En otros tiempos la figura de Viktor Orban y la
concepción política húngara adoptada en estos últimos años hubieran pasado desapercibidas, pero en el actual sistema
político mundial donde se imponen desde los centros de poder y las logias regímenes
políticos homogéneos, desprovistos de valores y fundamentados en tecnicismos
que se oponen al orden natural, la situación de Hungría es un punto de
referencia ineludible para aquellas naciones que se encuentran en vías de disolución
por haber perdido su identidad en el actual proceso globalizador,
mercantilista, apátrida y tecnocrático.
Hungría, país del este europeo que fue fundada hace 1000
años por San Esteban logró superar 2 guerras mundiales y la ocupación comunista
luego del pacto de Yalta.
En la actualidad
Hungría está enfrentada a la Unión Europea, defendiendo las raíces cristianas
de Europa y la propia identidad nacional.
El líder húngaro Viktor Orban que encabeza la
rebelión contra las élites que gobiernan desde las sombras a Europa surge de las entrañas del sistema -fue
secretario de la organización juvenil comunista (KISZ) en su segundo colegio-,
responde a las ansias de cambio evidentes por todas partes como consecuencia
del desmoronamiento del régimen, estudia en Oxford con una beca de la Fundación
Soros y acaba fundando un partido, la Alianza de Jóvenes
Demócratas (Fidesz: Fiatal Demokraták Szövetsége o Unión Cívica
Húngara) del que, tras un audaz discurso en la Plaza de los Héroes de Budapest
en el que demanda elecciones libres y la retirada de las tropas soviéticas,
pasa a ser líder tres años más tarde. Ha recorrido un largo camino político
desde 1998, el año en que se convirtió en primer ministro de Hungría, uno de
los dos más jóvenes que han resultado electos para ese cargo en ese país. En
aquel entonces, y a pesar de la oposición de Rusia, Viktor Orban supervisó la
entrada de Hungría en la OTAN –al mismo tiempo que las de Polonia y la
República Checa– y en la Unión Europea. Durante aquel mandato de primer
ministro, en una época en que la Unión Europea era mucho más próspera que
ahora, Orban redujo los impuestos, abolió el pago de inscripción en la
universidad para los alumnos aventajados, aumentó las ayudas financieras a las
madres y atrajo a los industriales alemanes con una fuerza de trabajo barata.
Entre sus «consejeros» estadounidenses figuraba James Denton, vinculado a
Freedom House, una ONG de Washington implicada en las revoluciones de colores.
Orban era entonces el niño mimado de los neoconservadores de Washington. En
2001 recibió el «Premio de la Libertad» del neoconservador American Enterprise
Institute.
Su partido, que
nació anticomunista liberal y luego se proclamó social-liberal, es ahora
francamente conservador y nacionalista. Orban afirmó públicamente en el 2005: “yo
soy cristiano”. Una manifestación que no fue meramente verbal sino que fue
acompañada por hechos.
En coalición con
otros partidos menores en el año 2010, después de haber pasado 6 años en la
oposición, Orban logró regresar al poder, ganando
las elecciones por una importante mayoría y resuelve cambiar la Constitución,
nada extraño porque llevaban con la misma desde la finalización de la Segunda
Guerra Mundial.
El país estaba prácticamente en la ruina
luego de varios años de desgobierno socialista que dejo una deuda que alcanzó
el 85% del PIB hacia finales de 2011, Orban se vio en la obligación de solicitar
ayuda financiera urgente de otros miembros de la Unión
Europea y al FMI. Ambas instancias se negaron a soltar un euro. ¿Por qué? No
les gustaba la nueva Constitución que se acababa de aprobar en el Parlamento de Budapest por abrumadora mayoría.
Orbán, necesitado
con urgencia del crédito de 20.000 millones de
euros que amenazaban con negarle, maniobró con promesas de reformas
limitadas a la legislación. Pero esa misma semana cien mil húngaros se
manifestaron en Budapest en apoyo de su gobierno. Francamente hostil al FMI, se
negó a aplicar el régimen de austeridad recetado por los hombres de negro, pero
nunca cuestionó el reembolso de la deuda.
Como represalia
la Comisión Europea inició procedimientos legales contra Hungría, dándole un
mes para aplicar los cambios apetecidos por los eurócratas. Hasta la ex
secretaria de Estado norteamericana y candidata a presidente, Hillary Clinton, manifestó públicamente su descontento. La Unión
Europea, ocultando que su verdadera preocupación era el carácter confesional
del Estado húngaro y la defensa de la vida, exigió que se modifiquen tres
normas concretas (no las únicas) que intranquilizan mucho en Europa. Primero,
la que se refiere a la actividad del Banco Central Húngaro, pretendiendo
hacerlo más dependiente del Poder Ejecutivo, limitando entonces su autonomía.
Enseguida, la que obliga a los jueces a jubilarse tempranamente, o sea a los 62
años -en lugar de los 70, como hasta ahora- porque pareciera esconder una
operación de "limpieza" política del Poder Judicial. Y, finalmente,
la que entrega al Poder Ejecutivo el control del organismo encargado de
defender y proteger la intimidad de los ciudadanos.
Mencionar a Dios
en la Constitución (nuestra venerada 'Pepa', abre con un contundente: "En
el nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo autor y supremo
legislador de la sociedad"), comentar que nuestra
civilización europea tiene raíces cristianas, hablar de la patria, definir el
matrimonio como una unión de hombre y mujer o pretender controlar
las propias fronteras no son, exactamente, ideas radicales en ninguna otra
época. La Constitución húngara protege la vida humana desde el momento de la
concepción. El nombre oficial del país pasa de República de Hungría a
sencillamente Hungría, aunque no deje de ser una república, y hace referencia a
la Santa Corona del Rey Esteban, el primer rey de Hungría.
“Entiendo
que no estés preparada para tenerme, pero podrías darme en adopción, ¡DÉJAME
VIVIR!”
También hace referencia a "los crímenes inhumanos cometidos contra la nación húngara y sus ciudadanos durante la dictadura comunista". Menciona explícitamente que la autodeterminación húngara se perdió entre el 19 de marzo de 1955 (invasión soviética) y el el 2 de mayo de 1990 (primeras elecciones libres en la era postsoviética): "No reconocemos la Constitución comunista de 1949 porque ha servido como cimiento de un régimen tiránico. Por esa razón decretamos la legislación derivada de la misma inválida”. En ese mismo sentido el Primer ministro ha señalado: “Como herederos de 1956, no podemos permitir que Europa cercene las raíces que la han hecho grande y nos han permitido sobrevivir a la represión soviética. No hay una Europa libre sin estados-nación y sin los miles de años de sabiduría de la Cristiandad”.
Acto de inauguración en Madrid del monumento
que recuerda a los revolucionarios húngaros que se levantaron contra la antigua
URRS en 1956
La nación húngara
está siguiendo un rumbo que, desde el año 2010, la ha llevado a apartarse
decididamente de la senda liberal. En todos los planos. No sólo en el
económico: también en el cultural, en el político y en el espiritual.
Todos los años se
celebra la fiesta de San Esteban (santo rey de Hungría
quien fuera canonizado por el Papa San Gregorio VII en 1083), cuando las
autoridades del Estado participan en la misa solemne celebrada en la Basílica
de San Esteban y las Fuerzas Armadas —como decidió el actual gobierno— se
incorporan a la multitudinaria procesión que, portando la Sagrada Mano Derecha del fundador de la patria, recorre
solemnemente las calles de Budapest.
En cuanto al rol
que le compete al cristiano en esta época de apostasía, el presidente de
Hungría afirma que “reina un
pensamiento generalizado de liberalismo individualista, Europa necesita ser
repensada” "es un error que el cristianismo no desempeñe un papel
primordial" en la construcción europea y los políticos de Bruselas, que
“la gran mayoría actúa de espaldas a las raíces europeas”. “sin la renovación
cristiana que necesita Europa, el continente no volverá a la competitividad en
el mundo, ni siquiera en el orden económico”.
Orban es taxativo
en cuanto a la necesidad de retomar los valores cristianos olvidados por los
tecnócratas de Bruselas: “Los cristianos europeos tenemos que dar aliento de
nuestros valores cristianos. Hungría es un pueblo que habla una lengua sin
parientes... A Europa le preocupa los problemas de la energía, sería
interesante hablar de todos los problemas. Tenemos que encontrar una respuesta
a los problemas profundos: ¿cuál es la situación europea? ¿cómo hemos llegado?
¿qué tendríamos que hacer? Es justo si un político debe hablar sobre los
aspectos religiosos culturales. Estoy de acuerdo que todos los políticos
cristianos tenemos que estar vigías. La Biblia nos dice que los dirigentes
políticos y los religiosos tienen la obligación de hablar de esta crisis. La
crisis europea no sólo la pueden resolver los tecnócratas... Esa hegemonía
económica piensa que el problema lo soluciona el individualismo. Los vínculos
familiares la religión no cuenta. Todo es relativo para los tecnócratas. El
compromiso, la responsabilidad, el amor a la patria, la grandeza, la gloria
justa no son pronunciadas. Te tachan de retrógrado, vamos de la familia al
individuo. Hoy quieren que Europa sea así. Quieren construir una sociedad sin
Dios y Dios es un apéndice. Los valores religiosos no sean aplicados a la
sociedad. Existe un continente europeo donde los políticos van prescindiendo de
Dios”.
Acto en recuerdo de la revuelta
antisoviética de 1956, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán,
ha criticado la deriva que está tomando la Unión Europea y, frente a ésta, ha
reivindicado la idea de Estado-nación con raíces cristianas que controla sus
fronteras y se protege de la inmigración en masa.
En lo que
respecta al problema de la inmigración descontrolada Orbán ha tomado medidas,
construido vallas, aprobado leyes y dado instrucciones a las fuerzas del orden,
al tiempo que censura las políticas autodestructivas que emanan de Bruselas.
Veamos lo que,
con palabras que chocan por cierto con la postura del Vaticano, dice Viktor
Orbán a propósito de la crisis demográfica… y de la inmigración de asentamiento
con que algunos pretenden resolverla.
La
inmigración masiva no puede solucionar en absoluto el problema demográfico de
Europa. […] La historia ha demostrado que las civilizaciones que no son
biológicamente capaces de perpetuarse a sí mismas están destinadas a
desaparecer —y desaparecen. Tal es el caso de nuestra civilización, el de
Europa. La inmigración masiva, que muchos proponen como remedio, provoca
tensiones que conducen a más conflictos y terremotos políticos, debido a las
diferencias culturales, religiosas y de estilo de vida. El sentido común dicta
que Europa debe hacer frente a sus problemas demográficos por una vía natural,
respetando y protegiendo la familia y la paternidad [ni
siquiera dice “maternidad”, oigan…].
En un reportaje
al diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung el 3 de septiembre de 2015 fue más
tajante al referirse a la política migratoria de la Unión Europea: "La
llegada de migrantes, en su mayoría musulmanes, es una amenaza para la
identidad cristiana de Europa". Y al día siguiente, se expresó así en
un comunicado: "Si no protegemos nuestras fronteras, decenas de
millones de migrantes seguirán viniendo a Europa, y algún días seremos minoría
en nuestro propio continente".
Por su parte,
monseñor Laszlo Kiss-Rigó, obispo de Szeged, en respuesta a la propuesta de
Bergogliio de que cada parroquia católica de Europa reciba a una familia de
migrantes proclamó: “No es una crisis humanitaria. No son refugiados. ¡Es una
invasión!”
Orbán trata de que el
Gobierno sea un reflejo del pueblo húngaro, de lo que quieren
los húngaros. Y un gobierno en sintonía con su pueblo es anatema para los
globalistas, sobre todo para los de Bruselas. Pero en el proceso está prestando
un impagable servicio a Europa al recordar a los europeos lo que son y lo que
pueden dejar de ser en un par o tres de generaciones.
En ese sentido,
el valor de Orban está en ser una vara de medir para darnos cuenta de cuánto
hemos cambiado o, por mejor decir, cuánto han cambiado quienes nos gobiernan y
deciden los dogmas culturales.
La lista de sus
enemigos directos y de las fuerzas oscuras que quieren destruir a su país
forman un arco interminable que va desde los lobbies que operan en Bruselas
hasta el Partido Socialista húngaro, pasando por las grandes multinacionales,
los bancos, las empresas de energía y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
los “enemigos del exterior”.
“El país está prácticamente sitiado”, repiten los funcionarios y miembros de su partido que testimonian en Guerra contra la nación.
Pero el enemigo
supremo de Orban es el millonario y filántropo norteamericano George Soros.
Judío de origen húngaro, es el blanco predilecto de la prensa gubernamental. A
fines de los 80, su fundación de la Sociedad Abierta Soros había contribuido a
financiar la actividad de Fidezs, el partido de Orban.
El primer
ministro ya había acusado al filántropo millonario George Soros por la llegada
de los migrantes. "Esta invasión (de migrantes) es motivada por un lado
por traficantes de personas y por otro lado por activistas (pro derechos
humanos), que apoyan cualquier cosa que debilite a los Estados",
explicó el político conservador en la radio estatal. "Este pensamiento
occidental y la red de activistas que tiene detrás tiene su máxima
representación en George Soros", añadió Orban.
Desde sus fundaciones, el magnate financia a grupos de
derechos humanos. Su "Open Society Fundation" (OSF) apoya en Budapest
a los activistas que ayudan a los refugiados.
El judio “filantropo” George Soros
ofreciendole “ayuda” a Viktor Orban en octubre de 2010
Las críticas llovieron de todas partes, desde ONG como la americana Human Rights Watch a la mirada de grupos
LGBT, los medios de comunicación convencionales y políticos del
mundo entero. Peor, en el Parlamento Europeo fue atacado por violar los valores
fundamentales de la democracia y la libertad.
El New York
Times, celoso sostén del establishment, publicó en primera plana un editorial
titulado «El peligroso deslizamiento de Hungría», donde podía leerse: «El
gobierno del primer ministro húngaro Viktor Orban se desliza hacia el
autoritarismo y desafía los valores fundamentales de la Unión Europea, y todo
el mundo se lo permite.»
El fracaso o
éxito de le empresa que llevan a cabo los húngaros liderados por Viktor Orban
frente a los poderes ocultos que gobiernan el mundo es un enigma para nosotros.
Por lo pronto, como reza el preámbulo de su constitución pidamos a Dios que
bendiga a los húngaros. Ojalá: van a necesitarlo.
Santiago Mondino
Fuentes
Nacionalismo Católico San Juan Bautista