Entrevista realizada por Javier Navascués para
Adelante la Fe
Los recientes atentados yihadistas en Barcelona
han despertado el instinto de supervivencia y el alma dormida de algunos
españoles, que ven en el islam una seria amenaza para Occidente, de raíces
católicas, pero hoy sin apenas fe y espíritu combativo. Los medios de
comunicación manipularon vilmente la información, haciéndonos creer que el
islam es una religión de paz y son hechos aislados.
Lejos de ir a la raíz del problema desvían la
atención de los verdaderos culpables con un mensaje estúpidamente buenista. La
Iglesia elude igualmente el fondo de la cuestión. Francisco ha declarado
recientemente que el derecho de los inmigrantes debe estar por encima de la
seguridad de los ciudadanos.
FERNANDO
PAZ
es historiador, profesor y escritor. Atesora una amplia trayectoria en los
medios de comunicación. En esta entrevista analiza a fondo la seria amenaza del
islam en Occidente en el marco de los intereses de descristianización del Nuevo
Orden Mundial.
¿Cómo
valora los atentados yihadistas producidos recientemente en Barcelona?
España siempre ha estado en el punto de mira del
islamismo radical. Recordemos que es uno de los pocos lugares de donde se le ha
expulsado y, de esos pocos, seguramente el que más lamenta haber perdido. Así
que existe un cierto irredentismo musulmán con respecto a lo que ellos llaman
Al-Andalus, que es toda la península ibérica, y que tiene su base en el
versículo 191 de la Sura 2: “Matadles
donde deis con ellos y expulsadles de donde os hayan expulsado. Tentar es más
grave que matar. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: esa es la
retribución de los infieles”.
Ahora bien: el que el atentado haya sucedido en
Barcelona en concreto obedece a unas causas que no escapan a nadie. La primera,
y decisiva, es que en Cataluña reside la mitad del total de musulmanes
asentados en el conjunto de España. Es obvio que esto es fruto de una decisión
consciente del nacionalismo catalanista en el poder, que ha privilegiado la
emigración procedente de países musulmanes sobre la hispanoamericana por
evidentes motivos ideológicos, pese a no ignorar el riesgo que se asumía en
materia de seguridad.
¿Pueden
ser un punto de inflexión del comienzo de una serie de atentados en España?
El gobierno debería haber subrayado esa
responsabilidad de los gobiernos nacionalistas de la Generalidad ante los
ciudadanos, particularmente ante los catalanes, dado el reto independentista
que enfrentamos; pero Rajoy no puede hacer ese discurso por cuanto está en la
misma línea de sumisión a los mandatos globalistas de Bruselas que la
Generalidad. También porque, durante décadas, los gobiernos de Madrid han
dependido del nacionalismo catalán y, en contrapartida, les han blindado con
impunidad política y judicial. Y, por último, porque, por razones políticas, lo
último que desea el gobierno es enfrentarse al independentismo.
Y es que existe algo llamado responsabilidad. El
gobierno la tiene, la Generalidad, también, y la alcaldía de la capital
catalana, igualmente. Responsabilidad del gobierno por fomentar de modo
irresponsable la emigración –y esto solo ha empezado- y no garantizar la
seguridad de sus ciudadanos y por las razones políticas antes apuntadas; responsabilidad
de la Generalidad por impulsar la emigración islámica hacia Cataluña -en
detrimento de la hispanoamericana, más difícil de catalanizar-, pese al
consabido riesgo de radicalización que era previsible en una comunidad con más
de ochocientos mil musulmanes; y responsabilidad del ayuntamiento de Barcelona,
al que se instruyó para colocar impedimentos en la vía pública para dificultar
este tipo de acciones terroristas y que se negó a llevarlo a cabo.
Si la de Barcelona fuese, efectivamente, el
comienzo de una serie de acciones yihadistas en España, todos ellos tendrán su
cuota de responsabilidad, que no será menguada. Además, no puede olvidarse un
hecho crucial; una vez que los radicales se han establecido en la Unión
Europea, pueden moverse sin cortapisas de ningún tipo por todo su territorio.
Rajoy decía que este es un problema global que solo puede arreglarse con
medidas globales. Pero el terrorismo islámico se ha convertido en un problema
global, entre otras cosas, porque no hay controles en el seno de la UE, porque
los estados no controlan sus fronteras. Ha sido la globalización la que ha
facilitado la extensión del yihadismo, y más globalización solo la alimenta.
Llama
la atención la actitud buenista de la prensa vendiendo el islam como una
religión de paz e incluso desviando la atención para no señalar a los
verdaderos culpables…
Los medios forman parte esencial de la mentira
oficial. Sin ellos no sería posible lo que está sucediendo en Europa. Cuando se
produjeron miles de agresiones perpetradas por desplazados musulmanes a mujeres
en Europa central durante la Nochevieja de hace dos años, la policía lo
silenció con la colaboración de la prensa, porque de otro modo hubiera sido
impensable. Finalmente, el asunto salió a la luz, pero los políticos dijeron
que no se debía generalizar; hablamos de miles de agresiones.
Es claro que la prensa obedece a los mismos
intereses a los que obedecen la clase política y la financiera. De hecho,
depende de ambas para su supervivencia. La libertad de prensa, excepto en el
caso de algunos medios normalmente minoritarios, es una bufonada; todos los
grandes medios repiten las mismas consignas con martilleante insistencia hasta
que estas quedan impresas en los cerebros de una población narcotizada. Los aún
grandes medios de comunicación no son más que medios de intoxicación de masas.
Estos grandes grupos de comunicación, en
ocasiones incluso admiten abiertamente que nos engañan, eso sí, por nuestro
bien, para que no crezcan la xenofobia y el racismo. Recordemos lo que ha
sucedido en Roterham: durante década y media: más de mil cuatrocientas –sí,
1.400- niñas fueron violadas en grupo al grito de “Allahu Akbar” con el pleno
conocimiento de una policía que se abstenía de intervenir para no fomentar el
racismo. La policía, los políticos y los periodistas callaron al unísono.
Esa comunión de intereses globalistas entre los
grandes grupos de comunicación y la casta política y financiera, explica que en
Orlando disfrazaran la matanza islámica de crimen “homófobo” –culpando al
cristianismo y al heteropatriarcado-, y que tildaran de “nazi” a otro yihadista
cuando se reclamó “alemán”; o que con frecuencia se les trate de perturbados o
desarraigados, o que se culpe a la pobreza, o a la desestructuración personal o
familiar.
Nadie puede explicar, claro, por qué esa
perturbación, ese desarraigo, esa pobreza o esa desestructuración solo lleva a
perpetrar los horrendos crímenes yihadistas a personas que confiesan el islam y
por qué no se verifica el mismo fenómeno en hinduistas, sintoístas, cristianos
o budistas.
El propósito es ocultar la verdadera naturaleza
de los asesinos. La verdad es que los asesinos son musulmanes que matan en
nombre del islam. Ciertamente no todos los musulmanes son yihadistas, pero
también ciertamente todos los yihadistas son musulmanes. Esa verdad elemental
que los medios nos regatean no es ignorada por nadie, entre otras cosas gracias
a que la tecnología está rompiendo el monopolio que hasta ahora ha ejercido la
prensa oficial; el caso de la victoria del Brexit o de Trump, son buena muestra
del desprecio que la prensa produce en amplios sectores de la población, un
fenómeno claramente en alza. La buena noticia, pues, es que ese monopolio de la
prensa oficialista está empezando a acabarse.
En
esta misma línea están los grupos de extrema izquierda, los mismos que condenan
con contundencia la islamofobia, y que permiten e incluso fomentan la
cristianofobia…
La extrema izquierda es, para empezar, una gran
mentira. Ni es antisistema ni es antiglobalización. Es un destilado del sistema
y, desde luego, partidaria de una determinada globalización que llaman
internacionalismo, opuesta a las políticas de recuperación de la soberanía del
estado-nación, que son las únicas políticas verdaderamente opuestas a la
globalización; la crítica de la extrema izquierda al sistema y a la
globalización no se refiere a su naturaleza, sino a la inconsecuencia de su
aplicación. Defiende objetivamente los grandes intereses del capitalismo
transnacional, con plena conciencia de lo que hace.
Muestra, eso sí, una gran preocupación por la
“islamofobia”, apenas un epifenómeno, al tiempo que fomenta una activa
cristianofobia. Así, mientras exige una escrupulosa aplicación de los más
exquisitos protocolos correcto-politiqueses para los musulmanes, protagoniza
agresiones continuas contra los católicos.
Pero es perfectamente consecuente, puesto que su
objetivo es la aniquilación del cristianismo, razón por la que apoya la
islamización. Para esa extrema izquierda, el cristianismo ha creado una
sociedad patologizada que ha de ser suprimida, y el islam es un aliado objetivo
en esa tarea.
Por supuesto que, si el islam triunfase, ellos
serían los primeros en ser eliminados; es incluso es posible que la Iglesia
sobreviviese –en condiciones precarias, desde luego- pero lo que seguro es que
el ateísmo, el feminismo, el abortismo, el homosexualismo, la ideología de
género…irían al cubo de basura de la historia. Y los ateos, feministas,
abortistas y homosexuales vivirían un destino cualquier cosa menos envidiable.
La
hermana de un terrorista tras dar un discurso en Ripoll fue aclamada como
heroína… ¿Hemos perdido la cabeza? ¿Síntoma de una sociedad enferma?
Vivimos una especie de Síndrome de Estocolmo
colectivo. Occidente ha sido inducido a creer que toda su historia es un
inmenso error y que su actuación a través de los siglos no es más que una
acumulación de crímenes, explotación, saqueos y violaciones, algo de lo que avergonzarse
hasta el final de los siglos y por lo que hay que pedir perdón al resto de
pueblos del planeta.
En el caso de España, no cabe duda de que nuestra
sociedad está enferma, sí, pero no perdamos de vista una cosa; la historia de
la humanidad es la historia de la lucha de elites. Cada pueblo es el reflejo de
sus grupos dirigentes. Si miramos a la oligarquía que gobierna España,
entenderemos lo que ocurre a nivel popular. Uno de los más llamativos sucesos
de los últimos decenios ha sido la degeneración de las elites nacionales, que
arrastra al conjunto social.
El marxismo, a partir de Gramsci, ha entendido esto
perfectamente. Nadie niega la importancia de la base económica, pero es la
esfera cultural y social lo que verdaderamente modela la historia. Ahora lo
importante es lanzar el mensaje de que el islam no es culpable, sino que lo es
tan solo una minoría que utiliza a la Umma como coartada para perpetrar sus
violencias; los musulmanes pasan así a ser víctimas de aquellos violentos que
abusan de la inocencia y bondad del conjunto de los creyentes.
¿Por
qué casi nadie condena la maldad intrínseca del islam?
Casi nadie la condena…en público. Las
conversaciones particulares son otra cosa. Cada día es más evidente la
separación impuesta por la corrección política entre lo privado y lo público.
Cada día, mayor número de personas se preguntan por qué no se puede hablar de
determinadas cuestiones en público, y se sienten excluidas del discurso
oficial, que no entienden y les resulta repulsivo e hipócrita. Cada día hay más
personas que son conscientes de que están siendo engañadas.
Si en el Corán hubiese versículos que llamasen a
la matanza del infiel, esto resultaría muy incómodo para los musulmanes o sus
defensores. Es evidente que eso explicaría la existencia del yihadismo, que
este tendría acomodo en el seno del islam. ¿Es el Corán un libro que llama a
perpetrar tales actos de violencia? Sin duda.
Basta con echar un vistazo a las siguientes
referencias, que distan de agotar el tema: Sura 2, versículos 191 – 193; Sura
4, versículos 56- 89 – 91; Sura 4, versículo 144; Sura 5, versículo 33; Sura 8,
versículos 12-13-14-15-16-17; Sura 8, versículos 38 – 39; Sura 9, versículo 5 –
14; Sura 9, versículos 29 -36 -111. Al radicalismo islámico se le condena por
radical, no por islámico, sin percibir que las expresiones de violencia forman
parte de la propia naturaleza del islam.
No
se quiere ir al fondo del problema. Las mezquitas salafistas son auténticos
centros de apología terrorista, ¿Nadie plantea cerrarlas?
Las mezquitas de este tipo son, como bien dice,
auténticos centros de apología terrorista. No hay dudas acerca de su papel en
la generación de la doctrina más radical que muchas veces conduce al terror
yihadista. Por otro lado, es una evidencia clamorosa que las mezquitas
salafistas están promovidas desde países que comparten poderosos intereses con
las oligarquías occidentales. Hay muchas reticencias para cerrarlas, incluso
cuando las pruebas son abrumadoras.
Algunas fuerzas políticas en Europa sostienen la
necesidad de cerrarlas, desde el Frente Nacional en Francia hasta Alternativa
por Alemania, y no cabe duda de que sus propuestas se están abriendo paso de
modo decidido entre los ciudadanos de sus países. Cerrar estos centros es una
indudable necesidad, aunque no resuelve el problema. Hay muchos focos de
radicalización entre los millones de musulmanes que se han establecido en
Europa, y cualquier solución pasa por comprometer a la comunidad musulmana.
Pero ¿es eso posible? Es dudoso, aunque en todo caso es exigible.
Desde las terminales mediáticas se nos insiste
una y otra vez en que los yihadistas no cuentan con un seguimiento mayoritario
entre los musulmanes, pero lo cierto es que el apoyo al yihadismo en el
conjunto de islam no es residual; de momento, aún estamos a la espera de
multitudinarias manifestaciones de condena de los actos terroristas que se perpetran
en Occidente por parte de esos millones de musulmanes pacíficos. Para ser
tantos millones, parecen muy silenciosos.
Viendo
la actitud de los políticos siguiendo las pautas del Nuevo Orden Mundial,
¿antes cerrarán iglesias católicas que mezquitas?
Puede usted estar seguro. De hecho, en la
promoción del islam que se hace desde las instancias globalistas, un objetivo
básico es la destrucción de Europa, lo que incluye, como primera providencia,
la del cristianismo, savia nutricional de nuestra civilización.
También
destaca una actitud tibia de la Iglesia sin atreverse a afrontar el problema
del estado islámico, que decapita y atenta contra miles de cristianos…
La actitud de la Iglesia, en su conjunto, puede
calificarse de tibia en el mejor de los casos, sobre todo teniendo en cuenta
que en el Próximo Oriente han venido desapareciendo antiquísimas comunidades
cristianas, arrasadas y aniquiladas en verdaderas orgías de terror. Mientras
que no pocos cristianos de aquellas regiones dominadas por los islamistas han
venido advirtiendo de lo que estaba pasando y de lo que nos va a suceder en
Europa si no ponemos remedio, el Papa ha declarado recientemente que el derecho
de los inmigrantes debe estar por encima de la seguridad de los ciudadanos,
declaración que a la luz de lo anterior es, cuando menos, desconcertante.
Los inmigrantes que llegan a Europa son, en su
inmensa mayoría, musulmanes, y entre ellos se filtran numerosos yihadistas.
Esos inmigrantes son en realidad desplazados, y no tanto refugiados, como se
les ha venido llamando: los verdaderos refugiados probablemente no alcancen el
5%. del total de aquellos. La visión que muchas veces se proyecta desde ciertas
instancias de la Iglesia, y que parece hacer suya el Santo Padre, resulta
insospechadamente ingenua, y nos puede costar muy cara.
¿Representa
el islam una gran amenaza para acabar con la civilización de occidente a medio
o largo plazo?
Por supuesto que el islam es una amenaza cierta
que pude terminar con nuestra identidad. Aunque solo sea por su peso
demográfico; en la capital de la Europa comunitaria, Bruselas, el nombre que
más se oye en los paritorios es Muhammad, y más del 50% de la población es
extracomunitaria; en Francia, el 30% de la población menor de 20 años es
musulmana.
En Bélgica y Holanda la mitad de los nacimientos
suceden en el seno de la comunidad islámica y, antes de dos décadas, su
población estará divida al 50% entre los holandeses de origen europeo y los de
origen musulmán. En el año 2030, y de acuerdo al ritmo de crecimiento de la
población, en el conjunto de Europa residirán unos 100 millones de musulmanes.
Eso sin contar con una eventual entrada de Turquía en la UE, algo que no hace
mucho parecía inminente (y que en 2030 alcanzaría una población de 90
millones).
Además de la cuestión demográfica está la
cultural y religiosa; los musulmanes creen en lo que les hace ser lo que son;
Occidente no. Por eso tenemos hoy dos amenazas: una interna y otra externa. La
externa es la islámica; la interna, aquello que nos corroe, que nos está
matando, que nos asfixia, desde la corrección política hasta el marxismo
cultural, el globalismo y la ideología de género. La amenaza más peligrosa es la interna; sin
ella, la amenaza externa lo sería mucho menos. Si nos empecinamos en los
errores o simplemente no hacemos nada, pereceremos; pero si somos fieles a
nuestra alma, aún podremos salvarnos. En nuestras manos está.
Javier
Navascués
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista