« No
os engañéis: de Dios nadie se burla » (Gal. 6, 7)
« El
Papa después indicó que el Señor le dijo a Moisés que hiciera ‘una serpiente de
bronce’: quien la mirara se habría salvado. Esta, añadió, es una figura, pero
también ‘una profecía, es una promesa, una promesa que no es fácil comprender’,
porque Jesús mismo explicó a Nicodemo que ‘como Moisés erigió la serpiente en
el desierto, así tendrá que ser elevado el Hijo del hombre, para que quien crea
en Él tenga vida eterna’. Esa serpiente de bronce era, pues, ‘una figura de Jesús
elevado en la Cruz’. ‘Pero, ¿por qué el Señor tomó esta figura tan fea, tan
mala? Simplemente porque Él vino para cargar sobre sí todos nuestros pecados y Él
se convirtió en el pecador más grande sin haber cometido ninguno. Y Pablo dice:
‘Él se hizo pecado por nosotros’, retomando la figura ‘Él se hizo serpiente’.
¡Es feo! Él se hizo pecado para salvarnos, esto significa el mensaje de la
liturgia de la Palabra de hoy, el recorrido de Jesús[1]. »
Jamás
en la historia de la Iglesia alguien a dicho que Jesús se hubiera convertido en
« el pecador más grande », y mucho menos que se hubiese hecho « serpiente »[2]. Ningún Papa, ningún
Padre de la Iglesia, teólogo, místico, santo o autor eclesiástico ha sostenido
algo por el estilo. Es más, ni siquiera entre los incontables herejes que registran
los anales pueden hallarse tamaños desvaríos. En dos mil años de historia, a
nadie pues se le cruzó por la cabeza la idea de calificar a Jesús de « más
grande pecador ». En dos mil años de cristianismo, nadie había tenido la demencial
ocurrencia de llamar « serpiente » a Jesús. Nunca. Nadie. En ninguna
parte…
Hasta
que apareció Bergoglio. El « Papa del fin del
mundo ». Decimejorge, para los amigos… Jorge Bergoglio, alias
« Francisco ». El inefable Bergoglio, el del « tango en el
altar » tras celebrar Misa, siendo Cardenal Primado de Argentina y
Arzobispo de Buenos Aires. El mismo que, ya devenido inquilino misericordioso-y-muy-humilde
de la Casa Santa Marta lanzaría imperturbable que « no existe un Dios
católico », que no le interesa la educación cristiana de los niños, que él
no es quien para « juzgar » a los gay y que el primer paso hacia la
felicidad consiste nada menos que en « vivir y dejar vivir »…
Bergoglio,
el mismo que afirma con un desparpajo a toda prueba que habría que bautizar a
los marcianos y que los musulmanes deberían buscar sostén espiritual en el
Corán. Bergoglio, el « Papa » de las « periferias
existenciales », el inenarrable profeta de la « cultura del
encuentro », el blasfemador inveterado que no desperdicia ocasión alguna para
derramar su veneno espiritual sobre todas las realidades sagradas que encuentra
a su paso. A un ritmo frenético. Compulsivamente. Como si quisiera aprovechar
cada minuto de su nefando « pontificado » para causar el mayor daño
posible en las almas, para provocar el mayor escándalo posible en los
cristianos que ingenuamente creen ver en él al « Santo Padre », al
« Vicario de Jesucristo », al « Dulce Jesús en la tierra »…
Demolición
sistemática de la doctrina, abolición en regla de la moral y profanación
metódica de lo sacro efectuadas a un ritmo vertiginoso, caracterizado por un
caudal incesante de palabras huecas y engañosas, en un torbellino ensordecedor
de insensateces sin fin, incontinencia verbal hecha carne, logorrea crónica diseminada
a los cuatro vientos, como si supiera que su tiempo está contado y que debe
ejecutar su misión maligna y disolvente con premura, antes de volverse el
objeto de la justicia divina, antes de ser arrojado vivo al estanque de fuego y
azufre, junto a aquel a quien allana el camino con notable esmero desde aquel
fatídico 13 de marzo de 2013 y su inaudito « buona sera », inconcebible
saludo profano en boca de un « pontífice » y sombrío augurio de todos
los males que su llegada habría de acarrear a la Iglesia y al mundo…
Un
breve comentario acerca de las citas bíblicas detrás de las que pretende
escudarse « Francisco » para insultar a Jesucristo. Comencemos con la
de San Pablo en 2 Corintios 5, 21: « Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él. » San Pablo no dice en absoluto que Cristo hubiese sido hecho
« pecador », ya que por definición un « pecador » es
alguien que comete pecados, lo que Cristo no hizo. Dice « pecado », queriendo
significar « ofrenda por el pecado », « sacrificio » u
« hostia » inmolada por el pecado de la humanidad rescatada por
Cristo en la Cruz, asumiendo sobre sí mismo la pena debida a nuestras faltas, mas
no la culpa.
Cito el luminoso
comentario que de este pasaje paulino hace Santo Tomás:
« […]
según la
costumbre del Antiguo Testamento al sacrificio por el pecado se le llama
pecado. Comen los pecados de mi pueblo (Os. 4, 8), esto es, las oblaciones por
los pecados. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hostia, o
bien sacrificio por el pecado. De otro modo, porque pecado se toma a veces por
semejanza del pecado, o bien por pena del pecado. Envió Dios a su Hijo en
semejanza de pecado (Rm 8, 8), o sea, que en semejanza de pecado condenó al
pecado. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hizo que El
asumiera la carne mortal y pasible. De un tercer modo, porque a veces se dice
que una cosa es esto o lo otro, no porque lo sea, sino porque los hombres
opinan que así es. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hizo
que se le tomara por pecador. Ha sido confundido con los
facinerosos (Is 53, 12)[3]. »
El siguiente
comentario de Cornelio a Lápide[4] sintetiza magistralmente la doctrina
católica sobre la expiación de nuestros pecados en la persona de Cristo, la
Víctima sin tacha que amorosamente entregó su vida en el madero de la Cruz para
salvación nuestra:
« Vers. 21. - Him who knew no sin. Experimentally, says S. Thomas, Christ
knew no sin, though by simple knowledge He did, for He did no sin. Hath made Him to be sin for us. For
us, says Illyricus, who were sin; because, he says, sin is the substance and
form of our soul. But to say this of ourselves is folly, of Christ blasphemy.
The meaning is that God made Christ to be the victim offered for our sin, to
prevent us from atoning for our sins by eternal death and fire. The Apostle
plays on the word sin, for when
he says, “Him who knew no sin,” he means sin strictly speaking; but when he
says, “He made Him to be sin for us,” he employs a metonymy. So Ambrose,
Theophylact, and Anselm. In Ps. XL 12, Christ calls our sins His. Sin here denotes, says S. Thomas, the
likeness of sinful flesh which He took, that He might be passible, just as
sinners who are descended from Adam are liable to suffering. Sin, in the sense of being regarded
by men as a noteworthy sinner, and being crucified as a malefactor. So the
Greek Fathers.
Of these three interpretations the
first is the more full, significant, and vigorous, and the one more consonant
with the usage of Scripture, which frequently speaks of an expiatory victim as
sin. Cf. Hosea IV 8; Lev. IV 24 and 21; Ezek. XLIV 29. The reason of this
metonymy is that all the punishment and guilt of the sin were transferred to
the expiatory victim, and so the sin itself might seem to be also transferred
to it. In token of this the priest was accustomed to lay his hands on the
victim, and call down on it the sins of the people; for by the hands are
signified sinful actions, which are for the most part executed by the hands, as
Theodoret says in his notes on Leviticus. Therefore the laying of hands on the
victim was both a symbol of oblation and a testimony of the transference of
guilt to the victim, showing that it was expiatory, and that it bore the sin
itself, with all its burden of guilt and punishment. In this way the
high-priest on the great Day of Atonement turned a goat into the wilderness,
having imprecated on it the sins of the whole people. Cf. Lev. XVI 20. »
Veamos
ahora la cita de San Juan, capítulo 3, versículo 14 : « Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea
levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna. »
« Muchos morían en el desierto por las mordeduras de las
serpientes. Y por ello Moisés, por orden de Dios, levantó en alto una serpiente
de bronce en el desierto; cuantos miraban a ésta, quedaban curados en el acto.
La serpiente levantada representa la muerte de Cristo, de la misma manera que
el efecto se significa por la causa eficiente. La muerte había venido por medio
de la serpiente, la que indujo al hombre al pecado por el cual había de morir;
mas el Señor, aun cuando en su carne no había recibido el pecado, que era como
el veneno de la serpiente, había recibido la muerte, para que hubiese pena sin
culpa en la semejanza de la carne del pecado, por lo cual en esta misma carne
se paga la pena y la culpa. » (San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 32)
« Véase aquí la
figura y la realidad. En el primer caso se lee la semejanza de la serpiente con
todas sus cualidades de animal, mas privándola del veneno; en el segundo caso
Jesucristo, a pesar de estar libre del pecado, asumió la semejanza de la carne
del pecado. »
(Teofilacto)
« El Señor invita
con estas palabras al maestro de la Ley mosaica a que comprenda su sentido
espiritual, recordándole la historia antigua, y demostrándole que ésta era
figura de su pasión y de la salvación humana. » (Beda)
« Hay
una diferencia entre la figura y la realidad, y es que aquellos eran curados
sólo de la muerte temporal volviendo a una vida material, mas éstos obtienen la
vida eterna. » (San Agustín, In Ioannem tract., 12)
Es decir
que la serpiente de bronce expuesta por Moisés para que fuesen salvados de la
muerte temporal quienes habían sufrido las picaduras de las serpientes del
desierto es una figura del sacrificio redentor de Cristo elevado en la Cruz
para que quienes hemos sufrido la mordedura venenosa de la Serpiente seamos
salvados, no ya de la muerte temporal, sino de la condenación eterna. La
serpiente de bronce salvaba sin contener veneno, así como Cristo, en el altar
del Calvario, oblación pura e inmaculada, libre del veneno del pecado, nos
devuelve la vida de la gracia, prenda de la eterna bienaventuranza, padeciendo
la pena que nuestras faltas merecieron, si dirigimos con fe y amor hacia El
nuestra mirada.
De este modo
queda claro que Nuestro Señor en su acto redentor no se volvió
« pecador » ni mucho menos aún se hizo « serpiente », salvo
en el espíritu perverso de Jorge Mario Bergoglio, alias « Papa
Francisco », el cual merece ciertamente el mote de Blasfemoglio, ya que, disimulado bajo la apariencia del Cordero
(Santo Padre, Vicario de Cristo, Soberano Pontífice, etc.), habla en realidad
como un Dragón (Ap. 13, 11), desempeñando escrupulosamente su papel de Supremo
Blasfemador y de Precursor del Anticristo, a la espera de que llegue la hora
por Dios fijada de poner un término a su impiedad desenfrenada…
[2] Addendum del 07/04/2017:
Bergoglio repitió exactamente lo mismo en su homilía matutina del 04/04/2017 en
la Casa Santa Marta, pero añadiendo
esta vez que, además de « serpiente », Jesús también se había hecho
« diablo » por nosotros. Transcribo seguidamente la cita en italiano,
tomada del sitio Vatican News, ya que
en la versión castellana de esa agencia oficial de noticias del Vaticano la
frase en cuestión ha sido omitida: «Ma
cosa è la croce per noi?» è la questione posta da Francesco. «Sì, è il segno
dei cristiani, è il simbolo dei cristiani, e noi facciamo il segno della croce
ma non sempre lo facciamo bene, alle volte lo facciamo così... perché non
abbiamo questa fede alla croce» ha evidenziato il Papa. La croce, poi, ha
affermato, «per alcune persone è un distintivo di appartenenza: “Sì, io porto
la croce per far vedere che sono cristiano”». E «sta bene», però «non solo come
distintivo, come se fosse una squadra, il distintivo di una squadra»; ma, ha
detto Francesco, «come memoria di
colui che si è fatto peccato, che si è fatto diavolo, serpente, per noi; si è abbassato fino ad annientarsi
totalmente».
La conversación con un homosexual
ResponderBorrarSobre la fama que está alcanzando, afirma que para ella significa un reclamo social, y que la gente tiene necesidad de mensajes que le recuerden a Dios, tienen “sed de Dios”. Una de las vivencias más emocionantes que ha experimentado fue la conversación que mantuvo con un joven gay de 18 años.
“Se puso en contacto conmigo a través de Twitter y vino hasta Palma de Mallorca porque quería conocerme. Quedamos en una cafetería y estuvimos charlando cerca de 2 horas. Cuando nos despedimos, me habló de su orientación sexual y yo le dije ¿y qué? Me comentó que en una ocasión fue a confesarse y que el sacerdote le echó del confesionario y, tras esta mala experiencia, tenía la necesidad de conocer a alguien dentro de la Iglesia que le ayudara. Después le propuse que hablara con un sacerdote amigo mío porque él me lo pidió, ya que se sentía católico”.
¿Qué aconsejaría Xiskya Valladeres a los homosexuales? “En primer lugar, lo mismo que a todas las personas, que busquen a Dios en lo más profundo de su interior y que se dejen guiar por Él. La relación personal entre Dios y la persona es auténticamente sagrada. Después, le diría como dijo el Papa ¿quién soy yo para juzgar? Les comentaría también que la Iglesia busca lo mejor para el ser humano, su felicidad. Es necesario que expliquemos bien la grandeza de la antropología cristiana”.
En su opinión, los homosexuales sufren, entre otras cosas, porque el ser humano es religioso por naturaleza. “Pero es necesario una auténtica pastoral para los homosexuales, para que sean de verdad felices”.
https://radiocristiandad.wordpress.com/2017/04/06/verguenza-xiskya-la-monja-tuitera/