Si bien mucho se denuncia el modernismo
entronizado en la neoiglesia, muchas de esas voces que aun reconociendo la inmensa
maldad de esta herejía, que como diría San Pio X es “la suma de todas las herejías”, sin embargo terminan aceptando el
status quo por considerarlo invencible, o por el hecho de ya formar parte del “desorden” constituido oficialmente. Así
señalábamos en el artículo sobre las “Falsas opciones
del sistema” la aceptación del sistema democrático masónico y
liberal como “mal menor”.
La
condescendencia con conductas y con sistemas intrínsecamente perversos, y
hasta condenados expresamente por la Santa Madre Iglesia, implica por parte de
muchos católicos, una relativización del modernismo que se traduce
necesariamente en una absolutización del relativismo, y que llevan
inevitablemente a la más absoluta indiferencia. Así por ejemplo, se afirma sin
negar, o se niega sin afirmar nada en contrario sino simplemente dejar al
“libre albedrío” de cada quien la posibilidad de realizar tales negaciones, aún
de verdades objetivas y hasta de los hechos mismos para reemplazarlos por
simples opiniones, pareceres, que terminan siendo contrarios a la realidad
misma, y esto en nombre de la libertad; libertad ya no tanto para mentir, sino
para no creer, para la indiferencia misma.
De ahí la importancia de elegir, de tomar
decisiones y hacernos cargo de las mismas. Señalaba Chesterton la importancia
de elegir ya que una elección implica rechazar todas las otras posibilidades. A
veces esa elección puede significar una abstención, un no hacer, una omisión, y
no puede considerarse esa postura como un no elegir cuando el tomar la misma
implica muchas veces una postura mucho más abnegada y sacrificada que una
acción positiva, así por ejemplo podemos abstenernos de realizar un acto
inmoral o una propuesta indecente por más beneficios o satisfacciones que
puedan representarnos. Entonces es imprescindible entender que la gravedad de
la cuestión radica en no elegir, implique esto una acción o una abstención.
No es difícil encontrar como uno de los
arquitectos y propulsores de este relativismo modernista a la judeomasonería que siempre actúa
tras bambalinas promoviendo herejías que pretenden endiosar al hombre; y aunque
en ellos no hay sino desprecio hacia las masas democráticas, saben que
para dominarlas, no hay manera más hábil de debilitarlas que haciéndolas perder
su fe. En estas acciones, esta “Sinagoga de Satanás” como la denominara Pio IX,
realizan una elección, la de perjudicar al Catolicismo, la de tergiversarlo, y en eso
hay una inmensa maldad; pero, en quien acepta
la heterodoxia, en quien no profundiza en el estudio, en el análisis de
las acciones que buscan la ruina de las naciones y de la Iglesia, y la perdición de las almas, haciéndolo por evitar esforzarse o no querer
tratar de entender algo que lo comprometa, y aun conociendo la verdad, restándole importancia; expresa en su accionar la más absoluta de las tibiezas; y en este caso ya estamos
hablando del pecado que lleva a Dios a considerar a este pecador vomitivo. Es
la verdadera falta de compromiso, la más radical cobardía. Muchas veces se
justifican estas personas aduciendo prudencia refiriéndose a la misma como la principal de las virtudes; sin embargo lo hacen
con pleno conocimiento que su postura tiene que ver más en realidad con “no complicarse más
la vida”, y así dejar que las cosas sucedan y moverse en el sentido que lo hagan.
Y si hoy la mayoría de las personas actúan de
esa forma, ¿cómo se puede pretender que ayuden a cambiar el destino de sus
naciones y del mundo entero si no son capaces de tomar esas decisiones en sus propias vidas, de
orientar a sus hijos para rechazar modas impúdicas, conductas promiscuas o
lugares propicios para el pecado, de resistir el mal aunque el mismo provenga
de las autoridades civiles o eclesiásticas? Por eso cualquier prédica, por más
evangélica que se autodenomine, de nada sirve en la medida que quien la realice
no pueda corroborarla con heroicas elecciones en su vida personal. Así también
a pesar de tantas claudicaciones en sus obligaciones para con Dios, con su
familia y con su Patria, los hombres se sienten satisfechos y seguros de sí
mismos en vez de sentirse seguros en Dios. Y esta falsa seguridad que sienten
al no dudar nunca de ellos mismos, aunque no lo reconozcan, los hace dudar de
Dios.
Ante la más absoluta ignorancia religiosa de
la inmensa mayoría de los bautizados se nos dice que no debemos escandalizarlos
mostrándoles y enseñándoles sana doctrina, ya que la misma hoy contradice lo
que enseña y practica la neoiglesia, y se aduce que San Pablo enseñaba la
gradualidad a la hora de transmitirla. Sin embargo sabemos que el hombre
moderno no puede excusarse en su ignorancia por no responder adecuadamente ante
sus deberes para con Dios, ya que esta ignorancia radica en desidia respecto a
la adquisición de estos conocimientos obligatorios como creaturas e
indispensables para su salvación, y a veces en la negación consciente en
adquirirlos a fin de no comprometerse como corresponde. En Derecho aplicaríamos
el principio: “ignorantia vel error iuris
non excusat” que significa que la ignorancia o el error de derecho no
escusa; sin embargo se pretende que se pueda aducir el error de derecho con
respecto a nuestros deberes para con Dios, negando sus derechos. Otra vez más
la inversión antropológica. Entonces, si como señalaba San Pablo, tuviéramos
que empezar por leche antes de darles alimentos sólidos, aunque bebieran un
tambo completo, difícilmente estarían preparados para el este tipo de alimento ya
que el problema no radica en la falta de preparación (que sin lugar a dudas es
real), sino en la voluntad viciada que se niega a recibir la sana doctrina, que
no quiere vivir la radicalidad del Evangelio.
Tenemos en claro que se odia al pecado y no
al pecador, sin embargo no puede sostenerse que se lucha contra el error, y la
herejía modernista sin combatir al hereje. Y ese combate requiere caridad ante
quien yerra y aún ante quien corrompe, sin embargo, como consecuencia de la
jerarquía de las obligaciones, la defensa de la Verdad y el buen combate de la
fe se imponen por encima de los supuestos “derechos” del que yerra. Y si, como
sabemos, el error no tiene derechos,
el combate del objeto implica indispensablemente el atacarlo en el sujeto que
lo propaga, y el bien común implica hasta ejercer violencia en esta defensa
para combatir la violencia mayor que implica la pérdida de las almas que pueden
caer eternamente al ser arrastradas por esas falsas propuestas. No hace falta entrar en
explicaciones respecto de que la violencia tiene muchas formas y no solamente
la física. Por eso difícilmente pueda pretenderse un
cambio en quien no tiene tanto una deficiencia de conocimiento, sino en esa voluntad absolutamente viciada de conformismo y autocomplacencia. Y el
mundo está casi completamente infectado con estos vicios.
Pero lo realmente grave viene de parte de
quienes conociendo la Historia, conociendo la doctrina, entendiendo los males
de este Nuevo Orden Mundial humanamente invencible, sin embargo aceptan el “status quo”. Y esta postura muchas veces tiene que ver con su negación
persistente a aceptar los signos de los tiempos que marcan con claridad los
postreros tiempos de la humanidad. Podríamos documentar la inusual cantidad de
terremotos, pestes, hambruna a pesar de la superproducción de alimentos; guerras
y rumores de ella, revoluciones, el tiempo en que no se soporta la sana
doctrina, la gran impostura religiosa de la descomunal apostasía en que se
vive; y entre muchos signos más, el más claro de todos: “Cuando vuelva el Hijo del
Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Sin embargo, sabiendo que la más
grande de las esperanzas, la del regreso con toda Majestad y Gloria de Nuestro
Señor Jesucristo viene acompañada con todos estos padecimientos, se niegan
rotundamente a aceptar la posibilidad de su cercanía, sosteniendo que esos
tiempos están lejanos, o que ellos no vivirán para verlos, afirmación que
significa lo mismo que tal vez nunca lleguen. Y surge la pregunta ¿es que
tienen miedo a morirse?, cuando sabemos que es algo que necesariamente tiene
que pasar; o es algo peor, el estar tan atados a las posesiones y goces
terrenos, que tanto les cuesta pensar en perderlos. He aquí el inmanentismo
radical judaico impuesto aún en el corazón de la neoiglesia representado en el
humanismo que busca el confort del hombre antes que su salvación eterna. Y he aquí una de las formas más sutiles pero a la vez cómodas de dudar de Dios.
Tenemos que elegir entonces, y elegir comprometernos definitivamente. Seamos como la viuda con óbolo y
demos todo lo que tenemos, y más aun, a fin de rendir honor a Dios. Cristo dijo “Si el mundo os odia, sabed que antes me
odió a mi” y esta situación que en algunos tiempos por momentos pudo haber sido
condicional, hoy en virtud de los tiempos que se viven, es inevitable y casi constante. No
eludamos nuestra responsabilidad en los tiempos que nos tocan, y recemos, velemos y elijamos para estar a la altura de las circunstancias.
Ven
Señor Jesús.
Augusto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
"Pero lo realmente grave viene de parte de quienes conociendo la Historia, conociendo la doctrina, entendiendo los males de este Nuevo Orden Mundial humanamente invencible, sin embargo aceptan el “status quo”. Y esta postura muchas veces tiene que ver con su negación persistente a aceptar los signos de los tiempos que marcan con claridad los postreros tiempos de la humanidad. Podríamos documentar la inusual cantidad de terremotos, pestes, hambruna a pesar de la superproducción de alimentos; guerras y rumores de ella, revoluciones, el tiempo en que no se soporta la sana doctrina, la gran impostura religiosa de la descomunal apostasía en que se vive; y entre muchos signos más, el más claro de todos: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Sin embargo, sabiendo que la más grande de las esperanzas, la del regreso con toda Majestad y Gloria de Nuestro Señor Jesucristo viene acompañada con todos estos padecimientos, se niegan rotundamente a aceptar la posibilidad de su cercanía, sosteniendo que esos tiempos están lejanos, o que ellos no vivirán para verlos, afirmación que significa lo mismo que tal vez nunca lleguen. Y surge la pregunta ¿es que tienen miedo a morirse?, cuando sabemos que es algo que necesariamente tiene que pasar; o es algo peor, el estar tan atados a las posesiones y goces terrenos, que tanto les cuesta pensar en perderlos. He aquí el inmanentismo radical judaico impuesto aún en el corazón de la neoiglesia representado en el humanismo que busca el confort del hombre antes que su salvación eterna. Y he aquí una de las formas más sutiles pero a la vez cómodas de dudar de Dios."
ResponderBorrarSupongo que esta se trata de una opinión personal suya. Cuando va a ser el fin del mundo nadie lo sabe. Mientras tanto tenemos que luchar, batallar contra el enemigo con los metodos licitos que tengamos a mano, lo contrario es llamar al desarme y a no hacer nada en el ambito temporal, lo cual tampoco es cristiano y de ese inmobilismo tambien nos van a pedir cuentas.
En muchas oportunidades señalé que el hablar de la proximidad de la Parusía no implica de ninguna manera dar fecha y hora. COn respecto a la pasividad implica precisamente un no elegir según la idea de éste mismo artículo. Por último es preciso aclarar que los medios lícitos no significan siempre (hoy menos que nunca) los que tengamos a mano.
BorrarTal vez si lee algunas publicaciones anteriores mías podrá corroborar la llamada a la lucha contra toda esperanza humana.
Saludos en Cristo y María.
La suerte está echada, y sobre todo prevista por el mismo Dios, y que no es suerte, por lo tanto. El CLero Demoledor rendirá duras cuentas, por no cumplir con su tarea de apacentar y guiar al rebaño en el tiempo Apoc, si no ser complices del Demonio en la gran mayoria de los mismos.
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