Los liberales que hacen guerra franca a
Jesucristo, y se despachan a su gusto contra todo lo que le pertenece, con
ruido y escándalo; los que le persiguen de un modo más moderado y sin grandes
alborotos; los que buscan el modo de que el liberalismo sin dejar de ser tal.
ande unido con el catolicismo con perjuicio de éste; y los que ayudan y
protegen a todos ésos en su obra liberalesca, es claro y manifiesto que están
contra Jesucristo y no militan en el bando de los que están con Él. Pero
ocurre, que hay católicos que creen po-der permanecer neutrales y no pertenecer
a ninguno de esos dos bandos opuestos, que hoy se disputan el gobierno de los
pueblos, aspirando el uno a regirlos según la ley de Dios y enseñanzas de la
Iglesia y el otro sin tener en cuenta para nada lo que manda Dios y lo que
enseña la Iglesia.
Este es otro error que es preciso disipar, y
a eso dedico este apartado.
Ese estado neutral, ese puesto medio en que
quieren permanecer algunos católicos es una ilusión, una quimera, un engaño
completo, porque jamás ha existido, ni existirá. Así lo declaró formalmente
Jesucristo en su Evangelio cuando dijo: “El que no está conmigo, está contra
mí”…
Tiene Jesucristo la plenitud de autoridad
sobre las naciones, los pueblos y los individuos, y puede imponer su ley a unos
y otros con pleno derecho a ser obedecido. Las naciones pues, los pueblos y los
individuos que están neutrales, y les sea indiferente el que Jesucristo sea o
no sea obedecido, están contra El, porque no le procuran una obediencia que le
corresponde, y dejan que no se le rinda el homenaje que se le debe como a
soberano Señor de todo, y permiten hasta que se le insulte y desprecie.
Jesucristo tiene derecho a que todo sea para
El, para gloria suya, y todo por consiguiente debe ordenarse a ese fin en el
gobierno de las naciones, de los pueblos, de las familias y en la conducta de
los individuos. Los que no procuren ese estado de cosas; aquellos para quienes
sea indiferente que se le dé o no se le dé gloria a Jesucristo, que se le
reconozca o no por soberano Señor de todo, que se le sirva o no, están contra
Jesucristo.
De aquí se puede deducir que un gobierno aun
cuando no dicte leyes de persecución contra la Iglesia de Jesucristo con sólo
el hecho de mostrarse indiferente para con ella, está ya contra Jesucristo.
Esto se comprenderá mejor con un ejemplo.
Supongamos que un hombre se presente de
repente en una casa y dirigiéndose puñal en mano a la señora de ella, le exige
cuánto dinero guarda en sus arcas, so pena de hundirle el puñal en el pecho.
Allí mismo esta un hijo de la señora, fuerte y robusto, que puede muy bien
defender a su madre y librarla de aquel peligro, pero lejos de hacer eso dice
para sí: “Ahí se las arregle mi madre como pueda. Si la roban, que la roben; si
no quiere dar el dinero y la matan, que la maten; nada tengo que ver en eso;
observaré una conducta neutral”. ¿Quién no dirá, en este caso, que ese hijo, en
el mero hecho de no obrar a favor de su madre pudiendo hacerlo, obró contra su
madre? Esto es indudable, porque la madre salió perjudicada, por no haberla
defendido su hijo.
Hace lo mismo un gobierno que ve y observa
los daños que se hacen a la Religión de Jesucristo y di-ce como aquel hijo:
“Ahí se las haya la Religión como pueda. Si se blasfema de Dios que se
blasfeme; si se propagan errores contrarios a sus doctrinas, que se propaguen;
si desaparece totalmente de los pueblos, que desaparezca, si Jesucristo es
olvidado por completo, me da lo mismo; no tengo que ver en eso. Yo he de permanecer
neutral”. ¿Quién puede dudar, preguntamos de nuevo, de que ese gobierno está
contra Jesucristo?
La misma doctrina se puede aplicar a los
individuos que pueden y deben hacer algo por Jesucristo, y no lo hacen. Hoy se
encuentran muchos de esos, que dicen muy frescos: no me meto en política; allá
se las arreglen; que suba el que quiera; lo mismo me importa que manden unos,
como que manden otros. ¿ Quién no ve que estos hombres están contra Jesucristo,
puesto que nada les importa que suban al poder hombres que le persigan en su
Iglesia, en sus ministros y en sus cosas?
Hay otros muchos de los que cada uno de ellos
se explica de este modo: Sensible es todo lo que está pasando; grande es el
peligro en que nos hallamos; los enemigos de Dios trabajan con ardor; pero ¡qué
hemos de hacer! Yo con nadie pienso meterme; no es cuestión de indisponerse con
nadie.
Algunos o muchos de los que hablan de ese
modo, pueden hacer mucho por Jesucristo, o por su posición social, o por su
talento, o porque disponen de no pocos recursos, no lo hacen, y dejan que
trabajen los enemigos de Jesucristo, con tal de que esos enemigos de Jesucristo
sean amigos de ellos, y no los persigan como hacen con el Divino Maestro:
¿Diremos que estos están con Jesucristo, siendo amigos de sus enemigos, y no
oponiéndose a sus planes de guerra a Jesucristo, pudiendo hacerlo?
Basta:
esos neutrales están juzgados por Jesucristo con esta sentencia que dio contra
ellos: “Quien no está conmigo, está contra mí”.
San Ezequiel Moreno
Pasto,
Colombia, 29 de octubre de 1897
Revista “Tradición
Católica” nº 102, noviembre de 1994.
Visto
en: www.statveritas.com.ar
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
https://youtu.be/s0btJ1RiRps
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