A modo
de resumen de lo que venimos argumentando estos últimos meses, les traigo a
colación éste artículo de Rubén Calderón Bouchet, publicado en la revista
Maritornes del año 2001, que con humor, sencillez y erudición, logra esas
síntesis para las que tenía un don especial, y cada párrafo – proveniente de
una hondura espiritual y sapiencial de serena y decantada fuente – da la clave
sobre cada uno de los temas que con tanto esfuerzo hemos garrapateado.
Los Cocodrilos del
Foso
EN POCAS PALABRAS
Existen en la actualidad dos actitudes que
ejercen una suerte de tiranía intelectual sobre el hombre contemporáneo: la
cronolatría y la religión de los hechos.
El tiempo, inexorablemente progresista, guarda en su seno la novedad salvadora:
hoy no se puede ser monárquico y menos aquí, en la República Argentina, donde
la tradición monárquica desapareció con la Revolución de Mayo y resulta un
chirriante anacronismo tratar de resucitarla; por lo demás, la democracia
liberal es un hecho indiscutible con el que hay que contar para cualquier
aventura política que pretenda un cierto consenso. Ahora, si usted se dedica a
declamar algunas jaculatorias perimidas en un pequeño cenáculo anacrónico, está
usted en su derecho. Se trata de un entretenimiento poco peligroso y no hay porque rasgar nuestras democráticas
vestiduras ante un gusto poco contagioso.
Reconozco el valor de estas objeciones, por
lo menos en el terreno fáctico en que se plantean, pero me gustaría formular
una modesta réplica para defenderme de una acusación que me coloca en la
posición de un “momio” irredimible. Al fin de cuentas los médicos tienen en su
mente la idea ejemplar de la salud humana y saben perfectamente que, como tal,
no se da en ninguno de nosotros. La democracia liberal es una enfermedad del
cuerpo social y sus malas consecuencias no tardan mucho en manifestarse de modo
que convocar la ejemplaridad de una sociedad políticamente sana, no resulta una
faena absurda aun cuando sepamos muy
bien en la compañía del viejo Maurras, que la salud no es contagiosa y que, con
nuestra prédica, no corremos el peligro de arrastrar muchedumbres y quitarles
los votos al bribón de turno.
Hoy, junto a los futurólogos están los
hechólogos, los que se atienen a lo que es y por supuesto, consideran que no
tomar en cuenta la contundencia presencial del “factum” es perder de vista la
realidad. En política hoy hay que ser liberal, no hay otra salida: el cáncer
esta aquí y debemos contar con él si queremos una dieta adecuada. Nada más
claro ni perspicaz ¡ pero el médico insistirá en curar el cáncer con todos los
medios a su alcance! y manteniendo fija en su mente la idea de una salud
fisiológica que le sirve de causa ejemplar.
¿En
política no se puede ser médico? ¿Es necesario colaborar con la empresa de
pompas fúnebres y preparar el velatorio con todos los ornatos de una
republicana despedida? Considero que en todos los casos hay que sacar la cabeza
del agua y nadar contra la corriente para no caer en el pecado de un seguro
suicidio.
¿Es que hay algún antecedente monárquico en
su familia? Si, ¡Cómo no! Y también masónico. El primero de los míos que llego
a estas tierras en 1540 se llamaba Gaspar e indudablemente era un súbdito fiel
de Carlos V y acaso lo fuera con mas orgullo que yo con respecto al presidente
de turno. Recordemos el famoso dicho de Arturo de Foxá: “Se puede morir por un
monarca, pero morir por un presidente es como morir por el sistema métrico
decimal”. Cuando la primer magistratura política se ha convertido en algo
ridículo, el sacrificio exigido al ciudadano invita a loar las glorias de la
deserción. No olvidemos que fuimos un Imperio y no una colonia, hasta Ricardo
Levene se dio cuenta de este hecho, de manera que recordar las glorias de
nuestros orígenes es ponernos en contacto con un abolengo real que no tenemos
por qué considerar absolutamente perimido. El olvido es una ley higiénica
cuando se trata de acontecimientos penosos que deprimen el ánimo, pero es una
enfermedad de la memoria cuando olvidamos sucesos que enaltecen y ayudan a
vivir.
Toda mi vida he contado con un interlocutor
sardónico que trató siempre de combatir mis pensamientos más nobles cubriéndolos con la burla de sus
sarcasmos. Ahora mismo me susurra en la única oreja que me queda: ¿A quien pensás
poner de rey en la Argentina, pedazo de pazguato? ¡A nadie, hijo, a nadie! –le
respondo alarmado-. Pero pensándolo mejor, el argentino ha sido siempre
monárquico y ha tratado de enaltecer sus caudillos hasta el pináculo de una
suerte de monarquía plebiscitaria. Es cierto, no se puede hacer un rey de un
atorrantito cualquiera y por mucho que gritemos: ¡Que grande sos!, no le
añadimos ni un centímetro a su cabal estatura.
El diablito –sin duda es uno de la legión- me
mira entre irónico y un poco molesto, porque el argumento “ad hominem” le pesa
y se da cuenta que los argentinos somos muy democráticos cuando hacemos
reclamos y, bastante tiránicos cuando el “mandamás” nos acaricia el lomo con
sus halagos demagógicos. Un rey no necesita acariciar el lomo de la bestia. Su
magistratura no depende de los votos y descansa en la continuidad de una línea
histórica que, mientras no se rompa, mantiene la unidad y la cohesión de un
pueblo histórico.
¿Y
cuando se rompe?
El pueblo queda huérfano y a la disposición
de los financistas que tratarán de inventarle una oligarquía de junta votos
para que los representen y pongan sus caras impermeables a las escupidas,
mientras ellos facturan las ganancias y mantienen una publicidad mentirosa que
los sostiene en su anonimato tan provechoso como irresponsable.
¿Y con ese esquemita pretendes explicar una
historia de conquistas populares y de indudables adelantos en el terreno de las
libertades civiles?
No
pretendo nada. Los esquemas sirven para evitar los discursos demasiado largos,
por lo demás tengo algunos volúmenes escritos en los que he desarrollado con
amplitud el contenido de lo que tú llamas un esquemita. Léelos.
Lo único que me faltaba es ponerme a leer las
estupideces tuyas. No soy tu ángel de la guarda y mi faena es hacerte
comprender que debes servir a Satanás si quieres ser algo en este mundo. Pero
estás empeñado en mantener un
anacronismo que marcha directamente contra el culto de Cronos que es uno de los
nombres de mi jefe y el que mejor marca su posición revolucionaria.
Querés que te diga la verdad, diablito, ¡me
tenés podrido! Lo que estás diciendo lo he oído tantas veces en mis largos años
y dicho por tantas voces mentirosas que no sé cómo, todavía consiguen orejas dóciles a sus
consignas. Es verdad que los diarios colaboran, junto con los otros medios de
publicidad, para mantener en la gente una imbecilidad a prueba de balas y
hacerles creer cosas que han probado mil veces su falacia.
Como siempre nos separamos un poco enojados.
En otros tiempos el Ángel de la Guarda hablaba en mi favor, pero desde el Concilio
Vaticano II se ha tomado vacaciones y como nadie cree en él, ha decidido cortar
por lo sano y no ocuparse de nuestro destino a no ser que una fe muy profunda
lo conmueva y lo ponga en la vía de realizar su faena defensiva. Con un poco de
timidez y con esa inseguridad que dan las convicciones cuando no proceden de
una piedad firme y segura, le pido que me dé algunas razones que me permitan
una defensa del trono en este país independiente y mayor de edad en materia
política. Como el Ángel no me responde me
limito a repetir una vieja lección, que he enseñado muchísimas veces
pero que nadie ha tomado en serio a pesar del aparato teológico con que he
tratado de respaldarla.
La palabra padre es un término análogo y su
analogado principal es Dios en persona. Su traslado al orden biológico es una
transposición legítima en la medida que se respete su origen divino y se
advierta con claridad su procedencia. El varón es padre, no tanto porque
engendra al hijo en un acto generativo, sino por la proyección espiritual que
asume sobre su crianza y su educación. En esta misma línea espiritual debe
entenderse la paternidad del Sacerdote y por supuesto la paternidad del
gobernante que debe ser también sacerdotal por la unción sacramental que recibe
de la Iglesia y el carácter fundamentalmente religioso de su providencia
política. Un gobierno que no entienda su misión en términos teológicos no es
cristiano y no puede recibir la impronta de la Gracia porque carece de esa
propiedad de la naturaleza humana que ha sido tradicionalmente conocida como
“imago Dei”.
¡Así te quería pescar! – el diablito asoma
nuevamente su hocico puntiagudo de rata viscosa y me increpa con su cuerpo
tembloroso de rabia-. ¡Ahora resulta que el orden político por ser creado por
Dios debe respetar la semejanza impuesta
por el creador y mantener para siempre el símbolo del Rey-Sacerdote, en vez de
seguir las fluctuaciones impuestas por el progreso revolucionario!
Te he dicho mil veces que el progreso no es
revolucionario, y si esa palabra tiene un verdadero sentido esjatológico, debe
ser entendida como sinónimo de santificación. Cuando el hombre muere, su cuerpo
entra en un proceso de cambios tan
acelerados que en muy poco tiempo resulta irreconocible. La muerte es el
verdadero analogado de la revolución, y la monarquía la única forma de gobierno
que proyecta sobre la sociedad, bien o mal,
la imagen del padre. ¡Que no podemos tener un gobierno de esa naturaleza
es una decisión revolucionaria que han impuesto ustedes, la legión demoníaca,
para destruir en los hombres la imagen del Creador!
¡Uff,
qué aburrido! Desde tu conversión te he visto envuelto en esa marejada de
beaterías que nacen, probablemente, de tus antepasados celtas a los que te
pareces tanto por el aspecto como por el carácter de tu humor místico tan
reñido con la realidad.
Me callé. Con este hijo… de su madre, no se
puede hablar y cuando comienza a enumerar el triunfo de los hechos como si
fueran argumentos contra la verdad, confieso que pierdo un poco los estribos y
se me pierde la buena hilación de las razones. ¡Claro, si ganaron tienen razón!
Y si no, ¿Por qué ganaron?
Vinieron los sarracenos y nos molieron a
palos, que Dios ayuda a los malos, cuando son más que los buenos. Los nuevos
“sarrachines” son los revolucionarios y aquí cabe el dicho italiano: “Vergogna
dil cristian qu’al sarrachin si rende”.
Al verme un poco apabullado la rata se
reanima y mostrando sus dientes amarillos en una mueca que pretende sardónica,
me recuerda:
No
te olvides que fue León XIII, un Papa más o menos de tu gusto, el que propuso
el “Ralliement” con la revolución y, hasta adopto el término “democracia” para
hacerlo entrar en el “marote” de esos emperrados enemigos de la república que
fueron los legitimistas franceses.
No me hables de la política de los Papas que
salvo honrosas excepciones, Pio X por ejemplo, ha sido un gran retroceso frente
a los embates de la revolución y acaso para salvar algunos islotes de la
presencia cristiana en la sociedad actual, han aceptado compromisos que,
indirectamente, afectan la buena doctrina. La política del “ralliement” provocó
el advenimiento de la democracia cristiana y con ella las lucubraciones
mistagógicas de ese imbécil de Marc Sangnier tan claramente condenado en “Notre
Charge” de Su Santidad Pio X. Sé como cualquiera que en materia de régimen
político la Iglesia no ha canonizado a ninguno, pero - no obstante - las exigencias del buen criterio y Magisterio
Santo, pueden hablar y hablan efectivamente de sistemas “intrínsecamente perversos”
como el comunismo explícitamente ateo,
dejando caer sus anatemas sobre todos los que son tácitamente ateos y
que sin negar la existencia de Dios no reconocen sus mandatos en la institución
de su única religión. Y en esos sistemas están incluidas todas las democracias
liberales, sin ninguna excepción.
El Diablillo, que debo reconocer no es muy
importante ni por su tamaño ni por su envergadura intelectual, se subió a mi
escritorio y desde allí me apunto con su dedo de uñas ratoniles, diciéndome con
calculada ironía:
La Iglesia ha cambiado y ya no solamente admite una pluralidad de posibles gobiernos sino que privilegia con especial énfasis a esa democracia liberal que tú condenas con excesiva ligereza. ¿No estarás separándote demasiado de ese Santo Magisterio que con tanta devoción señalas cuando sus enseñanzas coinciden con las tuyas propias?
La Iglesia ha cambiado y ya no solamente admite una pluralidad de posibles gobiernos sino que privilegia con especial énfasis a esa democracia liberal que tú condenas con excesiva ligereza. ¿No estarás separándote demasiado de ese Santo Magisterio que con tanta devoción señalas cuando sus enseñanzas coinciden con las tuyas propias?
Se
me atragantó el gañote, se me nublo la vista y busqué con la mirada algo para
tirarle por la cabeza, pero desgraciadamente todo lo que tengo tiene para mí su
valor y reconozco que mis rabietas nunca han superado la santa conservación de
mis bienes. Descolgué un crucifijo que tengo en un costado de la biblioteca y
pronuncié la consabida fórmula del conjuro: ¡Nómbrese a Jesucristo!
El diablillo desapareció y yo me quedé
rumiando un poco la angustia de no poder conciliar mi fe con las enseñanzas
impartidas por los Papas a partir del Vaticano II.
Rubén
Calderón Bouchet
Visto
en: Los Cocodrilos del Foso
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Los diabletes conciliares han ido sentandose en todas las sillas, mesas y tronos.
ResponderBorrarLos apostatas herejes trepadores dicen ser los CATOLICOS, el resto es fanatico y cismatico. THE END. DIOS NO LOS PERDONE. Ya queda poco...
ResponderBorrarGOZOS A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Dios Uno y Trino,
A quien tanto
Arcángeles, Querubines,
Ángeles y Serafines,
Dicen Santo, Santo, Santo.
A vuestra inmensa Deidad
Indivisa tres Personas,
Clamamos, pues nos perdonas
Nuestra miseria y maldad;
Por esta benignidad,
En tu misterioso canto,
Ángeles y Serafines, etc.
Interminable Bondad,
Suma Esencia Soberana,
De donde el bien nos dimana,
Santísima Trinidad;
Pues tu Divina piedad
Pone fin a nuestro llanto,
Ángeles y Serafines, etc.
El trisagio, que Isaías
Escribió con grande celo,
Le oyó cantar en el Cielo
A angélicas Jerarquías,
Para que a sus melodías
Repita nuestra voz, cuanto
Ángeles y Serafines, etc.
Este Trisagio Sagrado,
Voz del Coro Celestial,
Contra el poder infernal
La Iglesia le ha celebrado;
Con este elogio ensalzado,
Que en fe, amor y adelanto,
Ángeles y Serafines, etc.
De la subitánea muerte,
Del rayo y de la centella,
Libra este trisagio y sella
A quien le reza: y advierte,
Que por esta feliz suerte
En este mar de quebranto
Ángeles y Serafines, etc.
Es el iris que en el mar,
En la tierra y en el fuego
En el aire, ostenta luego
Que nos quiere libertar;
Por favor tan singular
De este prodigio y encanto
Ángeles y Serafines, etc.
En escudo Soberano
De la Divina Justicia,
Y de la infernal malicia
Triunfa devoto el cristiano;
Y como el demonio ufano
Huye de terror y espanto,
Ángeles y Serafines, etc.
En vuestra bondad me fundo,
Señor Dios, fuente inmortal,
Que en el Coro Celestial
Cantaré este himno yucundo;
Pues en los riesgos del mundo
Me cubrís con vuestro manto;
Ángeles y Serafines,
Dicen Santo, Santo, Santo.
Dios Uno y Trino,
A quien tanto
Arcángeles, Querubines,
Ángeles y Serafines,
Dicen Santo, Santo, Santo.
Bendita y alabada sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Santísimo Sacramento del Altar, y la Purísima Concepción de María Santísima Señora Nuestra, concebida sin mancha de pecado original, en el primer instante de su Ser natural. Amén.
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