En el capítulo dos de la Segunda
Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, el Apóstol habla de un Obstáculo que
deberá ser removido para que “el Impío, el Hijo de Perdición, el Adversario” se
manifieste con la plenitud de su malicia, “hasta el extremo de sentarse él
mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios”.
Distintos exégetas de tan ardua
cuestión han advertido el vínculo directo que hay entre la revelación del Gran
Impío y el sistema, régimen u ordenamiento político que facilitaría o
prohijaría sus iniquidades. Y es aquí cuando la democracia -con sus innúmeras e
insalvables perversiones intrínsecas- aparece como la tenebrosa atmósfera
propiciatoria para que el Adversario se mueva a sus anchas. Principalmente, la
democracia entronizada en la Iglesia, en tanto abolición de todo sentido regio,
desde el de Cristo hasta el de su Vicario.
No sabemos quiénes o qué
constituirán o constituyen ya ese Obstáculo, designado con la palabra griega
katejon. Sólo le pedimos a Dios que nos conceda la gracia de prestarle al
Obstáculo el magro servicio de nuestras débiles fuerzas. Que nos permita
-hablando en símbolos simples- ser sencilla pero leal piedra del muro que
obstaculice el avance de la Bestia.
Los
interesados en adquirir el libro pueden consultar a:
CARLOS
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Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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