La mujer por naturaleza tiene la facultad
fisiológica de darle en su vientre materno todos los cuidados necesarios para
el correcto desarrollo al niño que está por nacer. Todo ser humano desde la
concepción empieza un proceso de formación fisiológico continuo (continuo
porque la única aportación genética se recibe en el momento de la concepción y
se mantiene hasta el día de su muerte no ninguna nueva aportación genética),
que prosigue hasta después del nacimiento. Por ende, los que inventan las
falsas distinciones entre feto y embrión arguyendo que al embrión inicial le
falta desarrollo, deberían saber que hasta después del nacimiento el ser humano
sigue el proceso formación continuo hasta los 18 años. Recién a los siete años
se instalan las conexiones cerebrales del razonamiento; a los quince la
maquinaria químico-eléctrica alcanza su pleno funcionamiento.
Por lo tanto matar un embrión por falta de
desarrollo, también podría asesinar a un joven a los 17 años y 11 meses por la
misma razón.
Además la madre también experimenta un
importante cambio, tanto físico como psíquico debido a las hormonas
gestacionales, produciendo cambios como por ejemplo en la capa interina del
útero. Terminar con este desarrollo (terminar, no interrumpir, el proceso no se
vuelve a reanudar), tiene consecuencias físicas gravísimas tanto para la mujer
como para el niño.
Esta es la naturaleza del ser humano, este
proceso es necesario en cada uno de nosotros. Esto es ORDEN NATURAL. No
respetar este orden es ir en contra de la naturaleza misma. Los partidarios de
la muerte deben saber que su enojo es con la naturaleza.
La Iglesia Católica defiende la vida por
Orden Natural, no porque fuese un dogma o una idea, sino porque Dios mismo dejó
impregnada su Santa Voluntad en las cosas creadas, por esa razón la Iglesia
respeta esta naturaleza.
Pero el conocimiento de la existencia de
este Orden no tiene origen en la cultura y civilización cristiana, sino mucho
tiempo antes que la Encarnación de Cristo. Los pueblos de la antigüedad participaban
de la convicción de que existe un orden natural y que es el principio de
regulación de los actos humanos, puede verse la Antífona de Sófocles, heroína
del derecho natural, hay leyes de origen divino que deben ser respetadas por
los gobernantes. Homero, Cicerón y hasta el código de Hammurabi (1700 aC),
entre tantos otros, reconocían la presencia de esta verdad natural.
Las normas de derecho positivo, es decir
aquellas que no pueden ser deducidas de la naturaleza humana, como por ejemplo
de qué lado de la calle debe conducir un automóvil, también es necesaria y se
complementan mutuamente con la ley natural por ende resulta que la ley positiva
debe ser fundada en esta ley natural, caso contrario daría inicio a lo que
conocemos como injusticia.
Gracias al ejercicio de la razón, el
hombre puede descubrir con certeza que posee ciertas tendencias naturales que
brotan dentro de su ser, por ejemplo vivir en sociedad, usar bienes materiales,
proteger y conservar la vida. El respeto a estas inclinaciones naturales es
indispensable para alcanzar la felicidad o perfección personal. De aquí se
desprende los diversos derechos esenciales de la persona humana. Y
evidentemente estos derechos poseen una jerarquía, si no hay vida (derecho
primero) es imposible, por ejemplo, tener libre disposición de bienes.
Es importante destacar que estos derechos
naturales poseen las siguientes características:
-
Es universal. Rige a todos los hombres ya que
poseen la misma naturaleza.
-
Es cognoscible. Es alcanzable por el
conocimiento del hombre.
-
Es inmutable. Más allá de los contextos y
culturas, siempre las leyes positivas deben subordinarse a la ley natural. De
no ser así deben ser abolidas, ya que la ley natural perdura siempre.
A comienzos de marzo del 2018 el
presidente de la República Argentina llamó a un “debate maduro y responsable”
sobre la legalización del aborto, a pesar de haber declarado en el 2016: “Defiendo
la vida desde la concepción hasta la muerte”. La vida desde la concepción, como
bien se postuló en el presente artículo, es una verdad natural que no puede
entrar en discusión. Es querer debatir si el fuego quema o la lluvia moja. Para
la ciencia no hay margen a la duda, hay vida desde la concepción. Razón por la
cual el presidente de Uruguay en su anterior gestión, médico y declarado agnóstico,
vetó la ley que legalizaba el aborto en su país ya que no es un “acto médico” y
optó por “salvar las dos vidas”.
Para todo profesional de la salud, vida
humana, ser humano y persona es lo mismo. No hay distinción, es un ser que ha
llegado al mundo en un instante determinado. La distinción de estos términos no
tiene lugar en la biología. Por lo tanto, los médicos y científicos a favor del
aborto, son conscientes de la eliminación de una nueva vida. Podría destacarse
el caso del judío Alberto Kornblith, biólogo argentino, que en su última
exposición en el Senado reconoció que hay vida desde la concepción pero también
que “la mujer tiene que tener la opción y derecho a interrumpir el embarazo
prematuramente de lo contrario se convierten en esclava de su embrión”. Al
parecer sus razones para eliminar una nueva vida si son “convicciones
religiosas o filosóficas” más que naturales.
La misma Academia Nacional de Medicina ha
realizado su declaración reconociendo “Que el niño por nacer, científica y
biológicamente es un ser humano” (https://www.acamedbai.org.ar/declaraciones/02.php).
La ideología liberal y progresista
emboscada de expresiones tan ambiguas como “derecho a decidir” propone de
manera clara el exterminio masivo de niños como un “derecho fundamental”.
La autonomía de la voluntad y una libertad
de conciencia desarraigada han llevado a negar el concepto mismo de naturaleza.
Promover esta ley es ir en contra la justicia, es traicionar a la misma Patria,
es aceptar la mentira en lugar de la Verdad. Tristemente atravesamos el momento
de decadencia moral más grande de toda la historia, donde la madre quiere matar
a su propio hijo. Está en nosotros y con la ayuda de Nuestra Señora de Luján,
patrona de estas tierras, impedirlo.
Waldemar
Nicolás Garro
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
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