(Retorno a Jauja)
«He estado antes aquí»
Evelyn Waugh, Brideshead Revisited
Partir solo no pude ni debía tampoco,
andanza era de muchos, quizá una
expedición,
travesía que empieza siendo fiel en lo
poco
aunque inserto en la cepa de una
generación.
Se hablaba de una ruta ya prevista y de un
foco
avistado por Thorne y hasta por Blas de
Lezo,
por un nauta con fama de clérigo y de loco
que perdió su tonsura tras aquel embeleso.
Se habían consultado cartógrafos seguros:
Aristarco, Piteas, Juan de Yepes, Teresa,
domadores de alisios, de tornados conjuros
que desploman bajeles o al alma tienen
presa.
Si había maretazos, también muelles y
muros;
si náufragos o débiles, curtidos
almirantes,
para aventar el riesgo de flojos y
perjuros,
teníamos velámenes con leones rampantes.
La barca era de antigua madera
insumergible,
tomada de astilleros de Caná, en Galilea,
en una atarazana del Atuel apacible
le forjaron dos remos y una blanca batea.
Para ser tripulante hay que amar lo
imposible,
hay que rezar maitines con un alma
ermitaña,
deshacerse de todo lo cifrable y tangible
y quemar los galeones como Hernán, el de
España.
Extraviarse era un riesgo, descaminarse un
trance,
sirvan los testimonios de Elcano o de
Simbad,
pero mejor nos sirva el fiero y duro lance
de los Morgawr y Nessie contra el Puerto
Verdad.
El
Capitán pedía al timonel que avance,
existía la isla y era el fin del trayecto,
exigía la gracia de un lirio o de un romance,
de un corazón alzado y un pensamiento
recto.
Ya lanzados al mar, entre marchas
castrenses,
nos atascó un bajío, nos ancló a un
promontorio,
y vimos que era cierta la carta a
Filipenses:
acechan circuncisos, mutilan el pretorio,
han hecho de la Iglesia mascaradas
circenses.
Pidieron bajar cientos en el próximo
estuario,
unos fueron traidores, otros santos
trapenses,
¡cuesta mirar la Esposa sin la luz del
Sagrario!
Segundo encallamiento sumó la peripecia,
a la ínsula ansiada, archipiélago ilustre.
Un farallón artero como puñal que arrecia
nos hizo ver la patria convertida en
palustre,
en cenagal hediondo que la Cruz
menosprecia.
Desertaron los viles, sin sables ni
mandobles
los ubicuos rastreros de la sonrisa necia,
batallaron los guapos, resistieron los
nobles.
La rosa de los vientos marcó su tercer
risco
cuando menguaba el brío cual la carne en
ayuno,
era un piélago ignoto, un viento
levantisco,
crepitó el maderamen en manos de Neptuno,
entonces nos fue dado contemplar un
pedrisco.
El vendaval de piedras molía los hogares,
socavaba la casa, tumbaba el tamarisco,
una hermandad quedaba, cara a Dios los
altares.
Llegó la cuarta prueba, no tenía
contornos,
mezclaba los peligros, la zozobra, el
alerta,
se borraban las huellas de posibles
retornos,
con la ropa a jirones subimos a cubierta:
las cicatrices eran los únicos adornos.
Manifiestan las Fieras el poder de su
engaño,
en sinuosas señales de herejía y
trastorno,
era la Edad escrita y el pequeño rebaño.
Por milagro o designio de divinas razones
el barquero da un giro y endereza la proa,
conservaba su atlas, su astrolabio y los
dones
de orientarse en la niebla desde el Plata
a Samoa.
¡Aquí está!, nos decía, la Jauja y sus
bastiones,
la isleta sin las sombras de la antigua
caverna,
el solar del Monarca con sus claros
varones,
la celeste y terrena Jauja de Vida Eterna!
Supimos que era ella y no un raro
espejismo
pues el sufrir aumenta la lumbre
inteligible,
pero era distintivo su aroma de heroísmo,
poblada de vencidos de gloria
inmarcesible.
Estaban los que el siglo condenó al
ostracismo,
y hacia arriba, sereno,en silente colina,
salvado de la noche del fatal cataclismo,
estaba el danés Sören con su amada Regina.
Oración
Gracias te doy Dios mío porque siendo un
grumete
me has dejado ser parte de esta fiel
romería,
y aunque fui confinado del velero al
casquete
era justo ese puesto, que otro no merecía.
Saludé desde lejos agitando el birrete,
retorné suplicando con temor y temblor:
cuando sea la hora del terminal Banquete,
quiero llegar Señor.
Antonio Caponnetto
Epifanía
2018
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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