Tratado
de la Verdadera Devoción a la Virgen María
(Capítulo
III)
María y los últimos tiempos
La salvación del mundo comenzó por medio de
María y por medio de Ella debe consumarse María casi no se manifestó en la
primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres poco instruidos e
iluminados aún cerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad
aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría
ocurrido seguramente, si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables
encantos que el Altísimo le había concedido aún en su exterior. Tan cierto es
esto que San Dionisio Areopagita escribe que cuando la vio, la hubiera tomado
por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si
la fe en la que se hallaba bien cimentado no le hubiera enseñado lo contrario.
Pero,
en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de
manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea
conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al
Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo
parcialmente aun después de la predicación del Evangelio.
Dios
quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en
estos últimos tiempos.
a.
porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su
profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los Apóstoles y Evangelistas
que no la dieran a conocer.
b. porque
Ella es la obra maestra de las manos de Dios, tanto en el orden de la gracia
como en el de la gloria y Él quiere ser glorificado y alabado en la tierra por
los hombres.
c.
porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo,
y por lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo
sea.
d. porque
Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será
también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente.
e. porque
Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y
hallarlo perfectamente. Por ella deben resplandecer en santidad. Quien halla a
María, halla la vida, es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la
Vida. Ahora bien, no se puede hallar a María sino se la busca, ni buscarla si
no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto,
necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y
gloria de la Santísima Trinidad.
f. porque
María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia,
poder y gracia:
·
en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a
los extraviados que se convertirán
y volverán
a la Iglesia católica;
en
poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos,
judíos e impíos endurecidos que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer
caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan,
·
en gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles
servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor,
g. por
último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces "como un
ejército en orden de batalla" sobre todo en estos últimos tiempos, porque
el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las
gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará a en
breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles
servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más
que a los demás.
María y la lucha final
A estas últimas y crueles persecuciones de
Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el anticristo, debe
referirse sobre todo aquella primera y célebre predicación y maldición lanzada
por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno
explicarla aquí, para la gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos
y confusión de los demonios:
"Haré
que haya enemistad entre ti y la mujer,
entre
tu descendencia y la suya,
ésta
te pisará la cabeza
mientras
tú te abalanzarás sobre tu talón".
Dios
ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se
intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo;
entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de
Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado como
Satanás es María, su Santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal aunque María
sólo estaba entonces en la mente divina le inspiró tanto odio contra ese
maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de
esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese
orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y
hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios.
No ya
porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente mayores que los de la
Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino:
a. porque Satanás, que es tan orgulloso
sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y humilde
esclava de Dios y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino;
b. porque Dios ha concedido a María un
poder tan grande contra los demonios que como a pesar suyo se han visto muchas
veces obligados a confesarlo por boca de los posesos tienen más miedo a un solo
suspiro de María a favor de una persona, que a las oraciones de todos los
santos y a una sola amenaza suya contra ellos más que a todos los demás
tormentos.
Lo que
Lucifer perdió por orgullo, lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y
perdió por desobediencia, lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a
la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos,
entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se
convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores,
consagrándolos al Señor.
Dios
nos puso solamente una enemistad, sino enemistades, y no sólo entre María y
Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es
decir: Dios puso enemistades, antipatías y los odios secretos entre los
verdaderos hijos y servidores de la Santísima. Virgen y los hijos y esclavos
del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.
Los
hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado
¡todo viene a ser lo mismo! han perseguido siempre y perseguirán más que nunca
de hoy en adelante a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro
tiempo Caín y Esaú figuras de los réprobos persiguieron a sus hermanos Abel y
Jacob figuras de los predestinados.
Pero
la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso y con victoria tan
completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. ¡María
descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales,
desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta el fin a sus servidores de
aquellas garras mortíferas!
El
poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo
particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su
calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres a juicio del mundo; humillados
delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás
miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que
María les distribuirá con abundancia, grandes y elevados en santidad delante de
Dios, superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan
fuertemente apoyados en el socorro divino que, con la humildad de su calcañar y
unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.
c. María y los apóstoles de los últimos
tiempos
Si,
Dios quiere que su Madre Santísima, sea ahora más conocida, amada y honrada que
nunca. Lo que sucederá sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del
Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la
devoción que voy a manifestarles en seguida.
Entonces
verán, en cuanto lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados
por Ella, llegará a puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas.
Entonces
conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su
servicio como súbditos y esclavos de amor.
Entonces
saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus
hijos predilectos.
Entonces
experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están
de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera
ante Jesucristo.
Entonces
sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar
hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva alguna,
para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.
Pero,
¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido,
ministros del Señor, que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.
Serán
flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como
saetas en mano de un valiente.
Serán
hijos de Levi, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy
unidos a Dios. Llevarán en el corazón el fuego del amor, el incienso de la
oración en el espíritu y en el cuerpo la mirra de la mortificación.
Serán
en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero
para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
Serán
nubes tronales y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo.
Sin apegarse a nada ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia
de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán
rayos contra el mundo del pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus
secuaces y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos
aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.
Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de
los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y
ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.
Dormirán
sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás
sacerdotes, eclesiásticos y clérigos. Tendrán sin embargo, las alas plateadas
de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la
salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y no dejarán en
pos de sí en los lugares en donde prediquen sino el oro de la caridad, que es
el cumplimiento de toda ley.
Por
último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminando sobre
las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica,
enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al Evangelio y
no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de
personas, sin dar oídos ni escuchar ni temer a ningún mortal por poderoso que
sea.
Llevarán
en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios, sobre sus hombros el
estandarte ensangrentado de la cruz, en la mano derecha el crucifijo, el
Rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y María en el corazón y
en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.
Tales
serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del
Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y
mahometanos. Pero, ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A
nosotros toca callar, orar, suspirar y esperar:
Nacionalismo Católico San Juan
Bautista
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