Si
perdemos el dogma, perdemos nuestra alma
La
Fe es soberana
El depósito de la Fe es el fundamento de
nuestra salvación. Es el fundamento del papado. Es el fundamento de los
sacramentos. Si el depósito de la Fe no es salvaguardado, no hay nada en la
Iglesia que se libre del ataque. Esa actitud de importancia principal de
salvaguardar todos y cada uno de los dogmas de la Fe no es solo mi opinión. Es
la enseñanza solemne de la Iglesia Católica. Uno de los Credos católicos que
todos estamos obligados a creer, comienza como sigue: “Quien quiera salvarse, necesita sobre todo guardar la Fe Católica; a
menos que cada uno la preserve una e inviolada, perecerá sin duda en la
eternidad”. (D.S. 75)
Esta obligación sobrepasa la ley de la
caridad para con el pobre o con nuestro prójimo – está ante todas las buenas
obras. La obligación respecto a la Fe es más importante que el respeto o la
deferencia debida al Papa, a los obispos, sacerdotes o familiares y amigos. San
Pablo dijo: “Pero aunque nosotros o un
ángel del Cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que habéis recibido,
sea anatema”. (Gal. 1:8) Nosotros no debemos escuchar a tales predicadores,
quienes contradicen las enseñanzas católicas tradicionales.
¿Qué será de nosotros, especialmente en este
tiempo de Apostasía General, si no amamos la verdad por sobre todos nuestros
prójimos, sobre el amor que debemos a nuestros sacerdotes y obispos, sobre el
amor que debemos incluso a los Papas? ¿Que será si nosotros no amamos la verdad
por sobre la riqueza, la posición y el respeto humano? Entonces nosotros
podemos caer bajo la consiguiente maldición de Dios: “...y de seducciones de
iniquidad para los destinados a la perdición por no haber recibido el amor de
la verdad que los salvaría. Por eso Dios
les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados
cuantos, no creyendo en la verdad, se complacen en el iniquidad”. (II Tes.
2:10-11)
Esta recuperación de la certeza, de la
importancia vital y de la necesidad absoluta de las verdades dogmáticas como
fueron definidas infaliblemente para todos los tiempos, es crucial para que la
gente no sea ganada por la apostasía general que nos rodea.
Para salvar nuestra alma no es suficiente
seguir a este o a aquel sacerdote, a este o a aquel Cardenal u obispo – ni
siquiera a este o a aquel Papa – sin importar cuán aclamados ellos sean, si
contradicen un dogma infaliblemente definido.
Algunos sacerdotes y maestros ignorantes
dicen, “Nosotros no prestamos atención a las definiciones dogmáticas de una
época anterior; nosotros seguimos ‘el Magisterio Viviente’”…
Estos guías ciegos razonan como sigue: Dios
está complacido con nosotros porque somos humildes, porque somos obedientes, y
Dios se complace de aquellos hombres como el Papa y el Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe que están sobre nosotros. Esas personas
dicen que es usted quien no se
somete, quien está en el error, quien será castigado por Dios por no creer en
el ‘Magisterio Viviente”.
Tal pensamiento es, en realidad “la operación
del error” para “los destinados a la perdición” (ver II Tes. 2:10-11) que “Dios
le envía” porque ellos “no creyendo en la verdad, se complacen en la
iniquidad”.
¿Permitiría Dios a una persona ser engañada
de esa forma? ¿Como podría Él...? se pregunta alguno. En respuesta, nosotros
tenemos la enseñanza de San Juan Eudes y de la Sagrada Escritura.
San Juan Eudes explica que los castigos más
terribles que Dios puede enviar a su pueblo son para los malos sacerdotes (lo que obviamente incluye a los malos
obispos, Cardenales e hasta incluso a un Papa). He aquí lo que dice San
Juan Eudes:
“La
marca más evidente de la ira de Dios y de los castigos más terribles que Él
puede infligir al mundo se manifiestan cuando Él permite a Su pueblo caer en
manos de un clero en el que hay sacerdotes más en el nombre que en los hechos,
sacerdotes que practican la crueldad de los lobos feroces más que la caridad y
afecto de los pastores devotos...
“Cuando Dios permite tales cosas, es una
prueba positiva que El está profundamente enfadado con Su pueblo, y está
(descargando) Su más espantosa cólera sobre ellos. Por eso El pregona
incesantemente a los cristianos, Volved,
oh vosotros, hijos rebeldes... Yo os daré pastores según Mi corazón. (Jer.
3:14,15). Por eso, las irregularidades en la vida de los sacerdotes constituyen
un flagelo sobre el pueblo a consecuencia del pecado”.
…Debemos
recordar que Dios nos envía castigos y expiaciones y advertencias en esta vida,
como apunta San Alfonso, para que prestemos atención a sus advertencias
mientras aún haya tiempo, antes que sea demasiado tarde para nosotros. Los
escándalos en el clero son signos claros que Dios alcanzó sobradamente el
límite de sus advertencias. Ese tiempo ha llegado a su fin; nosotros al menos
debemos tenerlo en cuenta haciendo penitencia por nuestros pecados y rezando
muy fervientemente pidiendo a Dios gracia y misericordia en este tiempo, para
nosotros al igual que para todos aquellos encomendados a nuestro cuidado. Pero
esos escándalos no están limitados a los sacerdotes y obispos corruptos. Peor
aún es la corrupción de nuestra Fe Católica por los supuestos “defensores de la
Fe”. Aquellos que pretenden que el “Magisterio viviente” tiene prioridad sobre
las definiciones dogmáticas infalibles, inmutables, y están descarriando
incontables almas hacia el infierno.
La perversión de sacerdotes, obispos y
Cardenales que nos dicen que no hay necesidad de convertir a los no creyentes a
Fe Católica es una perversión mayor que la pedofilia – tan horrible como es la
pedofilia. La herejía – incluso si es promovida por Cardenales del Vaticano,
incluso si ésta fuera implícita o explícitamente respaldada por el Papa – no
cambia un ápice la perversidad de tales enseñanzas. Aquellos quienes defienden
esas enseñanzas del “Magisterio viviente”, o bien ha perdido su Fe, o han sido
completamente ignorantes de todos esto durante todas sus vidas. Pero su
ignorancia no necesariamente los excusa del pecado grave en esta materia.
La
Fe Católica – el depósito de la Fe transmitido a nosotros por Jesucristo en el
que todos los católicos deben creer para salvar su alma – nos enseña entre
otras cosas que:
1) Dios es el autor de nuestra Fe.
2) Se debe creer en Dios porque El nos enseña
la Verdad.
– Como Dios es omnisapiente, El no puede
equivocarse o o tener solo una parte de la Verdad;
– Como Dios es todo santo, El no nos puede
mentir. El puede permitir que seamos engañados porque nosotros no amamos la
verdad, pero El no puede mentirnos.
3) Desde que Dios nos dice la verdad y como
todos y cada uno de los artículos de la Fe son ciertos porque Dios los ha
revelado, se sigue que:
a) Lo que fue cierto en el 33 aD. es tambien
es cierto en el 2003 a.D.
b) Lo que fue definido como verdadero por la
Iglesia
• en 325 a.D. en Nicea
• en 1438-45 a.D. en Florencia
• en 1545-1565 a.D. en Trento
• en 1870 en el
Vaticano I
todavía es cierto hoy.
Eso es, que Jesucristo es el mismo ayer, hoy
y para siempre. Así, cuando el Concilio de Florencia define que ni los judíos,
ni los herejes, ni los cismáticos entrarán en el Reino de Dios a menos que se
arrepientan de su error antes de morir, luego eso es verdad para todos los
tiempos.
Visto
en: http://fatima.org/
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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