Frente al avance arrollador del Comunismo y
al espíritu de entrega servil de las Democracias occidentales, no dejaremos de
clamar que la única salida es la restauración católica, nacionalista,
jerárquica y militar de la Patria.
No existe para nosotros nada más que una
alternativa: restauración católica o revolución comunista.
El tiempo apremia y sólo nos queda repetir
una vez más la sentencia de San Agustín: “No es ésta la hora de plantear cuestiones,
sino de confesar a Cristo”.
Confesarlo en todo, en la vida privada y en
la vida pública, en el pensamiento, en la conducta y en la política. Y en
primer término en la política, que el liberalismo ha laicizado; esto es hasta
el extremo de que la mayor parte de los católicos suman su tontera a la
sagacidad de los enemigos de Cristo, gritando con ellos en la plaza pública: ¡Fuera la Religión de la política!
Lo peor es que muchos sacerdotes precisan que
así debe ser, en contra de lo que repetía el Cardenal Pie: “Tratar de convertir a los individuos,
sin querer cristianizar a las instituciones, hace frágil la obra… lo que se
edifica por la mañana, se derrumba por la tarde”.
Urge que se entienda y se haga entender que
la concepción democrática liberal, burguesa o proletaria, prepara y sirve al
advenimiento del comunismo en la medida que predomina en las instituciones
públicas. Así es como el Estado de Derecho, la Constitución Nacional, la familia,
la escuela, la universidad, los gremios y las Fuerzas Armadas en la Argentina
de hoy, con su estructura y sentido liberales, preparan y sirven al comunismo,
sean cuales fueren las intenciones de los que dirigen o mandan.
Es tarea vana e inoperante enseñarles a los
Jefes y Oficiales de las Fuerzas Armadas Argentinas, la Ontología, la Ética, e
incluso, la Política según la filosofía perenne, sin demostrarles al mismo
tiempo, que nuestras instituciones están inspiradas en su negación más radical
y absoluta. ¿De qué sirve ante las inminencias que se precipitan, hablar del
ser y de los transcendentales, del acto y de la existencia, de la sustancia y
de los accidentes, de las causas y de los medios, sin denunciar a la luz de
esas distinciones primordiales que somos una República sin religión ni
metafísica?
¿Qué significa exponer teóricamente la
Verdad, predicar la Palabra de Dios y apoyar prácticamente esa anarquía y
subversión democráticas que padecemos?
No importa que no se apoye expresamente,
basta con el silencio culpable. No es la hora de planes pedagógicos a largo
plazo, sino de dar el testimonio entero de la Verdad, combatiendo al error donde
se encuentre y sin reservas de ninguna especie.
Cristo tiene que volver a ser el centro en el
alma humana, en la ciudad terrena y en la Historia Universal. Tenemos que
construirlo todo desde Él, por Él y para Él. Sólo así tendremos la fuerza de
Dios para enfrentar al nuevo “Goliat que se viene con su tremenda amenaza”
(Juan XXIII).
La civilización occidental moderna no es
cristiana, sino que ha venido siendo cada vez menos cristiana. Su origen y raíz
es la ruptura con la unidad de la Cristiandad, la filosofía, las ciencias, la
ética, las bellas artes, se han ido apartando de la Unidad para caer en la
separación, la anarquía, la confusión. Y por esto es que esa misma ciencia del
espacio que obra prodigios, desarraigada de la Fe sobrenatural y de las verdades
esenciales, “no es crecimiento, sino derrumbamiento” como decía San
Agustín.
Nada puede ser más desconcertante que la
coincidencia de los viajes a los espacios siderales, con el mundo de esclavos
aterrados en que nos estamos convirtiendo. El hombre exterior con su formidable
poder sobre las cosas, contrasta con el anonadamiento completo del hombre
interior: ¿De qué vale ganar el mundo si pierdes el alma?
Para entender hasta qué punto es verdad lo
que estamos diciendo, medite el lector estas instrucciones de Bismarck a su
embajador en París, en 1871 y después de la derrota de Francia: “Una política católica de Francia le daría
una gran influencia en Europa y hasta en el Extremo Oriente. El medio de
contrarrestar su influencia en beneficio de la nuestra es abatir al Catolicismo
y al Papado, que es la cabeza. Si podemos alcanzar este fin, Francia está para
siempre aniquilada… Los radicales (Gambeta, Bert, Ferry, Littré) nos ayudarán:
ellos juegan nuestro juego. Lo que yo ataco por política, ellos lo hacen por
fanatismo antirreligioso. Su concurso está asegurado. Sí, poned todos vuestros
cuidados en mantener este cambio de servicios mutuos entre los republicanos y
Prusia. Francia pagará los gastos”.
Quiere decir que descristianizar a las
naciones católicas como Francia, España o la Argentina, es debilitarlas,
disminuirlas, abatirlas.
Recuerde el lector que los masones y liberales
que gobernaban nuestra Patria en el '80, a la zaga de los masones y liberales
franceses, descristianizaron la familia y la escuela argentinas. Y ese fue el
paso previo indispensable para la Reforma bolchevique de la Universidad en
1918.
Invocar a Moreno, Rivadavia, Sarmiento y los
otros falsos próceres liberales, para oponerse al comunismo, es sencillamente
estúpido y torpe, cuando no es complicidad y colaboración con el enemigo. Hay
que revisarlo todo, no solamente la Historia Argentina; pero revisarlo a la luz
de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad sobrenaturales. Hay que volver
urgentemente, con la ayuda de Dios, a la Encarnación del Verbo en nuestro
pensamiento, en nuestro corazón, en nuestra conducta y en nuestras
instituciones públicas. Volver a la Unidad, a la Verdad y a la Realeza de
Cristo y de su Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
No hay más que Cristo o el Anticristo. Sólo
en Cristo nos haremos fuertes con la fuerza de Dios, como el pequeño David,
para enfrentar y abatir al nuevo Goliat.
Jordán
Bruno Genta
“Combate”
nº 98, de julio de 1961, y “Cabildo”, segunda época, año XI, nº 105, de octubre
de 1986.
Visto
en: Ediciones Sol de Mayo
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/133692-jordan-bruno-genta-cronicas-de-la-historia-por-rogelio-alaniz
ResponderBorrarUna visión absolutamente liberal y sesgada pero por lo menos reconoce los crímenes de los hoy revindicados asesinos marxistas.
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