LA
INCONSISTENCIA COMO SIGNO DE LOS TIEMPOS.
¿Esta historia “consistente” iba a permanecer
siempre? ¿Siempre habría historia cristiana? No. Se anunciaba un fin de la
historia en que lo cristiano iba a ir desapareciendo. Pero este fin de la
historia ¿iba a encontrar al hombre en medio de una gran y fuerte historia de
otro tenor?
Seamos claros: el demonio, o sólo el hombre:
¿podrían producir una civilización fuerte y estable sin Dios? Veremos… (aunque
ya hemos adelantado que si no es historia cristiana no es historia, porque para
ser historia necesita que ese obrar sea “consistente” y perdurable, que surja
de la autoridad y esta sólo es posible si Dios habita en las dos puntas de la
relación).
El hombre ha producido hechos malignos,
contrarios al orden querido y propuesto por Dios. En esa actividad ha
construido imperios y ordenes diversos. Algunos lejanos, todavía influidos por
la prototradición enmarañada con el mito; pero luego, los más efímeros, a pura fuerza y poder, y
otros con la mentira y la ilusión (que dijimos que es la falsificación de la
autoridad, pero finalmente es poder, poder de la mentira y del engaño).
El Gran Mentiroso – el diablo – ha estado en
ellos, en los más
profundos y con esa cierta estabilidad que da la mentira por sobre la fuerza
bruta, pero; esto lo da sólo al principio, en las primeras mentiras. Después se
van gastando las mentiras y hay que hacer un esfuerzo de renovación que te
lanza a ciclos cada vez más rápidos. Es mejor ilusionista que el hombre, pero
no perfecto. Aunque podemos ver algunos imperios hechos por el hombre sólo, que
duraron poco y muy poco. (Los fascismos por ejemplo. Que sin embargo son los
que se denuncian más demoníacos por la propaganda, y según estos criterios, le hacen flaco favor
al demonio por la inestabilidad instantánea. Esos eran sólo hombres. Fueron un
chispazo).
Nosotros entendemos que esos engendros
demoníacos que son fuertes y de cierta estabilidad en la historia, comenzaron
con el Islam, y sin duda alguna el otro, que lo siguió, es la Revolución que
nace desde la rebeldía de Lutero. Y ambos tienen dos cosas en común. Son
construcciones políticas, y se disfrazan de religión. Son ideologías religiosas
EN LA QUE LO RELIGIOSO, ES MENTIRA puesta para cohesionar. Pero son
fundamentalmente rebeliones contra la autoridad.
El aspecto satánico del imperio romano –
denunciado por los Padres de la Iglesia - era cuando se expresaba como puro
poder de lograr órdenes impuestos (aún bastante buenos). Y desde allí viene la
enorme paradoja del cristianismo que se denuncia como defecto y autodestrucción
desde los romanos hasta Nietzsche: que la autoridad debilita el poder. Que como
vimos no es tan así, pero es necesario aflojar el poder para que cuaje la
autoridad ¡No aflojar el poder por la
libertad del hombre! Sino para la autoridad de Dios. Y esta es la diferencia
con el “liberalismo católico”. No sirve el orden que da el poder – ya lo
dijimos - pero no por respeto a la libertad humana, sino por respeto a la
autoridad divina. Si Dios no estuviera presente en la historia con su fuerza
redentora, el poder debería ser todo.
Vamos a reconocer los engendros demoníacos
porque sus historias son un poco más largas, pero necesitan de una materialidad
cada vez mayor, abrumante, costosísima. De una gran presión y de una
acumulación de poder inmenso. Policías y ejércitos super numerosos. Mucho
dinero que mantenga la mentira publicitaria y que se renueve en más mentiras.
Materia, materia y materia; y en lugar de espíritu… mentira.
Estos imperios parecen que hacen historia,
pero no es así. Sus aptitudes para imprimir conductas en los hombres son
efímeras e inestables, y son tan onerosas que se funden y quiebran. No hay como
sostener sus materialidades inmensas. Se derrumban como la Unión Soviética. Y
se aprende de estos derrumbes. El diablo aprende cuando sus ilusiones se
muestran al poco como tiempo como fracasos evidentes.
En cambio, la Revolución liberal es
primordialmente una usina de ilusiones que pretende ser permanente como usina
generadora de nuevas estafas, variando las ilusiones a cada rato, y que a cada
rato ya aparecen como fracasos, pero ya hay una nueva preparada en su lugar.
Este es el modelo de la Revolución evolucionista y progresista del liberalismo
y, justamente “evolucionismo y progresismo” quieren decir: ilusiones y estafas,
reiteradas y exageradas cada vez más.
El
defecto de la ideología marxista es que pone un término final al que llegar, el
poder del proletariado, y no se renueva en otra (se jugó). Si algo se salvó del orden soviético fue
cuando entendió con Gorbachov y Juan Pablo II lo que tenía que hacer.
Renovarse. Permanentemente en otra mentira, lo llamaron perestroika. Castellani
pensaba que el Anticristo lograría una síntesis entre capitalismo y comunismo,
siendo el “bolchevismo … su etapa preparatoria y destructiva”. El Padre Saenz
se pregunta “Con la perestroika de Gorbachov” – se olvida de Juan Pablo II -
“¿no nos estaremos acercando a este momento?”
Sin
embargo el mismo Padre Saenz, muerde el anzuelo en el último ensayo de la
mentira que es Putin con el replanteo modernista de la religión ortodoxa
influida por el modernismo católico.
Ratzinger era revolución permanente y él
mismo clausuraba su engendro – el Concilio -
y solicitaba otro. “Hermenéutica de la continuidad” no es otra cosa que
seguir con la mentira, inventando una nueva a cada paso.
Pero cada uno de estos ciclos ilusorios borra
al anterior como historia; ya feneció y no influye en el presente. Se derriban
los monumentos y se entierran sus políticas y sus planes, la “negación” se
impone. Se “acelera” y se fragmenta la historia, hasta finalmente, no hacerse
perceptible como tal a los hombres a los que a cada rato se les borra la
memoria. No hay más historia que un pequeño período muy cercano, el de la
construcción de la nueva ilusión mientras se destruye la pasada. (¿Se acuerdan
de esa película de una mujer rusa que despierta de un coma y se encuentra ese
engendro que salió de la perestroika?)
Un orden gubernamental – como el kirchnerismo
– que con enorme poder dura ¡doce años!,
a los dos meses no existe, no ha dejado huella alguna y todo debe
hacerse diferente; se evidencia la estafa. Y gran parte de esto se produce
porque la nueva ilusión, para ser nueva, debe decapitar a la vieja ilusión y
vengarse ostensiblemente de su fracaso, sino, no es creíble. Todos gritan por
la venganza y, la satisfacción del deseo de la venganza ya se convierte en casi
todo el nexo de la próxima ilusión. (Si Macri no logra imponer una ilusión –
que no lo ha logrado todavía - pues nos tiene que dar mucha venganza). Ya casi no importa el futuro éxito, me contento
con la venganza. Sus posibilidades de
producir “conductas consistentes” es casi nula o, nula. (Más allá que me
divierta la venganza antikirchnerista porque me sumo en mi malicia al sentir
amargo de los linchadores, no se puede dejar de ver la vileza de la misma que
se solaza en la vindicta de la envidia para los tontos, mientras los nuevos
construyen parecidas porquerías con renovadas técnicas, y ponen a su servicio
los esbirros judiciales que sirvieron a los anteriores. (¡Ahh! ¡Los burócratas!
Con San Fouché en el altar y su sueño de permanecer siempre como vampiros sobre
las pústulas de estos sistemas. El gatopardismo católico de los entristas).
La Gran Ilusión, finalmente, es vengarse de
todo y de todos. Decapitar al rey. Matar al padre. Crucificar a Cristo. (Y eso
fue 1810 en nuestra historia – lo digo para que no me endilguen medias palabras
sobre ese tema - borrar la memoria, asesinar el pasado, cantar una ilusión y
producir quince años de guerra civil. Y lo logró). El burócrata está allí para servir
siempre como verdugo del “mal”. De policía y de Juez.
Cuando la Iglesia se haya convertido en una pusillus grex, y la historia cristiana
habrá dejado de operar en la multitud de los hombres, no habrá “orden
cristiano”, todo será revolución y, propiamente, tampoco habrá historia en este
sentido, porque el eje central de la revolución es atacar la memoria, salvo la
de la venganza corta. Habrá unos pocos hombres con historia. Y hablo en futuro
para no ser muy tremendista. (De la reciente historia argentina, lo único que
queda es la venganza contra los militares, es lo único que lleva más de treinta
años recordándose. Ahora sumaremos la venganza contra los kirchneristas, un
poco más civilizada por la lubricación del soborno).
De la misma manera los hombres del Vaticano
ya comienzan a hartarse de la historia del Concilio Vaticano II. Fue una
ilusión ideológica a la que nos exigían adherir y a la que algunos nos negamos;
pero a la que la mayoría ya olvidó, porque quiere algo nuevo, algo más. Ya decapitaron
a su mayor mentor, Ratzinger – que se
venía desdiciendo tímidamente buscando diluirlo con una nueva “hermenéutica”
– y van a decapitar a todos sus
defensores que hoy son los asquerosos “conservadores” (recuerden el dicho, “lo
único que conserva un conservador, es la revolución”).
Se
van a vengar del Concilio y nos dicen que ya podemos librarnos de él, que ya no
nos exigen aceptarlo. Comienza algo nuevo. En breve va a ser tan ridículo
mantener una oposición al Concilio como pasa con esos viejos que son
“anticomunistas”… “¡¿qué?! ¡Si eso ya no existe!” (mi suegra con una amiga,
hasta hace poco, rezaban para pedir a Dios que parara el comunismo, y los muchachos se reían a pata suelta). No
quiero decir con esto que quienes han analizado el mal de estas construcciones
han perdido el tiempo, hay una causación de un mal a otro que se puede seguir y
se debe seguir, hay una venganza y una sevicia de una ciclo sobre otro que se
debe percibir. La negación que puede llegar al infinito es el componente
nihilista de la síntesis actual. Nihilismo , marxismo y liberalismo, es el
cóctel. Hay una dinámica revolucionaria que es la del odio y la rebelión.
Pero en fin, me atrevo a decir que no hay que
anclarse en una lucha contra las posturas conciliares, porque estas van a ser –
o ya han sido - rebasadas y, al Concilio
nos lo van a entregar para la venganza, junto con los hombres que lo
defendieron. De hecho, está ocurriendo. Y hay piadosos que sienten misericordia
por ellos. Lo que está bien. Pero yo no. Se la buscaron. Pero yo soy malo. Soy
Kurtz.
Pero
volvamos a la historia. Sólo se hace historia con conductas que permanecen, que
producen una influencia estable y perdurable en el hombre. Y esa influencia
sólo está garantizada por la existencia de una autoridad moral y espiritual –
de doble sentido y dirección - que pueda convocar esas conductas. Pero a la
vez, que el hombre pueda conformar desde dentro de él mismo una relación activa
de respuesta con esa autoridad. Y eso, sólo se puede lograr sin en el hombre
habita la gracia. Y si la gracia deja de habitar en el hombre, pues el hombre
puede ser objeto de la violencia del poder o de la seducción de la mentira,
durante algunos períodos, pero todo es efímero y una generación no concita una
modelación sobre la otra, sino por el contrario, concita una venganza por la
violencia o por el fraude sufrido, y al rato lo modélico, lo ejemplar, es la
venganza y sólo la venganza. Los hijos odian a sus padres que los engañaron y
ya no saben quiénes fueron sus abuelos. Y comienza a no haber historia. Y se
comienza a ver el fin de la historia en su signo más evidente. En sí misma. El
signo de los tiempos, del fin de la historia, es que ya no hay más historia,
que el hombre no es influido por una historia, sino por una mentira momentánea
que sólo concita la obligación de negarla y el odio por borrarla.
La
revolución es a-histórica, es venganza del pasado e ilusión hacia el futuro, y
al poco de andar… es sólo venganza. Es justamente borrar el pasado y sus
posibles influencias. El hombre ha perdido la consistencia de hacer historia
con sus actos. Se ha vuelto a-histórico. Se ha hecho un revolucionario. Sus
baluartes se deshacen tan rápido como se arman y no hay que quedarse luchando
contra murallas abandonadas ni sobre murallas abandonadas. En este siglo, el
pasado y el más pasado hemos visto muchas de ellas (y este palo va para el
rancho de quienes se aferran a las construcciones del pasado). La misma ciudad
del Vaticano da esta impresión a quien la visita. El Concilio Vaticano II es
otra de ellas. Ya ha mutado. A toda velocidad. Ya lo han entregado, y si
sentimos el alivio, nos confundimos, ya viene algo nuevo; sobre la venganza, la
entrega de posiciones y chivos emisarios, viene la nueva forma de ilusión. Más
corta todavía. Pero amontonando mayores perversiones. Más llena de odio. No se
alegren porque caiga. Pero no lo lamenten tampoco y quieran volver a lo
anterior. “El que esté en el campo, no
vuelva atrás…” (Mat 24,18)
Alguien dijo por ahí que la historia es
cíclica. Pues sí y no. Dios es uno y eterno, es siempre el mismo en la
historia, no hace ciclos. El demonio hace ciclos de perversión renovada ante
cada fracaso de su embate (esto que digo, es Calmel), él es cíclico y renovado
hasta que sea arrojado al infierno. Pero Dios no.
La historia del hombre se deshace en forma
palmaria ante nuestra vista; el siglo pasado es tan pasado como el imperio
Persa. La civilización cristiana y su monarquía, son como la momia de Tután
Kamón.
Concluimos.
El
hombre, su ciudad y su historia, sólo pueden ser restaurados bajo la influencia
de la AUTORIDAD, y es desde allí que surge la libertad. Pero la autoridad sólo
puede ser ejercida en relación a otro que la acepta como buena. Esta capacidad
está por fuera de las fuerzas naturales del hombre. La única restauración es
por efecto de la Gracia que se instala en el alma del hombre y en dónde Dios se
reconoce a sí mismo. La gracia se distribuye al hombre desde Cristo y su
Iglesia en la tierra, que mantiene el recuerdo - renovación - de su autoridad con hombres consagrados, es
decir, con medios también materiales, aunque mínimos. (La doble esencia del
sacramento, materia y forma, habla de ello).
El hombre sin gracia no puede realizar actos de una consistencia histórica
perdurable, sólo puede hacer actos efímeros. El hombre sin gracia no hace
historia. La historia sin gracia se acaba. La ciudad del hombre es historia. La
ciudad sin gracia se acaba. Cuando el hombre rechaza la gracia, termina la
historia.
Pero además, el hombre es hombre y sigue
siendo hombre, y el precio de la gracia es la Muerte. Para entrar en la
“estabilidad” total, hay que morir. El
hombre nunca logrará la total consistencia de su obrar sino después de pasar
por la muerte. Y la historia, como actos del hombre, sigue el mismo curso. Debe
terminar como termina la vida, dejando de ser vida, dejando de ser historia. Y
nos damos cuenta que la vida está terminando cuando se debilitan los signos
vitales. Y nos damos cuenta que la historia está terminando cuando se debilitan
los signos históricos. Y muchos, con buena intención tratan de reavivarla, con
golpes en el pecho y respiración artificial; con renacimientos de buenos
símbolos históricos – como la vieja monarquía- y está bien. Pero un día te
quedas sentado viendo los últimos estertores y sabes que ya no puedes hacer
nada. Que hay que llamar al cura.
¿Qué piensan que hay que reforzar en el
esfuerzo revitalizador? ¿La historia o la gracia? Tomen el pulso, calculen el daño.
Como bien dijo un sabio contradictor de estos
cocodrilos, somos “tradicionalistas de la gracia”, no de la historia. Queremos
transmitir la gracia, no la historia. La historia de la gracia. Desde la gracia
la historia. Y la gracia traerá la “verdadera historia”, no la que nosotros
juzgamos útil. Porque realmente, lo más paradójico, es que no sabemos sin ayuda
de la gracia lo que es historia. Y porque la única y verdadera historia, es la
historia de la gracia en los hombres, que está escrita en un libro, allá en el
Cielo. “¿Quién es digno de abrir el libro?” (Apoc, 5,2) Y queda un hilo finito de nuestra historia.
Como verán, y como ocurrió en la Primera
Venida, hay una historia que se pierde en la nada frente Cristo y que con Él se
hace NUEVA, se resignifica toda, y troca completamente en otra historia. La
Historia de la Redención del Hombre. La plenitud de los tiempos.
Los historiadores suelen ser sordos y ciegos
ante este cambio, y así como interpretan con total rapidez que la naturaleza
sufre un pequeño golpe de timón con la gracia y no un salto eminente; ven a la
historia apenas sufriendo una corrección de rumbo en la Venida del Señor, y no
un salto eminente. (Muchas veces se produce esto por cuestiones metodológicas y
académicas en que el trascurso del tiempo debe mantener una causación racional,
explicable y lineal).
Y
hay un final de la historia, en que la historia se hace nada frente a la
Segunda Venida, y donde se resignifica completamente en una nueva historia que
relata el Libro de los Siete Sellos. Que comienza a hacerse patente y que dará
el salto a la metahistoria. Pero, lo que queremos resaltar, es que “nuestra”
historia caducará, y se comenzará a hacer patente esa Otra Historia, la del
Libro, poco antes del final.
Varias actitudes quedan ante este diagnóstico
sobre una historia que se borra y se hace ajena y que se anuncia desde todos
los rincones del pensamiento. Sin duda alguna, todos coinciden que vienen
“otros tiempos”, y esto lo hacen desde diestra y siniestra. ¿Cuáles son estas
actitudes? : La evolución definitiva y democrática en mañanas que cantan. ¿Un milenio? o, La Parusía. También hay quienes dicen La
Parusía y un milenio. O nada de esto. O
simplemente estamos viendo fantasmas como a muchos otros les ha pasado en
crisis históricas, y sigue la historia con sus causas y concausas, para seguir
siendo algo no muy diferente a lo anterior, con alzas y bajas.
La
Naciones ¿retomarán su protagonismo histórico? ¿O se hunden ante un sistema
mundial que todo lo aniquila o todo lo hace nuevo? La Iglesia ¿ha llegado a su
momento de reducción previo a la Parusía, o saldrá en un Nuevo Paradigma?
¿Está ocurriendo algo nuevo, anormal,
extraordinario? O no. Para contestarse
estas cosas quedan cuatro vías. 1.- El optimismo progresista; 2.- la Profecía; 3.- el unirse a la corriente para corregir rumbos
restauradores en “la confianza de las reservas civilizadoras de la sociedad
moderna” (lo que implica un esfuerzo enorme de la memoria histórica que luche contra
la amnesia revolucionaria); o… 4.- pegarse un tiro ante el espectáculo
increíble de una civilización arrasada y sin remedio.
Cada uno elegirá lo que más le cuadre.
Nosotros con Castellani (y a pesar de las diferencias) entendemos que pueden
haber llegado los tiempos en que “Nadie podrá aguantar si Cristo no volviese
pronto”… “Su único apoyo serán las profecías. El Evangelio Eterno (es decir el
del Apocalipsis) habrá reemplazado a los Evangelios de la Espera y del
Noviazgo; y todos los preceptos de la Ley de Dios se cifrarán en uno sólo: mantener
la fe ultrapaciente y esperanzada”.
Y entonces… nos queda por ver en qué anda la
profecía. Pero lo dejaremos para más adelante si nos dan las fuerzas y el
conocimiento. Por ahora y como conclusión de todo lo dicho, las naciones, los
pueblos y los imperios, son ruinas de ruinas. Y viene algo Nuevo. Tan Nuevo y
tan Viejo como Cristo.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Para el obligado el mandato del poder es heterónomo y el de la autoridad es autónomo. Kant en estado puro!
ResponderBorrarLos mismos satanismos a lo largo de la Historia y la humanidad misma, lo que ahora ya ocupan el lugar santo.
ResponderBorrarABOMINACION berGOGliana consummata est
Aún más notables son las declaraciones del Cardenal progresista y Padre conciliar Suenens, uno de los prelados más liberales del siglo XX, el cual habló, en tono triunfalista, de los antiguos regímenes que se vinieron abajo. Las expresiones que empleó para elogiar el Concilio son excepcionalmente reveladoras, quizás las más escalofriantes y perjudiciales de todas. Suenens afirmó: “El Vaticano II es la Revolución Francesa de la Iglesia.”47
ResponderBorrarY, no hace mucho aún, el propio Cardenal Ratzinger, que aparentemente no se inmutó con tales confesiones, añadió su propia declaración. Según él, el texto Gaudium et Spes del Vaticano II, no es otra cosa sino un “Anti-Syllabus”. Así lo expresó:
Si se desea presentar un diagnóstico del texto (Gaudium et Spes) en su totalidad, podríamos decir que (en unión con los textos sobre la libertad religiosa y las religiones del mundo) se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus... Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789... La postura unilateral adoptada por la Iglesia bajo Pío IX y Pío X, en respuesta a la situación creada por la nueva fase histórica que inauguró la Revolución Francesa, fue en gran parte corregida via facti, especialmente en Europa Central; pero aún no había una declaración de principios sobre la relación que debería existir entre la Iglesia y el mundo que surgió en 1789. En efecto, los países con acentuada mayoría católica mantuvieron una actitud abiertamente prerrevolucionaria. Difícilmente podrá alguien negar hoy que los Concordatos español e italiano procuraron conservar una parte de la visión del Mundo, que ni de lejos correspondía a la realidad. En lo que atañe a la educación y al método histórico-crítico de la ciencia moderna, pocos podrán objetar hoy que existían anacronismos, una clara consecuencia de la adhesión a una obsoleta relación entre la Iglesia y el Estado.48
Obsérvese la extrema osadía de un Cardenal que califica de “unilaterales” ¡a dos de los más grandes Papas de la Historia de la Iglesia en su esfuerzo por protegerla de los errores del Liberalismo y del Modernismo! Según el propio Cardenal Ratzinger, en el Vaticano II la Iglesia “intentó” “corregir” y “impugnar” las enseñanzas del Beato Pío IX y de San Pío X, y, en oposición a éstas, “intentó” reconciliarse con la Revolución Francesa y con la Ilustración.
http://www.devilsfinalbattle.com/span/ch6.htm