Publicado originalmente el 31 de marzo de 2015
Hoy más que nunca en la historia de la Historia, esto es, la que tiene
por dueño al Señor de la Creación toda; los acontecimientos parecen
demostrar casi sin dejar lugar a dudas que la Gran Apostasía referida en la II
carta a Tesalonicenses, previa a la aparición del Hombre de la Iniquidad, está
presente.
En el huerto de Getsemaní,
nuestro Señor al señalar abatido que su alma tenía una tristeza de muerte, les
pidió a los apóstoles que lo acompañaban: “Quedaos aquí, y velad conmigo.
Recemos para no caer en la tentación”. Sin
embargo en nuestros tiempos, en similitud con aquellos, nuestra actitud se
asemeja a la de Pedro, Juan y Santiago que no entendiendo la gravedad del
momento, a pesar de las claras advertencias de su Divino Maestro, se durmieron.
Y es que la cotidianeidad de
la convivencia con el mal, con la perversidad en todas sus formas posibles, y
sobre todo, con el enfriamiento de la caridad en la Iglesia; nos hizo tomar la
actitud de la rana calentándose a fuego lento, acostumbrándonos de a poco al
calentamiento del agua, hasta llegar al momento en el que el pretender
reaccionar será casi imposible.
De este modo los Think Tanks
del Nuevo Orden Mundial, trabajaron incansablemente para hacer de la población
mundial, por un lado, una masa tan oprimida que sería capaz de hacer cualquier
cosa a cambio de un poco de pan y hasta de agua; y por otro lado, en el hombre
posmoderno, generar un estado de relajación y apatía tal, de manera que nos convirtamos
en las ranas antes mencionadas.
Hoy observamos impertérritos
las terribles matanzas que se llevan a cabo en muchos lugares del mundo; en
algunos lugares, perpetrados por fanáticos islámicos, en otros, con el objeto
de imponerles a la “diosa democracia” al decirles como señalaba el P. Castellani: “hazte libre o te mato”, y otras,
como el caso de Ucrania, en las que se pretende cercenar países con el ánimo de “ayudar a sus habitantes a decidir libremente a que nación quieren
pertenecer”. Esto olvidando el inmensísimo
genocidio perpetrado por Rusia en Ucrania en el Holodomor, en donde se mató de hambre a
10 millones de personas en un hecho históricamente comprobable y no como otros
pretendidos “holocaustos” a los que tanto culto rinden nuestros
falsos pastores. Y todo esto precisamente con la venia y el financiamiento de
la alta finanza judía y con el trabajo de ablandamiento intelectual y
espiritual de la Franc-Masonería, hoy también enquistada en las altas jerarquías
eclesiásticas.
Pero, a pesar de ver cómo se
despliegan inmensos ejércitos y se realizan ejercicios militares a gran escala,
o de cómo se posicionan los sistemas de defensa y de ataque de las grandes
potencias nucleares en estado de alerta máxima; seguimos pensando que la
posibilidad de una 3° Guerra Mundial, no sólo es lejana, sino que en caso de
darse, probablemente no nos afecte a nosotros, mientras seguimos tranquilos
viendo nuestras judaicas y promiscuas series favoritas de televisión en HD, con
nuestra calefacción o refrigeración generando el ámbito de confort adecuado
para disfrutar de los beneficios del mundo moderno.
Y una de las técnicas de estos
arquitectos de la posmodernidad para hacernos sentir tan tranquilos, es
hacernos olvidar de Dios, y eso se logra con más efectividad, no predicando la
falta de Él, sino tergiversando y desnaturalizando la noción del mismo.
Y al considerar que Dios es
tan misericordioso que no puede condenar a nadie eternamente, la consecuencia
lógica es que no se haga ningún esfuerzo para alcanzar la vida eterna.
Recordemos a Bergoglio diciendo: “El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie eternamente”. Y así en varias oportunidades sostuvo que quienes pretenden ser santos
son hipócritas, ya que al parecer, en la nueva concepción del hombre, éste al
pretender vivir una vida virtuosa; quiere ser diferente, y hasta mejor que los
demás en una acto de terrible e inmisericorde soberbia anti-igualitarista,
propuesta esencialmente opuesta a la impuesta por la diosa democracia, hoy
idolatría oficial en la neo-iglesia y en los países del mundo entero. Nos dice
consecuentemente el “obispo de Roma”: “El sitio privilegiado para el
encuentro con Jesucristo son los propios pecados” agregando más tarde que el apóstol San Pablo decía: “yo
sólo me glorío de mis pecados”,
tergiversando las palabras del apóstol que dijo: “con gusto me gloriaré de mis flaquezas, para que haga morada en mí el poder de Cristo.” (2°Cor.12,
9-10) que bien entendido implica que a los débiles y pequeños se les da las
herramientas necesarias para vencer precisamente esos pecados a través de la
gracia, más no convalidarlos en sus desviadas conductas, como parece pretender
Bergoglio al juntarse siempre con promotores de vicios nefandos a los que nunca
llama a dejar su vida de pecado, sino más bien a los que dice “¿quién soy yo para juzgar?”.
Lo que resulta evidente es que
la antropocéntrica neo-iglesia propone al vicioso como el paradigma de quién
practica una “virtud de humildad” ya que es “sincero” con su condición de pecador y se “gloría de sus pecados”, a diferencia del que pretende vivir virtuosamente al que se le llama
hipócrita, ya que no siempre hace lo que predica y al que se le enrostrarán sus
caídas, sin tener en cuenta sus esfuerzos por levantarse.
Hace poco escuché decir que no
se puede cuestionar al “papa” porque no somos protestantes, pero, qué pasa
cuando es ese “papa” el que promueve el protestantismo. Podemos recordar que el
Vaticano va a participar oficialmente en la “celebración” de los 500 años de la Reforma Protestante o cuando
Bergoglio dijo que para conseguir la unión de los “cristianos” (entiéndase
correctamente “herejes protestantes”), debemos “dejar de lado cuestiones polémicas o apologéticas” y “refinadas
discusiones teóricas”, entre
muchísimas otras citas y situaciones similares.
Y volviendo al tema del
pecado, estas propuestas de Bergoglio resultan coherentes con su lógica
sincretista, ya que para el luteranismo, la salvación no encuentra obstáculo en
ningún tipo de viciosas conductas en la medida en la que se realice un acto de
fe interior, aún manteniéndose en el pecado. Pero el “obispo de Roma” va más
allá del protestantismo y lleva esta salvación automática a todo tipo de sectas
y hasta a los ateos a los que se dijo que no necesitaban creer en Dios para
salvarse, solamente “hacer el bien”, haciendo completamente innecesaria la
Gracia Divina y por consiguiente la evangelización, sustituyéndola por el“dialogo
y la cultura del encuentro”.
A pesar de estas triste
realidad de la oficialidad eclesiástica, no podemos dejar de predicar la verdad
evangélica de las postrimerías y la eternidad de la “gloria” y del infierno,
recordando la visión de San Juan Bosco en sus visiones de éste último, en cuya
puerta había un cartel que decía: “Ubi non est redemptio!”, es decir, “¡Donde no hay redención!”. Esto
como un deber esencial de caridad para prevenir a los pecadores de la necesidad
de la conversión y el arrepentimiento para no “ser arrojados al infierno, al fuego
inextinguible, donde el gusano que les roe nunca muere, y el fuego nunca
se acaba” (Mc. 9, 45-45).
Relata la beata Catalina
Emmerick, que en la agonía del huerto, a Jesucristo se le presentaron las
ingratitudes de los hombres por los cuales Él se ofrecía como víctima
expiatoria; como a través de los tiempos su Iglesia se vería inundada por
herejías, por corrupción, frialdad y malicia de un infinito número de
cristianos, por la mentira y astucia de doctores orgullosos, por los sacrilegios
de todos los sacerdotes viciosos, la abominación y la desolación en el
santuario de Dios. Señala la beata: “Jesús los vio a todos; lloró por
ellos; quiso sufrir por todos los que no lo ven y que no quieren llevar su Cruz
con Él a la ciudad edificada sobre la piedra, a la cual se ha dado el Santísimo
Sacramento y contra el cual las puertas del Infierno no prevalecerán nunca”; y continúa relatando: “Jesucristo, el Hijo del Hombre, luchaba y juntaba las manos; caía como
abrumado sobre sus rodillas y su voluntad humana libraba un combate tan
terrible contra la repugnancia de sufrir tanto por una raza tan ingrata, que el
sudor de sangre caía de su cuerpo a gotas sobre el suelo”.
Por todo esto, fuera de
ensalzar nuestros pecados, no podemos dejar de dolernos por ellos, sabiendo que
Nuestro Señor padeció inmensamente en el Huerto de Getsemaní al tener que
cargar con los mismos, para expiar en su naturaleza humana dichos pecados a pesar
de Él mismo estar exento de ellos. Y en esta, la hora de las tinieblas para la
humanidad toda y la Iglesia, lejos de sentirnos satisfechos de nosotros mismos,
más bien estemos preparados para la Gran Tribulación, y esta vez sí hagamos
caso a la recomendación de Nuestro Redentor al advertirnos: “Velad y orad para que no entréis en tentación, que si bien el espíritu
está dispuesto, más la carne es débil” (Mt.26, 41)
Augusto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Excelente síntesis, Augusto.
ResponderBorrarLa prifunda y siniestra perversidad moral de los actos y las palabras de Bergoglio sólo pueden venir de un alma impía que se ha entregado ya en cuerpo y alma al príncipe de las tinieblas.
ResponderBorrarEs la culminación de un clero Demoledor, maquinando ha un siglo a tope, ya algunos se empiezan a quitar la careta, y ven al fin...
BorrarGracias por este articulo.
ResponderBorrarQue Dios te bendiga.
Buen articulo
ResponderBorrarExcelente, para este falso profeta Bergoglio en la Oración en el huerto, Cristo nuestro Divino Redentor nunca pudo haber sudado sangre.
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