienen que ver con sus intereses en algún recurso natural u otro interés comercial en la región a democratizar. Sin embargo hoy no hay peor pecado que el ser antidemocrático.

  Observamos de esta forma que en este mundo completamente democratizado y que es cada vez más corrupto e inhumano; nunca nadie se atrevería a cuestionar a la diosa democracia, sino a la “errónea” aplicación de la misma. Y esto acontece porque ella constituye la herramienta de dominación absoluta y última de la humanidad, y esto tiene hasta un sentido teológico al llegar a ser el arma principal del Anticristo. En este punto, con toda lucidez el Dr. Julián Gil de Sagredo señala que el rasgo característico de las democracias modernas está dado por la absolutización del concepto de libertad, y así, con la exaltación del “hombre libre” es como se llega al antropocentrismo en donde ya no se pone la fe en Dios sino en el hombre. Y hoy se presenta ésta ya no solo como dogma sino como religión misma, en la cual, siguiendo con el Dr. Gil de Sagredo, la proposición de Nuestro Señor en el Evangelio al sostener “la verdad os hará libres” por la cual la verdad engendra a la libertad; se invierte para hacer que la libertad sea la que engendra a la verdad. Esto es fácilmente comprobable al ver como se aprueban por “consenso” leyes tan contrarias al orden natural, como las del aborto, eutanasia, promoción de la sexualidad desordenada en las escuelas y el mal llamado “matrimonio homosexual”; que no constituyen un bien objetivo pero están avalados por el voto democrático. Entonces esta dictadura de la mitad más uno tiene la potestad de decidir lo que es bueno. Esto es “ser dios”. Sin embargo esta soberanía popular no implica que el pueblo apoye mayoritariamente estas leyes, pero por el roussoniano concepto de “contrato social”, las personas deben delegar por convención (sufragio universal) su libertad de decidir en los gobernantes, a pesar de sujetarse al capricho de éstos porque “libremente”, deciden el pueblo someterse a la democracia.

  Hoy en día hasta en la misma Iglesia se promueve esta democracia liberal como el ideal de gobierno, y esto tiene que ver con el abandono que está haciendo la Santa Institución del deber de la búsqueda de los bienes celestiales cambiándolos por la búsqueda del paraíso terreno, paraíso socialista, mismo objetivo que fue la piedra de tropiezo de los judíos hasta llegar a rechazar al mismo Mesías que esperaban. Y es esto lo que en definitiva propone la democracia, la promesa de un paraíso a través de un progreso indefinido, y como buena democracia electoralista, está basada solamente en “promesas”. Pero hoy más que nunca el hombre moderno se aferra más a éstas que a conocer las verdades incomodas. Pero es la misma Iglesia la que rechaza la idea de gobierno basado en la soberanía popular, y así S.S. León XIII en su encíclica Diuturnum Illud enseñaba el error del gobierno con un poder que viene del pueblo, ya que se contraría la doctrina católica que enseña que todo poder proviene de Dios, como respondió Jesús a Poncio Pilatos: “No tendrías sobre Mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto…”. La encíclica al referirse a la elección del pueblo enseña que con la misma: “…se designa al gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer”. Pero al considerarnos como mandantes de ese poder y negándonos a ver la realidad, nos privamos de las herramientas para cambiar lo que es intrínsecamente malo, la posibilidad de la lucha por el bien, y lo peor de todo es que renunciamos a la verdadera libertad para dejarnos esclavizar por quienes “nos hacen sentir libres”.


Augusto TorchSon

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

5 comentarios:

  1. Para que la democracia funcione tendríamos que ser ángeles.Como no lo somos,entonces no sirve. Al contrario,funciona para el mal.andrea

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    1. Andrea, creo que, sin llegar al extremo de ser ángeles, con formar hombres y mujeres virtuosas para que participen y sean elegidos para el ejercicio de la autoridad, la cosa podría funcionar mucho mejor. Yo coincido con que la democracia no debe endiosarse, es un sistema, una forma, una herramienta, y como toda herramienta, si se la utiliza bien, produce efectos buenos. En todo caso, en cualquier sistema que se proponga podrían surgir defectos que desvirtúen el ejercicio de la autoridad. Entiendo que, bien aplicada (nunca "perfectamente" aplicada, porque somos seres humanos), la democracia es el mejor sistema, ya que permite que el ciudadano, utilizando sus potencias espirituales (inteligencia y voluntad) obre de manera genuinamente libre, eligiendo entre los buenos, a los mejores. Otro capítulo, por supuesto, merecerá el control de los funcionarios elegidos, las instituciones, la justicia, etc.

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    2. Anónimo22/7/14 13:47 la democracia pone la voluntad del pueblo por encima de la voluntad de Dios ¡ y la libertad POR ENCIMA DE LA VERDAD!

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    3. Entiendo que no es necesariamente así. Si el hombre (individualmente) o el pueblo (colectivamente) decide no cumplir con la voluntad de Dios, no es culpa de la democracia, sino del hombre mismo. Y para el caso, también en monarquías o aristocracias podría ocurrir que quienes gobiernan y toman decisiones pusieran su propia voluntad por sobre la de Dios. Son sistemas de gobierno, su vicio o virtud dependerá del vicio o la virtud de los hombres. Por eso dije antes que era clave la formación de hombres y mujeres virtuosos para participar y ejercer la autoridad.

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  2. ,,,Y la clave de la formación de hombres y mujeres virtuosos es que conozcan y obedescan a Dios y a su Voluntad.
    En éste Saber está la clave de un espìritu humano centrado y equilibrado ,que no puede estar nunca en uno mismo,capaz de conocer muchas verdades parciales ,pero nunca la Verdad,sino es por Revelación de Ella misma.

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