Si bien las experiencias de la niñez nos condicionan en gran medida
contribuyendo a lo que hoy somos; no lo hacen fatalmente de manera que quedemos
sumergidos en un predeterminismo que nos haga esclavos eternos de nuestras
circunstancias. Así, esas circunstancias nos marcan sin quitarnos la libertad
para decidir por el mal, o por el bien; y en éste último caso por el mejor de
los bienes, que es en definitiva el que como cristianos debemos siempre buscar.
Pero sin lugar a dudas que mucho nos afectan las vivencias de nuestra infancia
y el haber crecido en un ambiente familiar que dista demasiado de lo que
debería haber sido, sin una figura paterna o materna adecuada, y hasta carecido
absolutamente de una o ambas; puede, entre otras cosas, limitarnos hasta en lo relativo
a nuestra fe al afectarnos en esa confianza de niños que necesitamos tener para
responder adecuamente a los designios divinos de nuestro Creador.
Resultaría nocivo lamentarnos por no haber tenido un pasado distinto con
un ámbito familiar menos disfuncional que hubiera generado un presente menos
complicado y hasta un yo mejor del que efectivamente somos. Sin embargo puede
resultar gratificante y hasta edificante el desear haber tenido esa familia que
nos hubiera dado el ejemplo de amor de José y María hacia nuestro Señor, para
así proyectar ese deseo hacia nuestros hijos y así poder reparar el daño que
las circunstancias difíciles nos pueden haber provocado. Todo esto sin caer en
la nociva nostalgia de las cosas que nunca fueron.
Podemos de esta manera, comprendernos y hasta perdonarnos por nuestros
errores; errores que tal vez fueron condicionados por nuestras experiencias; y
en ese comprendernos, hasta sacarnos culpas que no nos corresponden y pueden
haber sido asumidas erróneamente como propias. De esa manera, debemos también,
comprender y perdonar a los demás, incluyendo a quienes consciente o
inconscientemente nos dañaron. Y ya que no se puede dar lo que no se tiene,
para alcanzar ese grado de comprensión a los demás, debemos primero
comprendernos, esto sin pretender de ninguna manera ser autocondescendientes o
justificar conductas dañinas. Así, entendiendo que muchas de nuestras acciones
fueron producto de la repetición o la reacción contraria a algunas de nuestras vivencias,
o que estuvieron condicionadas por lo que conocimos y vivimos, o por lo que
ignoramos o dejamos de vivir; es que podemos entender las mismas reacciones en
quienes nos rodean.
Podemos así entender el origen de algunas malas acciones más no
justificarlas, y es imprescindible tener en cuenta que siempre hay lugar para
la libertad y la Gracia. Pero es importante saber que más importante que
pretender ser entendidos, es entender, y para eso debemos empezar por hacerlo con nosotros
mismos y esto principalmente como camino de sanación.
Muchas veces cargamos con pesadas cargas las cuales nos cuesta mucho
sobrellevar y olvidamos que Cristo llamó a los cansados y afligidos
invitándonos a cargar con su yugo que es suave y ligero. Pero para eso nos
exhorta a ser pacientes y humildes de
corazón.
En estos tiempos en los cuales de la Cristiandad ya no quedan sino
lejanos y escondidos recuerdos, no podemos vivir pretendiendo una felicidad
mundana que hasta implicaría un desprecio a los padecimientos de la Santa Madre
Iglesia hoy invadida y atacada desde su interior; pero tampoco podemos sumarnos
más pesos de los que nos corresponde cargar. Sin embargo, a causa de una falsa
y herética prédica sobre la misericordia, tampoco podemos dejar de lado la
importancia de vivir una verdadera misericordia que nos lleve a amar a los
demás por amor a Dios, amor en la Verdad, amor que pretende el bien mayor del
prójimo que es su salvación eterna. Ese es el amor por el que finalmente se nos
juzgará y no el que pretende aceptar y justificar al vicio sin ayudar al vicioso
a salir de los mismos. Pero para bien amar, primero tenemos que sanar
interiormente con la ayuda de la Gracia, y recuperando el niño que tal vez no
fuimos anteriormente pero todavía podemos albergar en nuestro interior; podamos
así enfrentar enteros y con las armas adecuadas, los tiempos finales de este
camino hacia el Calvario y completar adecuadamente en nuestra carne lo que le
falta a la Pasión de Cristo.
Augusto
Nacionalismo Católico San Juan
Bautista
Así, esas circunstancias nos marcan sin quitarnos la libertad para decidir por el mal, o por el bien
ResponderBorrar.
si te marca ir a escuela católica y que no te den la formación necesaria desde la Fe para razonar bien, para enfocar los temas por ejemplo la historia desde lo católico y varios etcéteras más...
no te forman la consciencia y uno termina razonando como el mundo, bueno eso más que nada en los setenta ochenta que era todo super aguado.
Tener una infancia feliz con unos padres que aporten cariño y seguridad no garantiza siempre el equilibrio y la rectitud del hijo. Precisamente el tener una infancia dolorosa y con deficiencias puede hacer, con la Gracia de Dios, personas mas maduras y puede aprovecharlas El Señor para misiones especiales.
ResponderBorrarEs cierto que se tienen heridas, pero El Señor es muy delicado con las almas heridas....El sacara un bien de ese mal.
El lo hace todo nuevo y puede, sacar cosas muy buenas de esas personas y circunstancias adversas. Solo hay que ponerse en sus manos y dejar que nos sane.