San Juan Bautista

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sábado, 28 de julio de 2018

Aborto y Objeción de Conciencia - Antonio Caponnetto




Un irrelevante total


Al parecer,el pasado 20 de junio –mala fecha para andar diciendo zonceras- desde el sitio oficial del Instituto Acton (que se llama así, no por la marca de patinetas sino en homenaje al lord gringo puesto en el Index en tiempos del Beato Pío IX), Don Gabriel Zanotti perpetró una nota titulada “Del aborto clandestino al totalitarismo clandestino”. Puede verla el masoquista  lector en  http://institutoacton.org/2018/07/04/del-aborto-clandestino-al-totalitarismo-clandestino-gabriel-zanotti/


         Llama la atención que el autor sea un relapso, que vuelve a asumirse inverecundamente cual católico liberal convicto y confeso, y que deslice un rechazo burlón hacia la Quanta Cura. Algo así como si un mahometano se confesara islámico-mormón y rechazara las azoras, aleyas y bizmillas del Corán.


Y llama la atención asimismo que crea poder compatibilizar su catolicismo gloriándose de haber sido prácticamente el único que defendiera a los Testigos de Jehová, cuando –según él- éstos “se pudrían sistemáticamente en la cárcel” por causa de sus objeciones de conciencia.  Latiguillo este último que blanden hoy las salvajes izquierdas por doquier, desde sus múltiples medios. Porque es común entre la intelligentzia nativa, subirse al caballo por derecha y bajar por siniestra.


 Los Testigos de Jehova son, en sentido estricto, una secta satánica, abocada de modo explícito a ultrajar a la Iglesia. El recurso a la objeción de conciencia lo usaron para dejar morir con crueldad a algún pariente, impidiéndole la transfusión de sangre, o para ofender la bandera nacional o para  negarse a servir a la patria bajo la forma  del servicio militar obligatorio.


Ser católico y defensor de los Testigos, y del uso crapuloso que hacen de la conciencia objetante, guarda la misma coherencia que ser trotskysta y cruzar espadas por los cautivos del Gulag. Hasta ahora sabíamos –como dice el Pseudo Exúpery- que lo esencial es invisible a los trotskos. Habrá que agregar también a los zanóticos.


Pero en la noteja de marras, the man of the Acton nos interpela dos veces a los nacionalistas católicos; y más específicamente a la revista Cabildo. Elige para ello el modo de una pregunta, que no registra Aristóteles entre los recursos lingüísticos de la Retórica, pero sí las mucamas cuando se enojan en la feria. No se tome por reproche, ¡vamos! Pura ley clásica de lo semejante en pos de lo semejante. Ambos hacen las compras para sus patrones.


¿Y cuál sería el núcleo de la acusación zanótica hacia nuestras amenazantes huestes ultramontanas? Nos expliquemos de una vez.


En primer lugar -se nos dice- los políticos aborteros, al negarse a reconocer la objeción de conciencia a los providistas incurren en un “totalitarismo clandestino[...], revelando con ello hábitos de pensamiento totalitarios típicos, lamentablemente de la cultura argentina”.  Que sepamos el rechazo a la objeción de conciencia, cada vez que ha sido planteado, no lo fue desde la clandestinidad sino desde altos estrados públicos y visibles. El senador Pichoto, por ejemplo, hace uso de su texticulillo masón anti objetante con ostensible exhibición oficial. Lo que ha pasado a la clandestinidad en él y en sus pares, es la moral y la decencia, pero no el imperativo tiránico.


Sobre la existencia de un hábito totalitario, estamos completamente de acuerdo. Es el del totalitarismo democrático, que impone su despotismo de la cifra, su prepotencia del número,su abuso de la cantidad, la opresión de su mitad más uno. Y esto es obra maldita del liberalismo, mentor, cultor y practicante del dogma de la soberanía popular y de la mentira del sufragio universal. Si van a invocar los hábitos vayan a la cuestión 51 de la prima secundae de la Summa, para aprender a detectar a sus causantes.


En segundo lugar, según este muchacho Gabriel de la Zanatosa, los nacionalistas de Cabildo seríamos culpables de “tanto poder otorgado al Estado”, de querer estatizar “la salud y la educación” por ser “derechos sociales”; de pensar que “todo estaba bien con un ministro de educación <católico>, y por supuesto con Onganía y con Videla”; pero que, como ahora, las cosas han cambiado y el poder estatal “va para otro lado”, suceden estos atropellos como querer negar la objeción de conciencia. La culpa es nuestra, en suma, porque a diferencia de los católicos liberales que “lucharon siempre contra el poder”, nosotros le dimos más y más poder al Estado.


Sinceramente nos duele ver cómo se le caen los anillos, se le desgracia el jubón y se le amarrona la librea al mayordomo del Lord hereje. Lo teníamos por sujeto de otro horizonte cultural y moral. Y aunque no lo supusimos nunca destinatario del encomio lorquiano: “voz de clavel varonil”, tampoco creíamos que prestaría su palabra a tanta mariconería  junta.


El Nacionalismo Católico, precisamente por lo segundo, que a la vez califica y sustantiviza a lo primero, jamás concibió al Estado como algo distinto a lo que enseña al respecto la Doctrina Social de la Iglesia. Ni estatolatría,ni neutralismo,ni omnipotencia,ni indiferentismo. Ni panteísmo de Estado ni ausencia irresponsable del mismo.


Nos hemos cansado de repetir con Oliveira Salazar, que el Estado debe ser una persona de bien, ejercitante, entre otros, del principio de subsidiariedad; y que no es lícita ninguna de las formas de monopolio estatal sobre la educación o sobre alguna de las cuestiones vitales en las que esté en juego la salvación de las almas o aún la mera salud integral de la creatura.


Ni en la teoría ni en la práctica hemos concebido un Estado que no fuera “el ministerio de Dios sobre la tierra para asegurar el bien común”. Nuestro ideario, en todo caso, está antes en la Unam Sanctam de Bonifacio VIII, pero nunca en el Discurso de Sarmiento en el Senado, del 13 de septiembre de 1859, proclamando que el Estado no tiene caridad ni alma. Porque es el Estado Liberal, instaurado tras la derrota de Caseros, con previo delito de traición a la patria, el que impuso su laicismo integral a sangre y fuego. Y es en nombre de ese laicismo masónico que hoy pueden negar los reclamos de la conciencia católica ante un crimen como el aborto.


¿Qué objeción de conciencia respetó el Estado liberal cuando impuso la obligatoriedad del matrimonio civil, o la del voto coactivo, multando a sus infractores y colocándolos en la lista de los réprobos? ¿Qué objeción de conciencia respetó ese mismo Estado Liberal cuando sometió a las familias a la educación común de signo jacobino u obliga desde hace décadas al ciudadano común a tener que regirse por una moneda extranjera si quiere acceder a una vivienda?


El Nacionalismo Católico no ha sido nunca poder en la Argentina. Y es redondamente una infamia –de esas que en otros tiempos se dirimían con el guantazo arrojado a la cara del canalla- afirmar que nosotros no hemos enfrentado siempre al poder de turno; y que no hemos pagado por ello el alto costo que supone ser políticamente incorrecto a perpetuidad.


Gobiernos civiles y militares, oligarcas de overol o de levita, proletarios o burgueses, peronistas o gorilas, cursillistas o  budistas, ¡todas!, absolutamente todas las variantes del Régimen han conocido nuestra enemistad. Incluyendo el Onganiato y el Proceso; afirmaciones tajantes que podemos convalidar con una montaña de documentación escrita,publicada y difundida en cada circunstancia histórica.


No debería Zanotti mencionar la cuerda en casa del ahorcado. A su padre, el Proceso le restituyó la cátedra de Política Educativa en la UBA; fue asesor de la Armada a partir de 1969, cuando aún gobernaba Onganía; y en el homenaje a su figura, que le hiciera La Nación a los diez años de su muerte, en la Fundación Bank Boston, asistieron personalidades del liberalismo católico como el Dr. Llerena Amadeo, que fuera ministro de Educación del Proceso, Víctor Massuh, otrora embajador ante la UNESCO o el Contralmirante Sánchez Sañudo, partícipe de la Revolución Libertadora. Datos todos que el mismo Juniors nos ha aportado en sucesivos artículos. Y que son, además, del dominio público.


Y datos ante los cuales, en principio, podríamos encogernos tranquilamente de hombros, si no fuera por que se pretende que, para nosotros, “la nación católica se da en las dictaduras católicas de derecha”. De pronto –milagros de la homonimia- Zanotti ha mutado en Zanatta (il forlivez bugiardo), y ambos –por merecida alquimia- en zanahorias, vocablo cuya tercera acepción permiten los académicos del idioma sinonimizar con imbécil.


             Pero dejemos a este “irrelevante total”, como se autodefine en el artículo que le estamos comentando; y vayamos al tema de fondo. ¿Es lícito y/o recomendable esgrimir la objeción de conciencia ante la posible o cierta legalización del aborto?



La objeción de conciencia
        

         Va de suyo que al modo de los liberales,no. Porque en la perspectiva liberal es una variante más de la autonomía del juicio individual, del culto al subjetivismo relativista, del rechazo de cualquier forma de heteronomía ética o de moral objetiva, de la libertad convertida en antojo. Lo mismo vale hoy para no matar a un embrión, que ayer para matarlo negándole una transfusión sanguínea o mañana para desertar de una guerra justa, si tal posibilidad existiera. Por eso, la categoría “objetores de conciencia” ha sido siempre cara a las izquierdas progresistas y liberales. Y por eso el Magisterio de la Iglesia supo hacer sus claras distinciones[1].


         Pero supuesto en un sujeto sano y responsable el ejercicio del habitus primorum principiorum o sindéresis, por cierto que está en todo su deber primero, y en su derecho después, levantar bien alto la voz de su conciencia, ante una ley aborrecible, para exigir que se obedezca a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,29). La conciencia recta no puede sino rebelarse contra lo que escolásticamente se llamaba una real, objetiva y flagrante atrocitatem facinoris o acto de atroz injusticia.


         Ahora bien; el hombre que así gloriosamente actúa, para que su acto sea no sólo ejemplar y edificante sino santo y heroicamente congruente, no debe pedir garantías al mismo verdugo de que nada le sucederá si no sacrifica a los falsos ídolos. Gritará –como consta en las Actas de los Mártires- ¡no sacrificaré!, y pedirá fuerzas a Nuestro Señor para aguantar las consecuencias. Como mostró el rey Balduino de Bélgica que era posible, perdiendo nada menos que su trono por no consentir el nefando crimen del aborto. Después, si la leguleyería impuso sus triquiñuelas, es otra cosa. Pero el gesto es válido.


Nunca son recomendables sino despreciables los católicos libeláticos; esto es, aquellos que buscan la garantía,la contemporización y el refugio del poder constituido. La chancha y los veinte no se puede ni se debe. Si no sacrificamos nos pueden echar del trabajo,sí. Y ser denostados por anónimos y cobardes plumíferos. Y perder fama, honor y hacienda, sí; y ser declarados enemigos del pueblo, también, como tantos casos gloriosos. Hay una bienaventuranza para los que todo lo padecen por causa de Cristo. Y un nombre, el de mártires, para quienes pueden ofrecer hasta la vida.


Entendemos a los profesionales de la salud que exigen la objeción de conciencia legalizada y garantizada por el Estado si se aprueba la Ley IVE (Infernal Voluntad de Exterminio). Pero primero será pedir el milagro de que el Dios de las Batallas aplaque la furia criminal de los aborteros; y después, si tal gracia no la merecemos, pedir el milagro de que se nos de la fortaleza extraordinaria para sobrellevar las consecuencias, que no serán fáciles. Mucho menos si además de una conciencia rectamente objetora, no hay una conciencia parusíaca. Bueno sería que la Iglesia, antes de acompañar este pedido de la objeción de conciencia –que para algunos equívocos conceptuales se presta- predicara sobre las Postrimerías y sobre la virtud de estar dispuesto a perderlo todo antes de pecar contra Dios. Al fin de cuentas se supone que es lo que rezamos diariamente en el Pésame.


Es de San Buenaventura la hermosa enseñanza aquella, según la cual: “la conciencia es como un heraldo de Dios y su mensajero; y lo que dice no lo manda por sí misma, sino que lo manda como  venido de Dios, igual que un heraldo cuando proclama el edicto del Rey. Y de ello deriva el hecho de que la conciencia tiene la fuerza de obligar” (In II Librum Sententiarum,dist.39,a.1,q.3).


Sólo en este sentido se podrá hablar de una conciencia objetante, impugnante y movilizadora del Buen Combate. El resto es el pecado del liberalismo; o el temor de los cobardes; o el conformarse cada vez con menos de los tibios; o el acomodarse en la derrota para conservar el puesto; o el tirar la toalla antes de que la lid acabe.


No será el liberalismo católico el que venga a darnos lecciones de resistencia al poder. Tampoco nos vanagloriamos de ser nosotros paradigmas de conductas. Pero la Iglesia, “columna y sostén de la Fe”(I Timoteo 3,15), Mater et Magistra y Esposa del Señor, tiene un escuadrón de testigos para que nos espejemos en ellos en estas horas duras y cruciales.


Digo la Iglesia. De pie al pronunciar su nombre y de rodillas tras pronunciarlo. Digo la Iglesia semper idem. Digo la Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica. Contra ella no podrán ni han podido nunca obtener el triunfo definitivo los enemigos de la Cruz. Porque la Barca la conduce Cristo. Y Cristo navega hacia lo alto, hacia Arriba. Desde donde se sale victorioso cuando parece que  el laberinto nos tiende la más cruel encerrona.



Antonio Caponnetto




[1] Recomendamos dos lecturas: Rafael Somoano Berdasco, Pacifismo, guerra y objeción de conciencia, a la luz de la moral católica, Madrid, Fuerza Nueva,1978 y Gonzalo Muñiz Vega, Los objetores de conciencia, ¿delincuentes o mártires? , Madrid, Speiro, 1974.





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miércoles, 25 de julio de 2018

El Camino de Santiago - Antonio Caponnetto




     Ha tomado estado público el estreno de la película “El camino de Santiago”, dedicada al caso Maldonado. En rigor, dedicada a perpetuar la mentira más gruesa y más descarada sobre este sujeto, claramente incurso en actividades anarquistas, delictivas y aún satanistas.

     Como no podía ser menos, una Kirchner, está detrás de este proyecto de falsificación histórica intencional y evidente. Y una banda de seres vitandos que la secundan, de tanta repelencia que pueden competir con su rostro.

     Se han escuchado voces denunciando esta estafa; y no está mal. La primera ley de la historia es no atreverse a mentir; la segunda, no tener miedo de decir la Verdad.

     Pero por encima de la legítima defensa de la autenticidad de lo acaecido, la película tiene claramente un título sacrílego y profanatorio. Porque parodia a sabiendas esa antañona y catoliquísima romería hecha por muchedumbres de peregrinos en homenaje devocional al Apóstol Santiago. Procesión de inequívocas resonancias sacras, de reverberancias litúrgicas, y de fulgurantes connotaciones sobrenaturales.

     Miradas las cosas con propiedad teológica, la denominación del engendro cinematográfico contiene una clara conculcación del Segundo Mandamiento.

     Y una vez más, como tantas, los obispos han callado cobardemente. Ninguno ha salido a cruzar espadas por el honor del gran discípulo de Nuestro Señor Jesucristo, a cuyo solo nombre y mística imagen, España entera se lanzó a la victoriosa Reconquista.

      Ninguno se ha atrevido a convocar a un desagravio público, cuanto pública es la ofensa. Bergoglio acaso, que ya recibió aquiescente a la parentela del delincuente, se haga pasar ahora la película en algún recoveco de su inmerecido sitial romano.

     Pero hoy es la fiesta del Apóstol Santiago. Y por los  infames que callan, hablaremos nosotros. Hablaremos para  hacer primero el encomio de esos leales andariegos, que durante fatigosas jornadas, casi griálicas, con su bordón y su viera, van recorriendo espacios y tiempos signados por la gracia.

     No es el de ellos el camino de la ruindad apátrida y atea. Es la travesía del creyente, la singladura del pecador contrito y esperanzado, la senda del oteador de cielos nuevos y tierras nuevas.

     Y hablaremos, al fin, en esta Fiesta que supo ser tan hispana como argentina, tan universal como criolla, para pedirle al Apóstol que acepte nuestro desagravio, que nos contagie su brío, que nos instile su entusiasmo, que nos infunda su fervor. Porque la batalla que tenemos por delante es fragosa; y los felones acechan, y los medrosos rondan y los miedosos mandan.

     Lancémonos al verdadero Camino de Santiago.  Es demanda, oblación, fatiga. Pero es también, o por lo mismo, victoria de la Fe, coronación de la Esperanza, apoteósis de la Caridad.


     Que retumbe la plegaria de José Antonio García de Cortazar y Sagarminaga:


«¡Que voy a entrar en combate,
Señor Santiago el Mayor!
Pon en mi clara Bandera
la aguda Cruz de tu amor.
Dame tus armas ardientes,
híncame tu corazón.
¡Quiero hundirme en el asalto
con tu nombre y con tu voz!
¡Que voy a entrar en combate
Señor Santiago el Mayor!».


Antonio Caponnetto




domingo, 22 de julio de 2018

La influencia judía en el mundo - León de Poncins


  


     En el mundo entero y en todas las ramas se ejerce la actividad judía, consciente o inconscientemente cristiana, en un sentido revolucionario destructor de la civilización. Los dos polos del pueblo judío, abajo los revolucionarios socialistas bolcheviques, y en la cumbre la alta banca, trabajan en el mismo sentido.


     Consciente o inconscientemente. Hay, en efecto, una diferencia radical entre las dos concepciones de la existencia, la concepción judía, que cree en el inmenso valor de la vida terrestre (el reino de Dios en la tierra) y rechaza la esperanza de la vida futura, y la concepción cristiana, que se basa en lo contrario. Que se admita o se rechace la idea de una conspiración judía mundial, no deja de existir el hecho que desde 1789 la idea judía vence a la idea cristiana, que hasta entonces había prevalecido, y el materialismo que se deriva de ella trae lógicamente el ateísmo, el socialismo y la anarquía universal que sufrimos. La cuestión judía es, ante todo, una cuestión de salvaguardia de nuestra civilización y de nuestra cultura, es una cuestión de trastorno de la faz del mundo.


     Aunque no tengamos conciencia de ello, el idealismo de nuestra raza, ese idealismo que se había entusiasmado durante siglos y siglos por todo lo bello, por todo lo noble, por la sinceridad, por la lealtad, el derecho, el deber, la confianza, todo eso es arrojado por la concepción seductiva de la judería hacia un materialismo cínico y sin escrúpulo, que encuentra su expresión política en la república judío-masónica atea universal.


     La propagación de la idea judía es para nosotros destructora. Para extender sus ideas y ponerlas en práctica, el judaísmo dispone, como fuerzas principales, del oro y de la prensa.


     Gracias a eso, dirige o se mezcla en todo lo que actúa sobre la opinión y en lo que tiene una influencia revolucionaria en el mundo, como Francmasonería, socialismo, comunismo, teosofía, teatro, cine, agencia de noticias, telegrafía sin hilos, educación, etcétera. Hay una influencia efectiva sobre la mayor parte de los Gobiernos, ya indirectamente por la Francmasonería, ya directamente por nacionales judíos escogidos que rodean y dirigen a los jefes de Estado y a los políticos influyentes, como lo hemos visto de un modo preponderante en la Conferencia de la Paz.



León de Poncins: “Las Fuerzas Secretas de la Revolución” – Ed. FAX – Madrid 1932. Págs 173-174.


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miércoles, 18 de julio de 2018

Influencia judía en la Francmasonería - León de Poncins



     ¿Quién inspira, quién dirige a la Francmasonería? Muchos afirman sin titubear: la influencia judía. Porque la cuestión judía está indisolublemente ligada a la cuestión masónica. Actualmente, judíos y francmasones trabajan en colaboración para obtener el triunfo de la revolución universal. Muchos de los altos cargos masónicos están ocupados por judíos en todos los países[1].

     Existen logias exclusivamente judías, como las célebres de las Bnai-Brith, cuyo asiento está en Chicago.

     El espíritu judío domina a la Masonería y le imprime ese odio anticristiano; sin eso, difícilmente se explicaría su rigor. La Masonería sostiene y defiende en todas partes los intereses judíos. ¿Desde cuándo data esta alianza?


El Origen de la alianza de francmasones y judíos

     Existen dos teorías. Una de Gougenot des Mousseaux y de Copin Albancelli, que dice: Los judíos crearon en todas partes la Francmasonería para corromper a los pueblos de la civilización cristiana, y propagar, a cubierto de esta máscara, la revolución universal, que había de traer la dominación de Israel. Esta no es más que un instrumento y un medio en manos de los judíos.

     Para confirmar esta teoría, podemos citar el artículo del Dr. Isaac Wise publicado en la revista El Israelita, del 3 de agosto de 1866.

     La Masonería es una institución judía, cuya historia y cuyos deberes, contraseñas y explicaciones son judíos desde el principio hasta el fin, excepto un solo grado secundario y algunas palabras de la fórmula del juramento[2].

     La otra teoría, de Webster y de Wichtl, dice: "La Francmasonería era en principio una institución buena y sana; pero agitadores revolucionarios, principalmente judíos, aprovechando su organización secreta, se introdujeron poco a poco en ella. Corrompieron y desviaron su fin moralizador y filantrópico, llevando su acción a fines revolucionarios. Esto se prueba porque parte de ella conserva su primitiva finalidad, como sucede con la Francmasonería inglesa. Podemos citar lo que dijo el judío Bernardo Lazare en el Antisemitismo:

     ¿Cuáles fueron las relaciones de los judíos y de las sociedades secretas?

     Es difícil dilucidar esta cuestión, por falta de documentos de Incontrastable valor. Evidentemente, no dominaron en estas asociaciones, como pretenden los escritores que acabo de citar, ni fueron él alma, el Jefe, él Gran Maestre de la Masonería, como afirma Gougenot. Sin embargo, es evidente que no hubo más que judíos en la cuna de la Masonería, judíos cabalistas, como lo prueban ciertos ritos que se conservan; y muy probablemente, en los años que precedieron a la Revolución francesa entraron en mayor número todavía en los consejos de esta sociedad y fundaron sociedades secretas. Hubo judíos en torno de Weishaupt; y Martínez de Pascualís, un judío de origen portugués, organizó numerosos grupos de ilumlnistas en Francia y recluta muchos adeptos, que iniciaba en el dogma de la reintegración. Las logias Martinecistas fueron místicas; mientras las demás órdenes de la Masonería eran más bien racionalistas; asi, que se puede decir que las sociedades secretas representaron los dos lados del espíritu judío, o sea, el racionalismo práctico y el panteísmo, ese panteísmo que, siendo reflejo metafísico de la creencia en Dios uno, viene a parar en la teurgia cabalística. Fácilmente se demostraría la armonía de estas dos tendencias, la alianza de Cazotte, de Cagllostro, de Martínez, de Saint Martín, del conde de Saint Germaln y de Eckartshausen, con los enciclopedistas y los Jacobinos, y la manera con que llegaron al mismo resultado, a pesar de sus notables diferencias, es decir, al debilitamiento del Cristianismo. Esto, una vez más, servirla únicamente para probar que los judíos pudieron ser buenos agentes de las sociedades secretas porque las doctrinas de estas sociedades concordaban con sus propias doctrinas; pero esto no quiere decir que fueran los iniciadores.

     Podemos resumir los argumentos que aduce cada teoría, de este modo:

1.a Teoría

     Los occidentales, la civilización cristiana, hubiera sido incapaz de esta creación, pues la sociedad secreta es la manifestación de una mentalidad oriental y anticristiana; luego la perfección de la organización masónica prueba que sus fundadores tenían g r a n experiencia de las sociedades secretas. La universalidad de la Francmasonería, su duración, su estabilidad de fin, que explican si es una creación judía, que sirve a los intereses judíos, llegaría a ser incomprensible si tuviera origen cristiano.

     El fin mismo de la Francmasonería, destrucción de la civilización cristiana, descubre al judío, porque es el único que puede ganar en ello, pues siente profundo odio al Cristianismo. Los símbolos y ritos masónicos son puramente judíos.

     Teniendo en cuenta el estado actual de nuestros conocimientos, esta tesis es demasiado absoluta y no corresponde a los hechos.

2.a Teoría

     El principal argumento de sus partidarios, es que la Historia no presenta a los judíos en los comienzos de la Francmasonería; pues no aparecen sino hacia el primer tercio del siglo XIX, y en esa época no desempeñan aún un papel primordial[3] (76). E n todo caso, la cuestión tiene sobre todo un interés retrospectivo, y lo que nos importa es la situación actual: saber cómo hemos llegado a ella, es cosa secundaria. Y la situación no es dudosa.

     La Judío-Masonería está al frente del movimiento revolucionario, y para muchos la preponderancia y la influencia judía en la Francmasonería parece indiscutible. Resulta del razonamiento y de los hechos.


Demostración de la influencia judía

1.°—Por el razonamiento

     El principal argumento se resume brevemente en esto:

     La Francmasonería es una sociedad secreta. Está dirigida por una minoría internacional. Ha jurado un odio implacable al Cristianismo.

     Estos tres rasgos peculiares son los mismos que caracterizan a la Judaica, lo que prueba que los judíos son el elemento directivo de la logia.

     Sólo los judíos tienen interés en el cumplimiento de los fines masónicos.

     Estas sociedades del ocultismo no tienen otro fin serio que el de las asociaciones judaicas, de las que no son más que variantes con fisonomía cuasi cristiana; porque el pensamiento que los dirige es el mismo y lo sabíamos antes que un accidente hubiese puesto en claro la correspondencia de los Nubius y de los Piccolo-Tigre; porque toda su labor se limita y toda su actividad se aplica y emplea en la propaganda de los medios que produzcan el aniquilamiento de la doctrina de Cristo en la sociedad.

     En otros términos, el objeto único de sus esfuerzos es la realización del triunfo de las ideas judaicas proclamadas bajo el nombre de "principios modernos" por Israel mismo, y cuya consecuencia es la era mesiánica por la que claman[4] .

     Los judíos tienen igualmente por enemigos a los que atacan a la Masonería, como a los que atacan al Judaismo. Véase lo que sucedió al historiador inglés Webster a propósito de los protocolos[5].

     Arturo Preuss, en su obra Estudio sobre la Francmasonería americana, pág. 180, ha demostrado que la Francmasonería tomaba, en parte, su contenido filosófico de la cábala judía. Hay entre ambas estrechas afinidades, que se pueden resumir en estas dos citas del célebre Alberto Pike . •. :

     La Masonería se propone la investigación de la verdad, y ello hace que se remonte a la cábala. En este laberinto y confusión de cábala y filosofía, el iniciado encontrará la fuente de muchas doctrinas: llegará con el tiempo a comprender a los filósofos herméticos, a los alquimistas, a los pensadores de la Edad Media enemigos del Papa, Manuel Swedenborg[6] (79). Todas las verdaderas religiones dogmáticas 'han salido de la cábala y a ella vuelven; todo cuanto hay de científico y de grande en los sueños religiosos de todos los iluminados, como Jacobo Boéhme, Swedenborg, Saint Martin y otros, está tomado de la cábala; y todas las asociaciones masónicas le deben sus secretos y sus símbolos[7] (80).


2.°—Por los hechos

     Recordemos solamente dos hechos recientes: las revoluciones bolcheviques de Baviera y de Hungría. Los documentos publicados entonces fueron cogidos por el Gobierno húngaro en los archivos de las logias masónicas de Budapest. Como ya nos hemos ocupado de esto, no insistiremos. Más adelante veremos el papel de la Judío-Masonería en la revolución bolchevique de Baviera.

     Podemos afirmar con toda certeza que hay alianza estrecha entre los francmasones y los judíos, y aunque no tengamos una prueba material absoluta, difícil de tener en cuestión t a n obscura, hay un conjunto de hechos que demuestran la actual preponderancia judía en la Francmasonería.

     De todas formas, la verdadera fuerza dirigente de la F.•. M.•. no es inglesa, ni alemana, ni siquiera judía, porque su campo no son los cuerpos, sino los espíritus.

     Lo que más caracteriza al espíritu moderno es precisamente el principio de rebelión o de revolución, hijo natural del orgullo humano, pecado antiguo... La Francmasonería es la fiel depositaría, y diríamos la Iglesia, por excelencia, de este principio[8].

     No concederíamos importancia alguna a su actitud si se contentase con "hacer política"; entonces sería un grupo que se agitaría entre otros muchos y buscaría vivir en los tiempos difíciles[9].

     Mas la resistencia de la Francmasonería al tiempo, su mantenimiento perenne a través de centurias de años de vida agitada, es un fenómeno digno de notar en una obra que no quiera apoyarse en la piedra angular de la revelación divina. Tan largo pasado supone una doctrina estable y permanente, a pesar de las varias interpretaciones que le pudieron dar sus detentadores sucesivos[10] (83).

     Repitámoslo. Si esta secta se contentase con hacer política, se podría dejar a los partidos defenderse por sus propios medios; pero detrás de las actitudes, de las payasadas y de los banquetes, hay algo más terrible, algo que maneja los hilos de esa farándula[11].

     La Francmasonería habla de iniciativas, de espiritualidad, de misticismo, de religión, de manumisión. Entra, pues, al menos nominalmente, en el campo de la Metafísica. Ahora bien, el estudio interior de esta secta me ha demostrado que su fin principal es un singular trastrueque de los valores tradicionales que forman la piedra base de toda espiritualidad... Estoy persuadido de la existencia, no de un plan oculto, que esto sería inexacto, sino de la existencia de un pensamiento antitradicional, antiespiritual, anticristiano... Que este estado espiritual sea inconsciente, velado, imperceptible, yo soy el primero en declararlo; que pueda haber mucha buena fe, mucha buena voluntad, a veces hasta impresionante, conformes: pero esto no basta[12].

     Los francmasones representan, desde el punto de vista cristiano, el orgullo del hombre, el espíritu del mal, la rebelión contra Dios[13].

     Un mundo, una doctrina, un estado espiritual, una jerarquía, una Iglesia falsa es lo que debemos huir. Los peligros son grandes, la exposición temible, y la muerte espiritual, no es aquí una frase vana[14].

     La utopía del hombre que se baste a si mismo es una forma de egoísmo monstruosa, sobrehumana, y en verdad diabólica. Sería preciso que tal sugestión, en la forma colectiva y racional que adopta en nuestros días, fuese de origen suprahumano para que se la pudiese comprender. Aquí hay un profundo misterio de iniquidad, una rebelión espiritual terrible y violenta, que pocos conocen, pero cuya borrachera ha trastornado muchas cabezas[15].

     Ese espíritu que brotó del Renacimiento, es el que presidió la constitución de las logias por Anderson, hijo espiritual de los antitradicionalistas. Ese espíritu imperó en la sociedad podrida del siglo XVIII, y, dueño de las conciencias populares, provocó aquellas horrendas matanzas, aquel desencadenamiento de la bestia: la revolución de 1789. Multiforme, renaciendo como el fénix de sus propias cenizas, tapándose con mil disfraces, ha reinado como un soberano sobre la civilización occidental de entonces acá[16].


León de Poncins: “Las Fuerzas Secretas de la Revolución” – Ed. FAX – Madrid 1932. Págs 117-125.


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[1] Recordemos que durante el importantísimo período de la guerra, Nathan era Gran Maestre de la F.•. M .•. italiana, y Khon, Gran Maestre de la F.•. M.•. alemana, por no citar mas que estos dos nombres harto conocidos.
[2] Citado según Gregor Schwarts Bostunitch. Die Freimaurerei, 1928
[3] A los que interese esta cuestión, recomendamos los estudios de Copin Albanoelli, Desohamps, Gougenot, Webster, Jouin, Wiohtl, Findel, eto.
[4] GOTTGENOT DES MOUSSEAUX, Le Juif, le Judaisme et la Jwdaísation des peuples, pág. 341.
[5] N . H . WEBSTER, The world revolution, pâg, 305.
[6] A . PREUSS , Etude sur la Franc-Maçonnerie américaine, pâg. 180.
[7] Idem, pâg. 178
[8] J . MARQUES RIVIÈRE, LU trahison spirituelle de la F .•. M .•.
[9] J . MARQUES RIVIÈRE, LU trahison spirituelle de la F .•. M .•.
[10] G. MARTIN, Manuel d'histoire de la F .•. M .•., pâg. 281.
[11] J . MARQUÉS RIVIÈRE , op. cit., pág. 254.
[12] J . MARQUÉS RIVIÈRE , op. cit., pág. 253.
[13] USTAVH BORD, La F .•. M .•. en France.
[14] J . MARQUÉS RIVIÈRE , op. cit., pág. 252.
[15] J . MARQUÉS RIVIÈRE , op. cit., pág. 213.
[16] J . MARQUÉS RIVIÈRE , op. cit., pág. 103.