LOS
PAPELES
DE
LEONARDO
CASTELLANI
Recopilación
de sus prólogos y epílogos a terceros
Daniel
O. González Céspedes
(Compilador)
San Rafael – Mendoza –
Argentina 2017
Enlace para descargar: Los
Papeles de Leonardo Castellani
Nota de NCSJB: Agradecemos al Dr. Antonio Caponnetto el habernos acercado
este trabajo como a los editores el haberlo compartido.
PRÓLOGO
NO INDISPENSABLE
La mayoría de los lectores se saltean los prólogos. Y los
epílogos. Y es justo, ya que lo interesante es el “logos”: el quid, no sus alrededores.
El prólogo es un paratexto, es decir, un texto que rodea,
como el caparazón a la perla, algo valioso en sí. Es un envoltorio que demora
el acceso a la sustancia.
Pero hay prólogos y prólogos.
Están los del mismo autor: son prólogos autógrafos
aclaratorios, o autobiográficos, o de defensa: “galeatos” (“con morrión” los
llama Castellani), o simplemente introductorios, y muchas veces indispensables
para la comprensión del texto, en tanto lo enmarcan y justifican. Y ponen “en
situación” al lector, que en este caso debe comportarse como el “amable lector”
al que se pide entendimiento, tolerancia y complicidad.
Están los prólogos “alógrafos” o “de terceros”. Es decir,
escritos por personas distintas del autor del libro a quien este ha solicitado
su redacción.
Como lo exige la cortesía, suelen consistir en amables
presentaciones de obras ajenas que aportan algún dato externo, una mirada
crítica, una clave de interpretación. Es tanto la voz laudatoria que aconseja propagandísticamente
su lectura, cuanto le da una autoridad en la materia que le da su aval y
respaldo: garantiza su valor.
Algunas veces resultan superfluos, y su existencia ha
marcado para siempre el desprestigio de sus congéneres. Otras veces demasiado extensos,
un modo hábil de parasitar el propio libro en el ajeno…
Aquí el lector, interlocutor principal, ante cuyos ojos se
exponen las tesis, se explayan las aclaraciones y se manifiestan las
discrepancias sobre algún punto, participa como juez convocado por el afán persuasorio
del prologuista.
Y entre todas las variedades de prólogos están los que han
tomado vida propia y con ínfulas de texto-en-sí, han hecho casi olvidar que aparecieron
como “dentorno”. Son los que justifican su ascenso a la categoría de género
literario y no pocas veces perexistieron aun a la obra que acompañaban. Son
prólogos emancipados –aunque no absolutamente, como es obvio– que han alcanzado
estatura de ensayo.
A más de los prólogos a sus propias obras, enjundiosos e insoslayables,
Leonardo Castellani escribió prólogos a pedido –pues fue varias veces convocado
a presentar obras ajenas– que resultan igualmente ineludibles. Fiel a su
estilo, en más de una oportunidad, luego de realizar los elogios de rigor, se
metió en tema y estableció un contrapunto con el autor en el que sus propias
ideas prevalecieron para iluminar el asunto tratado en el libro. Entonces, más
que una presentación, Castellani ha entablado en cada caso una conversación. Le
dieron pie para expresarse: así, pues, lo hizo, dialógicamente, magisterialmente.
El responsable de esta recopilación de prólogos de
Castellani a obras ajenas entendió que se los podía despegar del texto al que acompañaban
para ser leídos por sí mismos, porque halló en ellos algo que trascendía la
relación. Y ese algo es la universalidad que suele otorgar Castellani a sus
reflexiones, aun cuando se refiera a un hecho puntual. Siempre pega el salto
hacia los principios, hacia el deber ser, hacia el ideal, o como quiera
llamárselo: siempre mira el meollo del asunto.
Con su pluma apurada –calamo
currente– escribe como debatiendo, como apuntando las ideas que se le caen
a los labios –a los dedos– a propósito de.
Por eso es que cuando uno lee sus prólogos a terceros no
siempre se entera acabadamente de qué tratará el libro al que saluda desde el umbral.
Porque ni hace un análisis, ni una síntesis, ni una reseña.
Castellani, simplemente, acepta la incitación al canto, y
entonces canta opinando porque ese es su modo de cantar.
Pero no se demora mezquinamente en los zaguanes: conduce al
lector hasta la puerta y acompaña el ingreso al convite con la cortesía del
anfitrión que recibe a los invitados. “Pase al banquete que lo espera detrás de
estas cancelas” le dice.
La mesa está servida.
Dra.
Liliana Pinciroli de Caratti
San Rafael, Mendoza,
noviembre de 2017
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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