sábado, 24 de diciembre de 2016

EVANGELIO DEL NACIMIENTO – P. Leonardo Castellani



EVANGELIO DEL NACIMIENTO [Jn 1, 1-14] Jn 1, 1-18


     En la noche de Navidad la Iglesia lee en las dos primeras misas la mitad del Capítulo II de San Lucas; y en la tercera, el Prólogo del Evangelio de San Juan, que se lee también al final  de todas las misas del  año. En San Lucas están los pormenores tan conocidos del nacimiento del Salvador, que el arte cristiano ha popularizado en todo el mundo.

     Primero está marcado el tiempo: fue en el tiempo del gran Censo o empadronamiento general  ordenado  por  Augusto  César  en  todo  el  Imperio;  y  en  la  Siria  –de  que  era gobernante–, por el Propretor Quirinius en el año 42 del César. Por este orden, debió bajar de Nazareth José con su esposa encinta a la ciudad-cabeza Bethleem, patria del Rey David, de quien ambos descendían; para que se cumpliera la Escritura:

                      Mas tu, Bethleem de Ephratah
                      pequeña entre los millares de Judá,
                      De ti me saldrá el que señoreará a Israel
                       y su origen de muy antiguo,
                      de Los días de mayor antigüedad.
                      El Jahué los entregará [a los judíos] hasta el tiempo
                      en que la que ha de parir parirá
                      y los demás hermanos volverán a Israel.
                      Y se robustecerá con la fortaleza de Jahué
                      con la majestad del nombre de su Dios Jahué
                      Y entonces habrá seguridad
                      porque su prestigio irá hasta los fines de la tierra

(Miqueas V, 1-3)

     Dante Alighieri dice muy alegre que Cristo es romano, porque eligió nacer  en el Imperio Romano y obedeciendo a una orden del Emperador... Sí, nació en el Imperio para pagar un nuevo impuesto, y para no encontrar una alcoba donde nacer; y al fin de su vida, los soldados imperiales lo crucificarán. Cristo es de todo el mundo, así como antes de encarnarse no era deste mundo. Parejamente el  P. Lombardi dice que Dios ha prometido a Italia el “primado religioso” en el mundo, porque los vicarios de Cristo viven en Roma. Son cuentos; cuentos patrióticos, como el del negro Falucho... un negro que no existió.

     El lugar fue una caravanera y un pesebre. “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales  y lo reclinó en un pesebre; porque no había para ellos lugar  en la posada”. No hubo para Cristo recién nacido ni un cubículo de fonda; y este rasgo asombroso y de tan gran patetismo está puesto por Lucas de paso, en una frase incidental. ¡Si habrán decantado sobre él los predicadores!

     Cristo quiso nacer en la mayor pobreza, quiso hacemos ese obsequio a los pobres. La piedad cristiana se enternece sobre ese rasgo y hace muy bien; pero ese rasgo no es lo esencial de este misterio: no es  el misterio. El misterio inconmensurable es que Dios haya nacido. Aunque hubiese nacido en el Palatino, en local de mármoles y cuna de seda, con la guardia pretoriana rindiendo honores, y Augusto postrado ante El, el misterio era el mismo. El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en el Universo, tomó cuerpo y alma de hombre, y apareció entre los hombres, lleno de gracia y de verdad; ése es el misterio de la Encarnación, la suma de todos los misterios de la Fe. Bueno es que los niños se enternezcan ante las pajas del pesebre, la mula y el buey; que los poetas canten:

                      Caído se le ha un clavel
                      Hoy a la Aurora del seno
                      ¡Qué glorioso que está el heno!
                      Porque ha caído sobre él.
                      .........................................
                      Las pajas del pesebre
                      Niño de Belén
                      Hoy son flores y rosas
                      Mañana serán hiel;

y que los predicadores derramen lágrimas sobre la pobreza del Verbo Encarnado; pero los adultos han de hacerse capaces de la grandeza del misterio y han de espantarse no tanto de que Dios sea un niño pobre, sino simplemente de que sea un niño.

     La herejía contemporánea, que consiste en una especie de naturalización del dogma, no tiene inconveniente en celebrar la “Fiesta de la Familia” y en enternecerse ante el “niño divino”; con tal que sea divino como todos los otros niños son “divinos”. El cristiano debe estar  atento: no es un niño como los otros niños. El  profeta Miqueas dice en el  mismo capítulo del nacimiento:

                      Aquel día te quitaré los caballos
                      dice Jahué, y destruiré tus carros
                      Y abatiré las ciudades de tu tierra
                      y arruinaré todos tus fortines
                      Y te quitaré de las manos las hechicerías
                      y no habrá cabe ti agorerías
                      Destruiré tus ídolos y tus cipos
                      y no te postrarás ante la obra de tus manos
                      Y arrancaré del medio tus lucos sacros,
                      y derribaré tus árboles idolátricos.
                      Y en ira y furor haré venganza en tus gentes
                      que no quisieron escucharme.

     Los  paganos  de  hoy  celebran  “el  día  del  Niño”  y  después  se  vuelven  a  sus espiritismos; cuando no lo celebran con hechicerías o con excesos paganos o animales. El cristiano celebra la Noche-Buena con santa alegría, pero con profundo sobrecogimiento.

                      Os anuncio una gran alegría
                      Que será para todos los pueblos:
                      Hoy os nació en la ciudad de David
                      Un Salvador, el Mesías y el Señor.
                      Y ésta es la señal: encontraréis un niñito
                      envuelto en pañales
                      y reclinado en un pesebre,

dijo el Ángel a los pastores.

     El  acontecimiento de los acontecimientos fue anunciado antes que a todos a unos pobres pastores que velaban en tomo de una hoguera en la noche helada. Ellos creyeron, y corrieron, y hallaron “lo que el  Señor les había hecho saber”; aunque al  ver  al  espíritu luminoso “temieron grandemente”; mas no pudieron temer al rey de los ángeles hecho niño pequeño. Ellos fueron los primeros ciudadanos del Reino, y sus primeros evangelistas. Ellos presenciaron el júbilo de los “ejércitos celestiales” sobre la caravanera, después de María y José, y antes que los Magos. Salieron contando el suceso y hubo pasmo y una gran esperanza entre  la  pobre  gente.  “Pero  María  conservaba  todas  estas  palabras  rumiándolas  en  su corazón”. De ella sin duda las obtuvo muchos años después el médico griego meturgemán de San Pablo llamado Lucas, el evangelista de la niñez de Cristo y de la virginidad de María, de quien se dice también que hizo una pintura de Nuestra Señora; porque era tan mal médico y mal pintor como excelente “recitador”.

                      Tunc prius ignaris pastoribus ille creatus
                      Emicuit, quia Pastor erat. ..,

canta el poeta latino Sedulius:

                      Por eso primero que a todos a pobres pastores
                      Mostróse; porque era Pastor....

     La  palabra  “primogénito”  que  pone  San  Lucas,  ha  dado  pie  a  muchos  herejes (Joviniano, Hevidio, Ebión y Eunomio; así como algunas sectas protestantes) para aseverar que la  Santísima  Virgen Nuestra Señora tuvo después  de Cristo otros hijos; cosa  que reproduce el  judío Schalom Asch en su pesado novelón que como “historia de Cristo” escribió con el  título de  El  Nazareno. Pero la palabra griega  protótokon significa tanto primogénito, como unigénito, según los peritos. Es como la palabra primeriza que usan los libros de Medicina, que se refiere al primer parto sin determinar si es único; o uno seguido de otros.

     El cántico de los ángeles sobre el khan de Belén (“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”) ha sido traducido diversamente y dado pie a muchas discusiones. La traducción más exacta es:

                      Gloria
                      en el cielo
                      a Dios; paz
                      en la tierra
                      a los hombres del beneplácito.

     Tés  eudokías  significa en griego  a los hombres  bien enseñados;  es  decir, a los creyentes; de los cuales los primeros fueron los Pastores; que si fueron tres pastores –como dice San Agustín– o doce pastores –como dice Teofilacto– no lo sabemos.

     San Lucas dice que María “dio a luz su hijo, lo fajó y lo reclinó en el pesebre”, sin ayuda de obstétricas o comadronas: el nacimiento de Cristo fue milagroso y virginal. “Los pañales –escribe San Cipriano de África– están en lugar de las púrpuras, y las fajas en lugar de las holandas de los reyes. La misma madre que da a luz es la obstetriz que presta al recién nacido sus cuidados: lo toca, lo abraza, lo besa, lo amamanta; todo ello inundada de gozo. No hay en este parto dolor ni lesión alguna... Por sí mismo se desprendió del árbol este fruto maduro”.

     La tradición del pueblo cristiano ha retenido desde los primeros tiempos que había en el  khan  de Belén una mula y un buey: los Santos Padres antiguos se han complacido en aplicar a los dos humildes animales el versículo de Isaías, I, 3: “Conocerá el buey a su dueño - Y el asno el pesebre de su Señor”. La tradición española tiene que San José llevaba el buey para pagar el tributo al Déspota Imperial, y la mula para cabalgadura de María; puesto que de Nazareth a Belén hay cuatro días de camino a pie. El bueno de Maldonado se opone a esta tradición, diciendo que si tenían una mula no eran tan pobres, y no les hubieran negado lugar en la fonda. Pero ¿no se puede ser pobre y tener una pobre mula?

     Para mí que la mula fue prestada.

     Y así pasó esa noche que habría de ser recordada como Buena por excelencia en todo el mundo por siglos sin fin, sin que nada pasara en el mundo fuera de un movimiento de pastores y una nueva estrella desconocida que vieron tres astrónomos caldeos en el cielo de Oriente. El Verbo de Dios se hizo hombre, y los periodistas de aquel tiempo no se enteraron de nada. Pasó la noche y vino el Alba y un nuevo día. “Caído se le ha un clavel - Hoy a la Aurora del seno...”.

      “Y pecaron los hombres como todos los días”, dijo el poeta Paúl Fort. Esto se puede poner  en  verso  ¿por  qué  no?  por  lo  menos  para  no aparecer  como  enemigo  de  los “villancicos”.

                      Hoy ha nacido un niño y hay un gran parabién
                      Hay cánticos de ángeles y hay luces en Belén.
                      Hoy ha nacido un niño: una mula lo aceza
                      Un obrero lo adora y una virgen lo besa.
                      Hoy ha nacido un niño; y unos pobres pastores
                      Vienen de prisa a verlo con corderos y flores.
                      Gloria a Dios en los cielos, paz a los que han creído
                      ¿Cuál pensáis será el nombre de este recién nacido?
                       Paz a los que han creído y a los que han de creer
                      ¿Quién pensáis será Este nacido de mujer?
                      Hoy ha nacido un niño muy antiguo de días
                      Más que el Hermón nevado con su testa de armiño
                      Que viene de las últimas místicas lejanías
                      Hoy ha nacido un niño y es Dios que se ha hecho niño
                      Y pecaron los hombres como todos los días.

     El pueblo judío era un buey pesado y bruto; y era cabezudo como una mula y tan ignorante y mistificado como el pueblo argentino: tenía que haber pensado que si Dios se hacía hombre –si se realizaba en el mundo la perfección de la Humanidad en un hombre– ese hombre iba a pasar desapercibido, y que había que abrir bien los ojos. Así  que el  buey reconoció a su Señor; y el Pueblo Elegido pasó la Noche Buena como todas las otras noches; y sigue pasándola.



Leonardo Castellani – El Evangelio de Jesucristo 1957




Nacionalismo Católico San Juan Bautista


1 comentario:

  1. https://youtu.be/RMHguvZPcqQ
    Vivaldi - Gloria

    NATIONAL CHAMBER ORCHESTRA OF ARMENIA

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