Conozco bien al
hombre, dice Dios. Soy Yo quien lo ha hecho, de modo que…
Es un ser curioso
porque en él actúa
esta libertad que es el misterio de los misterios.
Y se puede exigir
mucho al hombre. No es malo.
Hay que decir bien
alto que no es malo y que, cuando se sabe tratarle, se
le
puede hacer rendir mucho.
Y Dios sabe – dice Dios
– si mi Gracia sabe tratarle
siendo como es
insidiosa y hábil como un ladrón,
como un hombre que se
dedica a cazar zorros.
Ya lo creo que sé
tratar al hombre. Como que es mi oficio y la libertad
una
creación mía.
Y sé que se puede
pedir al hombre mucho corazón, mucha caridad y
mucho
sacrificio
Y que tiene gran fe y
gran caridad.
Pero lo que no hay
manera de lograr es un poco de esperanza,
un poco de confianza,
de reposo, de calma,
un poco de abandono
en mis manos, de renuncia.
Todo el tiempo está
en tensión.
Y sólo tú, noche,
hija mía, consigues a veces del hombre rebelde
que se entregue un
poco a Mí, que tienda un poco sus pobres miembros
cansados sobre la cama
y que tienda también
su corazón dolorido
y sobre todo que su
cabeza ande cavilando (que está siempre cavilando)
y que sus ideas no le
anden dando vueltas y luchen en su cabeza y no se
revuelvan como granos de calabaza o como un
sonajero dentro de un
pepino
vacío.
¡Pobre hijo!
No me gusta el hombre
que no duerme y que arde en su cama de
preocupación y de fiebre.
No me gusta el que al
acostarse hace planes para el día siguiente,
¡el tonto!
¿Es que sabe acaso
cómo se presentará el día siguiente?
¿Sabe siquiera el
color del tiempo que va a hacer?
Haría mejor rezar.
Porque Yo no he
negado nunca el pan de cada día al que se abandona en
mis
manos como el bastón en la mano del caminante.
Me gusta el que se
abandona en mis brazos como el bebé que se ríe
y que no se ocupa de
nada y ve el mundo a través de los ojos de su madre
y de su
nodriza.
Pero el que se pone a
hacer cavilaciones para el día de mañana
ese trabaja como un
mercenario,
trabaja terriblemente
como un esclavo que da vueltas a una rueda sin fin
y – esto entre
nosotros - es un imbécil.
Y hasta me han dicho
que hay hombres que trabajan bien y duermen
mal, que no duermen nada. ¡Qué falta de
confianza en Mí!
Eso es casi más grave
que si trabajasen mal y durmiesen bien
porque la pereza
es un pecado más
pequeño que la inquietud,
que la desesperación
y que la falta de confianza en Mí.
No hablo ahora de los
que no trabajan y no duermen de preocupación.
Esos son pecadores,
es claro.
Y les está bien. No
tienen más que ponerse a trabajar.
Hablo de los que
trabajan y luego no se duermen, de los que tienen la
virtud
de trabajar,
y no tienen la virtud
de descansar.
Gobiernan muy bien durante
el día los asuntos del día
y luego no se
atreven a confiármelos a Mí durante la
noche
como si yo no fuera
capaz de asegurar su gobierno durante la noche.
El que no duerme de
preocupaciones es infiel a la esperanza,
Y ésta es la peor
infidelidad.
¡Yo administro bien,
pobres hijos, yo gobierno la creación entera, que es
mucho
más difícil!
Yo creo que quizá
podríais sin grandes pérdidas dejar vuestros asuntos en
mis
manos, hombres sabios,
porque quizá yo sea
tan sabio como vosotros.
Yo creo que podríais
despreocuparos durante una noche
Y que al día
siguiente no encontraríais vuestros asuntos demasiado
estropeados,
a lo mejor, incluso,
no los encontraríais mal,
y hasta quizá los
encontraseis algo mejor.
Yo creo que soy capaz
de conducirles un poquito
Charles Péguy – “Palabras Cristianas” – Ed. Sígueme –
Salamanca 1982. Págs.81-84
Nacionalismo Católico
San Juan Bautista
Extraordinario y es a si !! Como nos cuesta abandonarnos a Dios, como si pudiéramos los hombres controlar los acontecimientos!! . Reminiscencias e inclinación del pecado original.
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