domingo, 16 de noviembre de 2014

La Noche – Charles Péguy


Conozco bien al hombre, dice Dios. Soy Yo quien lo ha hecho, de modo que…

Es un ser curioso
porque en él actúa esta libertad que es el misterio de los misterios.
Y se puede exigir mucho al hombre. No es malo.
Hay que decir bien alto que no es malo y que, cuando se sabe tratarle, se
  le puede hacer rendir mucho.
Y Dios sabe – dice Dios – si mi Gracia sabe tratarle
siendo como es insidiosa y hábil como un ladrón,
como un hombre que se dedica a cazar zorros.

Ya lo creo que sé tratar al hombre. Como que es mi oficio y la libertad 
   una creación mía.
Y sé que se puede pedir al hombre mucho corazón, mucha caridad y        
   mucho sacrificio
Y que tiene gran fe y gran caridad.


Pero lo que no hay manera de lograr es un poco de esperanza,
un poco de confianza, de reposo, de calma,
un poco de abandono en mis manos, de renuncia.
Todo el tiempo está en tensión.

Y sólo tú, noche, hija mía, consigues a veces del hombre rebelde
que se entregue un poco a Mí, que tienda un poco sus pobres miembros  
  cansados sobre la cama
y que tienda también su corazón dolorido
y sobre todo que su cabeza ande cavilando (que está siempre cavilando)
y que sus ideas no le anden dando vueltas y luchen en su cabeza y no se
  revuelvan como granos de calabaza o como un sonajero dentro de un
  pepino vacío.
¡Pobre hijo!

No me gusta el hombre que no duerme y que arde en su cama de
  preocupación y de fiebre.
No me gusta el que al acostarse hace planes para el día siguiente,
¡el tonto!
¿Es que sabe acaso cómo se presentará el día siguiente?
¿Sabe siquiera el color del tiempo que va a hacer?
Haría mejor rezar.


Porque Yo no he negado nunca el pan de cada día al que se abandona en
  mis manos como el bastón en la mano del caminante.

Me gusta el que se abandona en mis brazos como el bebé que se ríe
y que no se ocupa de nada y ve el mundo a través de los ojos de su madre
  y de su nodriza.
Pero el que se pone a hacer cavilaciones para el día de mañana
ese trabaja como un mercenario,
trabaja terriblemente como un esclavo que da vueltas a una rueda sin fin
y – esto entre nosotros -  es un imbécil.

Y hasta me han dicho que hay hombres que trabajan bien y duermen
  mal, que no duermen nada. ¡Qué falta de confianza en Mí!
Eso es casi más grave que si trabajasen mal y durmiesen bien
porque la pereza
es un pecado más pequeño que la inquietud,
que la desesperación y que la falta de confianza en Mí.

No hablo ahora de los que no trabajan y no duermen de preocupación.
Esos son pecadores, es claro.
Y les está bien. No tienen más que ponerse a trabajar.

Hablo de los que trabajan y luego no se duermen, de los que tienen la
  virtud de trabajar,
y no tienen la virtud de descansar.
Gobiernan muy bien durante el día los asuntos del día
y luego no se atreven  a confiármelos a Mí durante la noche
como si yo no fuera capaz de asegurar su gobierno durante la noche.
El que no duerme de preocupaciones es infiel a la esperanza,
Y ésta es la peor infidelidad.

¡Yo administro bien, pobres hijos, yo gobierno la creación entera, que es
  mucho más difícil!
Yo creo que quizá podríais sin grandes pérdidas dejar vuestros asuntos en
  mis manos, hombres sabios,
porque quizá yo sea tan sabio como vosotros.
Yo creo que podríais despreocuparos durante  una noche
Y que al día siguiente no encontraríais vuestros asuntos demasiado
  estropeados,
a lo mejor, incluso, no los encontraríais mal,
y hasta quizá los encontraseis algo mejor.
Yo creo que soy capaz de conducirles un poquito


Charles Péguy – “Palabras Cristianas” – Ed. Sígueme – Salamanca 1982. Págs.81-84


Nacionalismo Católico San Juan Bautista

1 comentario:

  1. Extraordinario y es a si !! Como nos cuesta abandonarnos a Dios, como si pudiéramos los hombres controlar los acontecimientos!! . Reminiscencias e inclinación del pecado original.

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