Con
motivo de la aparición de mi libro: La Democracia : un debate pendiente. Respuesta al Dr.
Héctor Hernández, vol. II
N.F.H.H. Nueva
Ficción de Héctor Hernández
En coincidencia con
la aparición del segundo volumen arriba mencionado, está circulando en estos
días un libelo digital del Dr. Héctor Hernández, titulado “Pensar y salvar la Argentina II. Sobre la
participación política de los católicos”(Buenos Aires, Ediciones Gladius,2016,
en adelante N.F.H.H). El mismo se presenta como una presunta contestación al
volumen primero de mi autoría: “La democracia: un debate pendiente. Respuesta
al Dr. Héctor Hernández.vol.I”,(Buenos Aires, Katejon,2014).
El trabajo da
vergüenza ajena por varios motivos. Desde la victimización que hace de su
persona, valiéndose para ello de un sinfín de páginas quejumbrosas y de relatos burdamente amañados sobre el
origen y el desarrollo de nuestras diferencias, hasta la incomparencia ante el
grueso y el núcleo de mis objeciones planteadas minuciosamente en el precitado
volumen I de mi Respuesta.
Decenas y decenas de
rectificaciones sustantivas que le fueron hechas quedan sin contestar. Otros
tantos casos particulares de citas construidas infielmente, empezando por las mías
propias han sido ignorados. Un extenso sub-apartado de la N.F .H.H prueba que yo soy un
ultrajador de su persona –eso sí, con una mención justificatoria de
Aristóteles- y el resto de los apartados prueban que él es un buen tipo agredido
por mí y algunos pocos secuaces. Aquí ya no registro si lo cita al de Estagira
o al persa Manes. En pocos trazos, según mi impugnador, yo habría inventado una
N.T.P.P, que en su magín debe descifrarse como Nueva Teoría de la Participación
Política. Es increíble la vocación de este hombre por la
logomaquia. Y tengan cuidado porque es contagiosa.
No estamos para elipsis: el Dr. Hernández miente sobre el despliegue de los sucesos
paranaenses que motivaron nuestro desacuerdo, sin advertir que son varios
los testigos calificados de esa mentira, dispuestos aquí y ahora a contradecirlo.
Y que yo también guardo los mails intercambiados, para probar cómo los mutila
según escandalosas conveniencias, cada vez que los trae a colación. Sí, amigos;
la costumbre del relato ha llegado
para instalarse, aún entre los próximos.
Junto a la mentira, me
reitero, ejercita la más redonda evasión e incomparecencia frente al sinfín de
objeciones detalladas, pormenorizadas y sustanciales que le he planteado en mi
volumen primero. Como en las encuestas tilda el rubro adecuado: No sabe. No responde.
Hay otros motivos
por los cuales da vergüenza ajena este libelo, incluyendo el estilo,
francamente indigerible, caótico y populachero. Pero las principales razones
que lo descalifican –esto es, las intelectuales- se encontrarán analíticamente
desplegadas en el volumen segundo de mi Respuesta
(La democracia: un debate pendiente.
Respuesta al Dr. Héctor Hernández, vol II, Buenos Aires, Katejon, 2016).
A tal libro remito
al lector inquieto y adiestrado. Y el que no lo quiera leer, haga el favor de
evitarse los papelones opinando sin fundamentos. Sepan comprender si este
último giro resulta un poco agresivo. Estoy cansado de mis “voceros”, “traductores”
e “intérpretes”, amparados la mayoría en el anonimato; y estoy asqueado de
aquellos que, habiendo sido partícipes o protagonistas de este debate, después
se niegan a recibir mis páginas y hasta me amenazan con acciones judiciales si
osara mencionarlos en ellas. Pocas veces en mi carrera me he tropezado con
tamaño cretinismo.
Quién me
ha robado el 10 de marzo
Pondré un solo ejemplo de porqué este libelo da vergüenza ajena.
En la página 4 (que está sin numerar, porque –créase o no- recién en la página
7 empieza la página número 1), Hernández contrapone un texto de Pío XII a otro
mío, que hipotéticamente lo contraría; para terminar exclamando: “Nosotros, sin
ofender a nadie y con todo respeto, seguimos a Pío XII”. Lo de sin ofender a nadie y con todo respeto
es una falsedad más del autor, que no ha tenido ni el ingenio ni la frontalidad
de Pérez Reverte, y asentar lisa y llanamente, como el hispano de mentas: escribo
“con ánimo de ofender”.
El texto pacelliano
traído en la ocasión dice así: “Al
derecho del voto corresponde el deber de votar...Este deber es para vosotros
sacro”. Y a continuación la fuente: “Discurso a los párrocos y predicadores
cuaresmeros de Roma, 10-III-1948” .
Los tres puntos suspensivos son de Hernández, pues todavía no aprendió que ese no
es el modo adecuado de indicar que se ha cortado una frase textual, y desconoce
el procedimiento correcto, cual es el de encorchetar los puntos suspensivos.
Caso contrario, los puntos suspensivos aislados pueden significar que aparecen
en el original, usados por el mismo autor que se menta.
Vaya nomás el lector
a buscar la cita. Hágame ese favor, porque yo no la encuentro. El Discurso
completo de Pío XII lo podrá hallar en Pío
XII. Anuario Petrus. La voz del Papa durante el año 1948, Barcelona,
Atlántida, 1949, p.38-40. Y la versión italiana original en el sitio oficial
vaticano https://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/speeches/1948/documents/hf_p
xii_spe_19480310_intima-gioia.html
Si me aguantan la
heterodoxia, diría el Pato Sequeiros, proclamaré, parafraseando a Sabina que, a
mí al menos, alguien me ha robado el 10 de marzo de 1948 que menciona
Hernández. Porque en el invocado discurso Pío XII alude varias veces al derecho
y al deber de votar; llama a hacerlo a “cada uno, según el dictamen de su propia conciencia”, recordando que “es
evidente que la voz de la conciencia impone a todos los católicos sinceros dar
el propio voto a aquellos candidatos o aquellas listas de candidatos que
ofrecen garantías realmente suficientes para la tutela de los derechos de Dios
y de las almas, para el verdadero bien de los particulares, de las familias y
de la sociedad, según las leyes de Dios y de la doctrina moral cristiana”.
Afirma también el Papa que quien de votar “se abstiene, especialmente por indolencia o por pereza, comete un pecado en sí
grave, una culpa mortal”. Y completa su posición acotando: “No hay duda
ninguna de que la intención de la
Iglesia es quedarse fuera y por encima de los Partidos
Políticos [...]. Guardaos de descender a
mezquinas cuestiones de los partidos políticos, a ásperas contiendas partidistas,
que irritan a los hombres, agudizan las discordias, entibian la caridad y hacen
daño a vuestra verdadera dignidad y a la eficacia de vuestro sagrado ministerio”.
Con la democracia
se cura, se come y se pontifica
Lo de “deber
sacro” aplicado al voto, en las dos versiones que he utilizado, me fue
sustraído por algún genio maligno, que en este neo-cartesianismo hernandiano, de
seguro ha de ser nazi. Como en el cuento del Conde Lucanor, ruego a los
burladores “que ficieron”, ya no el paño sino mi cita, que me la restituyan a
la brevedad. Y de paso, para tranquilidad de los votopartidopolizantes adictos y seriales, que se lleven esas feas
consideraciones de Pío XII hacia los partidos políticos. ¿Qué es eso de andar
diciendo, ¡tan luego un Papa! que ellos causan “ásperas contiendas”, “que irritan a los hombres, agudizan las discordias,
entibian la caridad”, y nos abajan a “mezquinas cuestiones”. Estoy seguro de
que se trata de una interpolación. También sugiero que se lleven el párrafo con
las condiciones que establece el Pontífice para votar en conciencia por algo
católicamente potable. Son excesivas, y de tener que cumplirlas a todas
terminaremos no votando; en cuyo caso no habría falta alguna, pues la omisión
no se haría “por indolencia o por pereza”, sino por escuchar la recta voz de la
conciencia.
Aviso
Clasificado entonces: se necesita con urgencia alguien que coloque en el discurso
de Pío XII que votar es un deber sacro,
y que saque lo que pícaramente alguien coló en mis versiones, tanto contra los
partidos políticos como sobre las condiciones para votar. Con la democracia se come, se cura y se
pontifica.
Cuando el Dr.
Hernández te manda a fragotear
Supongamos que
aparezca la cita y que el voto es un “deber sacro”. En ese caso no cabrían
excusas ni condiciones ni requisitos para ejecutarlo. Incluso ni valdrían los mismos condicionamientos que
establece Pío XII. Si es sacro, punto. Es incondicionado, inviolable y
perenne. Y el Dr. Hernández, de mínima, debería recorrer todo San Nicolás, megáfono
al hombro, gritando como en el Simon Boccanegra de Verdi: “¡ All'armi,
all'armi, o Liguri,sacro dover v'appella
!”.
Pero ya no se
puede creer ni en los defensores de los deberes sacros impartidos por Pío XII. Porque
hubo un día en que el mismísimo Dr. Hernández se cansó de tanta sacralidad
sufragista, de tanto pacellismo demócrata cristiano y pro yanky, de tanta
alcahuetería electoralera convertida en undécimo mandamiento, y dijo algo
distinto y contrario, casi idéntico a lo que vengo sosteniendo. Lo he
registrado en largas páginas del volumen II de “La democracia: un debate pendiente” (ibidem, p.216 y ss). Les
ofrezco un trailer:
“Ese deber general de votar [mencionado por el
Catecismo (2240) pero en general por la enseñanza de la Iglesia ] no deroga el derecho de revolución contra la
tiranía. Si no hay por quién votar y no se puede aplicar en el caso la doctrina
del mal menor, no impide el derecho de votar
en blanco. En la resistencia a la opresión puede entrar, incluso, negarse a votar [...]. Y como somos
sociales, estos intentos, si se puede, se harán organizadamente, para tener eficacia. Estamos obligados a la mayor
eficacia posible. Hacer una campaña organizada
de no votar como rechazo de un sistema
inicuo puede ser bueno. Una mera expresión de deseos lanzada al aire para no
votar, sin ninguna organización, sin ninguna eficiencia, sin poder hacer del no
votar una guía para los compatriotas,
puede ser más o menos inocua, sin negar que en algún caso pueda ser un buen
testimonio[...]. Un caudillo patriota y católico puede mandar no votar. Pero si
es prudente tratará de obtener buenos resultados, tener previsto cómo seguir la
lucha dando alguna salida si es posible y, antes que nada, debe tratar de que
el esfuerzo abstencionista transmita un mensaje
en pos del bien posible de la Argentina. Si Monseñor Panchampla nos
manda a votar en conciencia a cualquier candidato que sea pero a votar en positivo,
porque él está con la democracia alfonsinista o kirchnerista antimalvinera o,
con otras palabras, con la democracia
como religión o como el sistema de la derrota nacional argentina, y
necesita que la gente vote para consolidar el sistema, hay que hacer lo que sea
más eficaz en contra de lo que él pretende [...]. Si un dirigente patriota y
prudente, dándose todos los requisitos para ejercitar el derecho a la
revolución que él promueve, manda no votar en función de esta última opción, es
una traición desoírlo y salir con la logorrea de la instrucción cívica liberal,
y que ahora la Iglesia
acepta la democracia y todas esas formulaciones que por lo menos devienen
inaplicables en el caso”( Cfr. Héctor Hernández, Pensar y salvar la
Argentina , en Gladius
n.89, Buenos Aires, Pascua 2014,p.127-128)”.
Sigo citando mi volumen II, recordando
los tiempos felices en que Hernández y yo creíamos nomás –como viejos camaradas
nacionalistas- que el sufragio universal era el gran cuento del tío, y no el
deber sacro que él después, en soledad iniciática, descubrió leyendo a Pío XII:
“No salimos de nuestro asombro [...].En primer
lugar celebramos las coincidencias, que vienen a darnos la razón y a poner a
nuestro impugnador entre la espada y la pared de sus propias consideraciones.
Por lo pronto, enbuenahora se recuerde que existe ‘el derecho de revolución
contra la tiranía’ y que en esa lucha contra la tiranía, en ‘esa resistencia a
la opresión, puede entrar, incluso, negarse a votar’. Y hacerlo ‘organizadamente,
para tener eficacia’. Hacerlo mediante ‘una campaña organizada, como rechazo de
un sistema inicuo’, que sirva de ‘guía para los compatriotas’. ¡Que aparezca
incluso un ‘caudillo patriota y católico’ que ‘mande no votar’!, y que después
de tamaña osadía ‘tenga previsto cómo seguir la lucha’.
Comprenderá
el lector atento y minucioso el porqué de nuestra perplejidad. Nos hemos pasado
debatiendo con un hombre que negaba nuestra tesis sobre la perversión
democrática, sobre la mentira inherente del sufragio universal, sobre la
complicidad pecaminosa que comporta su aceptación y sobre la necesidad de un
quehacer político del católico que comenzara por hacer lo contrario de lo que
el sistema nos pide. Nos hemos pasado debatiendo con un hombre que negaba que a
tales conclusiones se pudiera arribar de la mano del Magisterio de la Iglesia ; y que
presuntamente sostenido en el mismo nos indicaba el respeto al voto como
derecho subjetivo, como obligación moral impostergable, como constitutivo
inescindibe de una acción salvífica a la que tituló votopartidar. Nos hemos pasado debatiendo con un hombre que nos
amonestaba por nuestra posible inclinación hacia actitudes belicistas,
renunciando a las anchas cuan espaciosas vías amables y civilizadas que nos
ofrece el Régimen para participar en él y salvar a la Argentina.
De repente
todo ha cambiado. Milagrosamente; desde la lectura del párrafo 2240 del Catecismo. A partir de ahora, Héctor
Hernández mediante, se puede decir que el sistema es inicuo, que estamos
habilitados a no sufragar universalmente, a resistir a la opresión, a buscar un
caudillo que nos encolumne y organice contra malicia tan congénita, y que ese
asco por el voto, organizadamente manifestado, no puede sino ser el comienzo de
una lucha mayor.
Pero hay más.
Desde este mismo momento el Dr. Hernández se ha olvidado de su docilidad a los
‘magisterios eclesiales’ de obispos, pontificados y conferencias episcopales, a
partir de los cuales señalaba nuestras ‘heterodoxias’ antidemocráticas, y nos
insta a rebelarnos contra cualquier clase, tipo o nombre de Monseñor Panchampla que ‘necesita que la
gente vote para consolidar el sistema’. Pues ¡duro con ese Monseñor! ‘Hay que
hacer lo que sea más eficaz en contra de lo que él pretende’, incluso ‘no
votar’. ‘Basta de clericalismo y de papolatría’.
¿Se da cuenta
el Dr. Hernández de que está borrando con el codo lo que escribió con la mano? ¿Es consciente de
que, cuando dice, que no se puede continuar ‘con la logorrea de la instrucción
cívica liberal, y que ahora la Iglesia acepta la democracia’,
esas certeras y severas palabras se le aplican a sus propios planteos? ¿Está
acaso haciendo una esperada y honesta autocrítica cuando dice que ‘es una
traición desoírlo’ a aquel eventual ‘dirigente patriota y prudente’ que reclama
el derecho a la rebelión contra el sistema; y desoírlo, si es católico,
diciéndole que ‘ahora la
Iglesia acepta la democracia’? ¿Advierte finalmente nuestro
objetor que el grueso de cuanto ha hecho con su crítica a nuestro libro, ha
consistido en decirnos que no estaría en consonancia con el Magisterio de la Iglesia , pues ese
Magisterio no existe, al declararse la Iglesia partidaria de votopartidar? ¿Y advierte, al fin, el Dr. Hernández, que esto que
ha dicho y hecho, lo ha colmado de satisfacción, pues supuestamente legitimaría
su tesis ‘católica’ de trabajar inserto en el perverso sistema?” (La democracia: un debate pendiente, vol. II,ob.cit,
p.223-224).
Años de
abstencionismo urnero es posible que me hayan dañado la sindéresis; y por eso
pido genuino auxilio a los doctos. El Dr. Hernández encabeza su libelo con un
gran cuadro comparativo. En este rincón, Pío XII, profiriendo que el voto es un
deber sacro. En el otro rincón, Antonio Caponnetto, el desafiante, sosteniendo
que el sufragio universal es la mentira universal. Yo –continúa el relator- con
todo respeto, sin ofender y académicamente les digo: ¡aguante Pío XII todavía!,
¡vamos los partidopolizantes, fierita! Pero resulta que, al margen del ubi sunt la férrea cita pontificia, el primer espadachín del sacro voto termina
mandándonos a buscar un caudilllo que organice la resistencia anti sufragista. El
puesto está vacante y se aceptan proposiciones deshonestas.
Era mejor El Anónimo
Normando
En las páginas 14-15 de su libelo,
Hernández apela otra vez al relato, y nos narra que, tras una de sus
pláticas, se encontró con “El Anónimo sanrafaelino” [sic], y entrambos
establecieron un diálogo –tout
occasionnel, claro- durante el cual el conferencista le pregunta al
“desprevenido” interlocutor qué opinaba del volumen primero de mi libro “La
democracia: un debate pendiente”. Objetivo y mesurado el hombre, le contesta:
“¡Nada que ver! El Autor lo deforma totalmente. Él debió probar la tesis de que
hoy es intrínsecamente malo votar, o formar parte de los partidos, y no lo ha
hecho”.
Si Hernández fuera el maestro que
creíamos que era, debió cortalo en seco al Anónimo, y decirle algo así: “Vea Di
Fabio, digo Anónimo, usted entendió mal, y no lo acuso. Es culpa mía, que lo
enturbié todo desde el comienzo. Antonio Caponnetto no dice nunca que ‘hoy es
intrínsecamente malo votar, o formar parte de los partidos’. Dice otra cosa
diferente y aún parcialmente opuesta. Otra cosa mucho más grave, más compleja,
más elaborada, más abarcadora y completa, llena de distinciones,
sub-distinciones y graduaciones, a partir de un pisoteado texto pionónico, que
nunca nadie se atrevió a espigar. Empieza por decir lo obvio: que el pecado es
mentir, no votar. Y que si el sufragio universal es la mentira universal, ergo,
se miente al proponer este sistema como obligatorio. Además, analiza las
diversas acepciones de la acción de votar. Analiza las variables posibles al
hablar de los partidos y de la partidocracia. Yo igual estoy en contra de él, no
tema. Pero fíjese bien: él no dice eso. Y de paso, Enzo, perdón, N.N, dígale a
los muchachos de Infocaótica que no
sigan acusando al Autor de decir eso. Porque una cosa es que lo diga yo, ¿vio?,
que tengo merecida fama de cuerdo. Y otra ellos que, cuando responden por la Redacción , usan el logo
de Los tres chiflados”.
Cuánto más provechoso le hubiera sido a
Hernández encontrarse con El Anónimo
Normado, aquel curioso libro gibelino del siglo doce. O por lo menos con
quien alguito lo conoce, como Ernst Kantorowicz ,autor de The King’s Two Bodies .A Study in Medieval Political Theology,
Princenton University Press, 1957.
El sanrafaelino con
D.N.I y facebook
En ese sentido tuve más suerte que
Hernández. Invité a cenar a casa a un joven amigo sanrafaelino, hijo mayor de
una entrañable familia cuyana. Se llama Rodrigo Alvárez, está recién casado y
vive temporariamente en Buenos Aires. El
11 de marzo –abusando de la mortificación cuaresmal, como buen donatista que
soy- le regalé el volumen I de mi libro sobre “La democracia: un debate
pendiente”, y a los dos días –metido ya en el baile- me mandó este mail:
“Antonio: Como sé
que no frecuenta esos medios, le envío la última publicación de Carlos Arnossi
en Facebook. Muy corta. Antes de que empiece,
según Arnossi, NTPP significa ‘Nueva Teoría de la Participación Política ’.
Este sería el nombre ‘que
el profesor Hernández ha dado a la teoría que sostendría su adversario en esta
controversia, el Dr. Antonio Caponnetto’. Copio el
fragmento: ‘El Padre Pio violando la
NTPP ’. Un aporte adicional del Profesor Hernández El Intendente de San Giovanni Rotondo: otra
violación de la NTPP
por el Padre Pío. El médico de cabecera de San Pío de Pietralcina fue el
profesor Sala, nativo de Merate, cerca del Lago de Cuomo en la frontera con
Suiza, que se fue a vivir a San Giovanni Rotondo luego de que el santo ‘hizo un milagro’ con su segundo hijo Pablo, y
resultó ser el Intendente (sic) de dicha localidad, en plena época de sufragio
universal y sistema democrático italiano, auspiciado por el partido político
Democracia Cristiana.-Profesor -le
pregunta Antonio Pandiscia recibido en el despacho por el intendente- ¿por qué aceptó el cargo de intendente (sic)
de San Giovanni Rotondo? .Y el alcalde contestó así: Fue el Padre Pío quien dio el consentimiento para mi candidatura en la
lista de la
Democracia Cristiana. Muchos amigos me habían invitado a
incorporarme a la lista para tratar de arrebatarle la comuna al Partido
Comunista, que estaba en el gobierno desde tantos años. Nunca me dediqué a la
política. Luego de mucha insistencia de mis amigos, le pregunté al Padre Pío si
convenía aceptar la candidatura. El Padre me dijo: ´Metete en la lista y
elegite un grupo de gente buena´. Y aquí estoy [ PANDISCIA, Antonio, Padre
Pío, 1ra. Ed., 15 reimp., San Pablo, Buenos Aires, 2013, trad. Guido Dolzani,
p. 119].
Si la NTPP es la doctrina moral
católica sobre la participación política, ¿cómo es que el santo de los estigmas
no la conocía y de ese modo la violaba dando un consejo tan escandaloso? ¿No le
bastaba con ir a votar públicamente que además se metía a aconsejar entrar en
la partidocracia y disputar las elecciones en San Giovanni Rotondo? Si el único
modo de intervenir en la política es desde los cuerpos intermedios, ¿cómo no se
le ocurrió aconsejarlo y le dijo metete
con gente buena, hay que desalojar a los comunistas en las elecciones con
sufragio universal? Y si el profesor Sala compitió y ganó en las elecciones,
¿por eso negó la primacía de Dios en la sociedad y apoyó la democracia de la
soberanía popular y la cuantofrenia?”.
Carlos el
Hechizado
Carlos Arnossi (en
adelante E.M.P.A: EL MAL PIBE DEL AÑO, según un arcaico dialecto
bataglianensis), no debió hacerse eco de este nuevo sofisma de Héctor
Hernández. No, al menos, por respeto a los largos años en que hemos compartido
juntos altar, eucaristía, familiares y amigos. Debió darse cuenta de que estaba
frente a un disparate argumentativo, pero sucumbió ante el hechizo. Soy
comprensivo y entiendo: a mí me echaron de la UCA en 1985, para nunca más entrar. Según
Monseñor Blanco, entonces rector, la expulsión tuvo lugar porque “no necesitaban un cruzado ni querían pequeños
émulos de Genta y de Sacheri” [sic]. No da prestigio académico juntarse con un
expulsado y cuasi excomulgado. Carlitos, en cambio, como el Dr. Hernández, son
hombres de Puerto Madero. Tienen todo Alicia
Moreau de Justo por delante y no corren riesgos de que los confundan con
templarios. Y si Blanco era radical, Tucho es bergogliano o paraperonista. ¿A
qué juntarse con un paria eclesiológico y político como yo? Mejor tomar
distancias.
Pero vayamos al utrum, como dice Hernández cuando se
baja del tablón futbolero y habla fino.
En mi tríada sobre
la democracia (La perversión democrática,
La democracia: un debate pendiente, vol.I
y La democracia: un debate pendiente, vol.II),
le he dedicado largas páginas a contestarles a aquellos que manipulan, reducen
y jibarizan a las figuras prestigiosas, santos incluidos. En estas páginas –que
son muchas y que no debo reproducir ahora- analizo, por un lado, lo que dice el
Libro de Job: “no siempre son sabios los grandes hombres” (Job 32,9). Analizo
asimismo el drama hermenéutico de la letra que mata al espíritu, el mito de la
omnisciencia y de la infalibilidad adjudicada a los arquetipos, y la facilidad
con que se pueden construir entimemas en el discurso; esto es, silogismos
truncos o engañosos, amparados en premisas, conclusiones o peticiones de
principios llenos de trampas.
Analizo la patológica reversibilidad que se comete
toda vez que se exhibe a un santo votar y se pretende hacernos inferir que el
voto es santo. Algo así como mostrar una foto de Stalin en el Seminario de
Tbilisi para fomentar las vocaciones sacerdotales. Analizo, en suma, los
alcances del “humanum fuit errar,diabolicum este a animositatem por error
manere” (San Agustín,Sermón 164,14). Y lo más inquietante, tal vez: analizo
cómo esas figuras paradigmáticas que se me enrostran, para hacerme quedar en
oposición a su magisterio católico o tradicionalista, bien estudiadas, terminan
dándome la razón. Esto último es patético –se los cuento en confianza- y me
sucedió estudiando cada uno de los dieciséis casos presentados triunfalmente
por Hernández. A cada contradictor que me remitía, el mismo me terminaba dando
la razón y potenciando mi tesis. Fueron los únicos momentos de solaz en disputatio tan árida.
Tampoco me he
dejado de ocupar del caso particular del Padre Pío, ahora invocado con sones
victoriosos de urnas y escrutinios. Hay unas páginas del volumen II de “La
democracia: un debate pendiente”(504-509), en las cuales el lector atento podrá
hallar las explicaciones pertinentes; esas que Hernández ignora. Prevengo, por
las dudas, que quien las lea, lejos de querer que lo fotografíen votando,
preferirá probarse la camisa negra con el fascio primorosamente bordado.
El facebook que no
fue
Si Carlos Arnossi (E.M.P.A) no hubiera
faltado a la prudencia por impremeditación, si no hubiera sucumbido al estado
servil (¡perdón Belloc!), sin dejar de reproducir el texto del Dr. Hernández, y
a continuación del mismo, tendría que haber acotado algo como lo siguiente:
“Vea,
Don Héctor. Conozco bien a Antonio, y tengo el volumen I de su Respuesta a Hernández porque me lo
regaló personalmente. De modo que escúcheme con atención: 1º) Caponneto no
fabricó ninguna NTPP como usted la llama, con su obsesión de inventar
neologismos y periparlas. Una vez más está incurriendo en el sofisma del
espantapájaros; 2) Si la NTPP
la inventó Antonio, y como su sigla lo indica, es una nueva teoría, no sé
porqué se pregunta usted cómo no la conocía el Padre Pío. Se supone, según su
lógica, que no la conocía porque la acaba de inventar Caponnetto; 3) Nadie ha
dicho –ni siquiera el autor con el que usted se pelea- que “el único modo de
intervenir en la política es desde los cuerpos intermedios”. Esta es otra de
las manifestaciones de su insuficiencia hermenéutica, para decirlo benignamente.
En rigor manifiesta otra cosa, pero queda feo decirlo; 4) El consejo que le dio
el Padre Pío al Profesor Lasa, de combatir al comunismo mediante la democracia
cristiana, es objetivamente un mal consejo; y corrobora lo que decía el Padre
Alberto Ezcurra hablando de Monseñor Tortolo: que se puede ser santo y no entender un corno de política; 5) No
sabemos si el Intendente Sala negó o afirmó la primacía de Dios en la sociedad.
Pero ni a lo uno ni a lo otro lo habilitan “la democracia de la soberanía
popular y la cuantofrenia”, como usted adecuadamente la menciona. Porque el
número no comunica con el bien. Lo aprendí hasta en la UCA. Si afirmó la primacía
de Dios no fue porque ganó las elecciones, sino a pesar de haberlas ganado, y
de puro gringo tutto cuore que era;
6) El Padre Pío fue bastante fachistón y monárquico; más bien un anti-sistema y
piantavotos. Por lo menos de los votos de los obispos felones que le hicieron
la vida imposible y lo acusaron de loco. Sería mejor cambiar de santo para llevarle
la contra a Caponnetto. ¿Qué le parece Escrivá de Balaguer o el Beato Montini?;
7) Si usted quiere que el Padre Pío lo ponga en contradicción a Caponneto con
la doctrina católica que él defiende en materia política, debería encontrar al
menos una carta del santazo de Pietrelcina en la que este dijera: a)que del
vientre de la urna sale la verdad, tal como lo afirmara Ricardo Balbín, Doctor
Communis y Silvestre; b)que todo poder viene del pueblo; c)que el liberalismo
es virtud; d)que la partidocracia es un Cenáculo Orante; e)que las
constituciones masónicas son mejor que el Levítico y el Código de Manú. Mientras
no aparezca nada de esto –y ya inventarlo sería mucho- será mejor que leamos de
nuevo a su oponente.
Pta:
Don Héctor, le aviso que Caponnetto también leyó el libro de Antonio Pandiscia,
y que no pudimos evitar que descubriera que en la p. 123 se dice que “el Padre
Pío, como se sabe, tenía poca simpatía por los políticos, poniéndose más bien
severo en su presencia”; que en la p. 179 se repita que “el Padre Pío no tenía
mucha simpatía por la clase política”; y lo que es peor, que en el capítulo
XXVI se relata un encuentro entre Aldo Moro y el santo de los estigmas; y que
en tal solemne ocasión, el Padre Pío, en vez de aprovechar para pedirle un
carguito o anotarse en alguna interna de la Democracia Cristiana ,
o sugerirle algún lema de campaña, le espetó secamente: ‘¿Cuántas veces por día
rezas al Señor’?(p.124). Así no vale, Doctor,
cuéntele todo al público”.
Como no tengo facebook –pues lo acabo
de incorporar a la nueva lista de pecados, junto con el de votar o pasar por la
puerta de un comité, le sugiero a Carlitos Arnossi que ponga en el suyo el
texto precedente. Será justicia.
Cuando los santos
vienen votando
Pobre el morocho Louis Armstrong, que
canturreaba con su vozarrón de trueno que los santos venían marchando. Ahora,
para verificar la N.F .H.H
llegan votando. Y en vez de postuladores de sus respectivas causas traen
atentos y diestros fiscales de mesa. Es más, según los exégetas mayormente
audaces de la N.F .H.H,
parecería que han llegado a los altares a fuerza de sufragar universalmente, sin
perder nunca una elección, como Menem; y más de uno –me estremezco al
escribirlo- habría levitado en la ascética soledad del cuarto oscuro. El quedéme y olvidéme de San Juan de la Cruz , según pudo saberse, no
describe tampoco ningún trance místico del poeta, sino el instante sacro en
que, camino a sufragar en Fontiveros por el candidato del Partido Descalzista,
olvidó la boleta en su sotana carmelitana. Además, también ha trascendido, tras
los últimos estudios demobíblicos, que al proverbial “Non possumus” de los
Apóstoles (Hechos 4,20), habría respondido la bancada macrista, globo al viento:
“¡Sí, se puede!”.
Los caballeros de Infocaótica, por ejemplo, recibieron un brevísimo fragmento de la
obra monumental de Toribio Minguella, Biografía del Ilmo Sr. D.Fr.Ezequiel Moreno
y Díaz (Barcelona,Gili,1909), que tuve la posibilidad de conocer gracias al
Padre Baltazar Pérez Argos, noble varón y cura extraordinario, a quien el humor
afectuosísimo de Blas Piñar llamaba el “Argosnauta”. Con el diminuto fragmento
en la mano, los Infocaóticos señalan:
que San Ezequiel Moreno Díaz no era caponnettista; que “anima a los fieles a
combatir también en el ámbito de la política partidaria”; que la prueba de ello está cifrada toda en este texto suyo: “Hoy, entre nosotros, la revolución ha
escogido el campo de batalla para la lucha (en las elecciones); y en ese campo
deben también luchar unidos los buenos católicos, vigilando mucho no entren en
las filas falsos hermanos que sirvan al enemigo y faciliten su triunfo” (cfr.
Infocaótica, Un santo liberal, no
donatista, lunes 22 de febrero de 2016).
Primero recomiendo leer entero el
librazo del Padre Minguella. Hay largas reproducciones de Cartas Pastorales de
San Ezequiel, como la del 25 de enero de 1898, en la cual refiriéndose a los
liberales en todas sus especies (sufragistas, malminoristas, partidócratas, electoraleros,
masones, etc) pide para ellos: “¡Castigo! ¡Humillación para esos hombres! ¡Cambiaron
á Dios por el hombre, al Criador por la criatura, lo infinito por lo finito! Otro dios de los liberales es ‘el pueblo’. Este es el ‘soberano’ que
quiere, vive y reina. Hay que seguir 'la voluntad del pueblo’. El pueblo decide
y manda, y lo que él decide es ley, y lo que él manda hay que hacer. Nada se
puede hacer que no lo quiera y mande el pueblo. ¡El pueblo en cambio de Dios!
¡Castigo! ¡Humillación!”. Muchas ganas de presentarse a elecciones, digamos que
no quedan.
Segundo, recomiendo estudiar a fondo la
vida y la obra de este santo, para lo cual hay abundantísima bibliografía(no se
olviden del ensayo de José Fermín Garralda Arizcun, entre otros) y sus mismas Obras Completas recogidas en cuatro
volúmenes (cfr. http://www.lalibreriacatolica.com/index.php?).
San Ezequiel fue el principal predicador de la guerra armada contra el
liberalismo, llamada La guerra de los mil
días, cuando la misma estalló en 1899 e involucró a varios partidos y a
varios países. Sus arengas para el combate y para disponerse a matar y a morir
por Jesucristo, pasando a degüello a los liberales, si fuera menester, tampoco
dejan muy motivados a los fieles como para resignarse a hacer la cola e ir a
votar mansamente. La verdad es que cuanto más lo estudio, más me doy cuenta de
lo corto que me quedé en mis libretes adversus democracia. Si hasta tuve la pesadilla
de que pasaba por la UNSTA
y me confundían con Gabriel Zanotti.
Tercero, recomiendo que se entienda el
telón de fondo delante del cual San Ezequiel sugiere a
los fieles combatir también en el ámbito de la política partidaria. En el
tiempo y espacio que le tocó vivir, era como decirle a los católicos argentinos
que no permanecieran neutrales entre el Partido Unitario y el Partido Federal. O
como decirle a los españoles de 1936, que no les fuera indiferente ser
partidario del Alzamiento Nacional o partidario de la República. Precisamente
porque, además de expresiones con
eventuales formalidades partidarias eran, por sobre todo, más que partidos,
poderes y cosmovisiones antitéticas y en pugna militar, de cuyas respectivas
victorias o derrotas dependía la suerte misma de la Fe.
Cuarto, recomiendo
que no se dejen llevar por la N.F .H.H,
y que entiendan de una vez por todas que
nadie ha dicho que elecciones y partidos son intrínsecamente perversos.
Depende de qué y cómo se elija, y
depende de las condiciones, requisitos y circunstancias bajo las cuales podría
funcionar temporariamente un partido.
Quinto, recomiendo
que alguien explique el texto mágico del santo, traído a colación, en el fondo,
y como tantos otros, para justificar aquí y ahora que nos metamos en algún
partidito ganador, que nos conchaben en alguna municipalidad manejada por
amigotes, o que nos presentemos a candidatos por si de rebote pescamos algo.
Eso sí; todo para que no me roben el coche y pueda ir con mi familia numerosa a
participar de la misa de siempre. Porque está visto que, para algunos
despistados, nada más coherente ahora que ser tradicionalista y democrático. (-“Cuánto
tiempo haces que no votas?” -“Padre, voté a un corrupto, absuélvame. Pero le
juro, lo hice por las nenas, vio, como el Diego”. –“No, hijo, ¿no has leído la N.F .H.H? Ahora el pecado
consiste en no practicar la mentira universal”).
Porque el texto de
San Ezequiel reproducido dice: a) que el campo de las elecciones es el propio
de la Revolución. Ergo ,
el contrario, el de negarse a las elecciones, sería el nuestro, el de los Contrarrevolucionarios;
b) que no obstante, parecería que en ese campo electoral enemigo también deben
luchar los buenos católicos; no sabemos si incendiando las urnas, como
Barrionuevo, robándose las boletas, como en Tucumán o haciendo fraude
patriótico, como el de los hidalgos conservadores de hogaño; c) que es preciso
andar unidos y “vigilando mucho no
entren en las filas falsos hermanos que sirvan al enemigo y faciliten su
triunfo”.
¿De qué está
hablando San Ezequiel? ¿En qué filas no deben entrar falsos hermanos? ¿En la de
la partidocracia, en las del sistema, en las del masonismo, en la de los
partidos católicos? La respuesta, repetimos, no está en este magro fragmento
arrancado a un libro inmenso, sino en la vida y en la obra del santo varón de
Cristo, ejemplo de todo, menos de facticismo, oportunismo y maquiavelismo
político. La verdad es que invitar a elecciones y a campañas partidocráticas de
la mano gloriosamente ultramontana de San Ezequiel Moreno Díaz, es como invitar
a una tertulia del Salón Literario auspiciada por Ciriaco Cuitiño.
¡Contra-Ofensiva ya!
Duele decirlo, pero chacoteamos para no
llorar. Porque esto de andar buscando santos votadores del ayer para apañar las
felonías democráticas de hoy, huele más a blasfemia que a recurso intelectual.
Sí; a esa blasfemia que le escuchamos vociferar a los Montoneros en los ’70, cuando entonaban: “San José era radical /y
María socialista/ y tuvieron un hijito/ montonero y peronista”. Yo supe enfrentarme
de joven contra una recua que la cantaba en la Facultad. Me pasó lo de
Guadalete: “...que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”. Pero
de viejo, no pensé que los blasfemos estarían disfrazados de propia tropa.
A los de la Orden Neo-Jansenista
que presido y a los socios del Club Torre de Marfil, al que estoy afiliado, los
invito a rezar una novena en desagravio al Padre Pío, a San Ezequiel Moreno
Díaz, y al Cura Brochero, que como era radical será canonizado el próximo 16 de
octubre. Un día antes de la
Solemnidad del Lavatorio de Patas.
Pero como a
Dios rogando y con el mazo dando, propongo tomar por asalto la sede de la Congregación Para
la Causa de los
Santos y canonizar a Alberto Falcionelli y a Rubén Calderón Bouchet. ¡No nos
podemos quedar sin santos antidemocráticos, mientras los cultores de la N.F .H.H ya nos sacan tres o
cuatro cuerpos de ventaja! De última a Falcionelli lo podemos hacer pasar por
pro soviético; ¿quién va a leer sus tomos sobre Rusia y descubrir que en verdad
era un feroz luchador contra el bolchevismo? Y Don Rubén tuvo la precaución de
escribir “La valija vacía”, que bien podemos venderla como una defensa de
Antonini Wilson, el amigo de Cristina, o sea del Papa Francisco. Así postulado,
¿quién le negará entonces en Santa Marta una santa-subitez?
Sí Osés: Esto se
acaba
Esto
va a terminar mal, recuerden amigos. Mis contradictores están desesperados por encontrar justificativos de
toda especie a su inserción en el Régimen, a su convalidación del sistema, a su
posicionamiento siquiera de rondón en el Modelo. Están desesperados por ser a
la vez tridentinos y revolucionarios, tradicionalistas y democráticos, reaccionarios
y modernos, sin que sus hijos les reprochen mañana: “papá, sé por quién votaste el domingo pasado”. No se puede de
día sufragar por Macri o por Scioli, y de noche leer la Quas Primas. No se puede
cooperar con el mal y pretender después que tal
cooperación está recomendada en el Misal de Azcárate. O no se leyó bien
el Misal, y esto hizo Hernández, o se ha perdido la conciencia de la
cooperación culposa. Y esto padecen casi muchos.
Unos lo hacen
porque creen que en esto consiste la humana e inacallable condición del hombre
como “animal politicus”, según notable y textual definición de Francisco en una
de sus pastorales aéreas. Son los eruditos a la violeta, de los que habla José
Cadalso. Si en algún lado muere la noble, genuina y legítima politicidad del
hombre es en el hampa de la partidocracia, en el sacrilegio de la soberanía
popular y al pie de las urnas sarnosas.
Otros lo
hacen porque no han descubierto ni valorado aún que hubo vida política antes de
la democracia, y por impracticable que esa vida política pueda parecerles, y
así parezca nomás, predicarla y serle fiel en lo poco, aún en la adversidad y
en el fracaso cantado, es el mejor modo de asemejarse al Ecce Homo, Señor de la
Historia y Vigía de las Patrias.
Otros lo
hacen por ceguera pragmatista y activista. Para ellos, hablarles del sentido
parusíaco, del testimonio final, de la posibilidad del martirio, de la soledad
en la Verdad
antes que del error en compañía, del último pelotón spengleriano o de la pusilla grex apocalíptica, es incurrir
en rigorismo y cuaquerismo, y perderse el carnaval carioca de la fiesta
intramundana. Y están los que lo hacen de puros desorientados. Porque no se han
dado cuenta de que se ponen a fabricar sombreros justo cuando a los hombres se
les da por nacer sin cabeza.
Me he cansado de encontrar y de
transcribir testimonios de personajes de nota –todos ellos ajenos y opuestos a
nuestro ideario- que ponen muy seriamente en tela de juicio la validez de la
participación democrática, la representatividad de los partidos, la legitimidad
absoluta de las mayorías electoraleras. Hay toda una corriente politicológica
–con exponentes que van desde el liberalismo hasta el anarquismo- que está
descubriendo y protestando la inutilidad del sistema que se tenía por “deber
sacro”.
Estoy escribiendo
esta carta y el infeliz de Natalio Botana saca su enésima noteja en La Nación (18-3-16), lamentándose del malestar y
del deterioro que se registran hoy en las democracias. Cuando los malos parecen
recuperar el sentido de lo obvio, los nuestros se lanzan a preguntar por qué la
nieve es blanca. Los psicólogos hablan de regresión. Me parece que se llama
agachada.
Pero otros próximos
hay en cambio, que de este modo comodón y ambiguo actúan, porque ya no existe
el cónsul Escipión que les diga a los asesinos de Viriato que Roma no paga traidores. Todo ha
cambiado. Roma ofrece y otorga ahora abultadas recompensas a los felones. No
necesariamente en monedas, pero sí en documentos oficiales llenos de requiebros
y de ternuras para los amantes de la democracia, y de condenas fulminantes a
los refractarios.
No les ha bastado con ver el estropicio
de la democratización de la liturgia, de la Jerarquía , de la
doctrina, de las Sagradas Escrituras, de la mismísima administración de los
sacramentos. No les ha bastado con el pueblo de Dios, pero contra Dios, entronizado
después del Concilio en nombre del horizontalismo populista y nivelador. No les
ha bastado con la herejía de proclamar a la democracia el eco temporal del
Evangelio, ni con ver la tierra doctrinal arrasada que deja tras sus pasos,
para nuestra deshonra, el primer Papa peronista de la historia de la Iglesia. Ni han tenido
suficiente con los santos súbitos o bien
pagá, besadores del Corán, exculpadores de los deicidas, antiguos
simpatizantes partisanos, aliadófilos a la carta, profetas del calvinismo y cultores
del saduceísmo.
Van por más.
Por la democracia morbosa de la que se quejaba Ortega. Y entonces, necesitan
santos votando, como si la recíproca surgiera por causación necesaria. Votó un
santo; luego el sufragio universal es santo. La falsa espiritualidad que
tergiversa la santidad, presentándola,no como una conquista extra-ordinaria,
sino como la ramplona acumulación de la vida ordinaria, ha fructificado
peligrosamente entre los nuestros.
No conmueven
los estigmas, ni la conversión, ni las persecuciones, ni la lepra contagiada
por amor a Cristo. Lo conmovedor es ver cómo votan estos hombres. ¡Pasen y
vean! ¡Miren qué fácil es ser como ellos! Si hasta tienen una Prelatura que los
entiende: “Para tí, que deseas formarte una mentalidad católica, transcribo
algunas características: -afán recto y sano –nunca frivolidad- de renovar las doctrinas típicas del
pensamiento tradicional, en la
filosofía y en la interpretación de la historia[...]; -una actitud positiva y abierta, ante la
transformación actual de las estructuras sociales y de las formas de vida”(Surco,
428).
¡Ah, apisonadores de adoquines, moscas
de la plaza pública, plebeyos sin trata
ni cura, protagonistas del domingo municipal y espeso de la historia,
aprendices de Tersites, imitadores de Calicles, plana mayor de Cirsilo,
ciudadanos del Khali Yuga, sigan buscando santos votadores! Cuéntenlos, súmenlos,
incorporénlos a las estadísticas y a las encuestas. El Santo de los Santos
murió por decisión de la mitad más uno. Llegó al Gólgota tras una tremenda
paliza electoral que no necesitó de ballotage siquiera. Todo era legal en aquel
trágico recuento de votos. Autoridades de mesa, escrutinio cantado, bocas de
urna a la vista, aclamaciones masivas, el esplendor demoníaco de la voluntad
popular piafando salvajemente, al galope desplegado de corceles negros como la
tortura. Barrabás era un puntero del Partido Zelote. Merecía ganar. ¿Por qué
perder el voto en cambio siguiendo a un hombre visiblemente sin chances de
triunfo, aún en el distrito electoral de su Nazareth natal? Crucifíquenlo y
asunto terminado.
Perdónalos María. Tú, Señora, sólo
hiciste sufragios por las almas de aquellos que redimía tu hijo desde la Cruz. Tu Hijo: el
perdedor político de aquel horrendo y fundante sufragio universal de la tierra.
Prólogo y Despedida
Empecé diciéndoles que salió el volumen
II de “La democracia: un debate pendiente. Respuesta al Dr. Héctor Hernández”.
Lo que no les dije es que –como ya lo
había anticipado en el volumen primero- en el prólogo de este nuevo libro
explico porqué no seguiré adelante con el
debate. El prólogo es breve; de modo que no les costará anoticiarse.
Pero tras leer el libelo de Hernández,
más me confirmo en lo correcto de mi decisión. Los defensores del
“votopartideo” en la
Argentina de hoy, no
atienden ni entienden nada. Quieren pensar y salvar la Argentina por un mero
acto de voluntarismo, creyendo que el fin justifica los medios, a grupas del
sistema que llevó a la patria a ser esta cosa impensada y condenada que
presenciamos con estupor. Para pensarla y salvarla hay que hacer lo contrario de la Revolución , y no una revolución en contra,
según aserto inmodificabe del viejo De Maistre.
Tras
los oropeles vistosos de una disputatio académica, o las declamaciones sobre la
contribución al bien común, o las disquisiciones sobre lo que enseñan los moralistas
(sin preguntarse jamás algunos guardaespaldas del votopartideo qué dicen esos mismos moralistas sobre atacar desde el
anonimato a quien los contradice ), en realidad, están calculando con quién
caer mejor parados. O, como lo han dicho inverecundamente, con qué candidato
evitar que les roben el coche. Bendito sea Dios que nunca tuve uno, y me da la
libertad de que no me importe si me lo quitan. En esto soy bergogliano,
perdonen: me tomo el subte.
Es
así les digo, aunque suene petulante. No entienden ni atienden.
Pero
hay alguien que entendió, y es rarísimo que se trate justo de él. Vale la pena
terminar esta carta explicándolo en dos trazos.
El
homo transfigurationis
Cuando en su libro “Humanismo. Fuentes
y Desarrollo Histórico” (Buenos Aires,Decus,2004), Carlos Disandro explica lo
que es el paradigma de la antropología católica, tras retratar al homo
theoreticus, al conditor y al viator, correspondientes a la cultura helénica,
romana y hebrea, respectivamente, se detiene en una cuidadosa exégesis del
diálogo entre Cristo y Nicodemo, que está en el capítulo III del Evangelio de
San Juan. De allí surgen las nutrientes para inteligir al hombre tal como es y
debe ser en la inteligencia católica.
Y lo que surge es el hombre capaz de transfigurarse por la gracia, de volver
a nacer, no en la carne y la materia, sino por el Agua y por el Espíritu Santo.
Es el hombre que puede tener la certeza de que Dios se hizo hombre. Y por lo
mismo, el compromiso ontológico de que todo cuanto piense, diga y haga estará
ordenado a Dios. Ya no puede ni quiere servir a dos señores.
En las demás antropologías hay
una relación de abajo hacia arriba. Aquí es gloriosamente al revés. Lo de
Arriba ingresa en lo histórico, lo Alto se abaja, el Verbo se hace carne, lo
Invisible penetra lo visible, la
Eternidad inhiere en el tiempo. Ya no todo es cuestión del
hombre, empezando por Dios. Ahora se sabe que todo es cuestión de Dios,
empezando por el hombre. Y que sólo, exclusiva y únicamente en esto, radica la tan
mentada dignidad del hombre: en ser capax
Dei, homo transfigurationis.
El tumor
espantosísisimo que corroe a toda la antropología moderna –empezando por la que
se enseña hoy en la Iglesia-
es la supresión del hombre de la transfiguración y su correlato lógico: el
destronamiento del Gran Transfigurador. En consecuencia, todo resulta
historificado, des-eternizado, inmanetizado, secularizado: subvertido. Es el primado brutal del naturalismo.
La política,
dice Disandro, no ha escapado a esta tragedia. “En la ubicación respecto de la
política, el concepto de poder se ha
convertido para el cristiano en la mera cantidad de votos; esto significa
una secularización del sentido cristiano del poder. Así en todos los sentidos y
aspectos de la comunidad; se confunde entonces cristianismo con justicia
social. El cristianismo no es eso. No decimos que la justicia social no sea una
cosa importantísima que debamos llevar a la práctica, pero ello será imposible
si no la enraizamos en el principio verdadero. La justicia social no puede
estar desvinculada de cuanto venimos explicando [el renacer del hombre por la
gracia]. Esta desvinculación no tiene sentido para el cristiano y además es un
absurdo, aparte de ser una herejía.
Se trata de una cuestión fundamental: lo que decimos de la justicia social
podemos decirlo de la política. Una
política de inspiración cristiana que deja esta cuestión de lado, nada tiene de
cristiana. Será otra cosa pero carece fundamentalmente de la significación
cristiana” (ob.cit,p.145-146).
No
me vengan con el zonzo argumento ad hominem. Yo sé muy bien quién es Disandro y
todo lo substancial que nos separa de él. Y sé muy bien que esto que acabo de
transcribir entra en colisión con lo que él mismo hizo en materia política.
Peor para él si se contradijo. Lamento y repruebo su incoherencia, pero celebro
y admiro la hondísima certeza del modo católico de concebir la política que
manifestó en estas páginas.
Si matamos al
homo transfigurationis, y en su lugar
entronizamos al homo calculator –la
tipología sigue siendo disandrista- ya no será posible edificar la política ni
la justicia social que aquel cinceló en la
Edad Media Cristiana, y que ha de llamarse
media, porque el homo mediator la
protagoniza y ejecuta. Esto es, el mismo hombre de la transfiguración que
quiere hacer de pontífice, de puente, de enlace entre los visibilia e invisibilia Dei. Pues sabe que, en la medida en que se
convierta en un pontón fiel y leal, todas las cosas podrán ser instauradas en
Cristo. Tal vez ahora se entienda mejor, porque los mismos guardaespaldas de la
tesis de Hernández, le han dedicado también su tiempo a cascotear el rancho de la
Edad Media. Saben lo que hacen estos
muchachos.
Se darán
cuenta el sinsentido que tiene para mí proseguir este debate. No me interesa
quedarme con la última palabra, ni que me levanten el brazo en el ring prosaico de los pugilatos
ideológicos. No ando ni anduve nunca por la vida marcando con el dedo a los
presuntos o reales pecadores, y me importa tres belines qué hace cada quien con
sus bragas, sus candidaturas y sus boletas electorales. No tengo por ídolos a
Kant, ni a Jansenio ni a Donato. Sigo sin poder sacarme del alma esta imagen
que marca mis predilecciones políticas, morales y filosóficas: Genta, el hombrevida chestertoniano por
antonomasia, partido al medio por once balazos, yace en su féretro. Yo, con mis
veintitrés años flamantes, lo miro rezando y rezo mirándolo. Es el icono de la
política católica. El hombre de la transfiguración y de la mediación. El hombre
de las misiones en aislamiento y en soledad, sin poderes terrenos ninguno, a
contracorriente del mundo, de las elecciones, de los partidos, de los acomodos,
de los maridajes.
Además,
aquellos con quienes se supone debería debatir, son personas cultísimas, no lo
niego, pero no entienden en serio cuál es mi mensaje. Insisto: ni entienden ni
atienden. He llegado a la íntima y segura convicción, transida de pena, de que
en materia política hablamos idiomas distintos. Ellos están con el homo calculator. Y no trepidan en
construir una nueva hagiografía, en la cual, los santos, ya no serán venerados
por haber renacido por el Agua y por el Espíritu, sino por haber sido del
partido radical, del conservador o de la democracia cristiana. Junto a la
neo-hagiografía van cincelando las bases de una neo-historia y de una
neo-política. En la primera habría que desmitificar el Medioevo como modelo de
Ciudad Católica y presentar a los primeros cristianos –león más, martirio
menos- como razonables convividores del Imperio. En la segunda, habría que
abrazarse nomás con los secularistas del poder.
No cuenten
conmigo para alimentar esta discordia. Lo que tenía que decir ya está dicho.
Pero estoy disponible para festejar la Esperanza ; y enarbolada al tope, seguir haciendo
lo que humanamente podamos por la patria yerma. Por lo pronto –y para escándalo
de pragmatistas- rezar por ella. Alguna vez quise decirlo en versos. Y perpetré
esto que no sabría decir qué valor tiene:
La
vida de la patria
“Amar a una persona
es sentir que se le dice: tú no morirás”
Gabriel Marcel
¿Puede morir la patria como mueren los hombres,
en la noche de un día, en la siesta de un alba;
puede finar enferma, con las visceras rotas
y el crujir de sus huesos partidos a mansalva?
¿Puede morir la patria decrépita, sin pulso,
el semblante sin rasgos de su estampa primera,
puede marcharse a grupas de aflicciones y llagas
como en un redomón que cruzó la tranquera?
¿Se nos ha muerto acaso de previsibles males
- por funeral apenas el cimbrar de un laúd -
o acabó fusilada con la venda en los ojos
en un lampo de sangre por los pagos del sud?
No sabré si es respuesta ver la piedra del Ande,
los viñedos, las dunas, el jarillal nevado,
las tejas y los talas compitiendo en la altura,
la calandria en su horqueta de pasto arrebolado.
No sabré si es respuesta tampoco aquel jinete,
domador del rocío sin buscar recompensa,
las millares de voces que aún cantan nuestras marchas,
esa ochava en San Telmo, por la calle Defensa.
Nunca sabré siquiera si es respuesta el acervo
de frailes y de fieles desgranando latines,
los libros que escribimos, la palabra empeñada,
las familias nutridas de cunas y maitines.
Nada sé si es respuesta, pero sé que estas cosas
están vivas, subsisten, residen, permanecen;
y estas cosas son patria, son la patria de siempre,
empeñada en quedarse cuando todos fenecen.
Son ónticas presencias que vencen el derrumbe,
son materia y son forma de argentinas aldeas,
el tiempo y el espacio del pequeño rebaño
mientras lleguen los cielos junto a las tierras nuevas.
si el Angel que la abraza no rinde su ballesta,
o un abril imprevisto nos cubra de banderas
la semántica antigua de la palabra gesta.
Pero si ha muerto y dicen, de muerte irreversible,
en la conjura roja del odio y la vesania,
te pedimos Dios Nuestro que nos la resucites
como hiciste hace siglos, una tarde, en Betania.
Antonio Caponnetto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista