La Iglesia nos propone en este Domingo las tres tentaciones
de Cristo tal cual como están en San
Mateo. Dios se hizo verdadero hombre y por tanto, semejante al hombre en
todo, menos en el pecado, dice San Pablo (Hebr.4,15); y por eso tuvo que ser
tentado y fue llevado POR EL ESPÍRITU SANTO para ser tentado al desierto, dice
misteriosamente el Evangelio: las
tentaciones suceden en el desierto y a la hora del crepúsculo, cuando hay poca
luz. Fue tentado de afuera y no de adentro porque no tenía pasiones desordenadas
(que son rastros y rostros del pecado), sino que sus pasiones estaban sujetas a
la razón como en Adán. El Diablo lo tentó. “¡Qué miedo tendría el maldito!”,
dice Santa Teresa.
Las tres tentaciones de Cristo parecen raras,
no parecen las tentaciones ordinarias que tienen los hombres; así algunos
Santos Padres dijeron que eran tentaciones muy especiales porque Cristo era un
hombre muy especial. Eso no es exacto: Cristo era verdadero hombre, el primero
de los hombres, el Hombre por excelencia, el representante de la Humanidad entera; y sus tentaciones son
las tentaciones ordinarias de la Humanidad entera. Tenemos que rehacer la
exégesis destas tentaciones a la vista de las cosas de nuestro tiempo. Cada
generación tiene que rehacer la exégesis de los Evangelios; porque la exégesis
que hizo San Agustín para el siglo VI no sirve mucho para el siglo XX. La
aplicación es lo que varía.
El Maldito propuso a Jesucristo que hiciera
un milagro para procurarse pan, primero; segundo, que se arrojara desde el
pináculo del templo a ver si Dios le mandaba un ángel con un paracaídas; y
tercero, desembozadamente, que lo adorara al mismo Demonio a cambio de todos
los Reinos de la Tierra. Cristo respondió con tres versículos de la Sagrada Escritura; y en la tercera
tentación lo mando al diablo al Diablo: “Vete
de aquí, Satanás”.
Satanás tienta a los hombres con los bienes de la tierra, simplemente:
estas tentaciones tienen una misma línea o eje, una línea que se va agravando.
Mucho se podría decir acerca dellas, se podrían hacer tres largos sermones que
yo he hecho; pero aquí resumo. La primera tentación es de anteponer los bienes
materiales a los bienes espirituales; la segunda es lo que llamamos tentar a Dios; la tercera es renegar
simplemente de Dios. Las respuestas de Cristo dan el sentido de cada tentación;
porque las palabras del Diablo son ambiguas y tramposas.
“Si
eres el Hijo de Dios, di que esta piedras se conviertan en pan”: modelo de
estilo lacónico. El fin del Diablo era doble: una, que Cristo cometiera un
pecado; y dos, sacarse él una duda: el Diablo no sabía seguro si Cristo era el
Mesías y menos sabía si Cristo era Dios, cosas que no le cabía en la cabeza,
como no cabe en la cabeza de ningún ser creado, anoser por medio de la gracia,
que el Diablo no tiene. El Pecado consistía en usar una cosa espiritual, el don
de hacer milagros, para obtener una cosa material, lo mismo que la palabra de
Dios, están destinados únicamente al bien espiritual de las almas: ningún santo
hizo milagros en provecho propio o para obtener bienes temporales. Usar las
cosas espirituales para enriquecerse, por ejemplo, es un pecado grave que se
llama “simonía, nombre tomado de Simón el Mago, que quiso comprarle a San Pedro
por dinero el don de hacer milagros; justamente. Aquí la tentación es más
sutil, porque el Diablo no le propone enriquecerse,
sino satisfacer una necesidad – la cual había de satisfacerse de otra manera. “Al fin de los cuarenta días tuvo hambre”;
pero podía ir a buscar pan. (El ayuno de cuarenta días no es un milagro… Es
posible a cualquier hombre y muchos hombres lo han hecho. El hambre desaparece
al tercer día y vuelve con tremenda fuerza a los cuarenta días).
La respuesta de Cristo da el sentido desta
tentación; “No de solamente pan vive el
hombre, sino más bien de toda palabra que sale de la boca de Dios”, sea
através de la Revelación, sea através de la Razón. La verdadera vida del hombre
está en la palabra de Dios y eso debe estar por encima de todas las cosas
temporales: esta tentación de anteponer
lo material cubre todas las tentaciones del hombre, y sobre todo las
tentaciones carnales: su nombre filosófico es “Materialismo”; y la palabra PAN
(que en griego casualmente significa TODO) está aquí por todas las cosas
creadas en su inmanencia, es decir,
en cuanto dicen relación con nosotros y no con Dios. Yo puedo usar el pan, como
cualquier otra cosa, incluso la riqueza, el talento, el poder o la ciencia,
para servir a Dios; y en ese caso, el pan se vuelve trascendente; pero su uso
cualquier cosa exclusivamente par mí mismo, la cosa permanece en su inmanencia, como dicen los filósofos en
su dialecto. Poco o nada valen ellas en ese caso, por mucho que las puedan
preciar o estimar los hombres; y menos que nada, si sirven para la perdición”. Todas
las cosas temporales han sido creadas simplemente para nuestra salvación eterna”.
La gente dice que ahora estamos en un tiempo
de materialismo. Pu troppo (Y así es,
desgraciadamente). La actitud fundamental del pecador es ésta: preferir los bienes
de la tierra. Esta actitud se agrava cuando el pecador desafía a Dios, que es
lo que llamamos “tentar a Dios”: entonces no es ya inmanencia, sino
trascendencia, pero al revés, trascendencia invertida: el hombre comienza a
hacerse el diosecito. “No tentarás al
Señor tu Dios”, respondió Jesucristo; el Diablo quería que Cristo exigiese
un milagro de Dios con el fin de ganar renombre y publicidad; porque si la
gente del Templo lo viera descender lentamente por el aire, sin duda hubiese
obtenido gran publicidad. Como ven, es la misma tentación de antes, agravada:
pero el Diablo lo tienta ahora con la Sagrada
Escritura en la mano. Esto de desafiar a Dios o poner condiciones a Dios es
la tentación de los píos y de los religiosos; de los falsamente píos y
falsamente religiosos. El Diablo nos tienta conforme a nuestro natural: las
tres cosas con que tentó a Cristo eran cosas a Cristo debidas y que Cristo
debía obtener un día: el día de la Ascensión, por ejemplo, voló por el aire, “batiendo
el record” de altura de todos los aviadores hasta ahora; y obtuvo en el mundo
una gran fama… En cuanto a obtener pan con tal de abandonar la palabra de Dios,
es una cosa que Rusia está ofreciendo hoy día a todo el mundo.
“¿Dónde está eso, el tentar a Dios?”, dirá
alguno. “¡No hay eso!” Cada dos por tres me encuentro con gente que dice si
Dios hace esto o si Dios deja de hacer estotro, yo no creo más. Eso es poner
condiciones a Dios, o sea, endiosarse. La respuesta es: “Ud. no cree ahora
tampoco. Nunca ha creído. Su fe no está fundada. Su fe es un capricho”. El “Condenado por Desconfiado” de Tirso de
Molina hace eso: es un ermitaño llamado Pablo que pone condiciones a Dios, le
exige que le asegure que se va a salvar o no después de tantos ayunos y
oraciones; y el Diablo, disfrazado de ángel de luz, se le aparece y le dice de
parte de Dios que si persevera en su vida santa, su fin eterno será igual que
el fin eterno de un tal Enrico. Paulo se va a Nápoles y halla que el tal Enrico
es un bandido, un rufián y un asesino. Desesperado al ver eso, se lanza a una
vida igual que la de Enrico, se hace capitán de los bandoleros. Al final se
condena, y Enrico se salva porque Enrico se arrepiente antes de ser ejecutado: de
manera que el Diablo lo engañó a Paulo con la verdad; si hubiese perseverado en
su vida piadosa, hubiera tenido la misma suerte eterna del Enrico. Es una
espléndida fábula dramática que dice Tirso es histórica, que él la tomó e un
libro de Belarmino.
Esto de tentar a Dios es el origen de todos
los errores, los cismas, herejías y falsas religiones del mundo: el hombre
quiere imponer a Dios una religión inventada por él a medida de su razón, o de
sus pasiones, o caprichos. Muchos ejemplos podría poner: anteayer leí el
reglamente de la cárcel de Oldgate en Londres, donde encierra a los condenados
a muerte. Un artículo dice: “El capellán de la cárcel tendrá libre acceso al
reo, si éste es desta persuasión
religiosa, la Iglesia Inglesa Establecida (“Established Church”); si es de otra
persuasión religiosa, el reo puede
pedir un ministro de su misma persuasión”.
Como ven, la religión es para éstos una persuasión, es decir, asunto de
elección propia, o preferencia, o capricho. Pero en Inglaterra hay docenas de persuasiones religiosas, o sea sectas,
además del Catolicismo o “Papismo”, que es un 6% de la población; y estas persuasiones religiosas son
contradictorias entre sí.
¿Cómo puede ser que a Dios “le
gusten todas en general”, como dice el tango? Una persuasión religiosa sostiene que Cristo es Dios, y veinte otras que
no; una persuasión religiosa sostiene
que el Cuerpo de Cristo está en la hostia, o ES la hostia, y veinte otras sostienen que adorar un mísero pedazo
de pan es idolatría; y en tiempo de
Isabel Tudor llevaban a la horca en Tyburn
al que oía misa – a escondidas; y en el tiempo de María Tudor quemaban vivo
al que decía que la misa era idolatría. Los protestantes llaman ahora a María
Tudor, “María la Sangrietna”, Bloody Mary; y los católicos llaman a Isabel I, “Isabel
la Feroz”, o por lo menos, “la Desdichada”. Y todas estas persuasiones religiosas ahora para el Gobierno son lo mismo. ¿Les
parece que para Dios serán lo mismo? Será igual para Dios que digan Jesucristo
fue un impostor o digan fue el hijo de Dios? Cuando estuve en Londres en 1956
había una polémica en los diarios sobre si Jesucristo fue un impostor o fue
Dios. Los hombres del siglo XVI eran más lógicos.
Tentar a Dios, ponerle condiciones, imponerle
leyes es una tentación permanente del hombre.
La tercera tentación es abiertamente
satánica: renegar de Dios a cambio de todos los Reinos del Mundo – es decir, a
cambio de lo que Dios había prometido al Mesías, lo que era el destino de
Cristo. Porque ésa es la astucia del Diablo, prometernos lo mismo que Dios nos
quiere dar, pero por mal camino; como tentó a Adán y Eva. ¿Podía el Diablo
darle eso: “Todo lo que ves es mío y yo a
quien quiero se lo doy”? Es notable que Cristo no le respondió: “Mentiroso,
todo esto es de Dios y tu no lo puedes dar”, sino que lo repelió con violencia.
Porque el Diablo, el Príncipe este mundo, puede mucho en este mundo, y sobre
todo en la Política. En la Política, el
Diablo es una luz.
“Vender su alma al Diablo” significa ponerse
en el camino de la maldad para conseguir poder, por ejemplo; o alguna otra
presea. Esas leyendas de la Edad Media de hombres que firman un compromiso
escrito con su sangre de entregar su ama y el Diablo los hace triunfar en esta
vida, como Fausto, o como Cipriano, o como el Cazador Furtivo de Weber,
esconden una profunda verdad. Si uno se hace malo del todo, tiene una ventaja
de armamento sobre todos los demás. Los criminales chicos los agarran los
jueces, pero los criminales grandes no los agarran los jueces, y a veces son
ellos mismos los jueces. Los malvados triunfan a veces en esta vida. ¡Durante
toda la vida? No siempre. Porque el Diablo cuando hace una olla, siempre olvida
hacer la tapa.
Tiberio, Emperador Romano sucesor de Augusto,
reinaba sobre todo el mundo conocido cuando Cristo era tentado en el Monte de
la Tentación. Fue un gran malvado y le fue bien toda su vida; y después de muerto
lo “apotheosaron” – es decir, lo declararon Dios: “divus Tiberius”; lástima que sus sirvientes no lo creyeron dios,
porque lo mataron a los 78 años ahogándolo debajo de un montón de ropa sucia.
Tiberio es el responsable último de la
Crucificción de Cristo, el peor crimen perpetrado en el mundo. Y sin embargo
gobernó bien el Imperio; es decir, por lo menos el Imperio prosperó durante su
gobierno; pero a él, con todos sus “facinora et dedecora”, como dice Tácito,
ignominias y facinerosidades, posiblemente se lo llevó el Diablo, al cual adoró
y obedeció.
LEONARDO CASTELLANI –
“Domingueras prédicas II” - Ed. Jauja. Págs. 76-84.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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