Adopción
de un rito inspirado por los protestantes
Es digno de
mención que, antes de 1956, la Renovación de las promesas bautismales nunca fue
parte de la liturgia oficial del rito romano, sino solo una “para-liturgia”
semiprivada realizada entre grupos especiales en retiros, misiones,
aniversarios del bautismo y en la Primera Comunión de niños. Un factor
importante es que estas ceremonias se introdujeron por iniciativa de pastores
individuales a nivel local. No todos se realizaron en la iglesia. No había una
fórmula establecida de palabras. Y como su ocurrencia fue solo esporádica, no
constituyeron nada que se acercara a una costumbre universal.
Cuando la
Renovación de las promesas bautismales se introdujo por primera vez de manera
experimental en la Vigilia pascual de 1951, se presentó como una tradición
litúrgica antigua que había caído en desuso y necesitaba ser restaurada. Pero,
como muchas de las falsas afirmaciones de los reformadores sobre la
“restauración” litúrgica, la base histórica de esta afirmación es tenue y
carente de detalles contextuales.
Históricamente,
la Iglesia Católica siempre había desalentado los intentos de dar a la
Renovación de las promesas bautismales un lugar en la liturgia. Un ejemplo
breve pero indicativo fue cuando Erasmo propuso un ritual en 1522 para que los
adolescentes renovaran sus votos bautismales; su sugerencia fue censurada por
el principal teólogo escolástico del momento, Noël Beda, (1) y su libro
colocado en el índice por el Papa Pablo IV en 1559. (2)
Fue, por lo
tanto, una innovación importante la que Pío XII, actuando a instancias de la
Comisión de 1948 creada por él, (3) repentinamente impuso el rito por la fuerza a toda la Iglesia en 1956. Fue
también un empujonazo al Movimiento Litúrgico, que había estado tramando su
inclusión en la liturgia. (4)
Sin embargo, solo
uno de los consultores de la Comisión papal tuvo dudas sobre la idoneidad de
este rito en la Vigilia pascual. Dom Bernard Capelle, meritoriamente, se opuso
a esta reforma y expresó su desacuerdo en términos enérgicos:
-
Su introducción era innecesaria (“nulla habetur necessitas”);
-
Daba prioridad al tema del Bautismo sobre el
de la Resurrección, obscureciendo así el significado teológico de la Vigilia;
-
Fue una novedad total (”ex toto novorum“) carente de cualquier reivindicación histórica
de usos litúrgicos anteriores;
-
No debe usarse en la Vigilia Pascual como
sustitución del Bautismo. (5)
Pero sus
objeciones fueron dejadas de lado, y la nueva Vigilia prosiguió con carácter
experimental en 1951 con la aprobación de Pío XII, antes de ser impuesta
universalmente en 1956.
Un
rito inspirado en el protestantismo
La Renovación de
las promesas bautismales surgió como rito litúrgico en la Reforma protestante.
Se registró por primera vez en el Libro de Oración Común de 1662 (6) como parte
del rito protestante de la “confirmación”. (7)
El ritual se
realizaba con una estructura similar tanto en la liturgia protestante como en la católica reformada. El obispo o sacerdote puesto
frente al pueblo, da un breve discurso y establece un “diálogo” en lengua
vernácula con toda la congregación. No es de extrañar, por lo tanto, que esta
ceremonia, ajena a cualquier concepto católico de la lex credendi chocara atrozmente con la lex orandi. Esto es notoriamente obvio tanto en su forma externa
como en su ambigua importancia teológica.
Esta fue la
primera vez en la historia de la Iglesia que una ceremonia de inspiración y
ethos protestantes se incorporó oficialmente a la liturgia, pero, como lo
demostraría ampliamente el Novus Ordo,
no fue la última.
Enlodamiento
de la aguas bautismales
El P. Antonelli
explicaba que la Renovación de los votos bautismales estaba entre las prácticas
que “debían restaurarse si su reintroducción iba a hacer los ritos más puros e
inteligibles para las mentes de los fieles”. (8) Pero ¿qué es en ella lo inteligible?
¿Y qué es exactamente lo que se renueva?
Necesitamos
considerar y preguntar: ¿En qué sentido puede uno “renovar” unos votos
permanentes que son algo distinto de los votos temporales que se pueden renovar
periódicamente? Hacerlo litúrgicamente podría fácilmente dar la impresión de
que el bautismo es algo efímero, como si los votos originales hubieran pasado
su fecha de vencimiento y tuvieran que ser, por así decirlo, “hechos de nuevo”
por otro año más.
Sí tiene sentido recordar nuestros votos bautismales,
reflexionar sobre cuán lejos estamos de ellos, como lo recomendó el Catecismo del Concilio de Trento, (9)
reafirmar nuestra adhesión a la Fe y renovar
nuestros esfuerzos para progresar en la vida espiritual con la ayuda de la Misa
y los Sacramentos.
Eso es muy claro.
Lo que no está tan claro es el término “Renovación” de las promesas
bautismales. Puede interpretarse en el sentido tradicional descrito anteriormente,
pero es potencialmente peligroso por su
falta de precisión, lo que lo hace inadecuado para su inclusión en la
liturgia. Porque, el Bautismo es aquella renovación, por la cual uno entra a la
iglesia sin bautizar y sale como cristiano. Uno nunca puede ponerse de nuevo en
esa posición única y, aunque se puede perder la gracia bautismal, la fuerza de
los votos originales permanece inalterada. Por lo tanto, no se puede decir que
necesitan una renovación.
En la próxima entrega, veremos cómo el nuevo ritual
desestabilizó aún más la Vigilia Pascual al cambiar en el pueblo su enfoque
teológico en Cristo, y todo por el bien
de su “participación activa”.
Continuará
1. Noël Beda era el jefe de la Facultad de Teología en
París y utilizó la teología escolástica para defender la fe contra los errores
de la naciente “Reforma” protestante. Erasmo, por otro lado, tenía poca
consideración por la precisión en asuntos religiosos y despreciaba la
escolástica.
2. El libro, titulado Parafrasi sopra S. Matteo (Paráfrasis
sobre el Evangelio de San Mateo), fue específicamente nominado en el Índice.
Ver aquí,
p. 132
3. En 1948, la Comisión incluyó en su “Memo”, n. 74, una
propuesta para que fuera elaborada la Renovación de las promesas bautismales
por una subcomisión y presentada al Papa para su aprobación.
4. Ya en la década de 1920, Dom Virgil Michel, OSB,
supuestamente el “padre del Movimiento Litúrgico en los Estados Unidos, había
diseñado un ritual para la Renovación de las promesas bautismales, que
describió como ‘Conciencia del Bautismo’, Orate Fratres, 1, 1927 , pp. 309-313;
Dom Godfrey Diekmann, OSB, promovió aún más la ceremonia durante la Primera
Semana Litúrgica Nacional en Chicago en 1940.
5. B. Capelle, Memoria,
Supplemento II, 1950, pp. 21-22.
6. Paul F. Bradshaw, Nuevo Diccionario SCM de Liturgia y
Culto, SCM Press, 2002, p. 52.
7. Los protestantes del siglo XVI se habían negado a
reconocer la Confirmación como un Sacramento, y sus seguidores idearon la
Renovación de las promesas bautismales para tener su propia ceremonia de
“confirmación”. El Vaticano II ordenó que fuera adoptada en la Iglesia
Católica. Sacrosanctum Concilium
declaró: “El rito de la confirmación también debe ser revisado para que la
íntima conexión de este sacramento con toda la iniciación cristiana se destaque
más claramente; por esta razón, es apropiado que los candidatos renueven sus
promesas bautismales justo antes de que se confirmen “. (SC, § 71)
8. Memoria sulla reforma litúrgica: Suplemento II – Annotazioni alla “Memoria”, n. 76, 1950,
p. 9.
9. El Catecismo del Concilio de Trento recordaba a los
sacerdotes que administran el Bautismo que los fieles se edificarían al
presenciar el rito: “Así, cada persona, leyendo una lección de amonestación en
la persona de quien recibe el Bautismo, recuerda las promesas por las cuales se
había unido al servicio de Dios cuando se había iniciado por medio del
bautismo, y reflexiona acerca de si su vida y su moral dan pruebas de esa
fidelidad a la que cada uno se compromete, al profesar el nombre de cristiano
“(Baltimore, 1829, p. 113)
Visto en: Amor a la Verdad
Publicado el 1 de diciembre de 2017 por Tradition In
Action
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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