Miles
Christi, 19/10/2014.
Pablo VI ya tiene su lugar en los altares, en la bienaventurada compañía de los « neo-santos » conciliares Juan XXIII y Juan Pablo II. El concilio y todas sus reformas están pues « canonizados » junto a ellos. Imposible de ahora en más poner en tela de juicio las doctrinas revolucionarias del ecumenismo, la colegialidad y la libertad religiosa. La Revolución, a falta de toda legitimidad fundada en la tradición, en el magisterio y en las sagradas escrituras, se canoniza a sí misma, explicando que, puesto que sus autores y continuadores son « santos », sus principios subversivos y destructores del dogma, de la fe y de la Iglesia también deben ser reconocidos como tales. Y aceptados con piadosa reverencia y sumisión filial.
Quien así no lo hiciere, anathema sit. Quien se atreviese a
poner en entredicho la vulgata masónico-humanista del « neo-santo »
Giovanni Montini, sea arrojado a las tinieblas exteriores. Quien se mostrase
reticente a aceptar la « santidad » de aquel que confesaba
públicamente su profunda simpatía por el « humanismo laico y
profano » sea considerado un energúmeno recalcitrante, un paria de la
sociedad y un peligroso y detestable integrista, sin cabida en el aquelarre
ecuménico conciliar ni en el « panteón de las religiones » de Asís.
Es más necesario que nunca recordar las palabras exactas empleadas por Pablo VI
durante la última sesión del CVII :
« El humanismo laico y profano ha aparecido,
finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado
al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con
la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un
choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La
antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del
Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento
de las necesidades humana -y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el
hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros,
humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas,
conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también
nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre. » (http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651207_epilogo-concilio_en.html
- http://www.humanitas.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=2342&catid=261)
Ese
es el espíritu del concilio. Y el de Pablo VI. Ese es también -¿acaso hace
falta aclararlo?- el espíritu del Anticristo, el del « hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone
y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta
en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios. » (II Tes. 2, 3-4)
Y ese es igualmente el lenguaje del falso
profeta, el de la autoridad religiosa prevaricadora, quien lo secundará y le
allanará el camino en su conquista del poder mundial, tal y como lo describe
San Juan en su visión escatológica: « Después vi otra bestia que
subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero
hablaba como un dragón.» (Ap. 13, 11)
Por si aún quedase alguna duda de que la
religión humanista, fraudulenta y desvirtuada de Pablo VI y de sus secuaces es
ni más ni menos la que servirá a difundir, consolidar e imponer el nuevo orden
mundial anticrístico, nada mejor que releer las palabras de encendido elogio y
de admiración sin límites que Montini pronunciara en las Naciones Unidas el 4
de octubre de 1965 en la sede de ese templo masónico del mundialismo laico
anticristiano:
« Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas
como hacia la última esperanza de concordia y paz; nos atrevemos a traer aquí,
con el nuestro, su tributo de honor y esperanza. (§3)
El edificio que
habéis construido no deberá jamás derrumbarse, sino que debe perfeccionarse y
adecuarse a las exigencias de la historia del mundo. Vosotros constituís una
etapa en el desarrollo de la humanidad: en lo sucesivo es imposible retroceder,
hay que avanzar. (§4)
Vosotros habéis
consagrado el gran principio de que las relaciones entre los pueblos deben regularse
por el derecho, la justicia, la razón, los tratados, y no por la fuerza, la
arrogancia, la violencia, la guerra y ni siquiera, por el miedo o el engaño. (§4)
Constituís un puente
entre pueblos, sois una red de relaciones entre los Estados. Estaríamos
tentados de decir que vuestra característica refleja en cierta medida en el
orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica quiere ser en el orden
espiritual: única y universal. No se puede concebir nada más elevado, en el
plano natural, para la construcción ideológica de la humanidad. (§5)
Vuestra vocación es
hacer fraternizar, no a algunos pueblos sino a todos los pueblos. ¿Difícil
empresa? Sin duda alguna. Pero ésa es la empresa, tal es vuestra muy noble
empresa. ¿Quién no ve la necesidad de llegar así, progresivamente, a establecer
una autoridad mundial que esté en condición de actuar eficazmente en el plano
jurídico y político? (§6)
Permitid que os
bendigamos, Nos, el representante de una religión que logra la salvación por la
humildad de su Divino Fundador. (§7)
Vosotros habéis
cumplido, señores, y estáis cumpliendo, una gran obra: Enseñar a los hombres la
paz. Las Naciones Unidas son la gran escuela donde se recibe esta educación, y
estamos aquí en el aula magna de esta escuela. Todo el que toma asiento aquí se
convierte en alumno y llega a ser maestro en el arte de construir la paz. Y
cuando salís de esta sala, el mundo os mira como a los arquitectos, los
constructores de la paz. (§9)
Organizáis la
colaboración fraternal de los pueblos. Aquí se establece un sistema de
solidaridad, gracias al cual altas finalidades, en el orden de la civilización,
reciben el apoyo unánime y ordenado de toda la familia de los pueblos, por el
bien de todos y de cada uno. Es la mayor belleza de las Naciones Unidas, su aspecto
humano más auténtico; es el ideal con que sueña la humanidad en su
peregrinación a través del tiempo; es la esperanza más grande del mundo.
Osaremos decir: es el reflejo del designio del Señor —designio trascendente y
pleno de amor— para el progreso de la sociedad humana en la tierra, reflejo en
que vemos el mensaje evangélico convertirse de celestial en terrestre. (§11)
Lo que vosotros
proclamáis aquí son los derechos y los deberes fundamentales del hombre, su
dignidad y libertad y, ante todo, la libertad religiosa. Sentimos que sois los
intérpretes de lo que la sabiduría humana tiene de más elevado, diríamos casi
su carácter sagrado. (§12)
¿No es el
cumplimiento, a nuestros ojos gracias a vosotros, del anuncio profético que se
aplica tan bien a vuestra institución: «Y volverán sus
espadas el rejas de arado, y sus lanzas en haces» (Isaías 2, 4). ¿No empleáis
acaso las prodigiosas energías de la tierra y los magníficos inventos de la
ciencia, no ya como instrumentos de muerte, sino como instrumentos de vida para
la nueva era de la humanidad? (§13)
Este edificio que
levantáis no descansa sobre bases puramente materiales y terrestres, porque
sería entonces un edificio construido sobre arena. Descansa ante todo en
nuestras conciencias. Sí, ha llegado el momento de la «conversión», de la
transformación personal, de la renovación interior. Debemos habituarnos a
pensar en el hombre de una forma nueva. De una forma nueva también la vida en
común de los hombres; de una forma nueva, finalmente, los caminos de la historia
y los destinos del mundo, según la palabra de San Pablo: «Y revestir
el hombre nuevo, que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de
verdad» (Efesios 4, 25). » (§14)
Este es el monumento dedicado a la memoria de
Pablo VI, erigido en la plazoleta posterior del Santuario de la Santa Virgen
Coronada, en Sacro Monte di Varese, con la paternidad de Monseñor Pasquale
Macchi, secretario personal de Pablo VI. El monumento fue inaugurado el 24 de
Mayo de 1986, con la presencia del Ministro de Relaciones Exteriores, Giulio
Andreotti, y bendecido por el Cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado
del Vaticano:
La estatua, realizada por el escultor masón
Floriano Bodini, fue encargada por el masón Pasquale Macchi. Está cargada de
signos masónicos. Fue inaugurada el 24 de mayo de 1986 por el Ministro de Relaciones
Exteriores de Italia, el masón Giulio Andreotti, junto al Secretario de Estado
vaticano, el masón Agostino Casaroli.
http://www.chiesaviva.com/paoloVI%20beatospa.pdf http://www.chiesaviva.com/441%20mensile%20spa.pdf
http://crc-internet.org/further-information/liber-accusationis/in-paulum-sextum/
http://crc-internet.org/further-information/liber-accusationis/secundus/
http://tradiciondigital.es/2014/03/17/pedro-me-amas-indice/ http://www.chiesaviva.com/430%20mensile%20spa.pdf
http://www.dfists.ua.es/~gil/le-destronaron.pdf
http://crc-internet.org/further-information/liber-accusationis/in-paulum-sextum/
http://crc-internet.org/further-information/liber-accusationis/secundus/
http://tradiciondigital.es/2014/03/17/pedro-me-amas-indice/ http://www.chiesaviva.com/430%20mensile%20spa.pdf
http://www.dfists.ua.es/~gil/le-destronaron.pdf
Versión en PDF aquí
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Monseñor Macchi, fue uno de los secretarios de Paulo VI. Otro de sus secretarios Monseñor John Maggee, irlandés, fue enviado a Irlanda por Juan Pablo II, como obispo a la diócesis de Meath, en la que no finalizó su gestión episcopal por el escándalo de denuncias de abuso sexual a seminaristas y clérigos.
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