…la República
Argentina nos va a desintegrar porque ella se está desintegrando, no como un
átomo, sino como un tabético; y a ver qué se puede hacer. Yo no voy a decir lo
que dicen tantos, que es un país de M..., o como dijo Ricardo Rojas un país de
loquitos, o como dijo Raymundo Pardo un país de semisalvajes, o corno dijo
Unamuno, un país de cazadores de pesos o como dijo Baroja un país de cursis; y
tampoco que es un gran país, como dicen por radio: que basta escuchar la radio
ahora para ponerlo en duda. Para mí hay una Argentina que me deja vivir a mí,
la cual naturalmente tiene que ser muy buena; y otra Argentina mala, que no me
deja vivir. (No es que tenga demasiado empeño en vivir). Y ha llegado el
momento en que una de las dos Argentina elimine a la otra, como dijo San
Martín; los de AZUL Y BLANCO lo arreglan muy cómodamente diciendo que una
dellas no existe (el “país real” supone que el otro país es
"irreal"). No. Las dos existen; y la que a mí NO me gusta está ahora
arriba; y con todas sus fuerzas procura eliminar a la otra, como mandó San
Martín.
Eliminar ¿cómo? ¿Matando a todos los liberales? No es ese nuestro sistema, es
el sistema dellos. El sistema nuestro es HACER VERDAD, como dije: durante un
siglo entero el nacionalismo en España estuvo haciendo Verdad: desde el doctor
Filósofo Rancio hasta el mártir Ramiro de Maeztu; cosa que aquí no hemos tenido
sino muy en precario. Pero para hacer Verdad ¿no hay que matar a alguno? A
veces por desgracia hay que matar, sintiéndolo enormemente, a alguno, como lo
hace Franco, en defensa propia: la Sociedad o la Autoridad Legítima en defensa
propia; a algún malhechor, como hizo Rosas. En defensa propia MÍA, no hay que
matar a nadie. Nunca he querido tener un arma de fuego, a pesar de que tiro muy
bien revólver, porque en último caso prefiero la muerte de Ramiro de Maeztu
(que me maten por hablar demasiado) antes que matar a algún milico que venga a
llevarme preso como en tiempo de Lonardi. Pero mejor es vivir sin matar a nadie
ni ser muerto: lo cual no sé ya si durará todavía una década en la Argentina.
El
nacionalismo debe organizarse férreamente (cosa de la que me parece incapaz) no
para tomar el poder a corto plazo sino para hacer Verdad a largo plazo -como
hace por ejemplo aquí calladamente el amigo Rego -difundir por todo el ámbito
del país esa verdad terrena y relativa que es la verdad política; pero ahora la
verdad más urgente de todas. La Argentina está dando vueltas sobre símisma con
una lanza clavada en la panza; como si hubiesen puesto un eje polar en Córdoba
y la Argentina estuviese rotando alrededor dése eje en vez de rotar junto con
la Tierra sobre los dos polos y alrededor del Sol. Quiero decir, que aquí no se
podrá hacer nada si no se resuelve antes el problema político, o por el rosismo
o por el comunismo; no se puede resolver ningún otro problema antes que el
problema político; el cual ha llegado a punto crítico por la desintegración del
sistema liberal, que nunca nos sirvió y ahora se ha convertido en una pudrición
y en una payasada. El pueblo no cree ya más en todo eso. En cuanto a mí, no
solo descreo ya en esta farsa, sino que estimo ilícito coinquinar con ella: de
donde hasta el fin de mi vida votaré (porque hay multa) con un sobre vacío. Y
si todos los nacionalistas hicieran lo mismo...
Ya
indiqué al comienzo el error del nacionalismo: es poner los ojos en el Poder a
corto plazo en vez de ponerlos en la Verdad a largo alcance. Creer que el fin
último de la Política es alcanzar o arrebatar el Poder es un error y una
estupidez: es el error de Maquiavelo y la estupidez de los políticos baratos y
pueriles que nos están moliendo y perdiendo. No se le puede pedir a un
político, pongamos Marcelo Sánchez Sorondo, que aspire al Sufrimiento y a la
Derrota (es decir al Martirio), eso es propio del hombre religioso no del
hombre ético; y un buen político es un hombre ético; no se les debe pedir a los
nacionalistas que no aspiren a la Victoria; pero es menester pedirles que no
pongan su Victoria en la consecución del Poder (por ejemplo, una Embajada) sino
en la difusión triunfante de sus ideas (suponiendo que las tengan). O sea, que
puedan decir como dijo el héroe nacionalista que antes nombré, a sus asesinos:
“Yo sé por qué muero; y ustedes no saben por qué me matan”; y pudiera haber
añadido: “¡pero MUERO PARA QUE LO SEPAN!”.
Leonardo
Castellani – “Esencia
del liberalismo” Ed. Dictio
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Cuba celebra la primera "misa" transexual
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