lunes, 19 de septiembre de 2016

Marx y la esperanza en la historia – Rubén Calderón Bouchet



  Marx fue un pensador burgués. Mal economista en el sentido riguroso y hasta científico del término, no fue el mejor filósofo, pero tuvo el genio de dar al sentido exclusivamente económico de la vida un soplo de demencia religiosa que desató la esperanza de un cambio total provocado por el paso de los medios de producción de las manos del capitalista a las del pueblo organizado. Esta idea fue sembrada sobre una conciencia de la cual no había desaparecido la esperanza esjatolójica en el Reino de Dios y de una transformación del hombre provocada por el fermento de la gracia divina y la conversión religiosa de la voluntad, pero en cuyas convicciones más profundas había entrado para siempre el culto del trabajo humano y la confianza en una redención puramente antropocéntrica.

  Marx no examinó la actividad económica en su sentido lato, a la luz de la eficacia productiva. En ese orden de reflexiones el capitalismo tiene sobre sus ideas todas las ventajas de la eficiencia y a su favor el peso aplastante de las estadísticas y el mejor standard de vida. Pensó la actividad económica en términos de una fuerza transformadora de la naturaleza y la dotó de un ímpetu soteriológico capaz de provocar el advenimiento de un "hombre nuevo", el producto de un salto cualitativo en la evolución de la especie. Era una idea au jour, nacida de una hipótesis biológica y de un tremendo deseo de que fuera verdadera para terminar con el dogma de la creación de la nada. Marx nunca supo bien qué cosa sería ese hombre socialista, pero el sueño armonizaba con sus ambiciones titánicas y coronaba el esfuerzo dialéctico de Hegel con un porvenir. Por el momento y hasta tanto la realización del socialismo no provocara el paso de la pre-historia presenta a la verdadera historia, la visión de este fin último brotado del abrazo de la economía y el evolucionismo biológico incoaba la esperanza en la historia.

  Tener esperanza en la historia es fundar el sentido de la vida en la huidiza movilidad del tiempo. Personalmente esa esperanza es insostenible, porque supone pasar por encima de la inevitable muerte individual. Puedo esperar más allá de la muerte y podrá discutirse la cordura de semejante esperanza. Pero esperar con el convencimiento de que la muerte tiene la última palabra es indudablemente una esperanza desesperada, o más simplemente una forma bastante complicada de la desesperación.

  El marxismo no habla de esperanzas personales y trata de fundar una suerte de esperanza colectiva. Yo espero por otros, pero no por otros que esperan personalmente eso que yo espero por ellos, sino por otros que todavía no son y de los que a ciencia no sé lo que esperarán, en caso de que esperen algo. Mi esperanza se adhiere a un espejismo que permitirá a las generaciones sucesivas ir sacrificándose una tras otra detrás de una ilusión que la muerte de cada uno apaga de un manotazo.



Rubén Calderón Bouchet – “Esperanza, Historia y Utopía” – Ed. Dictio 1980 – Págs. 187-189.




Nacionalismo Católico San Juan Bautista

2 comentarios:

  1. Utopias dementes mundanas materialistas e historicas pre-modeladas por un poseso social y cultural. El demonio marxista es de los peores que ha parido la humanidad, desde el Satán que lo ha mandado para obreros sin fe, capitalistas sin corazón, y curas sin encarnación. Que los primeros que defendían en el tajo y el suburbio industrial a los obreros y sus familias explotadas FUERON SACERDOTES ECLESIALES.

    Luego encima nos han venido los curas letrinoamericanos liberacionistas, encima, para redondear la coñeta postconciliarmente. Con paco1 jesuitas de excremento final necesario NWO FABIANISTA.

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  2. De mí (seglar, un ciudadano más identificado de entre las masas, de entre las mayorías), se pueden decir muchos de mis fallos y debilidades, pero creo que no sería justo que se afirmara que no deseo dialogar con los que no sienten ni creen ni piensan ni aman como yo: viviendo en sistemas de democracia formal o representativa...

    De modo que también a veces dialogo con el marxismo. Pero no termino de entender a los neomarxistas. Verbigracia: Michel Bachelet, la actual Presidenta chilena, es socialdemócrata, o sea, laicista, es agnóstica o tal vez atea, defensora de la ideología de género, que ahora se aplica o implementa en Chile. Y sin embargo, desde sectores de la izquierda extrema es criticada, la chilena Michel Bachelet, ¿por qué? ¿Es que la critican porque no es suficientemente abortista, feminista, laicista, comunista, atea, antieclesial…? ¿O es que la critican porque no aplica una política económica verdaderamente “socialista, equitativa, justa”?

    ¡Vaya!, ya se cagó el perro en las papas. Resulta que las políticas económicas aplicadas en Cuba, Bolivia, Venezuela (no digamos en la China comunista de Mao, en la antigua Rusia comunista y todos sus países satélites de idéntica ideología, en la actual Corea marxista…) ¡fomentan la justicia social, el desarrollo de los pueblos, la libertad, la honradez, la voz libre de la Iglesia, la libertad religiosa y de conciencia!


    Vaya, y uno sin saberlo, mas ¿quién se cree este cuento?

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