Probablemente sea hoy un poco menos tonto que ayer. Esto es
así como resultado de la autoimposición que
consiste en no persistir en el error una vez que lo detecto, por más cómoda que
me resulte esa creencia equivocada, incluso, hasta cuando mucho sacrificio puede
haberme costado el alcanzarla. Y es que ser fiel a uno mismo es tal vez uno de
los trabajos más difíciles, porque cuando uno hace concesiones consigo mismo, es
cuando está verdaderamente perdido.
A veces tardamos mucho tiempo en integrarnos a un grupo de
personas en el cual nos sentimos realmente a gusto, con quién compartimos no
solamente intereses similares, sino hasta cierta comunión espiritual. Lo más
satisfactorio de pertenecer a esos grupos, o mejor dicho, lo más desestresante
de estar con ellos, es el no tener que forzar constantemente la virtud de la
prudencia hasta límites que rondan la insania, como lo tenemos que hacer en los
ámbitos no elegidos pero inevitables como son los laborales u otros sociales, en
los cuales la inmensa falta de sentido común nos llevan a callarnos
frecuentemente para no tirar perlas a los cerdos como también para no
desbordarnos y cometer torpezas.
Pero resulta que incluso en esos ambientes en los que tan a
gusto nos sentimos, tenemos que ser intelectualmente honestos tanto para
reconocer la verdad aunque no nos guste y hasta de quien no nos guste, así como
para decirla aunque NO guste; ya que esa honestidad primero se la debemos a
Dios y por consiguiente a la caridad con el que yerra, pero también nos la debemos cuando decimos
que queremos ser fieles a nosotros mismos.
Ahora, sucede que cuando encontramos ese grupo con esas
importantes afinidades, como nos pasa por ejemplo en lo referente a lo
religioso; o político (todavía más difícil); resulta que descubrimos algunas
cuestiones que nos obligan a replantearnos muchas de las creencias en las que
nos sentíamos seguros, siendo incluso ellas con las cuales coincidíamos en el
grupo. Esto lo digo no genéricamente, sino como experiencia personal y sabiendo que también le pasa a muchas personas. Por si hace falta aclarar, no
me refiero a cuestiones dogmáticas, o en lo que de inmutable pueda tener la
doctrina religiosa en ese sentido. Así pues, si estudiando la historia descubrimos que nuestros referentes (y los del
grupo) se equivocaron más de lo que pensábamos, o tal vez, ni siquiera merecen
que sean considerados referentes; entonces, ¿cómo deberíamos encarar el tema
para no escandalizar a quienes apreciamos y con quién tan bien nos sentimos y al
mismo tiempo permanecer fieles a nuestra propia conciencia? Y es que cuando
empezamos a estudiar un poco más los temas que son precisamente los que
parecerían ser los que dan cohesión al grupo, descubrimos que las situaciones
no eran tan simples como pensábamos. Resulta entonces que mientras afianzamos
nuestros conocimientos, así como nuestro discernimiento en cuestiones que
resultan las que más incomodidades generan, igualmente se nos presenta la
disyuntiva entre mantener la boca cerrada (en el ámbito en el que uno debería
precisamente sentirse confiado), o compartir la información y hasta corregir a
los amigos que están en el error en algún aspecto, sabiendo de antemano que a
veces hay verdades que son difíciles de digerir y pueden resultar chocantes
hasta el punto de generar grandes molestias por sacudir las seguridades de
algunos, como también nos pasó a nosotros en algunas oportunidades. Y sabiendo
que nuestra primera reacción ante verdades incómodas fue el ponernos a la
defensiva, debemos entender cuando es esa la
actitud que toman las personas a quienes tratamos de hacer salir de su error.
Cuando hablo de errores no me refiero a posturas o conclusiones discutibles, sino a hechos
concretos y comprobables que necesariamente conducen a determinadas y únicas
conclusiones y no son simplemente motivo de especulaciones. Con respecto a los
demás, no queda más que tener paciencia y asumir las consecuencias de decir,
sostener y defender la verdad. Si esa es realmente nuestra decisión, debemos
saber que la misma necesariamente conduce a la soledad, y aún más hoy cuando la
mentira es social e institucionalizada, así como científicamente implantada en
las mentes y corazones de las masas democráticas, a las que en algún momento
también pertenecimos y de la que seguramente nos quedan resabios ya que de una
manera u otra, todos somos hijos de nuestro tiempo, que mucho tiene que ver con la revolución. Queda claro entonces que no
se busca el estar solo, o la discusión con ánimo de hacer prevalecer una
postura, sino que esto resulta como consecuencia no querida pero inherente a la
búsqueda y defensa de la verdad. Si la democracia acabó con la vida de
Sócrates, inmortalizó sin embargo su lucha y fidelidad por la búsqueda de la
verdad, y Cristo fue condenado a igual pena, siendo Él la Verdad misma, veredicto
también sometido al capricho de la mayoría.
Lo cierto es que héroes y santos casi siempre terminaron
solos y pobres cuando no martirizados. Mucho hay que desconfiar de supuestos
héroes o santos que fueron populares y exitosos según estándares mundanos, así
como los que terminaron su vida como prolíferos empresarios o que buscaban
honores para sí incluso hasta comprando títulos nobiliarios. Y si trágico fue
el destino terreno del santo y del héroe al que admiramos, hipócritas seríamos
al resaltar su figura pero no tratáramos de imitarlos. Por eso la verdad
primero nos compele a nosotros mismos, nos obliga a rectificar el camino una
vez descubierto el correcto, igualmente a retractarnos de nuestros errores y hasta a pedir disculpas si fuera necesario, y, entendiendo que no estamos exentos de volver a caer en ellos, comprender a los
que mal conocen sin culpa de su parte. No me refiero entonces al que consciente
el error una vez reconocido, o planteada la duda, sigue defendiendo una postura
de la cual no tiene ninguna certeza de su veracidad. Aquí ya estaríamos
hablando del pecado de la mentira o de la duda consentida.
Por si vale la aclaración, al referirnos a lo verdadero
hablamos de lo que se adecúa con la realidad. No hablamos entonces como hoy se
hace, de una “verdad” pragmática, que sería tal, solo en cuanto tenga algo de
útil, o de una “verdad” consensual que es la que se decidiría por acuerdo de
partes como sucede en la diosa democracia, que es una diosa caprichosa
“creadora” no sólo de verdades circunstanciales sino hasta de realidades
mutables ambas de acuerdo a la conveniencia de sus plutocrátas beneficiarios.
Establecido entonces que la verdad COMPLETA como me decía
un estimado amigo, es muy difícil así como la verdad en soledad; al no
traicionar nuestra propia conciencia, más allá de la recompensa eterna que Dios
nos puede otorgar en la hora de nuestra muerte, también hay una terrena que es
la que nos exime de silbar bajito para no molestar, práctica de las más
traumáticas e incómodas que existen.
El desafío una vez alcanzada una determinada verdad, es
actuar con humildad respecto de los que no la tienen, y no caer en la estupidez
de muchos “sinceros” que sólo demuestran su egolatría creyéndose mejores, y en
su actitud altanera no hacen más que llamar la atención con una conducta aparentemente
paradójica en la que pretenden ser completamente autosuficientes mientras se
esfuerzan por demostrarlo y ser reconocidos en ese aspecto.
El amigo que antes mencionaba repite frecuentemente la
frase de Santa Teresa: “Prefiero la
verdad en soledad que la mentira en compañía”, y defiende esa opción a pesar de
mencionar lo difícil de tal empresa.
En la búsqueda advertimos que son muchas las circunstancias que creíamos verdaderas y sin embargo no lo eran, como seguramente muchas más las que iremos descubriendo de seguir
investigando, y muchísimas más las que nos quedarán vedadas dada la finitud de
nuestra existencia. Y así Sócrates reconocía esta limitación al decir “sólo sé
que nada sé”; por lo que, como corolario podríamos decir que salvo lo proveniente
de Dios, es preferible dudar de nuestras certezas cuando no se apoyan en hechos
comprobables e indiscutibles. Podemos opinar y aceptar opiniones siempre y cuando
estas se apoyen en hechos, los que necesariamente deben ser respetados.
Entonces al realizar consideraciones respecto de ciertos
militares, gobernantes y demás políticos, incluso Pontífices como inmaculados o
perversos, sin escuchar más que opiniones; o lo que es peor, concentrarnos en
sus virtudes omitiendo sus vicios o a la inversa, de acuerdo a la postura y al
grupo que nos interese defender; podemos pecar gravemente por soberbia, pero lo
más grave, dejándonos conducir por nuestro ego eventualmente podemos hacer caer
en el error a muchos, con lo que se multiplicaría nuestra responsabilidad. Y lo
digo diciéndomelo primero a mí mismo. Resulta entonces por ejemplo, que Papas a
los que considerábamos intachables y exentos
de los errores del Concilio Vaticano II, fueron precisamente los propiciadores y precursores
del mismo; y a políticos y militares a los que hoy se demoniza y hasta sirven
de referencia para hablar de actos perversos y absolutistas; resultaron ser en
la práctica los sostenedores de la Doctrina Social de la Iglesia. Todo esto acusándoselos
incluso de falsos y hasta imposibles crímenes, para proponer como
mejor alternativa, la democracia liberal, masónica y judaica a la que ellos combatieron,
que es la causa del desorden que hoy parece humanamente
irreversible en el mundo entero. Teniendo además en cuenta, que dicha democracia, fue la opción preferida por esos Papas, causando a los cristianos en el mundo millones de muertos por la opresión comunista, así como la propagación del veneno del liberalismo que hoy corroe nuestras sociedades y hasta destruye la misma Iglesia. Y esto lo refiero sin hacer juicios
definitivos respecto a las personas mencionadas. Todo esto puede comprobarse y
detallarse abundantemente.
Hay que tener en cuenta que si bien la búsqueda de la verdad
completa puede producir rechazo, soledad, pobreza y hasta el martirio; ya que
mencionamos a Sócrates, podemos aprender de su ejemplo de bien morir en ese
sentido, al hacerlo mientras predicaba sobre la inmortalidad del alma la cual
creía conseguir con el constante autoexamen para el perfeccionamiento de la misma,
mientras bebía con suma tranquilidad el veneno que pondría fin a su vida.
Resulta indudable que el conocimiento de los hechos considerados
en su totalidad, pueden ayudarnos a una correcta
concatenación de razonamientos para conocer donde estamos parados y como
llegamos hasta la situación en la que estamos, así como saber mejor quienes son
nuestros amigos y nuestros enemigos, y de igual manera reconocer quienes fueron
realmente referentes dignos de imitar a pesar de sus flaquezas o quienes no lo
fueron a pesar de sus aciertos. Todo esto sin olvidar que esas verdades, muy
importantes sin lugar a dudas, son solo destellos de la Verdad con mayúscula,
Verdad que es al mismo tiempo Camino y Vida, y es la que proviene de Dios y de
hecho es Dios mismo en la persona de Cristo. Entonces lejos de justificar
nuestras torpezas recurriendo al “yo soy
yo y mis circunstancias”, sostenemos con el filósofo español José Corts
Grau la primacía de lo sobrenatural refutando esa frase de Ortega y Gasset,
afirmando que “Yo soy yo y mi raíz y mi
destino”, es decir, “Dios y yo”…,
agregando luego que “Dios no es para el
hombre una limitación negativa, un suspicaz y mezquino vigilante, sino un amoroso
esclarecedor, el secreto y la meta de una perfección sin límites”. Buscamos en definitiva, alcanzar ese objetivo.
Concluimos entonces que la búsqueda sincera, rigurosa y
hasta esforzada del esclarecimiento de los acontecimientos de la Historia que
determinaron y condujeron a nuestra realidad actual (oscura y esjatológica), no
sólo es importante, sino que hasta sirve para templarnos y prepararnos para el
verdadero desafío consistente en la fidelidad y defensa de esa Verdad Superior,
de esa Verdad Encarnada y hoy olvidada y hasta escarnecida, pero que es la
única que le da sentido a nuestra existencia, Verdad salvífica e infinita. Y si
somos capaces de ser fieles en esa búsqueda primera a la que podríamos
considerar “en lo poco” sin restarle importancia, seguramente seremos capaces
de ser “fieles en lo mucho”.
Augusto
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
entiendo tu punto y es real. Para mí quien más me ayudó a resolver este ´problema es el Padre Castellani. Me parece uno de los pocos, también Ezcurra,que sabe apreciar la verdad venga de quien venga. Eso implica una libertad de espíritu y madurez en la fe(lo cual no significa que yo lo haya alcanzado, sólo lo distingo) El resto, en el camino a la perfección nos la pasamos analizando el agua antes de apagar el fuego. Como los niños cuando ven una película y preguntan cuál es el bueno y cuál es el malo. Entonces descalificamos a medio mundo porque no tienen la pureza que se necesita para que le demos crédito. Y por el contrario, damos por cierto o justificamos cualquier dicho o acción de los que son un referente para nosotros así sea una soberana estupidez.Por supuesto, no es el caso de poner como héroe o santo a cualquiera, pero tampoco tratar de intrínsecamente perverso a aquel que ha fallado en algo.
ResponderBorrarEs un poco lo que traté de decir.
BorrarSi creo, como sostenía Castellani, diciendo que la mayoría de los "próceres" que tienen busto en la ciudad, están en el infierno; que el tener malos referentes conduce inevitablemente por mal camino.
Saludos en Cristo y María
Estimado Augusto: coincido en el planteo, pero debo confesar que la introducción prometía algún tipo de rectificación y en ella esperaba achicar diferencias con tu estimada persona. Más allá de que hubiera celebrado una una revisión de tus opiniones sobre Pio XII y sobre Adolfo (que creo que ratificas), entiendo que debes revisar tu consideración de la HISTORIA como ciencia, ya que por momentos se te transforma en un tipo de "revelación" más al tono con la filosofía moderna alemana. No busques la Verdad en la Historia, Ella está en la Iglesia. Te ruego entiendas esta intervención en el espíritu de fraternal objeción que tu mismo has abierto en este artículo. Te saludo en Xto y María.
ResponderBorrarCelebro que el tono de la crítica sea en ese tono aunque se mantenga nuestro disenso. No creo la "Verdad" con mayúscula, esté en la historia, más sí que hay una historia verdadera que ayuda al discernimiento y sin la cual no podríamos entender la situación actual, que incluye el desprecio y hasta el desconocimiento de esa Verdad que está en la Iglesia.-
BorrarCOn respecto a Pio XII, a medida que más investigo, confirmo cada día más lo que ya intuía cuando contaba con menos información. Pero el tema no es este amigo inestimable de la judería, así como de la alta masonería yanqui; el problema es considerar inmaculados a los pontífices poniendo una fecha y punto único de inicio a la corrupción de los Pontífices, negando la condición humana y falible de los mismos y porqué no dobleces. Pero los discípulos de Rampolla, se llamen Gasparri, Della Chiesa, Pacelli o MOntini, no son los únicos con terribles acciones que costaron miles y en algunos casos millones de vidas y hasta el sometimiento de media Europa al comunismo y la otra mitad el más perverso de los liberalismos. Excepción hecha por San Pio X, mucho se puede especificar respecto a los anteriores y sus consecuencias nefastas en la actualidad eclesiástica y mundial como es la entronización de la diosa democracia con colaboración de León XIII, por ejemplo, como bien señalan tantos reputados autores como Jean Madiran o el mismo Calderón Bouchet.
Y con respecto a Adolfo, el tema no puede circunscribirse a su sola persona, sino a todos los católicos que lucharon del lado anticomunista y antiliberal que ellos representaban. La sola consideración de la deficiencias en sus catolicidades, de ninguna manera implica que su lucha no haya sido justa y que no hubieran sido más beneficiosas para la Iglesia (por ejemplo con Mussolini) cuando la jerarquía les era absolutamente hostiles en favor de los enemigos intrínsecos de Dios en política.
En tiempos en donde con la connivencia o el silencio de esa jerarquía eclesiástica (Pontifices especialmente); el clero europeo era casi absolutamente liberal o comunista, no solo resulta ridículo sino hasta puede resultar hipócrita que estos líderes no fueran católicos y en cambio fueran anticlericalistas.
No se busca la salvación en la verdad histórica, pero somos hombres de nuestro tiempo y las cuestiones historico-políticas con su trasfondo teológico predisponen a los pueblos al ámbito adecuado para la búsqueda del bien común y entre esos el mayor de los bienes que es el espiritual, o lo que pasa hoy, para llevarnos a la insalvable (humanamente hablando) crisis que es moral pero se apoya bastante en la tergiversación histórica. Y de hecho hay un sentido de la Historia.
No tomo a mal la crítica, todo lo contrario, entiendo que se hace con las mejores intenciones, pero, hasta que me de cuenta de lo contrario, y tal vez sea menos tonto que hoy todavía; también puedo sostener lo que afirmo y alguno de mis argumentos, sin pretender que sean infalibles, son al menos atendibles y por lo menos pueden suscitar un estudio un poco más profundo de algunas cuestiones que considerabamos definitivamente conocidas.
Vaya mi saludo igualmente fraternal en Cristo Rey Y María Reina.
Pocas veces nos tomamos el tiempo para reflexionar sobre el deber de defender la verdad sobre el error, no es fácil mantenerse en la línea correcta de pensamiento.
ResponderBorrarPero vale la pena.
BorrarMuy buena la nota. Estoy en los mismos momentos que ud. me parece, y la frase de Sta. Teresa me alivia de esa especie de "complejo" de cristiana catolica sola; que no es por temor o egoismo sino por que es el camino con que el Señor me esta llevando actualmente. Y sospecho que somos bastantes en ese camino solitario. Tiempos dfíciles, pero no imposibles, para el elma enamorada de Cristo.Teresa Lucia
ResponderBorrarCoincido. Saludos en Cristo y María.
Borrar"omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est"....Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo.(Santo Tomás de Aquino), Vos decis: El desafío una vez alcanzada una determinada verdad, es actuar con humildad respecto de los que no la tienen, y no caer en la estupidez de muchos “sinceros” que sólo demuestran su egolatría creyéndose mejores, y en su actitud altanera no hacen más que llamar la atención con una conducta aparentemente paradójica en la que pretenden ser completamente autosuficientes mientras se esfuerzan por demostrarlo y ser reconocidos en ese aspecto......ese es un problema gravísimo. La altanería hace pensar que se posee toda la verdad en todo y que los demás están en el error en todo. Saludos . Andrea
ResponderBorrar(Santo Tomás de Aquino)
Para empezar se debe pedir disculpas a quienes nos mostraron algo que nos costó reconocer. Lo tuve que hacer varias veces y no descarto que tendré que seguir haciéndolo muchas veces más.
BorrarPIDO DISCULPAS POR NO PUBLICAR ANTES LOS COMENTARIOS, YA QUE EXISTIERON PROBLEMAS EN BLOGGER QUE YA ESTÁN SOLUCIONADOS.
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