La única cosa en la que el hombre es capaz de emular al
Ser divino,
en lo que respecta a la Infinitud, es la estupidez
(Proverbio Chino)
La
antigua Biblia Vulgata decía que el
número de los necios es infinito,[1] y así fue como lo tradujo San
Jerónimo. En las modernas versiones, realizadas a partir de la mitad del siglo
XX, el texto aparece muy modificado. En la versión de la Neovulgata, después de
la revisión ordenada por el Concilio Vaticano II, se lee algo muy diferente: Quod es curvum, rectum fieri non potest;
et, quod deficiens est, numerari non potest, que algunos traducen como que lo torcido no se puede enderezar, y la nada
no se puede enumerar. Lo que queda ya un poco lejos del original
jeronimoniano. Los modernos exegetas nos darán una multitud de explicaciones
sobre los recientes estudios bíblicos, etc., que nosotros ---simples
mortales--- no vamos a discutir. De todas formas, podemos quedarnos tranquilos,
en cuanto que la afirmación es tan obvia que no hacía falta que la Biblia nos
la dijera. Porque efectivamente, cualquiera puede comprobar fácilmente que el
número de los tontos es infinito.
Los que éramos jóvenes hacia la mitad del
siglo pasado, oíamos con asombro algo que por entonces se solía decir. Dado que
los Estados Unidos es todavía un país joven, sus manuales de Historia no
contaban con sobrada materia para hacer elucubraciones; por lo que no era
extraño que dedicaran varios capítulos a describir el aspecto y la biografía del perro del médico de
Abrahán Lincoln. Podemos dar por seguro que se trataba de una exageración en
boca de la gente; pero también es posible que piensen en la exageración las
generaciones futuras, cuando oigan que estos días en Madrid se han congregado
más de cien mil personas para protestar por la eliminación (por razones
evidentes de seguridad) del perro de la enfermera contagiada del virus del
ébola. Y es que, como cualquiera puede comprender, es hoy día el problema más
grave existente en España (todos los demás no han merecido el menor alzamiento
de voz). Hay quien dice por ahí que los españoles hemos perdido la cabeza, que
es una afirmación que podría haber sido refrendada por el mismísimo Aristóteles
redivivo.
Pero la prueba más palpable de que la frase
de San Jerónimo tenía que haber sido conservada, la tenemos bien cerca en la
celebración del Sínodo sobre la Familia, que en estos momentos se está llevando
a cabo.
En él
coinciden cuidadosamente dos elementos perfectamente ensamblados: un
extraordinario e inteligente montaje preparatorio, en el que nada falta y en el
que todo ha sido perfectamente estudiado, de una parte..., y el propósito de
despistar a ingenuos, bobalicones, neocones, gentes de corazón abierto y buena voluntad, almas del todo está bien y aquí
no pasa nada, antialarmistas, etc., etc., de otra.
El discurso de apertura fue encomendado al
Cardenal Sistach, Arzobispo de Barcelona. El Cardenal no sabe nada de Filosofía
ni nada de Teología; y mucho menos de Pastoral, la cual nunca ha ejercido. A no
ser que se considere pastoral la intensa labor por él realizada de exterminio y
destrucción de todo vestigio de catolicismo en la región española de Cataluña,
que ha quedado convertida en un verdadero erial. Y no vale la pena tratar de
buscar las razones por las que fue elegido para este evento, puesto que es lo
más probable que la cosa no fuera más allá que de cumplir una formalidad
intrascendente con el primero de quien echar mano. A no ser que los
organizadores desearan adelantar, mediante un gesto críptico, que el Sínodo se
proponía pasar el rodillo por todo lo
que todavía pudiera quedar de Tradición en la Iglesia.
Supongo que a estas alturas ya no quedará
nadie que piense que todo quedará en discusiones para acabar donde siempre,
dado que la Doctrina es clara e inmutable y no se puede hacer otra cosa. Aunque
no debemos olvidar en ningún momento lo dicho al principio: que el número de
los tontos, etc. De lo que se sabe a través de los concisos y elaborados comunicados de prensa se deduce
claramente que los Organizadores van a
por todas. También está claro que las discusiones siguen todas la dirección
previamente trazada, además de insistir en los tópicos que todos conocemos.
Exactamente lo mismo que sucedió en el Concilio Vaticano II, cuando el Rin
desembocó en el Tiber; sólo que ahora el Rin lleva un caudal más abundante,
mientras que el Tiber, ya casi exhausto y con el cauce casi seco, está
dispuesto a recibir lo que sea.
También sería lógico pensar que ya no habrá
quien crea que todo quedará reducido a una discusión entre la teoría y la praxis; donde quedará bien claro que la praxis necesariamente ha de derivar de
la doctrina, etc. Como si Kasper y Cia. fueran tontos. Por eso, volviendo a lo del
principio, estoy convencido de que no es cierto que los hombres que forman el
conjunto de la Humanidad se dividan en buenos y malos. Pues desde luego no es
así, porque la verdadera clasificación es la de buenos, malos e idiotas, en
número creciente de menor a mayor y según ese mismo orden.
Para entender el pensamiento de Kasper,[2]
necesitamos retroceder a una de sus primeras obras pero que es seguramente la
principal: The Absolute in History in the
last Philosophy of Schelling, publicada en 1965 y traducida por Jaca Book
in 1986. De hecho Walter Kasper pertenece a la Escuela de Tubinga, la cual,
como él mismo escribe en este estudio,
supone el comienzo de una renovación de la teología en el Catolicismo alemán,
mediante el encuentro de Schelling y Hegel (p.53). La metafísica es la de
Schelling (1775-1854), un gigante
solitario (p.90), de cuyo carácter gnóstico y panteístico el teólogo alemán
trata en vano de liberarse. En su última obra, Philosophie der Offenbarung (La Filosofía de la Revelación), en 1854,
Schelling opone la Cristiandad histórica a la dogmática. Schelling ---dice Kasper--- no
considera las relaciones entre el natural y el sobrenatural de una forma
estática, metafísica y extratemporal, sino de una manera dinámica e histórica.
Lo esencial de la Revelación Cristiana consiste en que es historia (p.206).
Por eso la Cristiandad, para Kasper, más bien
que ser doctrina, es historia o praxis.
En su obra más famosa, Jesus The Christ,
(Queriniana, Brescia 1974), desarrolla su Cristología en clave histórica,
derivada a su vez de La Filosofía de la
Revelación, del filósofo idealista alemán.
En la Cristología y la Eclesiología de
Kasper, la Iglesia es, primeramente y ante todo, pneuma, Sacramento del Espíritu. Una definición del Cardenal alemán
que corrige la definición jurídica de Pío XII en la Mystici Corporis (La Iglesia, Lugar del Espíritu, Queriniana,
Brescia, 1980, pag. 91). El campo de acción del Espíritu Santo de hecho no
coincide, tal como lo pretende la Tradición, con el de la Iglesia Católica
Romana, sino con una gran realidad ecuménica o Iglesia de Cristo de la que la Iglesia Católica forma parte.
Según Kasper, el Decreto del Vaticano II
sobre el Ecumenismo conduce a reconocer que la única Iglesia de Cristo no se
limita a la Iglesia Católica, sino que ésta comparte su existencia con las
otras Iglesias separadas y comunidades eclesiales. La Iglesia Católica es
incompatible con un Evangelio selectivo,
sino que se expande, de manera omni--comprensiva, tanto en el tiempo como en el
espacio (The Catholic Church – Essence, Reality, Mission, Queriniana, Brescia
2012, pag. 289). La misión de la Iglesia consiste en salir de Sí misma hasta alcanzar una dimensión que la hace ser
verdaderamente universal.
Estas teorías quedan reflejadas en la
teología moral de Kasper, según la cual la experiencia del encuentro con Cristo
disuelve la Ley. O dicho aún mejor, la Ley es un estorbo para el hombre, el
cual debe ser libre y llegar así al encuentro de la misericordia de Cristo.
Schelling, según su filosofía panteística, absorbe el mal hasta dentro de Dios.
Kasper absorbe el mal en el misterio de la Cruz, en la que él ve la negación de
la metafísica tradicional y de la Ley Natural como procedente de ella. Para Schelling ---dice--- el paso de la filosofía negativa a la
positiva es al mismo tiempo el paso de la Ley al Evangelio (The Absolute in
History, pag. 178). Así es como ve el Cardenal alemán el paso de la Ley al
Evangelio: en la primacía de la praxis
pastoral sobre la doctrina abstracta.
Kasper no cree en una Ley Natural absoluta y universal.
En el Instrumentum Laboris, o el
Documental oficial Vaticano preparado como base para el Sínodo, su repudio de
la Ley Natural es claro y evidente, aunque se presente en clave sociológica
mejor que en una teológica: El concepto
de ley natural, considerado en diferentes conceptos culturales, resulta
altamente problemático cuando no incomprensible (n. 21). Y añade que hoy en
día, no sólo en el Oeste, sino en una
cada vez mayor parte del mundo, la investigación científica plantea un serio
desafío al concepto de naturaleza. La evolución, la biología y la neurociencia,
una vez que se confrontan con la idea de la Ley Natural, concluyen que ésta no
es “científica”.
De manera que, para nuestro Cardenal, la idea
de naturaleza (y por lo tanto del pecado o de leyes fundadas en ella) es un
puro mito.
De manera que el buen señor va bien
pertrechado. Y los ingenuos que pretendan combatirle con los conceptos
tradicionales, van listos. Claro que en el Sínodo, los únicos que saben
teología y filosofía son los organizadores (de nuevo los teólogos alemanes, el
Rin y todo eso). Si alguno de los demás ha oído alguna vez hablar de Schelling
y de Hegel, quizá los haya confundido con unos nuevos fichajes del Juventus,
del Roma o del Real Madrid.
¿Se han fijado ustedes como se está
reservando su intervención para el final?
Y es que el Sínodo significa mucho más que
una Convención para arreglar asuntos de
familia. Los cuales, por supuesto, también se arreglarán. Pero en realidad se
trata de un verdadero montaje para asestar, aún más allá de eso, otro golpe de
muerte a la misma línea de flotación de la Nave de la Iglesia.
Sin embargo ---puede todo el mundo tenerlo
por seguro--- siempre habrá quien siga pensando que la intervención de Sistach
fue decisiva y que el sacrificio del perro de la enfermera (gravísimo problema)
ha sido un tremendo error y un atentado que va a impedir la investigación sobre
el virus del ébola (problema minúsculo y que a nadie interesa).
El número
de los tontos es infinito. ¿Por qué tendrían que corregir a San Jerónimo?
P.
Alfonso Gálvez Morillas
[1] Ece
1:15.
[2] Tomo
estas ideas del interesante artículo de Roberto de Mattei Synod and Truth:
Understanding In Depth the Grave Errors of Cardinal Kasper, que he encontrado
en la web de Rorate Caeli y que, redactado en inglés, ha sido traducido a su
vez del original italiano.
Visto en: http://www.alfonsogalvez.com/
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
La Beata Ana Catalina Enmerich, dijo, al referirse a los fundadores de la falsa iglesia del anticristo: MALDITOS ALEMANES.
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