Si los buenos
cristianos y los buenos patriotas –que está visto quedan aún en la Argentina-
necesitan un día de fiesta, pues que ese día sea ayer, 8 de Agosto de 2019,o
tal vez hoy, el día siguiente al rechazo del aborto en la sesión del Senado.
No seremos
nosotros los agroicos o aguafiestas. Que suenen bombas de estruendo, se
enciendan fuegos de artificio y se den gracias al Cielo. Sobre todo esto
último, que mucha falta nos hace. Que quienes tanto se esforzaron por argüir y
obrar rectamente tengan su merecida confortación.
Nuestro
análisis sin embargo –dolorosa y respetuosamente lo decimos- difiere del de los
festejantes.
En primer
lugar porque tiene razón Macri cuando dijo que cualquiera fuese el resultado de
las votaciones de ayer, la ganadora era la democracia. La democracia, en
efecto, impuso sus pautas, ritmos, criterios, tiempos y modos. Dominó la escena
todo el tiempo, secuestró las voluntades y las inteligencias de la ciudadanía,
obligó a que se le pagara tributo y se le arrojara incienso, tomó examen a los
expositores, igualando la opinión del sabio con la del caníbal, la de la
madraza con la de la ramera, la del científico probo con la del guarro patán; y
probó lo que quería probar: todo es debatible; todo puede ser obligado a pasar
por la criba de la ley del número; todo es susceptible de ser sometido a la
inexorable voluntad de las mayorías. ¡Todo, entiéndase! Hoy el asesinato de
criaturas, mañana la existencia de Dios. Y no se tome esto último como metáfora
retórica, puesto que ayer, entre el verderío infame que poblaba la Plaza del
Congreso, hacían filas para apostatar, convocados formalmente por una
agrupación que se dedica a tamaña estulticia. ¿Cuál puede ser el impedimento de
llevar a los escaños del parlamento la votación acerca de la existencia o
inexistencia de Nuestro Padre?
Que Macri
tenga razón en lo que dijo significa dos cosas. La primera que se trata de un
inmenso, gigante, sórdido y unánime hideputa. La segunda, que la democracia es
una perversión inherente, de cuño demoníaco. Sí; demoníaco, no menos; pues su
sustento primero y último es la sustitución de la Soberanía de Cristo por la
Soberanía del Pueblo.
Por siete
votos y hasta no mucho más allá del 1 de marzo del 2019, el aborto no será
legal; excepto en los casos en que ya lo es sin que muchos se den cuenta, o en
los casos en que sea ampliada su despenalización, cosa que sucederá casi de
modo inminente. Este es el patético y trágico triunfo de ayer, más allá de las hipérboles naturales y
sobrenaturales de tantos piadosos y admirables corazones. Siete votos, durante
un par de meses, hasta que sean sustituidos por otros dígitos, otros guarismos
o porcentajes.
Si esto se
toma como una victoria analogable a Lepanto u a otras batallas mitológicas o
reales de la Cristiandad, alguien está necesitando pronto un baño de realismo,
o un repaso de la historia universal. Si este civilizado disenso de los siete
senadoritos –sin osar escupir ninguno de ellos
el rostro masónico de la corrección política- los convierte en valientes
senadores, pues devaluada y flaca anda la fortaleza. Buscar causales místicas o
épicas donde no las hay, es tan grave como negar ambos factores cuando
realmente existen y, sobre todo, cuando realmente hacen falta. Tenemos una
involuntaria experiencia al respecto.
En paralelo
al degenerado Macri, el funcionario eclesial Poli coronaba su homilía
vespertina diciendo: “El debate parlamentario sobre la legalización del aborto
ha sido un saludable ejercicio de la democracia”. Y tiene razón. Si algo
vigorizó, tonificó y dio salud a la democracia fue el desfile incesante de
quienes le rendían pleitesía y validaban su legitimidad, esperando prolijamente
el veredicto de las cámaras parlamentarias, y calculando los sufragios uno a
uno. Por cierto que fue un saludable ejercicio de la democracia; como la
fornicación múltiple es un saludable ejercicio del aparato sexual y el
latrocinio serial otro saludable ejercicio del hábito rapiñero.
Que Poli
tenga razón, y que en su sesera de módico heresiarca, la acción de poner en
debate si la Ley de Dios se pueda violar o acatar, según los votos fluctuantes,
sea una acción saludable, prueba lo que ya sabíamos. Que se trata de un
reverendo felón, de un cobarde sin atenuantes, de un ignorante culposo y de un
pastor insensato que se pastorea a sí mismo. Como el Focito que imaginara Hugo
Wast o el Panchamplas de Castellani, sólo le rinde culto a la deidad monstruosa
del demos pero no al Dios Uno y Trino.
A grupas de
Poli, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, acaba de
sacar un nuevo comunicado –hoy, jueves 9 de agosto, mientras escribimos estas
líneas- titulado nuevamente “Vale toda Vida”, para refocilarse con la
constatación de que “el diálogo ecuménico e interreligioso ha crecido en este
tiempo”; aclarando que han “participado del debate sin considerar enemigos a
quienes pensaran distintos”. Lo cual también es cierto. Y ratifica
vergonzosamente la prueba de que para estos turiferarios del Régimen, quienes son
servidores del Mundo, del Demonio y de la Carne, ya no deben considerarse
enemigos, como fue siempre enseñanza de la Iglesia, sino amables contertulios
en la amplia y frondosa mesa del sistema liberal.
Bergoglio
escuchará sus deseos y les modificará en breve el Catecismo; y en adelante todo
católico que tenga por enemigos públicos de la Cruz a quienes así
desembozadamente se exhiben, del modo más agresivo e infernal, será tenido por
un pecador contra el Undécimo Mandamiento: Amar el diálogo ecuménico por sobre
todas las cosas.
Para que este
breve y provisorio análisis sea justo, dos cosas más necesitamos decir. Y a
ambas le atribuimos especial importancia.
La primera es
que no se nos escapa la cantidad y calidad de bienes concretos que han
desplegado en estos dos largos meses de campaña los llamados sectores
providistas. Siempre que marcamos matices diferenciadores con ellos, nos
preocupamos simultáneamente por dejar a salvo la bondad de sus intenciones y el
sacrificio de sus conductas. Tememos incurrir en omisiones si intentáramos una
lista de esos bienes y bienhechores. Pero ayer, en las calles de Buenos Aires,
bajo un clima espantoso, pudimos constatar con gozo ese espíritu y aún ese
cuerpo.
Curas, laicos,
chiquillos, críos, familias, profesionales, jóvenes, adultos, gauchos,
malvineros, provincianos curtidos, trinitarios fieles, parroquias,
instituciones, colegios. La más amplia y lícita diversidad de los sectores
sociales se hizo presente. A pesar del aparato oficial abortero y de las
poderosas usinas internacionales que lo sostienen. A pesar de la promoción coactiva del crimen, de la contranatura y del
satanismo. A pesar de los mil pesares, se hicieron presente, para defender el
sentido común: hay vida humana inocente dentro de un vientre materno fecundado
por un padre. Nadie puede segarla sin ser llamado asesino.
Este
esplendor del sentido común, acompañado del despliegue de una devoción
religiosa tan simple cuanto robusta, es, a nuestro juicio, la única victoria
profunda y seria y esperanzadora que se puede apuntar como tal. Que no es de
poca monta. El triunfo no es que no fue ley lo que podrá serlo mañana, cuando
los malditos y fluctuantes votos, cambién de urnas. El triunfo no es que el
aborto no haya sido legalizado, porque acabará por serlo, de un modo velado o
frontalmente. El triunfo no es, insistimos, que se participó y se ganó; porque
participar de las reglas de juego del burdel es decirle a las madamas y a los
proxenetas que sus actividades son respetables.
El triunfo es
que toda la inmundicia partidocrática, la fetidez democrática y la nauseabunda
marea feminista –impuestas coactivamente desde las redes sociales, con el
empuje principal de la intelligentzia judaica- no hayan logrado extirpar por
completo los vestigios de la sensatez y de la piedad. Esos vestigios deben ser
alimentados y en lo posible acrecentados, con un gran esfuerzo pedagógico y
apologético sostenido y solvente. De lo contrario, la ya extendida marea de la
putrefacción ideológica acabará imponiéndose aún sobre estos vestigios o
huellas de genuina salud nacional.
Y llegamos a
lo segundo y postrero por decir, al menos en este apunte redactado a tambor
batiente. Hablamos de la perentoriedad y de la urgencia de un gran esfuerzo
pedagógico y apologético sostenido y solvente. La experiencia nos dice que da
frutos abundantes y benditos; y que si no hubiera modo de faltar a la modestia
al enunciarlos, este sería el momento de pormenorizarlos al proverbial son del Non nobis. Del mismo modo, si no hubiera
modo de quebrar la discreción al decirlo, este sería también el momento para
narrar las peripecias y las cruces que tal tarea nos significó.
Dimos la cara. Pusimos siempre nuestros
nombres y apellidos. No nos quedamos de brazos cruzados detrás de ninguna
pantalla, pues ni siquiera existían cuando nos lanzamos al ruedo. Fuimos y
vinimos sin descansos por todas partes, llevando la luz heredada de los
maestros. Lo perdimos todo. Nos reservamos nada. Nos gastamos y desgastamos. Y
seguimos en batalla, malheridos, casi lisiados. Viejos, ¡vaya desdoro en
tiempos de efebías quirúrgicas!
Quienes desde hace cuatro décadas largas
venimos intentando cooperar con esta iniciativa testimonial y docente, dejando
en el camino jirones del propio cuero, somos acusados –no más que por un
grupúsculo de anónimos y cobardes escribientes, es cierto- de inmovilistas o de
abstencionistas por los recientes descubridores de la pólvora de las
movilizaciones callejeras o políticas. Si fuera por ellos tendríamos que estar
afiliándonos en masa a algún partido providista, que sin duda ya se le ocurrirá
a algunos formar.
Buscarán
insensatamente la legitimación democrática, que es la única que no nos sirve.
Porque si sentamos el precedente de que está bien festejar y aceptar que el
aborto no es ley por siete votos en contra del mismo, mañana habrá que aceptar
sumisos lo contrario, si esos siete o setecientos mil votos revierten su
destinatario. La razón del número es siempre la más enclenque, la más fluctuante,
la más fugaz y tornadiza.
No somos
inmovilistas ni abstencionistas, quede dicho. Y aunque se escandalicen los
timoratos, les sobrevenga algún soponcio a los burgueses y nos censuren los
flojos de tabas, seguiremos diciendo que si hay guerra – y la hay- más
quisiéramos poder imitar el ejemplo de Godofredo de Bouillón que el de los
rockeros evangelistas, el de los católicos ghandianos o el de los partidócratas
del toda vida vale.
No hay
bravata alguna en este anhelo bélico que manifestamos. Porque no nos estamos
proponiendo como modelo de una capacidad que no tenemos, sino como
predicadotres de un deber ser paradigmático, al que nunca se debe renunciar.
Mucho más que lo que el hombre ha sido, lo que el hombre ha querido ser, da la
pauta de lo que el hombre es. Y lo que el hombre ha querido ser ya no es lo
mismo, si ese querer ser lo marcan los demócratas que los Caballeros Cruzados.
Antonio
Caponnetto
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Dos caminos -dos cosmovisiones, al decir del P. Sáenz-. Uno, del que participamos: "Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia" (Catecismo de la Iglesia Católica). El otro, que padecemos: A los principios de la soberanía popular y el sufragio universal y secreto se llega por el Art. 37 de la Constitución Nacional.
ResponderBorrarhttps://www.youtube.com/watch?v=adoHXbLk0YU
Publicado el 13 ago. 2018
En este segundo vídeo al que ha podido acceder Adoración y Liberación por fuentes directas de las que protegemos su privacidad, dado el temor a las represalias que padecen, , después de que en el altar Monseñor Raúl Martín riñera a los monaguillos por comulgar de rodillas, observamos a Monseñor Martín discutiendo con la comunidad parroquial por este hecho, al finalizar la celebración eucarística.
En el primero de los vídeos, ante una atónita comunidad parroquial, y junto a unos asustados monaguillos, el mitrado desde el centro del altar afirmaba, entre otras cosas frases textuales, como:
– “Los monaguillos se pusieron de rodillas en el momento de la comunión. Y en la ciudad les he pedido a todos los sacerdotes que en todas las celebraciones quienes ayudan en la misa no comulguen de rodillas ”
– “Y si les pido a los monaguillos que no comulguen de rodillas es una disposición del obispo, y por lo tanto, obliga. El obispo es el liturgo de la diócesis ”
– “Esto es una cuestión ideológica que divide a nuestra comunidad, a la comunidad grande de la diócesis, por esa cuestión es por lo que el obispo, ha decidido esto”
– “Yo les avisé a los monaguillos antes, y les di otra oportunidad, pero han hecho resistencia, una cuestión de resistencia que rompe la comunidad. Si hay algo que esté Rible es la ideología, y esta es una cuestión de ideología, que lo que busca es confrontar ”
PERO ES QUE EN ESTE SEGUNDO VIDEO vemos como al finalizar la celebración, como les decíamos, una parte de la comunidad parroquial intenta hablar con el obispo sobre este gesto tan feo de abroncar a los monaguillos simplemente por arrodillarse ante nuestro Señor, y en esa confrontación dialéctica, pueden ver cómo Monseñor les dice a los fieles, entre otras lindezas:
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– “lo que ustedes están haciendo es poner palos en la rueda, porque Juan XXIII abre las puertas y las ventanas de la iglesia, para hacernos capaces de ser una religión diferente”
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– “esto que ustedes están haciendo está más asociado a un pre concilio que al concilio Vaticano segundo; y yo únicamente les digo, hagamos hoy lo que la iglesia hoy está enseñando”
– “Los niños ya sabían, porque yo se lo había dicho antes, que si me ayudaban, no se arrodillen, porque es una cuestión grave”
A partir de ahí, de estos y otros comentarios, el vídeo es prácticamente inaudible, porque se produce una Tangana espectacular entre el obispo, seguidores del obispo, y fieles de la comunidad parroquial que no entienden porque no pueden comulgar de rodillas.
Entre tanto, únicamente se escucha a Monseñor Martín aludir al concilio Vaticano segundo, a bergoglio, y algunas palabras sueltas más, además de argüir lo grave de comulgar de rodillas.
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– “lo que ustedes están haciendo es poner palos en la rueda, porque Juan XXIII abre las puertas y las ventanas de la iglesia, para hacernos capaces de ser una religión diferente”
HIJOS DE PUTAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSSSS HIJOS DEL REPUTÍSIMO wxtila y la puta madre que lo parió VIEJO DE MIERDAS.!!!!!!!!!
AHÍ TENÉS A TUS wxtilianos DE MIERDA ANTONIO!!!
Este sr Martín alias Monseñor es un infiltrado más en la Iglesia, de los que Cristo NO LLAMO AL SACERDOCIO.Muy probablemente sea un masón más. No se debe obedecer a alguien que ordena y manda contra lo que enseña la Iglesia. A los fieles NO SE queden callados, RESISTAN, NO asistan a ninguna misa que el de, alienten a los sacerdotes a resistir. Todos los Papas del siglo XX y XXI son legítimos hasta Benedicto XVI, nos agrade o no.
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