Cornelio Codreanu nace en Lasi (Rumania) el 13 de septiembre
de 1899. El ejemplo de su padre, profesor Ion Codreanu, y las lecturas del
historiador N. Iorga y del teórico nacionalista profesor Cuza, siembran en su
alma joven las primeras semillas de lo que alguien definió “el patriotismo
militante de las horas de crisis”. Niño aún, acompaña el regimiento de su padre
en el frente de la primera guerra mundial.
Recibe la educación secundaria en el liceo
Militar de Manastirea, que dejará en su carácter una impronta indeleble:
“El orden, la
disciplina y la jerarquía, impresos en tierna edad en mi sangre, junto con los
sentimientos de dignidad militar, marcaron con su trazo rojo toda mi actividad
del porvenir [...]. Aquí he aprendido a amar las trincheras y a despreciar los
salones”
Su ingreso en la Facultad de Derecho, de Iaşi, coincide con la caótica situación de postguerra. El
comunismo triunfante en Rusia amenaza violentamente a Rumania desde su
interior, mordiendo en las clases más pobres, víctimas de la miseria y de la
explotación. Detrás del comunismo, por un lado, y de la crisis económica, por
otro, se extiende el poder de una judería fuerte por su número y su
agresividad.
Codreanu hace sus primeras armas en este
terreno, junto al obrero Constantin Pancu, jefe de la Guardia de la Conciencia
Nacional. Como Corridoni, en Italia, Pancu busca reunir en un solo haz el amor
de Patria y la justicia social. Combatiendo a su lado escribe Codreanu:
“Por mucha razón que
puedan tener las -clases obreras, no admitimos que se levanten más allá o
contra las fronteras del país; nadie admitirá que para lograr tu pan destruyas
o entregues a una nación extranjera de banqueros y usureros todo lo que ha
acumulado el esfuerzo dos veces milenario de una raza de trabajadores heroicos.
Tus derechos, dentro del cuadro de los derechos de la raza. No admitimos que
por tu derecho rompas en pedazos el derecho histórico de la nación a que
perteneces”
“Pero tampoco
admitimos que al socaire de las fórmulas tricolores se instale una clase
oligárquica y tiránica sobre las espaldas de los trabajadores de todas las
categorías y les arranque literalmente la piel, agitando continuamente las
ideas de una Patria que no aman, de un Dios en el que no creen, de una Iglesia
en la cual no entran nunca y de un Ejército al que lanzan a la guerra con las
manos vacías”
Este doble frente de combate sintetiza ya el
programa político de Codreanu. Pero el movimiento que ha iniciado no se
detendrá en el plano político, ni se encerrará en los estrechos límites de un
programa. Como José Antonio, su gemelo español, no cree Cornelio que ninguna
cosa seria, decisiva, eterna, se haya hecho sobre la base de un programa.
La lucha, comenzada en la calle, se traslada
a la Universidad. Presidente del Centro de Derecho y luego de la Asociación de
Estudiantes Cristianos, Codreanu irá adquiriendo un prestigio que pronto
alcanzará dimensiones nacionales. Desde el movimiento estudiantil dirige la
lucha por el “numerus clausus”, tendiente a rescatar la Universidad del dominio
hebreo, y a devolverle su esencia nacional y cristiana.
El combate universitario encuentra una amplia
repercusión popular, indicio de un despertar del alma rumana. Para canalizar
las nuevas energías que surgen se funda la liga de Defensa Nacional Cristiana,
bajo el impulso de Codreanu y la conducción del profesor Cuza. La Liga llevará
a todos los rincones de Rumania la rebeldía nacida en el espíritu de los
jóvenes estudiantes.
En 1923, Codreanu es encarcelado por primera
vez, con un grupo de jóvenes camaradas complotados para hacer justicia en los
traidores y enemigos de la nación rumana. De esta estancia en la prisión de
Vacaresti surge, como indestructible fraternidad, el núcleo que ha de
convertirse en eje fundacional del Movimiento Legionario.
La dura ascesis de la cárcel lleva al Jefe a
profundizar en su interior el alcance de una lucha que no puede ser meramente
política. El héroe de la juventud nacional va a ser también su profeta. En la
meditación de estos días de encierro comienzan a modelarse en su alma los
rasgos del místico y del santo, que conducirá a los suyos al combate bajo la
custodia celeste del Arcángel San Miguel. Muchos han hablado de que Codreanu
experimentó una revelación o manifestación del Arcángel. Las propias palabras
del Capitán parecerían indicarlo:
“Jamás había sido atraído por la
belleza de una imagen, pero me sentía ligado a ésta con toda el alma, y tenía
la impresión de que el Arcángel estaba vivo. Desde entonces he empezado a amar
la imagen. Cada vez que encontrábamos la iglesia abierta, entrábamos y nos
arrodillábamos ante ella, y el alma se nos llenaba de calma y alegría”
De rodillas ante la imagen, en la capilla de
la cárcel, se ofrece al Señor como víctima propiciatoria:
“Señor, tomamos
sobre nosotros todos los pecados de esta raza; acepta nuestros sufrimientos y
haz que estos sufrimientos fructifiquen en días mejores para ella”
El Señor recibirá esta plegaria, aceptará el
ofrecimiento y lo conducirá hasta el martirio. Los frutos de esta entrega
generosa perduran hoy, pese a todo, como motivo de esperanza.
Obtenida la libertad, inicia Codreanu un
experimento, que en años venideros extenderá a escala nacional: el de los
campos de trabajo, cuya finalidad es doble:
1) La financiación del Movimiento, pues el
Jefe rechazará siempre las subvenciones que comprometen y esclavizan, y no cree
en la validez de una organización incapaz de hallar en su propio seno los
recursos necesarios para su vida y desarrollo.
2) La educación de sus militantes por el
trabajo y el sacrificio. Ya se muestra aquí lo que ha de ser nota esencial y
distintiva del Movimiento Legionario: su preocupación por el nacimiento de un
hombre nuevo.
“El país muere por falta de hombres, no por falta de programas
[...] Y por esto no debemos crear programas nuevos, sino hombres, hombres
nuevos”
Como si el régimen corrupto que somete la
Patria rumana intuyera el peligro que nace y lo amenaza en sus raíces más
profundas, la represión arrecia. Codreanu es nuevamente detenido, sus camaradas
son torturados. Ya en libertad, interviene como abogado en el proceso a uno de
los suyos. Es agredido en la misma sala por el jefe de los torturadores, el
prefecto de policía Manciu, al que mata en legítima defensa. Codreanu retorna a
la cárcel.
Saldrá absuelto del proceso, que se
transforma en acusación contra los verdugos. El triunfal retorno a las¡,
durante el cual Codreanu es aclamado como triunfador por decenas de miles de
rumanos, en su mayoría estudiantes y campesinos, señala él alto grado de
popularidad que su figura ha alcanzado. Las masivas manifestaciones de simpatía
se repetirán con motivo de su casamiento con Elena Illinoiu, cuando los novios
son acompañados por 2.300 vehículos y una caravana de varios kilómetros. La
lucha del joven estudiante ha hecho vibrar las fibras más íntimas de los
corazones sanos de su Patria.
Pero todo este despertar debía ser canalizado
de manera orgánica, y los responsables de ello no se muestran a la altura de su
misión. El profesor Cuza, excelente teórico, no posee pasta de jefe. La Liga de
Defensa Nacional Cristiana, tras algunos éxitos iniciales, no marcha como es
debido. Los desaciertos de Cuza acabarán por dividirla, frustrando así las
esperanzas de la Nación y dejando apagar la luz encendida por el combate
juvenil.
Estas desgraciadas circunstancias son las que
se presentan ante la vista de Codreanu a su regreso de Francia, donde había ido
a completar sus estudios. La división del Movimiento Nacional lo decide a
comenzar de nuevo, habida cuenta de los errores cometidos, sobre bases
diversas, por un camino original.
El 24 de junio de 1927 reúne al grupo de
camaradas que compartieron con él la prisión de Vacaresti y funda, bajo su
jefatura, la Legión de San Miguel Arcángel.
“Vengan a estas
filas los que crean sin restricción. Queden fuera quienes tengan duda, reza la
primera orden del día. Pues lo que reúne a este reducido y animoso núcleo
juvenil no es ya la sola lucha universitaria, ni es tampoco un programa
partidario. Es la Fe. Fe en Dios, fe en la misión trascendente del hombre y de
la nación. Fe en la verdad intuida, más que en doctrina nacida del cálculo o
del raciocinio”
“No nos habíamos reunido porque
pensásemos de la misma manera, sino porque sentíamos de la misma manera; no
teníamos el mismo modo de pensar, sino la misma estructura espiritual. No
teníamos [...] ni dinero ni programa, teníamos en cambio, a Dios en el alma, y
El nos inspiraba la fuerza invencible de la fe”
Codreanu será el Jefe, el Capitán del
movimiento que nace. Su figura irá creciendo hasta transformarse en prototipo
del ideal encarnado en una persona, en ejemplar del hombre nuevo, cuyo logro
constituirá el eje de la idea legionaria. A su alrededor se irá nucleando la
juventud, cada vez más numerosa, acompañada por algunos viejos luchadores,
preservados de la corrupción que genera la vida partidocrática. De la noble
pureza, innata en los jóvenes idealistas, defendida por la dura ascesis y la
lealtad en los ancianos militantes, surgirá la fuerza más pujante que haya
conocido la nación rumana.
El carácter introductorio de estas líneas no
nos permite describir en detalle la historia del Movimiento Legionario, desde
su fundación hasta la muerte del Capitán. Esta historia es tan rica en
ejemplos, heroísmo y sufrimiento, que todo intento de síntesis o selección
corre el riesgo de mutilarla y empobrecerla. Sirva tanto lo dicho como lo que
callamos para estimular la curiosidad del lector y despertar en él deseos de
conocerla.
Por mi parte he de confesar que cada vez que
la releo me embarga la emoción y siento vibrar en mí las fibras de una profunda
identidad espiritual. Vuelvo a ver al Capitán, con el traje regional, la cruz
de Cristo sobre el pecho, cruzando a caballo los campos y las villas para
anunciar a los campesinos fervorosos la Resurrección de la Patria, empresa
vacía de promesas y repleta de exigencias de sacrificio.
Lo veo en el Parlamento -como José Antonio
"diputado sin fe y sin respeto para con los mitos liberales"-,
propiciando, solo contra todos, la pena máxima contra los asesinos de la
estirpe.
Contemplo a aquellos
que lo acompañan en la concreción de su sueño heroico:
• A las "Fraternidades de la Cruz",
estudiantes secundarios unidos en el juramento de la sangre.
• Los Campos de Trabajo, donde la
reconstrucción material del país se une con el renacimiento espiritual de los
voluntarios, mediante la dura fatiga y la luz que brota de las palabras con que
el Capitán los anima.
• El Batallón de Comercio Legionario, donde
el tráfico desinteresado revoluciona el concepto de la economía, liberándola de
la sujeción espiritual al dinero.
• El "Nido", estructura básica de
la Legión que, más que «célula», es una Familia, unidad de acción, de formación
y de plegaria.
Se presenta ante mi vista, finalmente, la “Escuadra
de la Muerte”, núcleo de selección de aquéllos que han decidido vivir
el ideal hasta la muerte, y lo testimonian recorriendo el país, cantando y
rezando, ofreciendo el testimonio de su sola presencia, golpeados una y otra
vez hasta perder el sentido, arrastrados por todos los calabozos y todas las
cárceles de Rumania.
Imágenes todas tan extrañas para nuestro
mundo prostituido por el culto del dinero, de la carne, de la materia. Imágenes
diversas, pero unidas todas por idéntico motivo: el sufrimiento, la cruz, que
constituyen el centro de la historia Legionaria. No en vano el distintivo del
Movimiento (seis barras cruzadas) simboliza a un tiempo la cruz de Cristo y las
rejas de la cárcel.
Cuando un pueblo es arrastrado por sus
gobernantes a la corrupción, cuando el espíritu de una Nación es prostituido
por la degradación de sus jefes y responsables, no queda para la reconquista
otro camino que el de la cruz y el del martirio. Para las naciones, como para
los hombres, el camino de la Resurrección debe pasar por el Calvario. Codreanu
lo ha comprendido. Por eso mide a sus hombres de acuerdo a “su capacidad de
sufrimiento y de amor”. Sabe también que el Señor ha aceptado su ofrecimiento
de Vacaresti. Este es, pues, el espíritu que anima las páginas de este
"Diario", en particular la meditación de la Pasión de Jesús y los
párrafos donde descubre su hermandad espiritual con San Pablo, el Apóstol que
deseaba completar en su cuerpo lo que falta a los sufrimientos redentores de
Cristo.
Señorea la corrupción, en efecto, en la
Rumania sometida a la tiranía de Carol 11, rey venal, hipócrita, capaz de todas
las traiciones, sensual sometido a los caprichos de su concubina hebrea, Elena
Lupescu.
Y esta cúspide corrupta del Estado tenía que
sentirse alarmada por el resurgimiento espiritual de la Nación, causado por el
tenaz avance de la Guardia y por el eco que va encontrando el testimonio
personal del Capitán y de sus seguidores. Difícilmente nos mostrará la historia
una suma tal de fraude, violencia, mentira e injusticia como la empleada por
Carol, con la complicidad de la prensa judaica y los partidos burgueses y
masónicos, para detener la marcha de la Legión.
Pero todo ello será inútil. Como los primeros
cristianos, los legionarios surgen fortalecidos de la persecución, y renacen de
la tierra regada con la sangre de los caídos. El despertar Legionario de
Rumania se manifiesta incluso en un terreno que es propio del adversario: el de
los resultados electorales.
Entonces Carol, presionado por las logias y
la sinagoga, y por su propia soberbia criminal, pierde la paciencia. Toma en
sus manos la suma del poder, y nombra primer ministro al patriarca Mirón
Crístea, que desempeñará a la perfección el papel de Caifás.
Somete a la justicia y disuelve todas las
organizaciones políticas, medida esta que tiene un solo destinatario real: el
Movimiento Legionario.
Miles de legionarios llenan las cárceles. El
Capitán rechazando la posibilidad del exilio romano, decide compartir la suerte
de los suyos. El gran historiador y ex-nacionalista Nicola Iorga será el Judas
de circunstancias. Acusa al Capitán de injurias, permitiendo así que éste sea
encarcelado y condenado, en abril de 1938, a seis meses de prisión.
La trampa ya se ha cerrado sobre la víctima
elegida. El segundo golpe lo asestará la justicia, sometida a los mandatos del
rey. En un juicio infame, Codreanu es acusado de traición y condenado
nuevamente, ahora a diez años, a pesar de que la precaria defensa permitida a
conseguido refutar todos los cargos y desenmascarado la falsedad de las
pruebas.
Durante esta última prisión, en la cárcel de
Jilava (cuyo nombre, que significa "humedad", habla bien claro de las
condiciones de detención), escribió el Capitán su “Diario de la cárcel”.
No hay que buscar en sus páginas un
manifiesto político o un compendio de doctrina. Ella nos muestra el alma
despojada y sangrante de un hombre y un Jefe que, al aproximarse al momento del
sacrificio supremo, muestra hasta que punto el ideal defendido y proclamado se
ha vuelto realidad encarnada en su propia persona.
De la cárcel ya sólo saldrá el Capitán para
ser conducido a la muerte.
En la noche del 29 al 30 de noviembre de
1938, con el pretexto de un traslado, agentes personales del rey lo conducirán
a la foresta de Tancabesti, en las cercanías de Bucarest. Allí será
estrangulado, en compañía de otros trece legionarios. Los verdugos dispararán
luego sobre sus cuerpos, para fraguar un intento de fuga, que será anunciado
por el comunicado oficial. Así el rey, traidor y corrompido, agente de los
poderes ocultos, creerá haber acabado con la Legión del Arcángel San Miguel.
Más de sesenta años han transcurrido desde
aquellos sucesos, y podemos afirmar que Comelio Codreanu no ha muerto, sin
temor de incurrir en figuras retóricas. El Movimiento Legionario -seis meses en
el poder, casi setenta años bajo la persecución- sigue vivo en el exilio y en
el silencio de una Rumania sometida hoy a la esclavitud marxista, pero que no
ha perdido la esperanza por la que el Capitán combatía en su prisión de Jilava.
Los escritos de Codreanu y las obras de
historia y doctrina legionarias se editan hoy en todo el mundo, en rumano,
alemán, inglés, francés, italiano, español y portugués. A su alrededor vuelve a
despertarse el interés de un amplio círculo de lectores, especialmente jóvenes,
que se acercan a ellas no con mero espíritu de curiosidad histórica, sino para
descubrir allí la luz que ilumina una idéntica estructura espiritual y
militante.
Pensamos que este fenómeno debe atribuirse a
las características propias del Movimiento Legionario, que lo destacan con
caracteres excepcionales en el variado espectro de los movimientos nacionales
surgidos en Europa entre las dos guerras mundiales.
Fue una situación de grave crisis (decadencia
de las democracias burguesas, avance amenazador de la revolución comunista) lo
que dio origen a estos movimientos. Su denominador común -más allá de
diferencias a veces muy notables- fue el de una reacción contra el caos, lo que
permite a Bardéche denominarlos "movimientos de salvación pública".
Pero esta reacción -cuyos sostenes
ideológicos van desde el conservatismo católico o monárquico hasta los
socialismos nacionales de inspiración más o menos pagana- fue, por lo general,
parcial. Es decir, cerrada dentro de los límites de un plano determinado,
político, económico, cultural tal vez. Sólo Codreanu -aunque en esto lo
acompañe en parte la intuición genial de José Antonio- fue capaz de captar las
raíces profundas del desorden y las exigencias radicales del remedio. Por eso
su figura trasciende la del conductor político, para proyectarse como síntesis
ejemplar del santo, del místico y del héroe.
Por ello también el Movimiento Legionario no
es un partido -en absoluto-, ni siquiera un Movimiento “político” -en la
acepción más o menos restringida del término-. Creemos que sería exacto
definirlo como una Orden a la vez religiosa y militar -en la más noble acepción
de estas palabras- que procura la transformación revolucionaria, o el reemplazo
total de una sociedad en crisis mediante la instauración de un orden nuevo.
Pero la plasmación de este orden nuevo no lo
obtendrá mediante un mero cambio de estructuras externas (sociales, políticas o
económicas), sino a través de la interior conversión de sus militantes, por un
estilo de vida que ha de configurar el hombre nuevo -no en el sentido utópico
del marxismo, sino dentro de la concepción paulina y cristiana.
Este hombre nuevo nacerá del trabajo y del
combate, del sufrimiento y del sacrificio.
Oigamos las palabras con que el propio
Codreanu se refiere a este hombre, que era ya en él una concreta realidad:
“La piedra angular
de la que parte la Legión es, no el programa político, sino el hombre; la
reforma del hombre, no la reforma de los programas políticos. La Legión del
Arcángel San Miguel será, por consiguiente, más una escuela y un ejército que
un partido político”
“[...] Un hombre en
el cual se encuentren desarrolladas al máximo todas las posibilidades de
grandeza humana sembradas por Dios en la sangre de nuestra raza [...]”
“De esta escuela
legionaria saldrá un hombre nuevo, un hombre con las cualidades de héroe, un
gigante de nuestra historia, que sepa combatir y vencer a todos los enemigos de
nuestra Patria. Y su lucha y su victoria deberán extenderse aún más allá, sobre
los enemigos invisibles, sobre las fuerzas del mal”
Subrayamos esta última frase, claro indicio
de la visión trascendente que el Capitán posee acerca del combate empeñado. El
mal no se agota en las formas externas de un sistema político falso o injusto: está
en el interior del hombre y tiene raíces en el orden sobrehumano del espíritu.
Por ello sólo tiene sentido una lucha que abarque toda la complejidad de estos
distintos aspectos. Codreanu es consciente de ello, y nos lo reitera desde las
páginas de este Diario:
“La característica
de nuestro tiempo es que nos ocupamos de la lucha entre nosotros y otros
hombres, no de la lucha entre los mandatos del Espíritu Santo y los apetitos de
nuestra naturaleza terrena”
“Nos preocupan y nos
complacen las victorias sobre los hombres, no la victoria contra el diablo y el
pecado”
“Todos los grandes
hombres del mundo de ayer y de hoy [...] se han afanado especialmente por las
luchas y triunfos exteriores. El Movimiento Legionario forma excepción,
ocupándose también, aunque insuficientemente, de la victoria cristiana en el
hombre, con vistas a su salvación”
“La responsabilidad
de un jefe es muy grande. El no debe deleitar los ojos de sus ejércitos con
victorias terrenales, dejándolos al mismo tiempo impreparados para la lucha
decisiva, de la cual el alma de cada uno se puede coronar con la victoria de la
eternidad, o con la derrota eterna”
Esta perspectiva trascendente del combate
terreno, se ve iluminada con mayor fuerza aún por la afirmación de que
la resurrección de los muertos es el fin más alto y sublime que puede tener una
raza, la cual, por consiguiente, es una entidad que prolonga su vida más allá
de la tierra. A la estirpe rumana como a cualquier otra raza del mundo, Dios le
ha dado una misión, Dios le ha señalado un destino histórico. La primera ley
que una raza debe seguir es la de caminar sobre la línea de este destino,
comprender la misión que le ha sido confiada.
Corneliu Codreanu intuyó esta misión y
consagró su vida para que su Patria fuera fiel al destino histórico que Dios le
señalaba. Consciente de que la empresa superaba las tuerzas humanas, la confió
a la custodia militante del Arcángel Miguel, guerrero victorioso de las fuerzas
del mal. Por ello, y porque creemos que el martirio es generador de misteriosas
potencias, capaces de cambiar el rumbo de la historia, afirmamos viva y válida
la esperanza del Capitán en un mundo donde las tinieblas parecen ganar terreno
cada día.
ALBERTO EZCURRA
Cornelio Codreanu: “Diario de la
cárcel” – Prólogo de Alberto Ezcurra – Grupo Editorial Occidente
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Ejemplo de hombre de verdad, es un deber de todo buen cristiano dar a conocer a nuestra juventud el valor de hombres como éste. Ferviente luchador por la causa de la salvación espiritual y de la patria. Que diferente serían nuestras naciones gobernadas por hombres como Cornelio Codreanu.
ResponderBorrar¡Viva Cristo Rey!
No es necesario que gobernan hombres cono Codreanu , ......es necesario que hayan .......
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