23/02/2017
« El beso de Judas », por Giotto di Bondone[1]
¡Ah, bueno! ¿Qué quieren que les diga? La verdad, esto
ya no da para mucho más: que Dios nos encuentre confesados...
He aquí un extracto de la entrevista[2] concedida el 18 de febrero por el Padre Arturo Sosa Abascal, nuevo
Superior General de la Compañía de Jesús:
P. - El cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la congregación para la
doctrina de la fe, ha dicho a propósito del matrimonio que las palabras de
Jesús son muy claras y que «ningún poder en el cielo y en la tierra, ni un
ángel ni el Papa, ni un concilio ni una ley de los obispos, tiene la facultad
de modificarlas».
R. - Antes que nada sería necesario comenzar una buena reflexión sobre lo
que verdaderamente dijo Jesús. En esa época nadie tenía una grabadora para
registrar sus palabras. Lo que se sabe es que las palabras de Jesús hay que
ponerlas en contexto, están expresadas con un lenguaje, en un ambiente
concreto, están dirigidas a alguien determinado.
P. - Pero entonces, si hay que examinar todas las palabras de Jesús y
reconducirlas a su contexto histórico significa que no tienen un valor
absoluto.
R. - En el último siglo han surgido en la Iglesia muchos estudios que
intentan entender exactamente qué quería decir Jesús... Esto no es relativismo,
pero certifica que la palabra es relativa, el Evangelio está escrito por seres
humanos, está aceptado por la Iglesia que, a su vez, está formada por seres
humanos… ¡Por lo tanto, es verdad que nadie puede cambiar la palabra de Jesús,
pero es necesario saber cuál ha sido![3]
Y esto sin mencionar los dichos del Arzobispo
Georg Ganswein, quien es nada menos que Prefecto de la Casa Pontificia de la
Santa Sede y secretario personal del « Papa Emérito » Benedicto
XVI, el cual aseguró en una entrevista concedida el 25 de diciembre de 2015 que
no se puede demostrar la existencia de Dios. Éste es un extracto de dicha
entrevista:
P. - Si alguien le preguntara: Su Excelencia, demuéstreme que Dios existe.
¿Qué le respondería?
R. - No hay prueba de que Dios exista, ni hay prueba de que Dios no exista.
La fe no opera basada en la prueba racional. La fe vive de testigos y
testimonios. Si soy convencido por un testigo y por lo que él dice, entonces
esto inflama la fe. Todo lo demás no conduce a la fe, sino que permanece fuera
de la fe. Esto es cierto también, y especialmente, en nuestros tiempos.[4]
Lamento mucho tener que añadir aquí una triste
precisión, y espero sinceramente no escandalizar a nadie al hacerlo, pero
resulta que ésta es la terrible realidad que nos toca vivir a nosotros, los
católicos « post-conciliares »…
La precisión es la siguiente: lamentablemente, lo que
dijo Ganswein fue también sostenido por Benedicto XVI antes de devenir
« Papa Emérito », cuando afirmó que no se puede « probar »
la existencia de Dios y que el cristianismo es, entre todas las « grandes
opciones » en materia de religión, la « mejor opción »,
por ser la más racional y la más humana…
En esta afirmación se combinan agnosticismo y naturalismo,
doctrinas incompatibles con la fe católica y claramente condenadas por el
magisterio eclesial. Huelga decir que la fe en Jesucristo no es una
« opción », sino que es necesaria para la salvación, y que el
cristianismo no es simplemente « mejor » que las otras « grandes
opciones » religiosas, pues se trata de la única religión verdadera.
Ésta ha sido siempre la enseñanza de la Iglesia.
Pero Ratzinger, en total conformidad con la enseñanza
del CVII en materia de ecumenismo y de la relación de la Iglesia con las
religiones no cristianas (Unitatis
Redintegratio y Nostra Aetate),
da a entender que habría otras religiones que también serían
« buenas », es decir, dotadas de eficacia sobrenatural, aunque menos
« perfectas » que el catolicismo. Doctrina por cierto herética,
condenada[5] por Pío XI en la encíclica Mortalium
Animos del 6 de enero de 1928, y que fue puesta en práctica con motivo de
las cinco reuniones interreligiosas organizadas en Asís por iniciativa de los
últimos tres « Papas »: Juan Pablo II, Benedicto XVI y
Francisco. He aquí las palabras del actual « Papa Emérito »:
« Por último, para llegar a
la cuestión definitiva, yo diría: Dios o existe o no existe. Hay sólo dos
opciones. O se reconoce la prioridad de la razón, de la Razón creadora que está
en el origen de todo y es el principio de todo -la prioridad de la razón es
también prioridad de la libertad- o se sostiene la prioridad de lo irracional,
por lo cual todo lo que funciona en nuestra tierra y en nuestra vida sería sólo
ocasional, marginal, un producto irracional; la razón sería un producto de la
irracionalidad. En
definitiva, no se puede probar uno u otro proyecto, pero la gran opción del
cristianismo es la opción por la racionalidad y por la prioridad de la razón. Esta opción me parece la mejor, pues nos demuestra que detrás de todo hay
una gran Inteligencia, de la que nos podemos fiar. Pero a mí me parece
que el verdadero problema actual contra la fe es el mal en el mundo: nos
preguntamos cómo es compatible el mal con esta racionalidad del Creador. Y aquí
realmente necesitamos al Dios que se encarnó y que nos muestra que él no sólo
es una razón matemática, sino que esta razón originaria es también Amor. Si analizamos las grandes opciones, la opción
cristiana es también hoy la más racional y la más humana. Por eso, podemos elaborar con confianza una filosofía, una visión del
mundo basada en esta prioridad de la razón, en esta confianza en que la Razón
creadora es Amor, y que este amor es Dios. »[6]
Ahora bien: esto es manifiestamente herético…
Veamos lo que dice al respecto la Constitución
Dogmática Dei Filius, promulgada por el Concilio Vaticano I el 24 de
abril de 1870:
« Sobre la Revelación: 1. Si
alguno dijere que Dios, uno y verdadero, nuestro creador y Señor, no puede ser
conocido con certeza a partir de las cosas que han sido hechas, con la luz
natural de la razón humana: sea anatema. »[7]
El primero de septiembre de 1910 San Pío X promulgó el
Motu Proprio Sacrorum Antistitum[8], con la finalidad de « conjurar
el peligro modernista », el cual incluía, al final del documento, el Juramento Antimodernista que debía
prestar todo miembro del clero, y que fue suprimido por Pablo VI el 17 de julio
de 1967[9], por ser visiblemente incompatible con la tarea de aggiornamento de la Iglesia emprendida por Roncalli y continuada
por Montini. Joseph Ratzinger efectuó el juramento (al igual que todos los
papas conciliares), por lo cual su violación lo hace incurrir ipso facto en el anatema que pesa sobre quienes
profesan la herejía modernista. Transcribo seguidamente un pasaje de dicho
juramento:
« En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las
cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta
por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir
por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto. »[10]
Para ir concluyendo, he aquí tres citas de Francisco[11] que están en perfecta consonancia con los dichos inconcebibles del
Superior General de los jesuitas sobre la necesidad que tendría la Iglesia de «
reinterpretar a Jesús »:
« En su constante discernimiento,
la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente
ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la
historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no
suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el
mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de
revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber
sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza
educativa como cauces de vida. »[12]
« No hay que pensar que el anuncio
evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o
con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. »[13]
« El mundo ha cambiado y la Iglesia
no puede encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma. Tenemos que
acercarnos a los conflictos sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de
dar una mano de consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación. »[14]
Salta a la vista que estas declaraciones coinciden
perfectamente con lo que sostiene el nuevo Superior General de la Compañía de
Jesús, de quien transcribo a continuación otro pasaje de la entrevista:
« La Iglesia se ha
desarrollado a lo largo de los siglos, no es un pedazo de hormigón. Nació, ha
aprendido, ha cambiado. Por esto se hacen los concilios ecuménicos, para
intentar centrar los desarrollos de la doctrina. Doctrina es una palabra que no
me gusta mucho, lleva consigo la imagen de la dureza de la piedra. En cambio la
realidad humana es mucho más difuminada, no es nunca blanca o negra, está en un
desarrollo continuo. »[15]
Pero, a todas luces, estas palabras se hacen eco del evolucionismo
teológico característico de la herejía modernista, condenada por San Pío X el 8
de septiembre de 1907 en la encíclica Pascendi, como lo prueba el pasaje
siguiente de dicho documento:
« 25. […] Hay aquí un principio
general: en toda religión que viva, nada existe que no sea variable y que, por
lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo que en su doctrina es casi lo
capital, a saber: la evolución. Si, pues, no queremos que el dogma, la Iglesia,
el culto sagrado, los libros que como santos reverenciamos y aun la misma fe
languidezcan con el frío de la muerte, deben sujetarse a las leyes de la
evolución. No sorprenderá esto si se tiene en cuenta lo que sobre cada una de
esas cosas enseñan los modernistas. Porque, puesta la ley de la evolución,
hallamos descrita por ellos mismos la forma de la evolución. Y en primer lugar,
en cuanto a la fe. La primitiva forma de la fe, dicen, fue rudimentaria y común
para todos los hombres, porque brotaba de la misma naturaleza y vida humana.
Hízola progresar la evolución vital, no por la agregación externa de nuevas
formas, sino por una creciente penetración del sentimiento religioso en la
conciencia. »[16]
Moraleja: Los católicos tenemos actualmente dos « Papas » en el Vaticano pero,
desgraciadamente, ambos son herejes…
[5] « […]
invitan a todos los hombres indistintamente, a los infieles de todo género como
a los fieles de Cristo […] Tales empresas no pueden ser aprobadas por los
católicos de ninguna manera,
ya que se basan sobra la teoría errónea según la cual todas las religiones son
todas más o menos buenas, en el sentido de que todas, aunque de maneras
diferentes, manifiestan y significan el sentimiento natural e innato que nos
conduce a Dios y nos lleva a reconocer
con respeto su poder. La verdad es que los partidarios de esa teoría se
extravían en pleno error, pero además, pervirtiendo la noción de la verdadera
religión, la repudian […] La conclusión es clara: solidarizarse con los partidarios
y los propagadores de tales doctrinas es alejarse completamente de la
religión divinamente revelada. »
http://es.catholic.net/op/articulos/19089/cat/703/mortalium-animos.html
[11] Para
mayor información acerca de las innumerables herejías y blasfemias de
Francisco, se puede consultar el libro Tres años con Francisco: la impostura bergogliana,
publicado por las Editions Saint-Remi
en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano):
[12] Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del 24 de noviembre de
2013, § 43: https://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf
[13] Ibidem, § 129.
[14] Entrevista con Joaquín Morales Solá el 5 de octubre de 2014
publicado en La Nación:
[16] http://w2.vatican.va/content/pius-x/es/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis.html
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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